“En casa no había plata para pagar a un peluquero y nos cortaban mamá o papá y, cuando no les quedaba muy bien, a veces me daba vergüenza ir a la escuela porque se burlaban de mi pelo”, cuenta Javier Rodríguez. Nunca les hizo reclamos y aunque entendía la situación económica de la familia y el por qué no podían darse ciertos lujos, no quiso seguir experimentando aquella sensación y decidió aprender por sus propios medios viendo tutoriales en Internet. Se cortaba el pelo él mismo para practicar, luego comenzó a probar con sus hermanos y a sus amigos.
Con apenas 16 años habló con su mamá y le confesó que quería estudiar para ser barbero y así lo hizo. Apenas terminó el secundario, en diciembre del año pasado, cambió las estampillas que le dieron en la escuela (a modo de ahorro) por dinero en efectivo que dividió en dos: mitad para comenzar a construir un local que se convertirá en su propia barbería y la otra mitad se la dio a sus papás para los gastos de la casa.
Hoy, mientras trabaja como personal de seguridad en una fábrica, espera algo ansioso el día en que deba rendir el examen de ingreso a la Universidad Nacional de San Luis para estudiar Psicología y se capacita como estilista.
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El camino de un sueño
A Javier le dicen “Tucu” y ese es el nombre que eligió para su barbería, ubicada en el Barrio La República, uno de los más humildes de la ciudad de San Luis. Por ahora, atiende a sus clientes a domicilio y cuando tiene franco pasa las horas levantando ladrillo a ladrillo las paredes del futuro local porque tenerlo, por fin, es un gran sueño a concretar. Y en todo lo que hace, su familia lo ayuda siempre.
El primer paso lo logró gracias a las estampillas escolares que brinda el Gobierno puntano que comenzó a concretar su anhelo: con ellas juntó un total de 1.200 dólares. “Con esa plata compré la silla de peluquería, una máquina y espejos. Ya tenía una maquinita con la que cortaba y después mi papá me regaló para mi anterior cumpleaños la que me gustaba y apenas cobré lo de las estampillas compré las cosas que a mí me hacían falta”, cuenta.
La otra mitad quedó en manos de sus padres, para que compraran lo que en casa hacía falta. “De chico ya entendía la economía de mis viejos cuando no podían pagarme algo, como la peluquería. Sabia que no tenían para pagar y que si gastaban en eso, por ejemplo, no teníamos para comer al otro día. Siempre faltaba algo, por eso cuando decidí dedicarme a esto de manera autodidacta, amigo mío me enseñó y mi mamá comenzó a juntar plata y pudo pagarme unos cursos”, recuerda.
Con la primera cabeza que practicó fue la de su hermana, la campeona nacional de Kick Boxing, Yaselié “La Gitana” Rodríguez. Él también practica la disciplina y ambos son entrenados por su padre en una escuelita que la familia armó en el barrio “para sacar a las pibas y pibes de los vicios”. Entre ellos la relación se basa en el amor, el compañerismo y el apoyo mutuo.
Tanto así que cuando Javier egresó de la escuela secundaria, la joven escribió en sus redes: “Nadie sabe todo lo que sufrimos para que llegues a la meta. Desde la primaria fue duro no tener útiles, calzados, ropa y todo lo que quizás otros sí tenían, pero siempre fuimos con el propósito de cambiar nuestro futuro. A vos te costaba el doble y hasta decías que eras tonto y mírate ahora: ya terminaste el secundario”.
Luego lo apoyó en su emprendimiento y reveló: “Mi hermano terminó la secundaria y se puso a trabajar de barbero. Dos años salió a domicilio en todo el barrio. A varios les cortó gratis cuando no tenían para pagar”.
También llevó a sus amigos y sus hermanos varones a la barbería donde estudió. “Tenía que practicar y, gracias a Dios, siempre me salió todo bien porque como que yo veía muchos vídeos, aprendía las técnicas y antes practicaba mucho con el maniquí en la barbería y mejoraba todo el tiempo. Después, como a los chicos les gusta los dibujos que hago comencé a cortar en mi casa”, dice entusiasmado.
