La mujer, desesperada, prometió que si su hijo mayor, al que acababan de secuestrar, regresaba al hogar sano y sano, donaría a la ciudad de Rosario una maternidad. Ella se llamaba Angela Joostens y era la esposa de Julio Ulises Martin, un inmigrante suizo transformado en empresario y emprendedor y uno de los primeros impulsores de la industria de la yerba mate en nuestro país.
El suizo Martin había llegado al país a fines del siglo XIX y luego de probar distintos negocios en la ciudad de Buenos Aires y en Mendoza, el 3 de junio de 1894 fundó, junto a su socio Justin Berthet, la empresa Martin & Co. Adquirió un molino harinero en el Paraguay, con el que empezó un floreciente negocio, que le posibilitó comprar miles de hectáreas en el norte de Argentina.
Su proyecto era el de abrir en el país vecino un establecimiento para explotar industrialmente la yerba mate, pero el presidente Julio A. Roca lo convenció de que lo hiciera en el país. “Usted, señor Martin, se propone hacer en el Paraguay lo que nosotros necesitamos hacer aquí. Hace mucho tiempo pienso en este asunto. Si usted realmente comprende este problema, plante yerba mate en nuestro país y haga sus plantaciones en nuestras colonias en Misiones”.
Fue en San Ignacio, Misiones, no lejos de donde vivía el escritor Horacio Quiroga. La de Martin pasó a la historia como la primera planta en producir e industrializar la yerba mate en Argentina. Otros compatriotas lo seguirían.
El 9 de julio de 1898, cuando se colocaba la piedra basal del monumento a la bandera en Rosario, el suizo abría en esa ciudad oficinas de la empresa. La elección de la ciudad no era caprichosa, sino que aprovecharía el río Paraná para el transporte de su producción. En la ciudad instaló una planta procesadora.
Se había casado con Angela Joostens, a quien había conocido en Buenos Aires. Tuvieron cuatro hijos: Marcelo Enrique, Carlos Edgard, Georgette Angela y Alberto Julio. Bautizó con el nombre de su esposa un poblado que había fundado en el Chaco en tierras que había comprado en 1906: la estación del ferrocarril, a partir de 1914 se llamó Villa Angela, y con el tiempo se convertiría en la tercera ciudad de esa provincia. Otra ciudad, Villa Berthet, recuerda a su socio. Fundó, además, en Misiones, Puerto Mineral.
Según entrevistas periodísticas, Martin contó que fundó la yerbatera que lleva su nombre el 21 de julio de 1920 y con los años la empresa, en la que trabajaban más de 300 operarios, fue la responsable del 20% del consumo total de yerba mate en el país. En 1932 confesó sobre la situación económica que “todo es inútil. El país está en la pendiente, camino al abismo, por culpa de los errores de sus propios gobernantes, que no aciertan en los problemas que afectan al interés público”. Se quejaba que en el país se consumía 95 millones de kilos por año y que se producía solo el 40%, y que el restante 60 se importaba.
Uno de sus productos característicos fue la yerba “La hoja”.
Por 1930 la ciudad de Rosario se había ganado el mote de la “Chicago argentina”, por el accionar de diferentes grupos mafiosos, dueños del delito en esa urbe. El poder lo disputaba por un lado Juan Galiffi, un siciliano que había llegado al país por 1910. En sus inicios se ganaba la vida como obrero en Gálvez y nadie sabe cómo, en tiempo récord, fue dueño primero de una barbería, luego de bares hasta ser propietario de campos y de caballos. Se lo conocía como Chicho Grande.
Su rival era su antigua mano derecha, su compatriota Francisco Marrone. Las traiciones no demoraron en llegar y se convirtieron en enemigos. Marrone, para eludir a la justicia italiana que lo buscaba por dos crímenes, adoptó la identidad falsa de Ali Ben Amar de Sharpe. En Rosario era conocido como Chicho Chico.
Manejaban todo el amplio espectro de los negocios ilegales, incluido el secuestro.
El más resonado fue el de Abel Ayerza, ocurrido el 23 de octubre de 1932. Este estudiante de medicina de 26 había sido secuestrado junto a Santiago Hueyo, hijo del ministro de Hacienda, a quien liberaron. Por un error en el mensaje cuando se pagó el rescate, en lugar de liberarlo, sus captores lo asesinaron.
Antes hubo otros secuestros. Cuando aún se desconocía la suerte corrida por el joven Ayerza, la desgracia golpeó a la familia Martin.
El 29 de enero de 1933 por la noche Marcelo Martin dejó su auto en un garage de la calle Tucumán al 1800 y caminó las pocas cuadras que lo separaba de su casa, en Urquiza al 1400. Pero antes de llegar un hombre se le cruzó en el camino, otros dos por detrás -en medio de un forcejeo- le taparon la boca y le cubrieron la cabeza con una capucha. Según un par de testigos, lo subieron a un taxi marca Hudson color verde con techo blanco. Y desaparecieron.
Al día siguiente, la familia recibió una carta, pidiendo 150 mil pesos de rescate y las instrucciones que debían seguir para entregar el dinero. La familia negó el secuestro, temiendo por la vida de Marcelo. A esa altura, su papá era un prominente empresario y se desempeñaba como presidente de la Bolsa de Comercio de Rosario.
A las 4 y media del 31, su hermano Alberto Julio (Caras y Caretas aseguró que fue su cuñado Tonazzi), en el Cruce Alberdi, manejando un descapotable con el parabrisas plegado, extendió su mano izquierda y sin mirar entregó el maletín con el rescate.
A Martin lo liberaron en la esquina de Paraguay y Tucumán, cerca de su domicilio.
El caso fue tomado por el juez Antonio Lamarque. Una de las pocas pistas con las que contaba la policía era el taxi verde marca Hudson. Cuando citó a todos los conductores que manejaban ese tipo de vehículos, solo faltó uno, al que identificaron como Gerardo Vinciguerra. Lo apresaron en Salta el 2 de marzo. Estaba junto a dos cómplices, Santiago Bué y Carlos Cacciatore. No estaban escapando, sino que iban a un casamiento.
También fueron detenidos Diego Romano y Francisco Gallo, quien aportó la vivienda donde mantuvieron cautiva a la víctima. Fue Gallo quien dijo que Galiffi estaba involucrado.
Ese año Marrone fue ahorcado por la gente de Galiffi. Este, acosado por las autoridades, aunque sin pruebas para encarcelarlo, se le revocó su ciudadanía y fue expulsado del país. Murió en Italia de un ataque al corazón durante un bombardeo en la segunda guerra mundial.
Julio Martin falleció en Rosario en 1934 y su esposa en 1940. En el 2010 los restos de ambos fueron llevados a la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, en Villa Angela, en el marco de los festejos de su centenario. Una calle en Rosario lleva el nombre del empresario.
La historia finaliza con la promesa de la madre: el 8 de julio de 1939 se inauguraba la Maternidad Martin en Rosario, en esa ciudad donde mafiosos al mejor estilo de Hollywood la habían convertido en la Chicago argentina.
Fuentes: Osvaldo Aguirre – Historias de la mafia en Argentina; colección revista Caras y Caretas; Laura Mabel Zang – Poblar la frontera: Misiones y la presencia de suizos en el territorio nacional (1881-1920).
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