Adrián Nash hizo un diorama del conurbano, una obra de arte en miniatura que sorprendió por el nivel de detalle y la concatenación de elementos que unió para retratarlo: comercios de barrio, paredes sin revocar, los aire acondicionado colgando, persianas con grafitis, una pintada de Maradona, patrulleros estacionados, un supermercado, una clásica pizzería y hasta una persecución inspirada en el hecho real que terminó en la muerte de un motochorro en Villa Ballester en 2019. El joven de 30 años es oriundo de El Palomar, y el proyecto de la maqueta comenzó cuando se quedó sin trabajo y su hobby se transformó en una oportunidad laboral.
“Mi historia no es la de un artista convencional, una palabra que de por sí sentía que me quedaba bastante grande, porque no es algo que venga de familia ni que haya podido estudiar tanto como me hubiera gustado”, anticipa Adrián en diálogo con Infobae. “Me crié con mis abuelos, porque mi mamá tenía que laburar mucho, y mi familia siempre me inculcó la cultura de trabajo”, cuenta sobre su infancia. Se reconoce como “alguien nostálgico”, y recuerda que durante su niñez miraba los Power Rangers, Dragon Ball, y le encantaban los robots, pero no estaba dentro de las posibilidades que le compraran los juguetes de sus ídolos.
“Agarraba plastilina y los hacía yo los muñecos, cuando tenía 5 o 6 años”, revela. Más de una vez lo retaban en la escuela porque se dispersaba haciendo dibujos de algunos de sus autos favoritos. “Creo que la vocación estaba, pero bastante limitada, y la verdad es que en mi época no era algo a lo que se le viera mucho futuro, y por eso me alegra que ahora están motivando más a los chicos de cierta edad, que los incentiven y fomentan que hagan algo que les guste”, explica. Sin embargo, ese talento incipiente siempre estuvo en su interior, y persistió hasta que llegó la oportunidad.
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Siempre sintió que tenía “una memoria distinta”, porque para él no era lo mismo retener las páginas de un libro que las situaciones que quedaban selladas en sus pupilas. “Creo que necesitaba otra forma para aprender las cosas, porque soy muy observador, me gusta apreciar los detalles, y me costó, pero terminé la primaria, la secundaria y también hice un terciario, hasta que cuando tuve que elegir qué seguir en la universidad estaba bastante perdido”, confiesa. Hizo un test vocacional y el resultado arrojó que diseño industrial automotriz podía ser una buena opción, acorde a sus intereses.
“Me decanté por esa carrera, pero todavía no la pude terminar por los costos de los materiales. Y en 2018 me quedé sin laburo, así que se hizo todo cuesta arriba”, indica. Hasta ese momento trabajaba en una fábrica, pero renunció porque había aparecido una oferta laboral de una empresa de seguridad, algo que finalmente no se concretó. En ese lapso de incertidumbre fue remisero, y conoció más y más lugares de Zona Oeste. Esa es una de las razones por las que la versión que hizo en la maqueta incluye escenas que vio en La Matanza, Morón, Haedo, y El Palomar, a excepción de una parte de Avellaneda.
Insiste en que no es un barrio real en sí mismo, sino distintas partes, con algunas calles de Laferrere y Virrey del Pino, y una copia exacta de la Comisaría de Palomar. En 2019 fue a una exposición de autos en escala -también es coleccionista-, y un amigo le contó que se iba a anotar en un concurso de dioramas de barrios de Buenos Aires. “Él iba a recrear unas casas de Flores, y yo sentí que estaba bueno hacer algo del conurbano bonaerense, porque yo crecí acá, soy de acá y probablemente siempre viva acá”, detalla. Surgió como un proyecto de 60 centímetros, pero gracias a la inspiración y la dedicación que mantuvo mes a mes, ahora mide más de 3 metros.
“Me ayudó mi novia, mi mamá, que también dibuja bien, y mi tía, porque todo es un trabajo bastante artesanal, y muchos de los materiales son reales; los fui consiguiendo gracias a los muchachos que me conocen de acá, y me dan retazos de carpinterías y vidrierías”, detalla. También usa telgopor, óxido que obtiene de una chapa, tierra verdadera que mezcla con pigmentos para darle la apariencia y el volumen realista, corchos, palos que funcionan como postes de luz, moho para recrear el efecto de humedad, y algunas piezas hechas con masilla y acrílico. “Es todo a pulmón, aprender e ir probando, combinando muchas técnicas de modelismo”, admite, y aunque le encantaría agregar edificios o una cancha de fútbol, la magnitud que implican es proporcional al gasto de la materia prima que conllevaría, algo que le resulta imposible por los altos costos.
Son cinco módulos que conforman la obra, y con mucho entusiasmo recalca que continúa en expansión. Sueña con destinar toda una cuadra a más locales con carteles, una zona bien comercial, otro segmento que incluya manifestaciones de movimientos sociales y un bloque que denomina “conurbano futurista”. “Me lo imagino como un delirio cyberpunk, con patrulleros robots que ingresan a Laferrere”, dice con humor. Para los autos, su parte preferida de la creación, usó una impresora 3D que utiliza resina, y luego los pintó con el tono exacto de cada modelo, algo que también fue difícil de adquirir por la poca cantidad que necesitaba.
