Podría haber sido recordado como el mayor productor musical de la historia. El pionero, el primero que consiguió un sonido propio y que entendió al estudio de grabación como un laboratorio sonoro, casi como el que creó el oficio. Podría ser recordado por La Pared de Sonido, su marca distintiva, su firma. O por su disco navideño inexpugnable. Por los hits de los años sesenta. Por haber modelado los bandas vocales de mujeres. O podría ser recordado como el que grabó Let It Be con los Beatles y el de Imagine con Lennon. O como el productor de Leonard Cohen. Pero Phil Spector será recordado, también, por sus excentricidades, la violencia enfermiza que lo habitaba y por ser un asesino.
Creo que mi jefe mató a alguien. Eso fue lo que dijo el chofer de Phil Spector cuando el 3 de febrero de hace veinte años llamó al 911. El productor musical había salido de su casa, con la mirada vacía, caminando como un robot, con la bata abierta y un arma en la mano. Sin dolor, sin remordimiento, sin desesperación, sólo con algo de confusión, le dijo a su empleado que esperaba apoyado en el costado de la limousine: Creo que maté a alguien. Obediente el chofer repitió casi textualmente el mensaje cuando llamó a emergencias.
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La denuncia del chofer
El hombre entró a la mansión y buscó a la mujer que había traído en el auto junto a Spector hacía unas horas. Estaba acostumbrado a que su jefe divagara en medio de la bruma del alcohol, las drogas y su psicopatía. Pero, mientras fumaba afuera, había escuchado la detonación. Caminaba despacio, como tanteando cada paso, como si cada centímetro del piso de mármol fuera una trampa mortal, como si el hombre con el arma todavía estuviera en la casa. Al entrar al salón vio a la mujer sentada en un sillón. Desde ese ángulo, de perfil, parecía dormir. Con la boca abierta. Cuando llegó hasta ella y la tuve de frente, un ramalazo helado atravesó su esternón, una corriente agria que sólo puede provocar el horror. La boca estaba abierta más de lo normal, un agujero en la unión de los labios, los dientes destrozados. El respaldo del sillón que había sido blanco se había teñido por la sangre. La víctima era Lana Clarkson, una mujer de 40 años, que no había conseguido un lugar en Hollywood, pero que seguía intentando, que se aferraba a cada posibilidad. Creyó que el productor lo era. Lana había conocido a Spector hacía unas horas.
Artistas, canciones, álbumes. Montañas de hits y de clásicos. Números 1 en los charts, tapas de revistas, millones de copias vendidas. Phil Spector produjo a los mejores de su tiempo y varios de sus temas están considerados en todos los rankings como los mejores de la historia. The Ronnettes, Cher, The Crystals, Joe & Tina Turner, The Beatles, Harrison, Lennon, The Righteous Brothers, Leonard Cohen, Dion, Ramones. Be My Baby, And Then He Kissed Me, Da Doo Ron Ron, Baby I Love, River Deep Mountain High, Uncahined Melody, I´ve Lost That Loving Feeling, Let It Be, All Things Must Pass, My Sweet Lord, Imagine, Instant Karma. La Pared de sonido: un cúmulo, una tormenta instrumental, una presencia física en cada canción, sólida y contundente, que lo convertía en un Autor: bastaba escuchar unos pocos segundos para saber que era un tema en el que había participado Phil Spector. Incorporaba capas y capas de instrumentación. El sonido era novedoso, abigarrado y algo wagneriano. Había conseguido trasladar su personalidad a los discos que producía: la megalomanía era la norma.
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Pero su apogeo fue breve. No más de una década. Su mala fama se fue imponiendo. Nadie quería trabajar con un productor que acarreaba más problemas que los propios artistas. Cada sesión podía convertirse en un pandemónium, cualquier excusa podía provocar explosiones de Spector que se manifestaban en forma de amenazas, gritos, insultos, golpes y hasta con algún disparo. Todos le temían. Eran pocos los que arriesgaban su vida por un hit.
