Al alejarse del mar, Cariló comienza a lucir su paisaje diferenciado, libre de asfalto, con gran variedad de aves y plantas y un bosque en el que predominan pinos, aromos y acacias. Allí, en medio del verde se ubica el centro comercial que combina rusticidad y sofisticación. El paseo cuenta con varias galerías en las que se pueden encontrar locales de las principales marcas de indumentaria y gastronomía. En el medio del paseo, además, cada fin de semana se suma para los turistas una propuesta de perfil sustentable que año a año gana más espacio.
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El último fin de semana hizo su estreno por segunda temporada consecutiva en Cariló la feria de Sabe la Tierra, una ONG fundada en 2009 por Angie Ferrazzini que pretende generar un cambio de conciencia que conduzca a consumir menos y de manera más responsable, buscando a su vez construir puentes entre los pequeños productores, los emprendedores de alimentos y los consumidores. Esos objetivos los persigue a través de distintos formatos; el principal son los mercados. Actualmente hay doce en la ciudad de Buenos Aires, uno en Vicente López, otro en Necochea y el más reciente es el carilonense.
La feria está ubicada en la Plaza Manuel Héctor Herrero. Funciona los viernes y sábados de enero y febrero, de 19 a 0 horas. Allí se ofrecen, principalmente, artículos de diseño, desde cerámica artesanal, velas de soja, cuadernos, hierbas y sahumerios hasta indumentaria de algodón y objetos de decoración.
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También hay productos de higiene y cosmética natural, como los que desarrollan Felipe y su pareja. “Arrancamos hace tres años. Primero hicimos cursos de comida para celíacos y diabéticos y después nos empezamos a meter en la cosmética, y cuando vimos que nos gustó, seguimos con eso”, contó el emprendedor. En su puesto, hay carteles con precios: una crema relajante más un protector labial y una crema corporal cuesta $1.500, mientras que un pack de dos jabones, un shampú, un acondicionador y una jabonera vale $3.000.
“Somos entre 20 y 25 emprendedores que son de la zona: tenemos de Valeria del Mar, de Pinamar, de General Madariaga y algunos que vienen del Partido de La Costa”, detalló Agustina Angel, coordinadora de la feria. En diálogo con Infobae, destacó que la iniciativa es muchas veces el “empujoncito” para que los trabajadores artesanales crezcan: “Durante el año tuvimos a una emprendedora que hacía diseño de carteras y alpargatas y ahora se abrió su local en Pinamar”.
La feria hizo su estreno el verano pasado y a lo largo del 2022 estuvo los fines de semana largos. “Funcionó muy bien porque acá suele haber mucha gente en esas fechas”, recordó la coordinadora. La meta de la ONG es seguir expandiéndose a otros destinos. Un deseo es desembarcar en Mar del Plata. “Ojalá lleguemos a un montón de lugares, conociendo a emprendedores locales porque está bueno darle lugar a muchas personas que no pueden tener un local a la calle”, finalizó Agustina.
En el marco de esta propuesta, en la plaza también se organizan distintas actividades recreativas para los más chicos. El lugar luce renovado este año, ya que para antes de que comience el verano se estrenaron juegos y bancos construidos con más de 770 kilos de plásticos reciclados. Fueron elaborados por una empresa que se encarga especialmente de fabricar plazas temáticas y decidió festejar sus 30 años donando los mismos.
Además, en línea con todas estas iniciativas que impulsan la Cámara de Turismo de Cariló y la Fundación Cariló, esta temporada la Asociación de Moda Sostenible Argentina (AMSOAR) montó en la misma plaza un gazebo para brindar información. Esa organización nació en el 2018 y tiene como objetivo “generar conciencia, hablando con la gente y mostrando cosas que son estéticamente lindas y naturales”, indicó su presidenta, Alejandra Gougy, a quien su familia le inculcó los valores del reciclaje.
Gougy tiene 40 años de experiencia en la moda y empezó a trabajar hace 17 en materia de sustentabilidad, tras tomar conciencia de “todo lo que se tira”. “Nuestra industria es la segunda más contaminante del mundo. Entonces pensamos que es viable hacer una moda que no contamine, que utilice descartes, que piense en el otro, que sea de triple impacto, en lo social, económico y ambiental”, sostuvo la mujer, que definió a cada prenda sustentable como “una pieza de arte”.
En el gazebo hay prendas diseñadas por Mirta Calandrelli. Fueron confeccionadas con fibras naturales, seda vegetal de pulpa de eucalipto, lino, algodón, entre otros materiales. “O sea, es ropa que el día que no se use más, la tierra la degrada en poco tiempo y no la contamina”, explicó la diseñadora. Para el desarrollo de la ropa en exhibición no se utilizaron elementos químicos contaminantes, ni sintéticos ni derivados del petróleo: “Todo el proceso de confección completo es no contaminante. Son prendas únicas que se trabajan de forma artesanal, no son como las que se hacen en serie en un taller”.
Ese proceso demanda mayor tiempo para desarrollarlo. “Pero a su vez favorece el uso por más tiempo de cada prenda”, subrayó Calandrelli. En ese sentido, para ella es fundamental configurar las costumbres de los consumidores para comenzar a modificar la industria textil: “La idea es no comprar ni cambiar de ropa tan rápido. Sí, lo que digo va en contra del negocio, no es un modelo redituable, pero es lo que se está promoviendo con el slow fashion”. Las expertas hablan de una “revolución verde” al entrar en detalles en este concepto y coinciden con seguridad: “No es inviable”.
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