Ostende se caracteriza por sus playas extensas e ideales para practicar surf, rodeadas por una barrera de médanos y bosques de tamariscos y acacias. Se particulariza por su espíritu apacible y alejado de la movida nocturna, que la convierte en un destino ideal para aquellos viajeros que priorizan la serenidad. Y, sobre todo, se distingue por su valor histórico y cultural, heredado de aquellos inmigrantes de principios de siglo XX que soñaron con una villa balnearia con aires europeos.
Esta localidad del partido de Pinamar es una de las más antiguas de la costa atlántica bonaerense. Nació a partir de un proyecto que encabezaron Fernando Robette y Agustín Poli, quienes llegaron en 1908 con el plan de hacer una ciudad gemela a la Ostende de Bélgica, sobre el Mar del Norte. Se trataba de una propuesta ambiciosa para la época: en esos años, Mar del Plata era el único balneario de grandes dimensiones que se estaba desarrollando.
Vanesa Rinaldi es guía turística y en temporada organiza recorridos por Ostende y Pinamar (más información en la cuenta de Instagram @experienciapinamar). Consultada por Infobae, recomendó visitar una serie de joyas arquitectónicas que proyectaron aquellos pioneros europeos, más otras obras y sitios históricos que aún se conservan y reflejan la evolución de una localidad elegante y tradicional.
Viejo Hotel Ostende
Ubicado en la esquina de Biarritz y El Cairo, se inauguró en diciembre de 1913 con el nombre de Hotel Termas y 80 habitaciones. Ya desde sus inicios ofrecía amplios salones, espacios para juegos, lectura y esgrima, fábrica de pastas y repostería, restaurantes y jardines de invierno. Actualmente mantiene gran parte de la arquitectura de aquellos años. La estructura en forma de pentágono, con torre y mirador central, se conservó casi en su totalidad, y en el mobiliario y las ornamentaciones del interior brota el espíritu de un siglo atrás.
Hoy, siendo un punto icónico para el turismo local, funciona con 50 habitaciones entre la parte antigua (las habitaciones conservan los pisos de madera originales, roperos añejos y no poseen aire acondicionado) y la remodelada para optimizar los servicios.
El hotel estuvo desde siempre ligado a la literatura y se destaca por sus visitas ilustres. En el primer piso se sitúa intacta la habitación 51 en la que se alojó el huésped más célebre: el escritor francés Antoine de Saint Exupery, autor de El Principito, quien se hospedó en el hotel durante dos veranos consecutivos a principios del siglo XX. Es un espacio abierto al público.
También los escritores argentinos Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo eligieron el hotel. Fueron huéspedes en la década de 1940 y se inspiraron en él al escribir su novela policial Los que aman, odian, en la que el Viejo Hotel Ostende aparece como una imagen fantasmagórica entre las dunas.
Símbolo de resistencia, este establecimiento hotelero subsistió a los embates de la naturaleza, al igual que la siguiente vivienda.
La casa de Robette
A la vuelta del hotel, en el cruce las calles Cairo, Niza y Robette, se puede vislumbrar esta casa de dos plantas que fue construida en 1912 y aún sigue en pie, aunque en muy malas condiciones. Está escondida entre la vegetación, enclavada en medio de una duna y es una de las pocas obras que sobrevivieron de la planificación original de la colonia de inmigrantes belgas.
Robette se mudó allí luego de la fundación de la localidad, el 6 de abril de 1913. Pero el fracaso del proyecto del balneario a causa de la Primera Guerra Mundial, hizo que el lugar quedara abandonado.
Por otra parte, en la bajada al mar a la altura de esa casa se localizaba el muelle de pinotea que también se erigió en 1912. Se usaba para descarga de materiales y desapareció en gran parte tras varias sudestadas. Todavía pueden verse los restos de sus pilotes. Eso sí, depende de que la marea esté baja.
La Elenita
Siguiendo por la playa en dirección al norte, se puede apreciar una pequeña y sencilla casa de pinotea que representa un legado cultural para el país, ya que fue construida en 1935 por el ex presidente argentino Arturo Frondizi y su familia para veranear en esta localidad. Tiene alrededor de 30 metros cuadrados, se erige sobre pilotes frente al mar y fue bautizada con ese nombre en honor a la única hija del matrimonio del ex mandatario con Elena Faggionato.
Rinaldi cuenta que, con los años, había muchas otras viviendas de similar diseño en la zona pero muy pocas sobrevivieron a la gran sudestada del año 1950. En 1993, una sobrina política de Frondizi, María Mercedes Faggionato, encabezó una refacción general y en 2002 fue declarada Monumento Histórico Provincial.