La carrera de Spector
Spector hizo su irrupción cuando era un adolescente. Con los Teddy Bears consiguió un hit inmediato: Too Know Him Is To Love Him. Pero esa canción que parecía describir –como todas las otras de su tiempo- un prístino amor juvenil, tenía detrás una historia oculta y dolorosa. Tal vez en ese tema y en la circunstancia que lo inspiró se encierre el germen del drama y el horror de la historia de Spector. Su padre era un inmigrante que había llegado a Estados Unidos para formar una familia y salir adelante. Pero cuando Phil tenía 10 años, en 1949, Benjamin Spector, colapsado por las deudas, se suicidó. En la lápida del hombre, la madre mandó a escribir “Conocerlo era amarlo”. Para su debut en la industria, Phil Spector, unos pocos años después, echó mano a la frase y sólo la pasó al presente para titular su primer hit. Lo que nadie sabía que eso que pasaban en la radio todo el tiempo, la frase principal de ese tema cantado tan festivamente, era el epitafio de su padre.
Tom Wolfe en su primera colección de textos, publicada en 1965, le dedicó un extenso ensayo en el que lo llamaba El Primer Magnate del Pop. Los éxitos llegaban de manera cotidiana. También los millones de dólares, las mujeres y los hechos violentos.
Su segunda esposa fue Ronnie Bennett, también conocida como Ronnie Spector, cantante de las Ronettes. Se conocieron en el estudio de grabación. En poco tiempo estaban casados. Él la celaba y la casa conyugal se convirtió en una cárcel para ella. Y hay poco de metafórico en la frase. Rejas en las ventanas, cercas electrificadas, guardaespaldas para controlar cada movimiento, un chofer que la llevaba sólo donde Phil autorizaba. Y las peleas, las amenazas con armas de fuego, los golpes, el maltrato psicológico. Spector, por su cuenta, decidió que Ronnie necesitaba hijos y adoptó tres, dos de ellos gemelos. De esa manera la mantenía ocupada y alejada de los escenarios y los estudios de grabación.
Ronnie contó todo esto en sus memorias. Los hijos también hablaron de abusos del padre y narraron escenas surrealistas/terroríficas: Spector vendaba a sus hijos pre-adolescentes y los obligaba a simular que tenían relaciones sexuales con su propia novia.
Spector, violento
Pero el de Ronnie no fue un caso de un mal matrimonio, ni un hecho aislado. A todas sus parejas en algún momento les apuntó y a todas las secuestró, las tuvo como reclusas, detenidas contra su voluntad.
Esas conductas agresivas se daban con cualquiera persona con la que se relacionara. Ya fueran estrellas de rock o novias. La violencia se agravaba, se salía totalmente de control en dos ocasiones: cuando alguien osaba dudar de sus decisiones artísticas en una grabación y cuando una mujer rehusaba a tener relaciones con él.
Durante la grabación de Imagine primero le apuntó a Lennon y luego disparó contra el techo ante la mirada anonadada de John y Yoko. Durante el Concierto por Bangladesh, el primer gran show benéfico del rock organizado por George Harrison, Spector debía supervisar que todo estuviera bien porque se grabarían las actuaciones que terminarían convertidas en un disco destinado a recaudar fondos para la causa. Pero poco pudo hacer el productor. Alcoholizado destrozó uno de los vestuarios del Madison Square Garden y cuando los policías lo quisieron tranquilizar no tuvo mejor idea que agredirlos. No escuchó el show y pasó toda la noche en un calabozo de Manhattan.
En 1977 fue contratado por Leonard Cohen para el disco Death of a Ladies Man. Cuando un artista promociona la aparición de su obra suele hablar maravillas de ella, de las expectativas que tiene depositadas y también tiende a mejorar la consideración –al menos la pública- de quienes colaboraron con él. Pero el trabajo con Spector fue tan tortuoso que Cohen en las entrevistas promocionales llegó a decir que no había nada del álbum que le gustara, que no debía haber más de 4 segundos de música en todo el vinilo. “Tal vez su locura sea simpática y más llevadera en la vida cotidiana, pero en el trabajo se hace muy difícil”, dijo Cohen. Con el tiempo se supo que ante una desavenencia creativa, para imponer su criterio, el productor utilizó un argumento de un poder de convicción excepcional: apuntó con un arma al pecho del poeta canadiense. Naturalmente la canción quedó como quería Spector.
A los Ramones no les fue mejor: los corrió a tiros del estudio.
Muchos decían que los guardaespaldas que lo acompañaban a todas partes ejercían la función contraria a la habitual de su oficio: se dedicaban a cuidar que su cliente no lastimara a otras personas.
