Realidad aumentada, virtual y hologramas: la maestra que revolucionó a una escuela rural con tecnología

Sonia Guzmán está al frente de la escuela de Calingasta, a más de 200 km de la ciudad. Allí introdujo proyecto tecnológico que entusiasmó a los chicos. “Los docentes y los alumnos estamos en distintas frecuencias. Hay que trabajar a través de proyectos, sino no nos vamos a encontrar”, asegura

Sonia Guzmán

Realidad virtual, aumentada y hologramas, todo un mundo desconocido que Sonia Guzmán, docente de la escuela técnica rural Gral. Manuel Savio (ubicada en el departamento de Calingasta), puso delante de sus alumnos que antes no habían siquiera escuchado de qué se trataba todo eso.

Con total entusiasmo, conjugó dibujos animados e historia de los pueblos originarios, y creó “Transforminers”, una iniciativa mediante la cual logró estimularlos en el aprendizaje del uso herramientas tecnológicas que, además, les brinda conocimientos para crecer, evolucionar y alcanzar logros a través de proyectos que ya se están expandiendo a otras escuelas de la localidad y también llega a Palmerías y Barreal, en San Juan, e incluso llegó a presentar su propuesta en Tecnópolis aunque no exhibirla.

Comenzar con la novedad no fue fácil, pero le sobró perseverancia e ideas para ponerlas en práctica: usaron lentes de cartón, anteojos en desuso de los abuelos de los alumnos y botellas plásticas llenas de agua, placas radiográficas que lavaban con lavandina para crear asombrosos hologramas.

Conociendo la Realidad Aumentada (Gentileza Glencore Pachón)

Las ganas de hacer el cambio

Sonia es programadora universitaria y desde que inició su carrera en la docencia, entiende la educación actual de otra manera: dice que debe adaptarse a los alumnos y no a la inversa.

Con ese concepto, hace 23 años llegó a Calingasta desde la capital de la provincia —donde trabajaba como investigadora en la Universidad Nacional de San Juan (UNSJ)— y le sumó otro condimento: el deseo de educar con su impronta y demostrarle a los estudiantes que no se creía capaces que todos “tienen la capacidad de aprender y enseñar; de crecer y evolucionar; de generar y alcanzar logros”, enfatiza.

De esa idea hizo su objetivo al llegar a una escuela de la que egresan técnicos mineros y, para su sorpresa, se encontró con una computadora vieja como única herramienta tecnológica. No quiso perder tiempo en quejas y accionó: realizó teclados de cartón para que los chicos practicaran tipeo y, de esa manera, pudieran aprovechar al máximo los casi 10 minutos que cada uno tendría para usar un teclado de verdad.

Durante una feria de exhibición y enseñanza de realidad virtual en Calingasta, San Juan (Gentileza Glencore Pachón)

En 2017, “prácticamente a escondidas”, admite, comenzó a trabajar con sus alumnos, que con el tiempo llegaron incluso de localidades vecinas, para ser parte de un proyecto de realidad virtual que abriría la caja de pandora, Transforminers, una iniciativa interdisciplinaria y transversal para diferentes espacios curriculares dirigido a estudiantes del primero hasta el séptimo año y mediante el cual crearon hasta robots.

“Un día, pensando en buscar ayuda, al pasar por la entrada de las oficinas del yacimiento Glencore Pachón, me paré y pensé: ‘¡Tengo el no asegurado, intentemos!’. Así conocí a María Eugenia Basualdo, supervisora de Relaciones Comunitarias de la empresa”, contó sobre el momento en que presentó el proyecto que la trajo a la ciudad de Buenos Aires para presentarlo, sin éxito, en Tecnópolis.

Al año siguiente, cuando su propuesta comenzó a ser conocida, recibió la donación de 35 lentes de realidad virtual de aquella empresa, que los chicos aún utilizan. “Esos lentes les permitió sentirse por primera vez importantes, que dejaran de ser alumnos rurales que desconocen la tecnología. Es que viven a 210 kilómetros de la ciudad y, más allá de la distancia, la brecha de las posibilidades es mucho mayor. Esa es la distancia duele porque mientras uno los aplaude en el aula se sienten bien, pero, a la larga, se dan cuenta de que siguen en el mismo lugar”.

Con eso en mente y el apoyo que necesitaba, extendió los tres proyecto (Realidad Virtual, Realidad Aumentada y hologramas) al nivel inicial, primaria y secundaria de escuelas públicas y algunas privadas e incluso llegó hasta el Instituto Superior de Formación Docente San Buenaventura. “Allí organizamos jornadas educativas que se completaron este año, en las cuales, mientras yo capacitaba a los maestros o profesores, mis alumnos hacían lo propio con los demás estudiantes”, cuenta.

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Sonia Guzmán (Gentileza Glencore Pachón)

“Transforminers”

Lo que utiliza son las TICs (tecnología de la información y la comunicación), herramientas nuevas que ayudan en el proceso de enseñanza/aprendizaje en todos los niveles. “Puede aplicarse desde el inicial hasta el universitario”, define y asegura que además de aprender por medio de ella, los jóvenes “aportarán conocimientos, capacitarán a sus pares y podrán abarcar o encarar cualquier espacio curricular mediante el uso de la tecnología que les resulte más llamativa de aprender y más cercana, como el uso de celulares, donde hay aplicaciones que hasta los más chicos manejan bien y es lo más cercano que tienen en casa porque la mayoría de las escuelas quedaron lejos del plan Conectar Igualdad y la posibilidad de una computadora, por eso hoy lo más cercano es el dispositivo móvil”.

