La noche que volaron con dinamita el caserón de Rosas: asado y cerveza gratis y leyendas de tesoros escondidos

El 2 de febrero de 1899 por la noche se terminó de demoler la mansión de Juan Manuel de Rosas en Palermo. Hacía más de veinte años que el gobernador había muerto en el exilio, los enfrentamientos entre federales y unitarios parecía haber quedado atrás, pero sin embargo en un abrir y cerrar de ojos se borró del mapa un símbolo que a esa altura ya era patrimonio de la historia

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Vista del caserón de Rosas, años después del derrocamiento del gobernador. Nótese que las arcadas de las galerías fueron tapadas. Aún estaba un canal de navegación. Fotografía Archivo General de la Nación.
Vista del caserón de Rosas, años después del derrocamiento del gobernador. Nótese que las arcadas de las galerías fueron tapadas. Aún estaba un canal de navegación. Fotografía Archivo General de la Nación.

Esa noche, cuando se anunció que el encendido de las mechas que harían volar la dinamita sería inminente, la multitud que se había dado cita corrió despavorida. En minutos se derribarían las paredes que quedaban en pie de lo que era el caserón de Rosas. A pesar de los 47 años que habían pasado de su derrocamiento, se la llamaba “la tapera”, “morada del tirano” o “inmunda pocilga”.

Había sido una decisión de Adolfo Jorge Bullrich, un reconocido rematador -cuyas oficinas funcionaban donde un shopping lleva su nombre- que había sido nombrado intendente municipal por el presidente Julio A. Roca en 1898.

Bullrich ordenó que la demolición se hiciese el 2 de febrero de 1899 a la noche, así cuando saliese el sol al día siguiente, aniversario de la batalla de Caseros, no quedasen más que escombros.

Cuando ya la antinomia de federales y unitarios, rosistas y antirosistas parecía ser una cosa del pasado, la decisión daba la sensación que la clase política no había madurado.

Juan Manuel de Rosas, ya como gobernador, vivía en el centro de la ciudad, en Moreno 550. La amplia vivienda familiar la había acondicionado como despacho de gobierno, ya que le resultaba imposible trabajar en las dependencias del fuerte, con paredes descascaradas, revoque caído, llenas de humedad y ambientes dominados por roedores.

En 1837 decidió que debía tener una residencia acorde al señor todopoderoso en el que se había convertido. El centro de la ciudad no contaba con grandes espacios como los que buscaba, y compró tierras en lo que entonces se conocía por el nombre del primer poblador, Juan Domínguez Palermo, aunque algunos dicen que el lugar era conocido por el oratorio consagrado a Palermo de San Benito.

Adolfo Bullrich había sido nombrado intendente municipal por el presidente Roca. Estuvo en el cargo hasta 1902.  Fuente Wikipedia.
Adolfo Bullrich había sido nombrado intendente municipal por el presidente Roca. Estuvo en el cargo hasta 1902. Fuente Wikipedia.

Rosas terminó comprando 535 hectáreas, que iban desde lo que hoy es el barrio de La Boca hasta Barrancas de Belgrano. Allí construiría una residencia, usaría la tierra para plantaciones y habría un parque con áreas de recreación con libre acceso al público, que entraba por los portones que permanecían abiertos a la altura de Plaza Italia.

No fue una obra sencilla, ya que hubo que rellenar los terrenos inundables. Para ello Rosas hizo llevar interminables carros con tierra de Belgrano, y ese abrupto faltante de tierra fue el origen de lo que se conoció como “las barrancas de Belgrano”.

Se construyeron canales de irrigación y un sistema de desagües y un estanque en el que colocaron un barco encallado donde se hacían fiestas y donde con un barquito a vapor, llamado “Manuelita” se iba desde el lago al río. Se plantaron diversas especies frutales, se armaron galerías de árboles, había muchos sauces llorones como consignó Sarmiento, y se llevaron avestruces y llamas, que pastaban sueltos por el extenso predio.