“Todos los recursos implican poner plata, y si son de calidad más aún. Un frasco de 30 mililitros que es de acabado más profesional vale 1.500 pesos, mientras que uno común sale 200 o 300 pesos. Para la pintura de los autos voy con el código del color, y pido ese mismo, pero en la mayoría de los lugares no te venden menos de un litro y conseguí un muchacho que me vende 50 mililitros, que es lo que yo necesito y así voy afrontando los gastos”, enumera sobre el detrás de escena del conurbano que se hizo viral.
Se sorprende porque muchos detectan el humor satírico y la ironía en su creación, por los matices y los contrastes que evoca. “Algunos piensan que es una crítica social, pero no lo considero así; simplemente se intentó captar las sensaciones, los momentos y las situaciones que uno ve habitualmente”, sostiene. En algunos casos se basó en fotos que él mismo tomó, otras en recuerdos, y también en el aporte de información de los vecinos. “Cerca de mi casa vi que un muchacho que no tenía tacho en la vereda, puso una antena para apoyar la bolsa de basura; esa cosa de arreglar con ingenio, por un lado; y por el otro ves una casa de chapa toda destrozada, y que abajo hay un auto de alta gama estacionado”, cuenta a modo de ejemplo de las circunstancias en las que se basó.
Su primer encargo fue un patrullero Hilux de los años ‘90, pero la particularidad era que el cliente quería que estuviera chocado y desgastado. “Le pregunté varias veces al chico que me lo pidió, porque la verdad es que cuando ves el diseño de cero y lo empezás a pintar, toma forma, queda espectacular y te piden que lo rompas un poco, te duele”, admite, pero también agradece que gracias a ese sacrificio pudo aprender otras técnicas para hacer vehículos más deformados y abollados que no pierdan la estética realista. Ese fue el puntapié para hacer más autos en escala, y a través de sus redes sociales -Instagram: @nash_customs92 y en TikTok @nashcustom92- toma los pedidos.
En su galería de Instagram también aparecen espectaculares recreaciones de momentos de películas, como Star Wars y Volver al futuro. “Cuando me piden obras que tienen alguna historia me encanta. Un muchacho me encargó una réplica de la casa donde se crío, y cuando se mudó a Estados Unidos se llevó esa maqueta y estaba encantado”, manifiesta. Considera que cada pieza creada es un tesoro a la hora de traer al presente los recuerdos de las personas, pero cuando las une toman magnitud y disfruta que su trabajo cause impacto y cobre vida propia.
“Cada cosa que hago, todo lo que fabrico, tiene una parte mía; yo lo siento así, porque lleva muchas horas y hay muchos que quizá tienen una fábrica montada en un local, pero lo mío sigue siendo muy hogareño, con una pequeña familia que me ayuda en lo que puede”, enfatiza. Y agrega: “Mi abuelo fue techista toda su vida, un laburo bastante pesado, y yo lo acompañaba cuando era chico; él me inculcó el trabajo en equipo y dar una mano siempre, en lo que se pueda, siempre elegir ayudar”.
También le dedica un especial agradecimiento a su abuela, y atribuye esos primeros años de la infancia rodeado de adultos mayores como cruciales para su forma de ver el mundo. “Ellos nacieron en 1930 y en 1938, así que todas las cosas que tienen en su casa son antiquísimas para mí; había una brecha generacional muy grande, y mis pasiones son muy diferentes a las de los chicos de hoy en día”, reflexiona.
“Mi abuela está luchando contra el cáncer, así que me pone muy feliz cuando que ella vea todo esto, la difusión que tuvo, y me llena el alma que lo pueda disfrutar conmigo”, confiesa conmovido. Asegura que no se esperaba la repercusiones masivas, pero el día que terminó la obra tuvo un buen presentimiento que le auguraba que quizás esta vez cambiaba la suerte y llegaba la ansiada cosecha.
“Un amigo me dijo hace poco: ‘El conurbano es decadentemente hermoso’, y otros me dicen que ‘Es más real que la realidad’; hay miles de interpretaciones, pero yo estoy muy contento con el resultado, y es una fuente inagotable de ideas, así que el conurbano seguirá sumando espacios, solo que no está a la venta porque es muy especial para mí”, aclara. En cada oportunidad que pueda, lo mostrará en exposiciones para que el público también pueda verlo en persona y apreciar cada detalle.
Le gustaría tener un taller en el futuro, y una máquina más grande para hacer piezas de mayor tamaño. “Para el que quiera colaborar ya sea con una donación económica o simplemente con fotos, se puede comunicar a mi Instagram”, expresa. “A mí me sirve desde la foto de un auto, de una situación, hasta acrílicos, materiales para modelismo, pero la verdad es que con que hayan visto el diorama, yo ya estoy muy contento”, concluye a pura humildad, la misma que mantuvo en toda la entrevista.
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