Con éstos e inspirada en los dibujos animados Transformers, creó el concepto “Transforminers”. “Está basado en ellos y es aplicado a la minería, porque estos chicos se graduarán como especialistas en ello, y así como los transformers se convierten en distintos vehículos, los Transforminers se transforman en camioneros mineros, por ejemplo, y como en estas tierras habitaron los indios huarpes, sus nombres están en esa lengua. Con esa idea creamos el Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP), una forma pedagógica de trabajar cualquier conocimiento y que llevamos desde la TICs al resto de las materias”. Como ventaja, dice, que pueden capacitar a otros estudiantes.

Respecto a cómo pueden incluir esos conocimientos en otras materias, explica: “Por ejemplo, si en biología tienen que estudiar la célula, más allá de poder analizarla en un dibujo que se haga en clase, pueden hacer el holograma, pueden ver las partes y navegar adentro de la célula con los lentes de realidad virtual, siempre trabajando obviamente con aplicaciones gratuitas. En principio nosotros trabajamos con Google Expeditions, pero ahora lo vamos cambiando con otros vídeos que van apareciendo o mejorando”.

Para hacerlo como un ida y vuelta, “los alumnos de sexto año se dividen en grupos para enseñar a los más chicos a construir pirámides holográficas con material reciclado como radiografías lavadas con lavandina; yo les enseño a los demás docentes cómo se hacen los trapecios para formar esa pirámide que se puede proyectar desde un celular. Cada chico puede tener en su celular la célula vista como holograma y también se lo puede llevar a escala, hasta un televisor de 32 pulgadas”, explica.

Es tan bueno lo que crean que en una escuela hubo una reacción maravillosa por parte de niños de un jardín. “Metían la mano en la pirámide porque querían agarrar lo que ellos veían en el espacio y que no estaba, pero creyendo que lo iban a poder tocar... Es una forma diferente de enseñar desde las tecnologías cosas que llaman más la atención y de esta forma los educadores nos estamos acercando más al mundo digital de los chicos”, asegura.

Con ese sistema, “los chicos pueden crear sus propios hologramas. Quizás a los de nivel primario les pueda costar, pero los de nivel secundario pueden trabajar con un editor común sin problemas”, dice orgullosa.

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Los más chicos se deslumbran con los proyectos tecnológicos (Gentileza Glencore Pachón)

La educación del futuro

Esa iniciativa, asegura que la ayudó a confirmar que “la tecnología no suplanta a la educación tradicional, pero la complementa porque estimula a los alumnos”. Entusiasmada, sigue: “También confirmé que estos proyectos no tienen que quedar en el aula sino salir porque los trabajos de las ferias de ciencia mueren en una medalla cuando deberían implementarse en la sociedad. Yo usé, por ejemplo, una aplicación de química que crearon alumnos del sur y eso representa mucho trabajo para los chicos, los padres y los docentes; entonces hay que aprovecharlo. Esta experiencia, más allá de visualizar cambios en el formato educativo, provocó el sentimiento de superación en los chicos porque pudieron mejorar muchísimo la oralidad; empezaron a usar terminología técnica y fueron felicitados porque explicaban muy bien. Los estudiantes oyentes también les hicieron buenas preguntas. Todo esto te da la pauta de que no podemos seguir con chicos sentándose uno atrás del otro en el salón, como hasta ahora”.

En ese punto, habla de la educación actual: “Estoy convencida de que tiene que cambiar. Si ves una foto de un aula del siglo XIX y una de ahora, el único cambio es el color. Los docentes y los alumnos estamos en distintas frecuencias. ¡Hay docentes que todavía dictan! Hay que trabajar a través de proyectos porque los chicos están persiguiendo estímulos de manera permanente y simultánea, mientras que nosotros vamos en forma secuencial. Así, nunca nos vamos a encontrar. Prestamos atención a algo puntual cuando el niño está atento a todo y tiene una vista panorámica. Eso es lo que está faltando en el aula”.

Los "Transforminers” están basado en los dibujitos Transformers y es aplicado a la minería (Gentileza Glencore Pachón)

Sus revolucionarias ideas fueron trasmitidas a sus colegas y algunos mostraron resistencia al cambio. “Los docentes tienen que cumplir a rajatabla con cuestiones administrativas y cronogramas del Ministerio de Educación, así como lidiar con comportamientos rebeldes de los chicos que, en parte, tiene que ver con que la pandemia paró el mundo, pero los mayores tratamos de que todo siga igual. Por ello, si bien en cada escuela se ha dejado un promedio de 10 lentes, con sólo hablar con los docentes, te das cuenta si los van a usar o no”.

“Los docentes y los alumnos estamos en distintas frecuencias. Hay que trabajar a través de proyectos porque los chicos están persiguiendo estímulos de manera permanente y simultánea, mientras que nosotros vamos en forma secuencial. Así, nunca nos vamos a encontrar. El niño está atento a todo y tiene una vista panorámica. Eso es lo que está faltando en el aula”, enfatiza.

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