Entrevistado por Alejo Schapire, periodista argentino radicado en Francia, para el diario español El Mundo, Alain Finkielkraut se mostró implacable con el neofeminismo: “Lo que no me gusta es la coartada que se da a sí mismo, la idea de que todavía tenemos que luchar contra bastiones masculinos -cuando ya no queda ninguno- y de que el sexismo es tan sistémico como el racismo. Es un cuento”.
A Alain Finkielkraut (73) no le falta coraje intelectual. Tampoco físico. No sólo ha sido cancelado en muchos ámbitos académicos sino que hasta fue agredido en la calle. Está en la mira del activismo woke (en inglés, despierto), esos hipersensibles que antes que escuchar, prefieren “pegar”, que dicen estar en alerta ante el prejuicio racial, el sexismo y la discriminación que ven en todas partes, y que en opinión de este filósofo son construcciones imaginarias.
“Ya no me invitan a ninguna universidad, ni siquiera a la Escuela Politécnica, donde soy profesor emérito -dice-. Y cuando voy a Sciences-Po (Instituto de Estudios Políticos de París), es bajo protección policial o por una puerta trasera en una sala contigua para evitar problemas”.
En redes, Alejo Schapire recordó que cuando entrevistó al filósofo por primera vez, 19 años atrás, un medio progresista se negó a publicar la nota, y ese gesto de censura fue lo que lo llevó a escribir su propio libro, La Traición Progresista.
Te puede interesar: Alejo Schapire: “La izquierda progresista censura y actúa como una patrulla moral que ocupa el lugar de la vieja derecha conservadora”
Pero, como señala Schapire, Finkielkraut “no se amilana” y “nada contra la corriente”, como lo demuestra esta definición: “El feminismo ha sido, hasta hace poco, una lucha por la igualdad. Hoy, se ha conseguido la igualdad”, pero “las neofeministas son malas ganadoras”.
“Fue la píldora la que mató al patriarcado”, declara. Actualmente, en Francia, las mujeres “tienen acceso a todos los empleos”, a la función pública en puestos jerárquicos y no sólo en funciones de cuidado. “Pero la lucha continúa -constata Finkielkraut-. Salvo que es menos una lucha por la igualdad que ya se ofrece y cada vez más una lucha por los cargos disponibles”. Bajo la coartada de un machismo y un patriarcado que ya no existen, afirma.
Te puede interesar: Alain Finkielkraut: “Las neo-feministas son malas ganadoras”
Finkielkraut también es implacable con Annie Ernaux, la premio Nobel de Literatura 2022, cuya frase “escribo para vengar mi raza”, le molestó.
“El resentimiento se apoderó de ella y, por desgracia, se convirtió en su musa”, dice sobre la escritora cuya obra es mayormente autobiográfica. Por raza, ella se refiere a su familia, padres y abuelos. “¿Qué les ha pasado? Estaban en Yvetot [pueblo de Normandía], tenían una tienda de comestibles. Hay cosas peores. Procedían de familias muy pobres, pero aun así ya empezaban a ascender en la escala social”.
Lo contrasta con su propia historia (los abuelos de Finkielkraut murieron en Auschwitz y su padre fue un sobreviviente de ese campo).
También compara a Ernaux con el escritor Georges Pérec, también francés, cuyo padre murió en el frente y cuya madre fue deportada a un campo del que no regresó y que, de pequeño, para sobrevivir durante la ocupación, debió ocultar su condición de judío. “No vengó a su raza”, dice Finkielkraut.
Ernaux, en cambio, “muestra una insensibilidad inaudita hacia la historia de los demás” y no sin ironía agrega Finkielkraut que lo más grave que les pasó a los padres de la Nobel de Literatura fue “el haber sido mirados con desdén por unos burgueses”. “Es algo que se puede superar -dice-. Ella no lo superó nunca y entonces su obra es un juicio permanente que sacrifica la pluralidad humana a una visión binaria”.
También la compara con otro Nobel de Literatura francés, Albert Camus, premiado en 1957, que, viniendo de una familia muchísimo más pobre que la de Ernaux, dejó una obra que “respira gratitud (...) por la belleza del mundo” y “ninguna idea de vengar a su raza”.
“Podemos decir que el Premio Nobel de 2022 es no el de literatura, sino el Premio Nobel del resentimiento”, concluye y aventura que tanto galardonados como jurados del Nobel, “han entrado en la era de la posliteratura”.
En referencia a este último concepto, que da título a su ensayo, además de afirmar que “el neofeminsimo es un realismo socialista”, cita una frase de un novelista francés de moda, Édouard Louis: “Si no se escribe contra el racismo, de nada sirve escribir”. Finkielkraut se rebela contra esta idea, digna del socialismo real -y podríamos decir directamente del estalinismo-, de que la literatura debe tener un fin “edificante”. “El antirracismo ocupa el lugar que el marxismo o la lucha de clases ocupaban en la ideología”, explica. “La literatura lleva mucho tiempo amenazada por la ideología”, advierte, y cita también una frase “extraordinaria” de una novela de Philip Roth: “Cuando generalizas el sufrimiento, tienes comunismo; cuando particularizas el sufrimiento, tienes literatura”.
Finkielkraut se lamenta de que el wokismo esté “institucionalizado en la universidad”, donde inspira “todo tipo de studies”. La solución debe inspirarse en “el amor a la cultura, lo que (André) Malraux llamaba ‘la herencia de la nobleza del mundo’, y debemos preservarla, apreciarla y transmitirla”, dice.
Hace un paralelo entre la radicalización actual del feminismo y del antirracismo con la del separatismo catalán. Cuando Cataluña alcanzó todos los derechos, empezó, como el feminismo, a denunciar opresión. “Estamos viviendo una situación similar -dice Finkielkraut-. La fantasía del racismo sistémico, la fantasía del sexismo generalizado, en un momento de la historia en que las mujeres son más libres que nunca y el racismo es unánimemente o casi unánimemente combatido y repudiado”.
Aunque admite no ser optimista en cuanto a una cura del wokismo, Finkielkraut no se rinde y convoca a “tener la fuerza para denunciar esta impostura”.
Seguir leyendo: