La joya vintage de la década del 80 que se convirtió en el emblema de un pueblo bonaerense

En la localidad de Jeppener, cercana a Brandsen, se encuentra este aparato naranja restaurado a nuevo. La historia detrás de uno de los últimos teléfonos públicos de Argentina y el proyecto del pueblo para atraer turistas de fin de semana hasta la paz de sus calles

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El teléfono público de Jeppener antes y después de la restauración (Gentileza @ba.esencia)
El teléfono público de Jeppener antes y después de la restauración (Gentileza @ba.esencia)

Un pequeño pueblo de la pampa húmeda bonaerense guarda un secreto que ya empezó a correr por las redes sociales. Un influencer de Instagram que se dedica a recorrer pueblos lo encontró el año pasado y tras una serie de fotos pidió su restauración. En Jeppener tomaron la iniciativa y en un par de meses dejaron casi como nuevo el teléfono público del lugar. Entonces, ese hongo amarillo que los habitantes de la localidad veían como algo ya viejo y abandonado, se convirtió nuevamente en un centro de atención para todos.

Allí luce, en una esquina céntrica de la localidad el poste negro con la parte superior amarilla que engloba y sirve de techo al rectángulo naranja desconocido por las nuevas generaciones de millennials y centennials.

El escritor Martín Kohan en su ensayo titulado “¿Hola?, un réquiem para el teléfono”, define este aparato tomado como milagroso en otras épocas. “Teléfono: ese invento colosal que patentó Graham Bell habilitó para la humanidad la posibilidad de una conversación sincrónica en ausencia (no solamente a distancia, sino también en ausencia). Hablar con otro (con otro, y no solamente a otro), aunque no esté, haciéndolo estar en cierta forma”.

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Llega el teléfono al pueblo

Hubo un tiempo no muy lejano, mediados de la década del 80, que en Jeppener existían apenas un par de líneas de teléfono en algunas casas y esta cabina ahora restaurada en el centro de la ciudad, enfrente del colegio secundario y la iglesia.

Hubo un tiempo no muy lejano, mediados de la década del 80, que en Jeppener existían apenas un par de líneas de teléfono en algunas casas y esta cabina ahora restaurada en el centro de la ciudad, enfrente del colegio secundario y la iglesia (Gentileza @ba.esencia)
Hubo un tiempo no muy lejano, mediados de la década del 80, que en Jeppener existían apenas un par de líneas de teléfono en algunas casas y esta cabina ahora restaurada en el centro de la ciudad, enfrente del colegio secundario y la iglesia (Gentileza @ba.esencia)

Alberto Noguera es el presidente de la Cooperativa Eléctrica del pueblo. Desde la empresa le dan servicios de telefonía, gas natural, Internet y luz para los 4.500 habitantes. Fueron también los encargados de restaurar la joya de Jeppener, como les gusta llamar al hongo amarillo que creció en la vereda.

Jeppener es una localidad de la llanura bonaerense. Está ubicado a 15 kilómetros de Brandsen, la cabecera del partido, sobre la ruta 29. Rodeado de campos de soja, cerealeras y feed lots de ganado, este pueblo no pierde su tranquilidad por nada. Calles de asfalto rugoso, veredas angostas y construcciones de principios del siglo XX. No se ven rejas en sus ventanas, ni se escuchan bocinazos en las bocacalles. “Sólo el ruido de las chicharras en verano y el viento del sur que sopla fuerte en invierno”, cuenta Noguera.

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“Originalmente estaba ubicado frente al colegio secundario del pueblo –recuerda Noguera, en diálogo con Infobae-. Lo usábamos mucho a la salida de clases para hacer llamadas. Era alguna broma a los pocos que tenían línea en sus casas o contactar a la chica que habíamos conocido en los bailes del fin de semana en Brandsen, la cabecera del partido”.

Contactos cercanos

Imaginen que corre el año 1988 y alguno de los pocos chicos de la secundaria de Jeppener sueña con comunicarse con alguien que conoció en el boliche el sábado anterior. Compra los cospeles en el almacén del pueblo, se acerca y hace girar el disco por cada número con ese ruido característico del ida y vuelta. Espera, escucha la voz de la madre de la chica y corta porque le da vergüenza. O hace contacto y habla. Del otro lado imagina a la chica, por ejemplo, nerviosa con el aparato negro o gris en la mano, hablando bajito porque sus padres estaban cerca en el living de la casa. Todo eso suena impensado para la actualidad hiperconectada de los jóvenes nativos digitales. Sin embargo, había una época donde se hablaba largo rato por teléfono, se esperaba una cita durante más de media hora y las líneas se ligaban y fracasaban las comunicaciones.

