El martes 29 de enero de 1974 el vespertino La Razón oficializó las designaciones y promociones del Comisario General Alberto Villar como subjefe de la Policía Federal y del Comisario Mayor Luis Margaride como Jefe de la Superintendencia de Seguridad Federal. Ambos estaban en situación de retiro y fueron convocados y ascendidos “a través del presidente de la República”. Con respecto a las nuevas designaciones, Mario Eduardo Firmenich dijo: “Estamos (los Montoneros) en total desacuerdo”. En la tapa de la misma edición de La Razón se publicó un largo artículo titulado “La Acción Subversiva” que refleja el clima de ese momento. De esa Argentina que presidía Perón. Hablaba de la búsqueda de los asaltantes de Azul.
La violencia terrorista estaba en todas partes. Hasta La Opinión, del 30 de enero, tituló su página 9 con la palabra “Violencia” que abarcó toda la página, donde se daba cuenta de todos los hechos de características políticas que anunciaban “la escalada del terrorismo y la auto presentación de grupos parapoliciales”. Fue una de las primeras veces que se habló de la “AAA” (Triple A), Alianza Antiimperialista Argentina. Las denominaciones “patota”, “somatén”, “ortodoxia-socialismo nacional”, “anticuerpos”, “entrismo”, “contrabando ideológico”, “organizaciones de autodefensa”, y “Comando Libertadores de América” figuraban en el vocabulario cotidiano. Eran los días en los que Mario Eduardo Firmenich, líder de la “juventud maravillosa” o de una de las “formaciones especiales” (Montoneros) declaró, sin sonrojarse: “Antes de su retorno habíamos hecho nuestro propio Perón, más allá de lo que es realmente. Hoy que está aquí, Perón es Perón y no lo que nosotros queremos.”
En la sección Sotto Voce de la contratapa de Mayoría del 22 de enero de 1974 se dio una primera señal al proceso de escarmiento que se avecinaba: “Serían elevados al Congreso de la Nación, en las próximas 48 horas, los pedidos de intervención para las provincias de Buenos Aires y Córdoba, en forma sucesiva. La resolución fue adoptada ayer (lunes 21) por la tarde, durante una prolongada reunión entre el teniente general Perón y el ministro del Interior, Benito Llambí. (…) Por otra parte, el general Samuel Cáceres pasaría a desempeñarse como Jefe de Policía, en virtud de sus conocimientos de la guerrilla ya que cumplió (en tiempos del general Lanusse) las mismas funciones en épocas similarmente críticas”. Cáceres no fue el jefe policial porque prefirió permanecer en la Fuerza (como Comandante de Gendarmería Nacional). También se le ofreció el cargo al general ( r) Ibérico Saint Jean pero no aceptó. Ya se estaba pensando en un experto en lucha antisubversiva que se encontraba en situación de retiro de la Policía Federal, el Comisario Mayor Alberto Villar. Desde la revista Las Bases, cuyo director era Américo Rial, del 22 de enero, se envía un mensaje a otros gobernadores afines con la “Tendencia Revolucionaria”: “Si bien las palabras del conductor estaban evidentemente dirigidas a los responsables del Estado provincial en el que ocurrieron los sangrientos hechos del domingo, no es menos cierto que muchos otros deben poner las barbas en remojo”.