Hoy, La Elenita se sostiene en pie con mucho esfuerzo por parte de los dueños ante el avance de la arena de los médanos. Es un lugar imperdible en una visita a Ostende. Se encuentra al lado del balneario El Faro y se llega bajando por la calle Estocolmo. Un cartel a su ingreso muestra distintas fotos de las vacaciones del ex presidente y su familia.
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Hotel Savoia
Cerca de La Elenita se localiza este establecimiento hotelero, que fue uno de los primeros en prestar servicio a los turistas en Ostende. La guía detalla que su primer nombre fue Nurimar: “Se destacaba por una terraza y dos escalinatas que llegaban hasta la arena. Se construyó en medio de dos médanos gigantes, en una zona muy baja. Cuentan que permanentemente era tapado por la arena”.
Luego se llamó Hotel Plage, Blue Hotel y fue cambiando su fisonomía hasta convertirse, en 1941, en el actual Savoia. Está ubicado sobre la calle Biarritz al 100, su categoría es cuatro estrellas y tiene 120 habitaciones. En una recorrida por su interior se pueden observar muchos cuadros con fotos antiguas, que muestran a la localidad en sus inicios, prácticamente despoblada, todavía muy lejos de la panorámica actual.
Antes de continuar la ruta hacia el centro de Pinamar, cabe resaltar que en la calle Madero, entre Perú y De Metz, se está edificando una réplica de la capilla que Domingo Repetto construyó en 1917 junto a su vivienda personal. El hombre enviudó en 1921 y, luego de una larga enfermedad, murió cuatro años más tarde. Con su partida, la iglesia fue desapareciendo y ahora familiares la están poniendo de pie en el mismo lugar.
La rambla
Siguiendo por la línea costera aparece esta belleza arquitectónica. A comienzos del siglo XX, los balnearios eran distinguidos por la infraestructura que le daba un valor agregado al encanto de sus playas. En ese contexto, la Compañía de Navegación Lloyd Ostende se adjudicó la construcción del muelle y la rambla sur, dos piezas claves para impulsar el desarrollo urbanístico de una villa balnearia con aires europeos, según se desprende del “Libro de huéspedes. 100 años del VHO” (una investigación de Eternautas).
La rambla de cemento y conchillas fue proyectada con 6 metros de ancho y preveía a lo largo de su trazado 16 chalets con escalinatas que descendían hasta la playa. Se constituiría así un área dedicada exclusivamente al turismo, en la que debajo del paseo público de hormigón habría vestuarios para que los bañistas pudieran cambiarse.
La firma Marcelo Prudent y Cía., concesionaria de la Internacional Hennebique, quedó a cargo de la realización, que comenzó en 1912 y mostraba la mano de obra japonesa: el proyecto generó empleo para un grupo trabajadores de origen asiático que residían en la llamada “Colonia Tokio”, localizada a unos pocos kilómetros de distancia.
Sin embargo, las dificultades surgidas a partir de la Primera Guerra Mundial, junto a otros acontecimientos, truncaron las obras y marcaron el fin del proyecto. Con el correr de los años, lo construido fue quedando sepultado por la arena.
Así permaneció hasta inicio de los 90 cuando se llevó a cabo un trabajo de excavación y, posteriormente, se nombró al lugar patrimonio histórico de la ciudad. Hoy en día los vestigios de aquella ambiciosa obra asoman frente al mar.
La Tumbona
Esta casa se edificó en 1986 y se ubica en Bernardo de Irigoyen 28. Es obra del célebre arquitecto ítalo argentino Clorindo Testa, quien en Pinamar es ciudadano ilustre, por haber colaborado también en el Plan Director de Urbanización planteado por el fundador de la localidad, Jorge Bunge.
La Tumbona sobresale por su color rojizo y muchas veces es punto de encuentro de estudiantes de arquitectura. “Testa la construyó sobre pilares, para que pueda pasar el mar cuando en la playa hay pleamar. Él decía que cuando el agua crecía, desde el interior de la casa se sentía como estar en un barco”, destacó Rinaldi.
Atlantic Palace Hotel
Saliendo de la playa, hacia la calle Mitre al 200 se emplaza este edificio, que en el frente tiene un cartel en el que se relata su origen: “De estilo ecléctico francés, su historia se desprende del Balneario Marítimo Atlantic City. Su construcción comenzó en diciembre de 1928 y pretendía ser un mega complejo hotelero con casino y balneario. Se edificó bajo la dirección del arquitecto Augusto Huguier (colaborador de los fundadores de Ostende), pero dos años más tarde, al abandonar la obra solo se había llegado a construir una catorceava parte del proyecto original, un edificio de tres pisos que sumaba 17 habitaciones para pasajeros”.
Este lugar posteriormente fue sede de la Asociación Argentina de Albergues para la Juventud y actualmente funciona como hostel.
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