Como un ya experto en cortes y dibujos, claro que no se quedó afuera de la fiebre mundialista. “Cuatro chicos me pidieron el corte del Dibu Martínez con la banderita y otros el escudo de la AFA, les quedó re bien. El último lo hice antes de la final con Francia”, cuenta el fanático de River Plate que también corta a mujeres que aman raparse algún costado de sus cabezas.
“Las chicas piden que les dibuje corazones, generalmente, per también hago tintura, cortes en general”, cuenta y asegura que como pretende ir por más, se sigue perfeccionando de cara al momento en que pueda tener su salón. “Estoy estudiando para ser estilista, esto es hacer peinados para fiestas, peinados para eventos y otros tipos de cortes de pelo”.
Para él, en el oficio no hay un solo ídolo porque “todos los que están en este rubro la luchan todos los días y a todos admiro por igual. Algunos les va mejor que a otros, pero todos terminan el día con dolor de espaldas, seguro”, dice y reflexiona sobre los esfuerzos de todos los trabajadores.
“Mi viejo trabajó muchos años vendiendo artesanías en madera, hacía bandejas de cocina, y cuando yo era chico salíamos con él para acompañarlo mientras vendía y no siempre le iba bien... A veces no había para comer. Su trabajo nunca fue un laburo forzoso y mis viejos nunca me obligaron a estar con ellos vendiendo, los ayudaba porque me gustaba ayudar. Me gusta ayudarlos en todo lo que puedo y estoy muy agradecido por todo lo que hicieron por mi para que yo pueda seguir mis sueños. Siempre me apoyan”, dice emocionado y orgulloso cuenta que hace un año su papá consiguió empleo fijo como seguridad en una empresa. Gracias a ese empleo cambió la vida de la familia. “Ahora podemos darnos unos lujitos y salir a pasear cada tanto”.
Además de esa capacitación en la UPRO, Javier espera el momento de rendir para ingresar a Psicología. “Me gusta mucho hablar con la gente, escucharla, que me cuenten sus cosas y como me enteré que podía estudiarla en la universidad pública me anoté para ingresar”, dice y con gracia asegura que “en la peluquería se combina todo; el corte de pelo y la psicología porque ahí la gente se relaja y habla de sus cosas. Sueño con poder estar en mi propia barbería, cortando el pelo y conversando con mis clientes”, finaliza.
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El sistema de estampillas para ayudar a los estudiantes de San Luis
Lo que acumuló en el programa Estampillas Escolares “Ahorro para mi Futuro” durante los cinco años de estudios equivalieron a poco más de $ 200 mil. “Las estampillas tienen valor nominal en dólares, lo que permite mantener el poder adquisitivo de la moneda. Cuentan con el respaldo del cien por ciento en activos financieros del Estado Provincial”, explica la web Estampillas de Ahorro San Luis.
Este incentivo lo comenzó a aplicar el gobierno de San Luis en 2011 como premio especial para los alumnos primarios y secundarios que pasaron de año sin adeudar materias previas.
“Entregaremos en tres montos. En el nivel primario, es decir de primero a sexto, se entregarán 50 dólares cada vez que el alumno pase de año, por lo que al final del ciclo tendrá 300 dólares. En el secundario, de primero a quinto, serán 100 dólares por año, y en sexto, el último, cobrarán 400″, explicó entonces a la prensa local Marcelo Sosa, durante su periodo como ministro de Educación.
Este año, los beneficiarios cobraron mediante activos digitales que se acreditaron de forma virtual, para lo que necesitan acceder de forma gratuita la aplicación “Billetera San Luis”, donde se registran y validan su identidad. Esa billetera se vincula a las cuentas que tengan en el Banco Nación para que puedan retirar el monto que necesiten (que se acreditará en pesos argentinos al cambio oficial del día que lo pidan).
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