Te puede interesar: Enero de 1974: la intimidad de Perón en Olivos, del árbol que plantó a su enojo por la ola de violencia
Nada de lo que se estaba pergeñando fue producto de la improvisación. Están los documentos para probarlo, lo demás es “relato”. Por ejemplo, el jueves 12 de febrero de 1970, el Mayor (RE) Pablo Vicente, el adelantado del ex presidente Perón en Montevideo, recibió una carta de Madrid en la que Perón le dice: “Pienso como Usted que este año 1970 nos va a dar mucho trabajo pero, me alegra ver que la gente comienza a empeñarse en el trabajo contra la dictadura. Me visitan muchos, hasta antiguos gorilas que están de vuelta, pero especialmente muchachos de la juventud. De todo ello recojo la impresión que las cosas comienzan a moverse mejor que hasta ahora (…) He visto lo de los muchachos de las Fuerzas Armadas Peronistas: es formidable y le adjunto un saludo para ellos […] Según vengo viendo por los que se mueven, parece que hay muchos que comienzan a pensar en el futuro. Han estado en París, (Arturo) Frondizi y (Pedro Eugenio) Aramburu, pienso con la intención de llegar hasta mí pero no han llegado […] Sin embargo, la acción del Coronel (Juan Francisco) Guevara, como la del Coronel (Luis Máximo) Prémoli, etc., me dan la sensación de que algo se ha de estar preparando en la dictadura para una salida espúrea.” “Nosotros no tenemos otra salida que seguir en la guerra revolucionaria hasta terminar con todas estas combinaciones políticas, como asimismo con la dictadura que es la que las promueve con intenciones de complicar la vida y hace aparecer a sus candidatos como espontáneos que se largan al ruedo, como dicen los gallegos.” Estaba comenzando a definir el papel que cumplirían las organizaciones armadas que se decían peronistas y habrían de prestarle una gran ayuda para su retorno al poder. Un juego delicado, peligroso y pendular con otros sectores del Movimiento.
Muchos años después asistí a una charla que dio el coronel Guevara el 4 de junio de 2004 y que fue grabada. En esta oportunidad, Guevara –un hombre clave al lado del general (RE) Eduardo Lonardi en 1955—relató: En 1972 “el gobierno de Lanusse iba al fracaso e iba a llamar a elecciones –además quería ser Presidente—para eso buscó negociar con Perón. Pero lo más grave era que si llamaba a elecciones ganaba el peronismo y mucho más grave era que el peronismo estaba profundamente infiltrado por la izquierda, como se pudo comprobar después. Mi preocupación era ¿qué se puede hacer?
Y, en 1970, se me ocurrió escribir una carta a Perón en la cual, aparte de decirle quién era yo, que había participado en el golpe de 1955 –que lo volvería hacer en las mismas condiciones-, expresaba ‘pero aquí de lo que se trata es de la Argentina hoy’. Entonces con toda una argumentación le decía: ‘Usted no puede morirse sin dar un testamento para que sus seguidores no equivoquen el camino que habían tenido en los tiempos anteriores y caer directamente en la izquierda’. Él me contestó que por el momento no pensaba morirse y me invitaba a que yo fuera a hablar con él a Madrid porque los temas que planteaba eran demasiado importantes como para resolverlos por carta.”
En 1972, estando en Madrid con su familia, Guevara lo llamó por teléfono y Perón lo invitó a la Quinta 17 de Octubre y conversaron en dos ocasiones: “Perón no era un hombre frontal con nadie, no importaba quién lo visitaba, era amable, simpático, no iba a confrontar nunca”. Luego del primer encuentro y en la segunda conversación me dijo: ‘Usted tiene razón con lo que está pasando. Yo, claro, voy a volver al Poder y tengo dos caminos: las urnas o las armas. Pero para llegar a las urnas yo necesito que me voten todos, desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda y (por el momento) yo no puedo dar un documento político u opinión de doctrina porque voy a perder votos. Ahora, eso sí, cuando llegue al gobierno ahí llegará el enfrentamiento, pero yo desde el gobierno’. Esto fue muy lúcido, muy cierto y que además lo ejecutó como ya sabemos.”
