“Un lugar de flores donde crece la cultura”. El lema que todavía está en proceso de desarrollo describe a la perfección el hogar de Daniel Deybe y Rodrigo Marcó del Pont. Su casa es una de las nueve que abren sus puertas en la ciudad balnearia para que vecinos y turistas puedan disfrutar de expresiones culturales y artísticas en el marco de diversas actividades. Se estrenó hace unos meses con el nombre Montfleuri sur Mer y este verano está haciendo su estreno de temporada. Allí los dueños reciben a Infobae y cuentan el camino que recorrieron hasta desembarcar en tierras pinamarenses.
Daniel nació en Francia, es ingeniero agrónomo, hizo un doctorado en economía en París y por cuestiones laborales vivió 30 años en el exterior. Si bien hoy hace mosaicos, muñecos de madera, trabaja con un telar, confecciona vestuarios, no es alguien que haya dedicado gran parte de su vida al mundo del arte. Diferente es el caso de Rodrigo, quien tras un periodo ejerciendo como docente de Historia, se volcó a la dramaturgia y a las clases teórico prácticas de dirección e investigación sobre teatro.
Ambos cruzaron sus caminos hace 14 años en Buenos Aires y empezaron vivir juntos en Bélgica, en 2009. Allí fundaron una compañía de teatro (Melting Teatro) que montó obras basadas en el legado de autores como Federico García Lorca, Julio Cortázar y Pedro Lemebel. Las mismas se estrenaron en Bruselas y algunas se presentaron en Argentina, Serbia, Venezuela y Brasil, entre otros países.
Con el tiempo, Rodrigo propuso volver a Argentina: tenía la idea de hacer teatro en español. De regreso en el país, se instalaron en un departamento del barrio porteño de Retiro. Entre 2017 y 2019, el living de esa vivienda fue escenario de distintas actividades culturales (obras de teatro, recitales de ópera y comedia musical, demostraciones de trabajo actoral y lecturas) que organizaron de manera informal.
En medio de ello, Daniel nunca perdió la costumbre de visitar Pinamar: veraneaba en la ciudad balnearia desde 1972 y paraba siempre en un departamento del centro. “Pero como era chiquito y queríamos más espacio, decidimos comprar esta casa”, relata Daniel, que desde marzo de 2020, justo antes de que comenzaran las restricciones en el marco de la pandemia de COVID, está radicado allí.
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La vivienda fue diseñada a principios de la década del ‘80 por el arquitecto Nicolás Bottazzini. Es un chalet emplazado en la calle De la Foca al 900, en una zona de suma tranquilidad y que está completamente elevada, como si fuera la corona de un hongo. “Lo extraño es que la parte de abajo es de ladrillo y la de arriba es prefabricada. La trajeron de Buenos Aires y la montaron”, señaló Daniel, que en la parte trasera tiene un taller donde hace artesanías.
Los dueños le hicieron remodelaciones. El agrónomo diseñó una piscina con cascada en un espacio donde antes había un garage, elaboró un mosaico con caracoles que recolectó en la playa (“me costó un triunfo pegarlos, no es tan fácil como parece”, se sinceró) e instaló unas rejas que habían traído desde Bruselas. En el patio hay una pequeña huerta y un jardín donde se mezclan rosas, margaritas, azareros, azucenas, dalias, jazmines, gladiolos, plumeros rojos, romero, citronella, uña de gato. “Vivo plantando plantas. Cuando vinimos, lo único que había acá era agapantos”, recordó Daniel.
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Una vez asentados en Pinamar, ambos pensaron en abrir un centro cultural como proyecto, aunque en los planes originales no iba a ser su hogar. “Empezamos a ver otras casitas, sobre todo para que él (Rodrigo) pudiera dar clases de teatro o actuar. Pero se hizo complicado hasta que vimos lo de las casas de artistas y presentamos un proyecto en junio”, continuó Daniel.
Para abrir una casa de artistas en Pinamar hay que cumplir ciertas condiciones, como por ejemplo que haya acceso al baño para personas con discapacidad, que se utilice como mucho el 30 por ciento del espacio de la vivienda y que haya 30 personas por espectáculo como máximo.
La aprobación de Montfleuri llegó en septiembre y desde entonces en el lugar se organizan diferentes actividades, desde charlas, lecturas de poemas y narraciones itinerantes hasta exposiciones de fotografías, talleres con artesanos y presentaciones de obras de teatro. Para febrero hay, entre otros eventos programados, un ciclo de cine francés. La agenda se puede consultar en la cuenta de Instagram: @montfleuri.sur.mer.
En Pinamar hay en total nueve casas de artistas, que tienen distintos enfoques. Experiencias Allona (Intermédanos 615) es el antiguo taller de la artista plástica Beatriz Orosco, quien estuvo radicada en la ciudad balnearia y desplegó su talento a lo largo de 40 años. Además de ver su obra, allí se realizan diferentes propuestas vinculadas a la cultura, el arte, la fotografía, la moda y la lectura. En tanto, Danzarte (Del Cazón 200) cuenta con una sala auditorio para 200 espectadores, otra de ensayo, un aula creativa y un sector de exposiciones donde se desarrollan clases, cursos, charlas, capacitaciones, seminarios, presentaciones y espectáculos.
El Ojo y el Diamante (Somellera 79, Valeria del Mar) es un proyecto familiar que comenzó en 2014 y busca despertar nuevas sensaciones en las personas que lo visitan. El lugar sorprende y genera un efecto de encanto y bienestar tanto a través de las obras como de su arquitectura y decoración. Allí se dictan talleres de mosaiquismo, pintura sobre tela y arteterapia, entre otros tantos.
En Punto Cultural Costamagna (Del Odiseo 1463), Karen Costamagna comparte su living y parque con los visitantes en eventos. En invierno, por ejemplo, allí se organizan reuniones para compartir platos de olla y empanadas. Por otro lado, en la casa-museo Víctor Magariños (Av. Del Libertador e/ De los Picaflores y Odisea) se ofrecen visitas guiadas, conciertos de música en el jardín, talleres de arte para niños, actividades literarias y exhibiciones de danza, entre otras propuestas. Mientras que Galería Pionera (De La Sirena y Caracol) tiene como principal enfoque la representación de artistas emergentes de la ciudad y de todo el territorio argentino.
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La Brújula (De los Patos 1609), en cambio, es un espacio cultural para las infancias, acondicionado para el juego y la experimentación. Y por último, La Colorada (De las Sílfides 1756) apunta a difundir la sustentabilidad a través del arte, la alimentación saludable y la arquitectura amigable con el medio ambiente.
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