En 1837 el constructor Miguel Cabrera empezó a levantar la casa a partir de otra que ya existía, en la esquina sudeste de avenida Libertador y avenida Sarmiento.

Era un monumental rectángulo, con cuatro bastiones en cada una de sus esquinas. Tenía un gran patio central rodeado por columnas, con cuatro grupos de habitaciones, 16 en total, conectadas mediante portales.

La casa se transformó en el centro del poder rosista y los porteños paseaban libremente por sus jardines. Cuadro de Carlos Sívori.
La casa se transformó en el centro del poder rosista y los porteños paseaban libremente por sus jardines. Cuadro de Carlos Sívori.

En un ala estaban los dormitorios del gobernador y en el opuesto, los de su hija Manuelita. La esposa Encarnación Ezcurra, había fallecido en 1838.

Todos los ambientes estaban embaldosados, y sus cielorrasos eran de madera pintada de blanco. En el lado oeste estaba el salón de recibo. Tenía una gran terraza con rejas de hierro, apoyadas en pilares, que muchos de ellos eran chimeneas.

Rosas supervisó cada detalle de la obra y solía hacerlo desde un rancho cercano al río. La casa estuvo en obra hasta 1843.

Más allá de la residencia, existían otras construcciones más chicas, donde funcionaban las dependencias, la cocina, la maestranza (situada donde hoy se levanta el monumento a Rosas de 12 metros de altura y que mira en dirección a donde estaba la casa), cocheras, depósitos, una enfermería con farmacia y un puesto veterinario.

Los que lo conocían, lo describían como el Versailles pampeano.

Como los portones permanecían abiertos para la gente, los porteños lo adoptaron como uno de los paseos preferidos, que dejaba como un poroto al paseo de la Alameda, unos cuantos metros en lo que es la avenida Leandro N. Alem, donde la gente iba a pasear y por la tarde se aventuraba en las aguas del río, hombres y mujeres por separado, por supuesto.

Cuadro de la casa, en un Palermo irreconocible. Ilustración publicada en el libro de Schavelzon y Ramos "El caserón de Rosas. Historia y arqueología del paisaje de Palermo".
Cuadro de la casa, en un Palermo irreconocible. Ilustración publicada en el libro de Schavelzon y Ramos "El caserón de Rosas. Historia y arqueología del paisaje de Palermo".

Podían ingresar por lo que hoy es la avenida Sarmiento, entonces con ombúes a sus costados. Luego de la caída de Rosas, Sarmiento hizo plantar palmeras exóticas, que no resistieron el clima. El ingenio popular las llamó “las escobas de Sarmiento”.

Cuando Rosas fue derrocado el 3 de febrero de 1852, la casa fue destino de múltiples usos. Justo José de Urquiza la usó para alojamiento de su tropa y la primera víctima fue el paisaje, ya que se destruyó el bello panorama de los jardines. Cuando se confiscaron sus bienes, se determinó que pasaran al municipio, cosa que no ocurrió. Muchas de las tierras se adosarían al flamante pueblo de Belgrano. Sarmiento propuso vender todo y levantar escuelas con lo recaudado.

Por un tiempo, en el caserón funcionó una escuela de artes y oficios y desde 1870 a 1892 fue sede del Colegio Militar de la Nación. Allí se formaron 17 promociones de oficiales.

En el interin, en 1874 se creó el Parque Tres de Febrero por iniciativa de Vicente Fidel López. Lo inauguró el presidente Nicolás Avellaneda, plantando una magnolia que aún está, a pesar de los intentos de Sarmiento de pretender hacer lo mismo pero con un arrayán. Entre 1893 a 1898 la casa fue ocupada por la Escuela Naval.

Hasta que se decidió demolerla.