El 6 de junio de 1973, el embajador de los Estados Unidos en Buenos Aires, John D. Lodge, le escribió al subsecretario de Asuntos Latinoamericanos que “muchos antiperonistas tradicionales” opinan que “Perón es la única persona que puede salvar a la Argentina en este momento […] Los viajes imaginativos y valientes del presidente Nixon a Moscú y Pekín cambiaron nuestro marco de referencia diplomático y constituyen un gran avance en las normas diplomáticas que sugiere un avance en la dirección de Perón. Basado en conversaciones que he tenido con personas notables, creo que lo que Perón realmente quiere es el reconocimiento público por parte de Estados Unidos de su papel único de liderazgo en la situación argentina actual. Es un hecho que no podemos ignorar y que, sin que lo digamos, colocaría a la Argentina, frente a Estados Unidos, en una posición similar a la de México y Brasil […] Creo que el Departamento de Estado debería considerar instruir al Embajador (Horacio) Rivero en Madrid para que haga un trato amistoso con Perón antes de su partida con el Presidente Cámpora a Buenos Aires”.
En el listado de acontecimientos Jorge Antonio, uno de los más leales amigos del líder argentino, le confesó al periodista Esteban Peicovich que la situación de Perón había “cambiado radicalmente” en el momento de su retorno definitivo el 20 de junio de 1973. Es muy lineal en su pensamiento pero no deja ser importante: “Pienso que ya sea la CIA, o un sector del gobierno de los Estados Unidos, se complotaron para facilitar el viaje, porque tenían el control de lo que podía pasar en ese momento o a continuación […] los hechos han demostrado las razones de por qué algunas cosas se facilitaron…” Merece recordarse que para el 20 de junio la relación entre Perón y Cámpora se había roto definitivamente y eso ha sido reseñado en mi libro La trama de Madrid.
Ya en Buenos Aires Perón decía en la intimidad que había que esperar a que “las burbujas salgan a la superficie”: cayó Cámpora en julio y la relación con las organizaciones armadas entraron en franco deterioro. No fue casual el asesinato de José Ignacio Rucci, ni la unidad de Montoneros con las (marxistas) FAR, el 12 de octubre de 1973, el mismo día que Perón inauguró su tercer período presidencial. Tampoco fue improvisado el viaje secreto de un enviado argentino a Santiago de Chile (24 de septiembre de 1973) para dar su solidaridad y apoyo a la Junta Militar que encabezaba Augusto Pinochet (tengo el acta). Menos casual fueron las instrucciones para terminar con “la infiltración marxista en el Movimiento” de octubre del mismo año y el “Plan Topo” más tarde.
El 19 de noviembre de 1973, ante lo que se publicaba en Buenos Aires y se decía reservadamente en Washington, Lodge envió un largo análisis al Departamento de Estado, considerando que “la Misión considera que dicha entrevista es un paso potencialmente importante para ayudar a las relaciones entre Estados Unidos y Argentina durante un período muy delicado y para responder a las señales recientes del gobierno argentino para una relación de cooperación nueva, normal, iniciada con las conversaciones Vignes - Kissinger en Nueva York en octubre y claramente declaradas por el embajador designado (Alejandro) Orfila al Secretario Interino.
Si bien el interés argentino en tal reunión, sin duda, tiene objetivos adicionales: Mejorar la posición de Perón, la aceptación y estatura internacional de Argentina y el prestigio de Argentina en un momento en que su gobierno está claramente involucrado en una ofensiva diplomática con este fin, la reunión también podría usarse para servir a nuestros propios propósitos.” El trabajo es muy extenso y hasta considera los puntos que podrían tratarse durante el encuentro. La cumbre no se realizó dado que Perón sufriría un edema pulmonar días más tarde y Nixon entraría en la crisis del Watergate. De todas maneras la relación se acrecentó y ni siquiera la melló el crédito de 1.200 millones de dólares a la Cuba comunista.
Hay un gran interrogante que aún no ha sido aclarado. Semanas antes del 1° de mayo de 1974 (los Montoneros son echados de la Plaza de Mayo) y dos meses antes de morir, Perón recibió en secreto al general Vernon Walters, alto funcionario de la CIA. La reunión fue en abril en la residencia de Olivos. El memorándum de esa cumbre de tres horas de duración aún no ha sido revelado.
Seguir leyendo: