Gastón Kantor es cordobés, está casado con Belén Pérez y es padre de cuatro hijos: Julián, de 23 años, Juan de 18, Jimena de 13, e Isabella de 1 año y medio. Los tres primeros nacieron en Córdoba y son fruto de un matrimonio anterior, mientras que la más pequeña de la familia llegó al mundo en Uruguay. Y es que, en marzo de 2020 y en plena pandemia de COVID-19, Gastón decidió irse de Córdoba para instalarse en Punta del Este. Tras varias décadas de trabajo y esfuerzo, logró abrir el primer local de Veterinaria Alem en Uruguay, su cadena que nació en Córdoba, y que se encuentra en toda la Argentina con más de 30 sucursales.
“Con la situación de nuestro país, la inseguridad, la economía... Me puse a pensar qué hacer y me di cuenta que lo más parecido a nuestra idiosincracia es Uruguay. De chico, pasaba mis vacaciones y me gustaba mucho. Fue un cambio de vida completo. Con mi señora embarazada de 6 meses, plena pandemia, cambio de país y viendo si podía replicar mi actividad en Uruguay”, le dijo Gastón Kantor a Infobae en su hogar de Punta del Este.
Al igual que sucedió con muchas otras familias argentinas que emigraron en los últimos años, para Gastón la pandemia fue el detonante. Se animó a dar el paso y mudarse a Uruguay. Ahora, sus tres hijos mayores siguen viviendo con su madre en Córdoba y viajan seguido a visitarlo. De hecho, desde diciembre toda la familia está reunida en su hogar de Playa Brava donde celebraron las fiestas, varios cumpleaños y ahora pasan las vacaciones de verano.
“Había terminado el primer año de la pandemia. Por suerte, el rubro de las veterinarias nunca cerró. Pude seguir trabajando normalmente, pero veía cómo otros rubros tenían que cerrar y se fundían. Me empezaron a buscar para comprarme franquicias. Fue un momento de crecimiento importante de la empresa: el disparador para pensar que, si mi empresa crecía de esa manera en Argentina, por qué no la iba a hacer funcionar en otro país, que incluso no estuviera tan cerrado como el nuestro. Llegué en marzo de 2020, mi hija nació el 3 de junio de ese año y, en septiembre, ya estaba abriendo un local de 250 metros frente al shopping de Punta Carretas, en Montevideo”, dijo Kantor.
Trasladar su actividad laboral a Uruguay, incluso en plena pandemia, fue más sencillo de lo que suponía. “Fue fácil conseguir el local, armar la sociedad, hacer la obra, contratar al personal... El arranque fue muy simple, solo que los tiempos acá para los negocios son un poquito más lentos de lo que estamos acostumbrados en Argentina. Como no hay mucha población, el consumo es bastante más acotado. Elegí empezar por Montevideo. La mitad del país está concentrada allá. Hoy, estamos empezando a franquiciar y abrimos otros locales. Espero que este año pueda abrir en Punta del Este”, anheló.
Su esposa Belén también trabaja y desembarcó con su emprendimiento en Uruguay. Se dedica a la lencería de autor a través de su marca Bárbara’s Lingerie.
“Hubiera traído a toda la familia, pero tengo hijos grandes que tienen su vida armada. Igual, ya se empiezan a dar cuenta y lo miran con ganas. Ven que hay 100% de inflación en un año y que los ingresos no acompañan de la manera en que aumentan las cosas. No los quiero forzar, pero siempre les hablo del tema, para que el día de mañana puedan proyectar algo en Uruguay. Allá, siempre es lo mismo: la gente cada vez trabaja más, para que le alcance menos. Día a día, te vas empobreciendo. Todos los meses te alcanza para menos y, si tenés un imprevisto, no tenés cómo hacerle frente. Si tenés que comprar un auto, tenés que trabajar 30 años... Para comprar una casa, no te alcanza la vida”, expresó.
Con un año y medio de vida, Isabella va a la guardería en Punta del Este y su padre cuenta que su escolarización fue muy importante para la familia, porque los ayudó a vincularse socialmente en un nuevo país.
“Encontramos actividades para relacionarnos e hicimos un grupos de amigos. Empezamos con mucha vida social, porque nos juntamos con los padres de los otros chicos. Vamos a los cumpleaños y tenemos mucha vida en común. Es gracioso porque, todo ese tiempo que antes nos sobraba en Punta del Este, ya no lo tenemos y hoy no nos alcanza (risas). Todos los fines de semana organizamos juntadas con los chicos, vamos a un taller o arreglamos para hacer alguna salida. Siempre tenemos algo para hacer. Ahora, tenemos amigos de Perú, de Brasil, de Paraguay... de distintas nacionalidades. Hay gente de todas partes del mundo, de Europa, de Estados Unidos... pero la mayor cantidad es de Argentina”, destacó.
