La segunda quincena de Pinamar inició con clima inmejorable. Entre el domingo y el martes las temperaturas merodearon los 30 grados y el sol radiante fue una invitación para que los turistas coparan las playas, aunque la mayoría prefirió no meterse al mar. La paradoja que se repitió en todo el frente marítimo se explicó a partir de la presencia de las tapiocas, esas “burbujitas” que pican y hacen arder hasta los lugares recónditos más protegidos del cuerpo.
Estas aguavivas son parientes de las medusas y el 95% de su organismo es agua, por lo que casi no se las puede ver. Su nombre científico es Liriope tetraphylla. “Miden menos de un centímetro de diámetro, tienen cuatro tentáculos y se reproducen muy fácilmente”, detalló Jennifer Pezzo, de la Fundación Ecológica Pinamar, ante la consulta de Infobae.
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Su presencia es tradicional en todos los veranos. Llegan a la orilla en etapa de reproducción y atraídas por el viento de tierra, es decir el que sopla desde el continente hacia el mar, ya que se alimentan de organismos por filtración nadando contra la corriente. Se acumulan en la zona epipelágica, dentro de los 50 y 80 metros de profundidad, y suelen concentrarse especialmente en las canaletas, donde el agua se eleva de temperatura. “Cuando el agua de mar supera los 19 grados se genera un ambiente propicio para que puedan desarrollarse”, explicó Pezzo.
El roce de esos pequeñísimos tentáculos con el cuerpo humano provoca irritación en las zonas más sensibles. Genera escozor, lesiones eritematosas, papulares. Los hombres las sufren especialmente en la zona de los genitales, al quedar las tapiocas presionadas entre los trajes de baño y la piel, pero también afecta comúnmente en las axilas, los párpados y la boca.
En caso de que el roce de la tapioca produzca una reacción alérgica, el uso de vinagre puede ayudar para calmar las molestias y dolores. Así lo explica el doctor Adolfo de Roodt en un artículo para la Asociación Toxicológica Argentina: “El tratamiento del contacto con estas medusas es la aplicación de vinagre, el lavado con agua de mar (no agua corriente) y, si fuese necesario, el uso de analgésicos, antiinflamatorios, antihistamínicos, corticoides locales (espuma/aerosol) y/o sistémicos, y el tratamiento adicional de acuerdo a la gravedad de la lesión”.
Por el contrario, De Roodt no recomienda lavar la zona afectada con agua dulce. Los expertos también mencionan que nunca se debe frotar la piel con arena toallas, ya que puede aumentar la irritación.
Al estar condicionado para la presencia humana, el lunes y martes se vio a pocos intrépidos en el mar. “Ayer (por el lunes) hacía tanto calor que todos querían meterse, pero no había casi nadie. Solo los valientes estaban en el agua”, dijo Matías, guardavidas del balneario Rada Beach, en la zona norte de Pinamar. Los paradores ofrecieron sus duchas y se armaban filas para refrescarse con agua dulce.
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Al parecer, las tapiocas se van a quedar al menos para lo que resta de la semana. “Toda esta semana hay viento norte, van a seguir”, pronosticó Matías. Además, comentó que la “invasión” comenzó el domingo. “Habíamos puesto bandera celeste, el agua estaba cálida y no había nada raro. Pero al mediodía, cerca de las 13, el viento rotó, sopló del este y las empezó a traer”.
En su puesto se colocó una bandera especial, con un dibujo que advierte la presencia de las tapiocas. La misma ayuda a los turistas, les brinda la información, pero no forma parte de las oficiales, que son las siguientes: la celeste indica que el estado de mar es bueno; la negra y amarilla, precaución y dudoso; la negra y roja, mar peligroso; la roja, prohibido bañarse; y la roja en la orilla marca un área específica donde no se debe ingresar.
Otro guardavidas de la zona de Ostende coincidió con que el peor día fue el lunes, cuando al “arrastrar” la mano por debajo de la superficie se sentía el roce de estas mini medusas. En Cariló el panorama fue similar: “Han vuelto ‘las chicas’. Creemos que es por las corriente de aguas cálidas”, acotó a este medio Gustavo, que trabaja todos los veranos en esa localidad hace 17 años.
Todos los guardavidas coinciden y esperan lo mismo: que el viento sople del sur y se lleve a estas invasoras. “Tenemos una deriva litoral -que no tiene que ver con la corriente oceánica- que tiene que venir del sudeste para que se las lleve y baje la temperatura del mar”, concluyó Pezzo.
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