Alberto Noguera cuenta que la zona del teléfono era también centro de reunión para los pibes y pibas de Jeppener (Gentileza @ba.esencia)
Alberto Noguera cuenta que la zona del teléfono era también centro de reunión para los pibes y pibas de Jeppener (Gentileza @ba.esencia)

Noguera cuenta que la zona del teléfono era también centro de reunión para los pibes y pibas de Jeppener. “Era como un punto de referencia. Este pueblo tiene siete cuadras de largo por cinco de ancho –relata Alberto-. Era pasar por esta zona del teléfono para mirar y ser visto. Seguro se habrán iniciado muchos romances a los pies de este aparato”. La juventud del pueblo se citaba frente al aparato naranja y el chiste era imitar que hablabas con el tubo en el oído, pero sin poner ningún cospel o moneda.

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“Hablar por teléfono: una combinación singular y acaso irrepetible de presencia y ausencia (el otro no está ahí, pero está ahí); de lejanía y cercanía (lejanía: la del “tele”; cercanía: la máxima cercanía del que nos habla directamente al oído, más cerca incluso por ende que en la conversación presencial); de intimidad y de ajenidad (intimidad: estamos solos; ajenidad: hablamos con otro); de afuera y de adentro (hablamos adentro: de nuestra casa, o incluso más: de nuestro cuarto; o incluso más: de nuestra cama; pero con un afuera, el afuera del mundo, que está adentro en cierta forma)”, escribe Kohan en otra parte de su ensayo.

Kohan, además, en su texto analiza en la forma que usábamos el teléfono. En cómo se daba la comunicación en ese aparato misterioso en el cual al marcar un número nos atendía otra persona desde otro lado. Una comunicación en el mismo tiempo, pero en grandes distancias. “El dato es que las conversaciones telefónicas empiezan ritualmente así, diciendo “¿Hola?”, deteniéndose antes que nada en el propio canal de la comunicación, constatando una y otra vez, y antes de empezar la conversación propiamente dicha, que el canal efectivamente está y que anda perfectamente bien. Como si un resto de asombro ante el hecho mismo de que el teléfono exista no pudiese sino aflorar ante cada llamado y ante cada respuesta, como si cada conversación telefónica no pudiese sino verse antecedida por una especie de homenaje implícito ante el prodigio, nunca asimilado del todo, de poder hablar con otro aunque el otro no esté ahí”, argumenta el escritor en su ensayo.

Walter Noguera, hermano de Alberto,  fue el encargado de la restauración. Siempre que volvía al pueblo repetía que había que hacer algo con el teléfono público olvidado en Jeppener (Gentileza @ba.esencia)
Walter Noguera, hermano de Alberto, fue el encargado de la restauración. Siempre que volvía al pueblo repetía que había que hacer algo con el teléfono público olvidado en Jeppener (Gentileza @ba.esencia)

El proyecto de restauración

Walter Noguera, hermano de Alberto, fue el encargado de la restauración. Siempre que volvía al pueblo repetía que había que hacer algo con el teléfono público olvidado en Jeppener. “Este aparato nunca fue vandalizado, como si pasaba muchas veces en Buenos Aires –explica Alberto-. Lo que sucedió que fue quedando en desuso. Después las tormentas y el granizo hicieron el resto del trabajo”.

Entonces, se llevó el aparato a su casa de Ezeiza y se puso manos a la obra para dejar el aparato con su naranja original y la cabina con el amarillo característico de los modelos de arte pop de la década del 80. Momentos que estos hongos empezaron a pulular por las veredas y peatonales de todos los pueblos y ciudades argentinas.

Alejo fue el influencer que se puso al frente de la campaña para restaurar la cabina. El joven maneja la cuenta de Instagram @ba.esencia en la que recorre pueblos bonaerenses en busca de curiosidades. “Algunas ciudades pampeanas tienen como emblema sus iglesias, sus construcciones antiguas o sus edificios municipales (con el legado de Salamone a flor de piel). Jeppener transgrede lo usual reivindicando la cabina telefónica de su pueblo”, cuenta.

“Estas cabinas son parte del recuerdo de los que ´la vivieron´. Ya sea para intentar conseguir las fichas hasta hacer la tortuosa fila para poder hablar por teléfono son cosas que la generación Z necesita que se lo expliquen dos veces. En los pueblos, los teléfonos públicos eran el método más rápido para comunicarse con el mundo exterior”, relata Alejo.

El aparato naranja volvió a Jeppener y fue inaugurado el 14 de agosto del 2022, fecha de la fundación del pueblo. “Lo ubicamos frente a la Casa Roja, una casona de 1900 que funcionó como posta para las carretas que se dirigían a la costa bonaerense por el camino real antes de la construcción de la ruta 2 -cuenta Noguera-. Ahora, la casona fue restaurada y funciona como centro cultural. La idea en un futuro es agregar un servicio de restaurante para completar una oferta que pueda atraer al tursmo de fin de semana a nuestra localidad”.

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