Antes de ser maquilladora y fundadora de una exitosa empresa de make-up que trascendió fronteras, Florencia Baragiani era una joven ama de casa dedicada a la crianza de su hijo, que no veía mucha perspectiva a su futuro profesional. Sentía que esos sueños que había tenido, relacionados al mundo de la moda, estaban cada vez más lejos por la situación económica. Justa. Limitada. Pero nunca cedió ante el pesimismo y se convirtió en una emprendedora con grandes ideas realizables y con una habilidad especial para tocar puertas y obtener el sí.
Florencia Baragiani bació en Ciudad Evita, en el Partido de La Matanza, hace 31 años. Su padre tenía un kiosco y su mamá trabajaba en una empresa de luces. La infancia y adolescencia de la maquilladora no fue precisamente estable, ya que sus padres se separaron y ella quedó al cuidado de su padre, mientras que su mamá se fue con sus hermanos. “Me quedé viviendo con mi papá y mi nona, hice el colegio en Ciudad Evita, y después, en tercer año de la secundaria me fui a vivir a Avellaneda, donde estaba mi mamá”, recuerda sobre esa época de cambios radicales.
“Teníamos una relación de madre e hija con mi mamá, pero yo estaba acostumbrada a vivir con mi papá. Él decidió que fuera con mi mamá cuando entré en la adolescencia, pensando que necesitaría más a ella, como que a esa edad tenés más cosas que hablar de mujer. Eso me había dicho. A mí en ese momento me costó un montón porque yo tenía una relación con mi papá, me crié con él y con mi abuela materna y mis abuelos maternos que también vivían en Ciudad Evita. Imaginate de los 7 hasta los 15 años viviendo con mi papá. Después, pasaba a ser todo nuevo”, recuerda.
Al terminar sus estudios en una escuela de Avellaneda, se inscribió en la carrera de Diseño de indumentaria, en la UBA porque se le hacía cuesta arriba pagar una privada. Hizo todo el CBC en Ciudad Universitaria, cruzando desde Avellaneda, hasta que entendió que era momento de empezar a trabajar. “Esa era la realidad y se me hacía muy difícil todo. Así que dejé y empecé a trabajar en locales de ropa en la Avenida Santa Fe”. Después de ser vendedora de conocidas marcas de shopping de chicos y adolescentes, estuvo detrás del mostrador en la Bond Street con diseñadores independientes. Al separarse la madre de su segunda pareja, se mudó a Castelar y Florencia se quedó viviendo con sus abuelos maternos hasta los 20. En estos tiempos, consiguió trabajo en una empresa de asistencia el viajero, pudo mudarse sola por primera vez y se fue a vivir al barrio de Belgrano.
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En esa época conoció al padre de su hijo. A los cuatro años tuvo a Romeo, a quien considera el motor de su vida. Tenía 25 años y creía que ya no podría cumplir todo aquello que deseaba vinculado a la moda y la belleza. Ese mundo que la deslumbraba de su infancia en las revistas. “Desde muy chica, me maquillaba y reciclaba los vestidos de mi abuela frente al espejo”, revela Flor. Sin embargo, estaba equivocada, su mentalidad emprendedora, creatividad y confianza en sí misma la ayudarían a conseguir algo que parecía imposible.
Cuando el bebe cumplió ocho meses Flor se inscribió en un curso de maquillaje en Morón y pensaba recurrir a la ayuda de su mamá en Castelar para que lo cuidara para poder asistir. Tenía todo programado. El papá de Romeo, que trabajaba en locales de ropa, la respaldó en esto. A la semana de inscribirse, a la mamá le diagnosticaron un cáncer terminal y murió al poco tiempo. Muy joven, a los 42 años. Frente a la pérdida, teniendo al papá lejos, se aferró a un curso de uñas como distracción y llevaba el nene al local del cuñado que tenía en ese entonces.
Florencia llevaba nada más que cuatro clases en su curso de manicuría cuando decidió escribirle a la diseñadora Verónica de la Canal a quien admiró siempre por su estilo. “Le mando un mensaje directo, re caradura, a ver si ella quería hacer algún tipo de acción conmigo y no creí que me fuera a responder. Yo había tenido una idea en ese momento que no la había tenido nadie acá. Era diseñar uñas con cristales y con brillo. Yo sabía que los desfiles de ella tenían esa impronta, onda barroca, piedras, todo extravagante. Se me había ocurrido hacer esas uñas y pegárselas a las modelos en los desfiles. Y empecé, más que nada por hobby. Pegando cristal por cristal, quedándome despierta hasta tarde. Imaginate uñas para 30 modelos”, detalla.