En este lugar se levantaría Plaza Italia. Con los años se levantaron los portones. Era el lugar de ingreso de la gente que concurría a pasear por los jardines de la residencia de Rosas. Fotografía Archivo General de la Nación.
En este lugar se levantaría Plaza Italia. Con los años se levantaron los portones. Era el lugar de ingreso de la gente que concurría a pasear por los jardines de la residencia de Rosas. Fotografía Archivo General de la Nación.

Un nutrido grupo de 400 obreros primero desmantelaron los techos y se quitaron las puertas y ventanas. Para retirar los escombros, que se llevaron al Jardín Botánico y al corralón de Inspección de Limpieza, se usaron 175 carros municipales y otros 70 privados.

En un momento se debió parar la obra porque la Escuela Naval no había tenido tiempo de retirar sus instrumentos de enseñanza.

Ese jueves 2 de febrero una multitud se había dado cita para ser testigo del espectáculo que suponía dinamitar los muros que quedaban en pie. Muchos esperaban el final para aventurarse entre las ruinas ya que una leyenda hablaba de tesoros y riquezas que Rosas habría ocultado debajo de los pisos.

La fiesta debía ser completa. Para los asistentes había asado y cerveza gratis y el ambiente estaba iluminado no solo con faroles a gas y bengalas sino con focos eléctricos, un adelanto de la época.

La operación de demolición estaba comandada por el coronel Ricardo Day, un mendocino veterano de la conquista del desierto y uno de los jefes de la revolución del Parque de 1890.

La casa en una fotografía de 1895. En el centro la actual avenida Sarmiento. Colección Witcomb, Archivo General de la Nación.
La casa en una fotografía de 1895. En el centro la actual avenida Sarmiento. Colección Witcomb, Archivo General de la Nación.

Day ordenó a efectivos del regimiento de ingenieros colocar cartuchos de dinamita en los cimientos de los muros. Cuando se escucharon las explosiones, la gente aplaudió y hubo gritos de alegría.

Sin embargo, no todas las paredes cayeron por los explosivos, y se usaron sogas que la propia gente tomó para ayudar a los obreros a voltear los muros que se resistían a convertirse en escombros.

A las cinco de la mañana del 3 de febrero todo había terminado. La gente se abalanzó en busca de algún recuerdo, preguntaban cuál era la habitación de Rosas para llevarse un ladrillo.

No se salvó el aromo del perdón, el árbol bajo cuya sombra su hija Manuelita convencía a su padre de frenar una ejecución o liberar a algún opositor. La pobre planta fue despojada por la multitud de tal forma que hubo que poner vigilancia militar. Con una de sus ramas el intendente Bullrich mandó a hacer un bastón que le obsequió a un embajador.

Una vez que los obreros terminaron, desayunaron asado con cuero, y tomaron cerveza.

25 de mayo de 1900: inauguración del monumento a Sarmiento, donde estaba la casa de Rosas. Fotografía revista Caras y Caretas.
25 de mayo de 1900: inauguración del monumento a Sarmiento, donde estaba la casa de Rosas. Fotografía revista Caras y Caretas.

Para el que pasea por los bosques de Palermo y se detiene en la esquina de las avenidas del Libertador y Sarmiento, le será sencillo encontrarse con un busto de Sarmiento, obra del escultor Auguste Rodin. Cuando se inauguró el 25 de mayo de 1900 fue la comidilla de los porteños porque no se parecía al sanjuanino. Está emplazado en el centro geográfico de lo que era la casa de Rosas, el temido gobernador que llevaba más de veinte años muerto pero que para algunos su sombra seguía estando presente.

Fuentes: Daniel Schávelzon y Jorge Ramos – El caserón de Rosas. Historia y arqueología del paisaje de Palermo; Julio A. Luqui Lagleyze – Las moradas de don Juan Manuel. En Todo es Historia n° 118; Domingo F. Sarmiento – Campaña en el Ejército Grande; revista Caras y Caretas;

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