Lana Clarkson era alta, hermosa, voluptuosa. Y había soñado otra vida para ella. Se había imaginado encabezando marquesinas, desfilando por alfombras rojas, nadando en una pileta amplia en una mansión en Los Ángeles. Y en algún momento, al principio de su carrera, esos sueños habían tomado algún sustento real. Debutó en una película junto a Sean Penn, trabajó en varias producciones de Roger Corman y tuvo una módica celebridad a mitad de los ochenta como la gran dama del Sword and Sorcery, ese género fantástico, algo berreta en el cine, que mezcla espadas, magia, épica, hombres musculosos y mujeres turgentes. Sus películas no tenían gran presupuesto y gastaban muy poco de él en el vestuario de Lana, siempre escaso.
Pero aquello que ella creyó que era un comienzo promisorio fue su apogeo. Nunca pudo dar el salto y los productores la fueron olvidando. Lana tuvo que buscar otros trabajos. Durante el juicio algún testigo de la defensa llegó a decir que se había prostituido. Lo cierto, lo comprobable, es que hacía presentaciones en algunos teatros de mala muerte y que había vuelto a trabajar en clubes nocturnos. Era como si hubiera dado toda la vuelta, como si ese trabajo atendiendo al público en una disco marcara que había sido derrotada, que había vuelto al punto de partida pero veinte años después. Si en Los Ángeles es frecuente que los muy jóvenes trabajen de camareros o barmans a la espera de su oportunidad en el mundo del espectáculo, el regreso a esas tareas a los cuarenta años indicaba que había fracasado, que sus sueños no se habían cumplido.
En el 2003 Lana había conseguido trabajo en el Vip de House of Blue, un local sobre Sunset Boulevard. El 2 de febrero se produjo un incidente en la puerta de su sector. Alguien bajito, prepotente y decididamente exótico había eludido a los que custodiaban la puerta y ahora trataban de sacarlo del lugar. Acá los relatos se bifurcan. Algunos dicen que Lana no lo reconoció hasta que él gritó su nombre; otros dicen que ella se dio cuenta que se trataba de Spector y fue la que le franqueó el paso. Lo cierto es que ella solucionó el entuerto y ubicó al productor en uno de los sillones: quizá creyó que la suerte le sonreía y que esta vieja gloria millonaria de la industria podía abrirle alguna puerta. Cuando el lugar cerró, se fueron juntos en la limousine de Spector. El destino fue su impresionante mansión en La Alhambra de 33 habitaciones. Entraron a la casa. Después, la detonación y el hallazgo de Lana, muerta en el sillón, con un disparo en la boca.
Phil Spector declaró que ella “había besado el arma”, que se había tratado de un suicidio accidental, que se había puesto a hablar de su mala fortuna y se había disparado. Nadie le creyó demasiado. Pero el dinero y los buenos abogados (en esa etapa el suyo era Johnnie Cochran, el expansivo defensor afroamericano de O.J.Simpson y de varias estrellas más). Ni siquiera pasó una noche en la cárcel. Pagó una fianza de un millón de dólares y quedó en libertad.
El primero de los juicios fue televisado. Spector parecía disfrutar de haber vuelto a los primeros planos, de ser el tema casi exclusivo de conversación, de estar de nuevo en el centro de la escena. Para él se trataba de un show y él era el protagonista.
Mientras esperaba que lo juzgaran, después del homicidio de Lana, se casó con una joven de 26 años. Pero el matrimonio se disolvió en 2018. La presentación judicial la realizó Spector. Quería divorciarse porque su esposa estaba despilfarrando su fortuna mientras él estaba en la cárcel.
A lo largo del juicio por el asesinato de Lana Clarkson cinco mujeres, la mayoría ex parejas, declararon que habían sido encañonadas por Spector. Sus antecedentes de violencia, pública y privada, eran abrumadores. Además había rastros de sangre de Lana por toda la casa.
Spector se mostraba desafiante, perdido, alterado, sarcástico según el día y la cantidad de medicación que tuviera encima. Lo que se mantuvo constante fue sus cambios de peinado. Cada día los periodistas y el público se preguntaba cómo estaría su pelo ese día y qué pelucas habría conseguido. Tal vez pretendió exagerar su costado estrafalario, tal vez fue una táctica para banalizar el proceso, tal vez fue sólo otra manifestación de sus alteraciones mentales.
Sin embargo el primer juicio fue anulado porque el jurado no llegó a un veredicto unánime. Hubo que rehacerlo y allí sí fue encontrado culpable y condenado a 19 años de prisión.
Spector murió el 16 de enero de 2021 después de haberse contagiado Covid. De su celda fue trasladado a un hospital. Casi nadie lloró al genio precoz de la música que se había convertido en un asesino.
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