Así arrancó. Con ideas y con una actitud muy “lanzada”. Después del acierto con la diseñadora, continuó enviando mensajes a modelos, gente conocida para hacerle las uñas. Respecto del maquillaje, dice que lo que le gusta es armar el diseño de maquillaje acorde al estilo de la clienta: según su estilo, como se viste, su personalidad, color de pelo. Cuando su hijo Romeo era chico se formó con muchos cursos de maquillaje dados por figuras destacadas de la escena local.
“De esta manera empecé con Verónica con el maquillaje en los desfiles y un proyecto de spa en la parte de abajo su maison en Recoleta. Trabajé mucho con ella y con ayuda de mi tía Julieta, hermana menor de mi mamá, mi sostén emocional. Me ayudó mucho con Romeo chiquito y hoy está trabajando conmigo en la empresa”, cuenta quien siempre estuvo empeñada en salir adelante y ser independiente.
Con de la Canal continuaron trabajando juntas en la creación de un producto de cuidado de la piel que deja la piel brillante. Que no fue fácil, por tratarse de la creación de un primer producto en dermo cosmética, en un rubro en el que no tenía experiencia y con todo lo que implicaba su lanzamiento respecto a procesos y autorizaciones. Lo logró asesorándose con especialistas y el laboratorio que se ocupó de su pedido, en base a un suero antiage. Para afrontar los gastos invirtió un cheque ganado con su primer evento para una producción muy importante que fue Rapunzel, El sueño sos vos, en el que estuvo a cargo del maquillaje y pelo.
Después llegó una colaboración con la actriz Eva De Dominici, que estaba en Los Ángeles . También, se lanzó enviandole un mensaje directo por Instagram. “Yo cara rota mal, me respondió y la propuesta le gustó”. Con la imagen de ella, hizo una “cápsula” de su propia línea de belleza donde sus labios carnosos eran protagonistas. Se trata de un bálsamo voluminizador con ácido hialurónico, que se distribuye en Los Ángeles, California. “Que mis productos se vendan allá sí, era como lo máximo y encima con ella que súper amorosa también me recontra ayudó como imagen de la campaña”.
Su mente de emprendedora se volvió imparable. En 2018 creó la marca Glitter Party y debutó en un recital de Shakira, en The Gold Tour, llenando de brillos al sector VIP durante el show con la temática en dorado. “Fui la primera que instaló el maquillaje con glitter en la Argentina. No se usaba en esa época”, asegura quien a partir de ese momento, empezó a ofrecer ese servicio a las planificadoras de fiestas, las “planners” que enseguida la convocaron.
La propuesta de Flor no es improvisada. Arma toda una puesta en escena, con mobiliario especial acorde a la estética del evento y coloca piedras tipo cristales y glitter a los invitados, también arman tatuajes personalizados. “Esto se hace en un horario determinado de la fiesta, como por ejemplo cuando empieza la mesa dulce, e incluso esta propuesta está reemplazando al Carnaval porque ya no gusta tanto”, cuenta sobre las nuevas preferencias en las fiestas.
También se le ocurrió montar para fiestas un espacio de retoque de maquillaje y peinado, en un escritorio espejado. Las fiestas para las que trabaja son cada vez más top. Por ejemplo, el estreno de ese mueble espejado con maquillaje de una marca italiana tuvo lugar nada menos que en la boda del jugador de la Selección Argentina Nicolás Tagliafico y su mujer Carolina Calvagni. Es que Flor trabaja con las organizadoras de eventos más importantes del país como Claudia Villafañe y Bárbara Diez, por mencionar algunas.
Con Verónica de la Canal, continúa armando nuevos proyectos. Ahora están lanzando ropa interior, que consiste en una línea sexy con moños, cristales, que incluyen “una experiencia”.
Su hijo Romeo ya tiene ocho años. Flor está en pareja desde hace un año y medio. “La verdad es que mi pareja me super ayudó porque crecí muchísimo en este últimos dos años. Me rebanca, con el cuidado de mi hijo, porque los horarios de los eventos son muy tardes. Él es más grande que yo y me enseñó como mostrarme y a no a detenerme”, concluye.
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