Cuando Infobae le pregunta si planea volver a vivir en Argentina, la respuesta es no. Dice que ni siquiera tiene que retornar por su trabajo: lo hace de manera remota y solo vuelve a Córdoba para visitar a sus hijos mayores.
“Lo tengo muy claro y decidido que va a ser acá y, si en algún momento tengo que hacer un cambio, va a hacer para Europa. Me cansé de vivir de crisis en crisis. Tengo una empresa que depende mucho del recurso humano y es muy difícil renegar todo el tiempo con la gente, con los juicios laborales... No se valora nada, se fue perdiendo el respeto, la educación... Por más que yo lo intente, no lo voy a poder cambiar. Son muchos años y generaciones intentando. El cambio no lo voy a poder ver. Por eso, prefiero irme”, aseguró.
En Uruguay, Gastón parece haber renovado sus esperanzas y, sobre todo, sus ganas de expandir su empresa hacia nuevos rumbos. Ahora, analiza con detenimiento lo que pasa en Paraguay y Chile, con el objetivo de que su negocio siga creciendo.
“Con 46 años, estoy a tiempo. Con lo que tengo funcionando en la Argentina -que no me necesita físicamente y lo puedo manejar a la distancia- quise mudarme. Venía estudiando a Uruguay desde hace algunos años. Estuve muy cerca de desembarcar en Paraguay y en Chile, pero me pareció que por la distancia iba a ser difícil poder monitorear mi negocio de cerca. Elegí a Uruguay como primer paso, pero planeo replicar mi negocio también en esos otros dos países”, adelantó.
Gastón cuenta que otros argentinos instalados en Punta del Este coinciden con su idea de criar a sus hijos chicos en un país más tranquilo y seguro. Muchos se mudaron en busca de ese objetivo familiar. “También, hay gente grande que trabajó toda su vida y se está retirando. Se puede caminar a cualquier hora del día sin problema, todo está cerca y es de fácil acceso. La vida es muy tranquila”.
Un punto importante que destaca a la hora de la mudanza es la elección del lugar dónde vivir en Punta del Este.
”Hay que analizarlo bien porque, si bien las distancias son cortas, el tema es la soledad. Cuando llegué, me instalé en La Barra y después en Manantiales. Son lugares hermosos, pero termina el verano, se cierra todo y te quedas solo. Vivía en un complejo con muchos departamentos ocupados y quedamos dos familias durante todo el año. Había un bar y un supermercado, con horarios limitados. El verano es muy distinto que el invierno. Otro punto es encontrar casas preparadas para vivir durante todo el año, excepto los departamentos nuevos. Por eso, ahora estoy en la Parada 6 de la Brava, que es una zona que tiene vida todo el año. Si me piden un consejo, recomiendo instalarse en La Punta para vivir todo el año”.
Sus tres hijos mayores siguen con atención los pasos de su padre en Uruguay y, cada vez se interiorizan más sobre cómo es la vida en el país vecino.
“Los más grandes ven cómo vivo, lo que hago y me preguntan qué opino de venir, qué pueden hacer, si pueden trabajar conmigo en la veterinaria... Les explico: una cosa es venir de vacaciones y otra, vivir y trabajar. El frío dura muchos meses, no hay mucho trabajo para encarar durante todo el año... En este momento, tengo la actividad en Montevideo, así que viajo todas las semanas. Tengo otra empresa en Punta del Este que funciona todo el año, pero no es tan simple y fácil. No sé si venir a los 23 años es tan simple. O venís con un bebé o un nene chiquito, o venís ya de grande, con tus hijos si quieren acompañarte, o sólo”, afirmó.
Finalmente, a quienes estén pensando emigrar a Uruguay les recomienda que al llegar “bajen bastantes cambios”.
“Es un país que va más despacio, tiene menos población y consumen distinto que los argentinos. Hay que venir despacio y entender cómo es la idiosincracia del uruguayo. Los costos en Uruguay son mucho mayores que en Argentina, no solo por el tipo de cambio, sino porque las cosas son más caras. No podes vivir con plata Argentina en Uruguay: hay que generar plata acá, para vivir acá. Y el costo de vida es caro, armar una empresa o un negocio es bastante más caro... Cuando venís, todo el tiempo hacés la comparación de precios y te querés morir... Pero hay que cambiar el chip y no hacer más el cambio con la Argentina. Ahora, vivo en este país y tengo que pensar en esta moneda”, concluyó Gastón Kantor.