Emma y una muerte que aún duele en Mar del Plata: los recuerdos del día trágico y el peligro silencioso de los acantilados

El mediodía del lunes 8 de enero de 2018, la niña de tres años llegó con su familia a pasar su primer día de playa. Ningún cartel alertó a sus padres del potencial desprendimiento de los barrancos. Pasaron cinco años para que Javier y Paulina regresaran al lugar de la tragedia. “Teníamos que animarnos a venir”, dicen

Javier y Paulina, los padres de Emma, en el mural que la artista local Emilia Leo pintó en una casilla de guardavidas (Fotos Christian Heit)

Jano está inquieto. Tiene gorra, ojotas, una remera, una malla. Tiene todavía la edad que se mide por semestres. “Anda por los tres años y medio”, explica Javier, su padre. Está aburrido, más a upa que en el piso, y tiene que esperar todavía que hablen adultos, que suelten globos y que todos se dispersen. Es su primera vez en Mar del Plata y sus primeros días en la playa. Tiene también la edad en la que pregunta todo. “¿Qué es eso? Son carteles para decirle a la gente que no se puede acercar”, le explica Paulina, su madre. Tiene dos hermanos: Ciro, de quince años, y Emma, que nunca dejó de tener tres. Tiene -dice su papá- la cara de su hermana: “Es ella”, describe.

Jano no sale en las fotos. Su familia volvió a la ciudad balnearia después de que hace cinco años muriera Emma, la hija menor. Fue otro 8 de enero. El segundo lunes de 2018. Era el primer día de playa de la niña. Llegaron a la una del mediodía a una de las playas del barrio Camet, a metros de la Planta de Afluentes Cloacales de Mar del Plata. El sol estaba en su punto más alto: sus rayos caían casi de manera perpendicular y los espacios de sombra eran resquicios. Llegaron y encontraron una porción de arena al reparo del sol. Fueron instantes. Javier recordó que se había olvidado en el auto los juguetes de su nena. Le pidió a Ciro que lo acompañara. Paulina era la encargada de acomodar las reposeras, la sombrilla, la manta. Emma se quedó sentada.

Recuerdo el calor, que no había casi nadie de gente en la playa y después el estruendo, los gritos”, dice Javier, cinco años después. Se había desprendido del acantilado una roca de arena maciza de dos metros de ancho. Javier se fracturó el quinto metacarpiano del brazo derecho intentando quebrar la piedra a los golpes. Los guardavidas de las postas cercanas acudieron en auxilio. Mariano González Gadis corrió sesenta metros. Él y otros rescatistas provisorios -turistas, pescadores- cavaron pozos con uñas y con palas, y rompieron piedras para hallar a la menor atrapada en los escombros.

La actividad estuvo dedicada a promocionar la generación de conciencia por los peligros en las playas: al final hubo una suelta de globos en honor a Emma

Mariano y su papá Marcelo le hicieron maniobras de reanimación cardiopulmonar. La ambulancia llegó -acusan- cincuenta minutos después. La subieron sin signos vitales. Recorrió la ciudad en un corredor sanitario que desplegó la policía de la provincia. Murió en el Hospital Interzonal Especializado Materno Infantil Victorio Tetamanti. La mató el desprendimiento de un acantilado. Tenía tres años y había nacido en La Plata.

Pasaron cinco años. Es otro 8 de enero. Paulina, Javier y Ciro volvieron a la playa y a Mar del Plata. Llegaron temprano desde Mar del Tuyú, donde vacacionan. Es la primera vez que están en el mismo lugar donde ocurrió la tragedia. No hay llantos ni lamentos. Nada quedó atragantado. Es una herida sanada, como la cicatriz de Javier en el tobillo derecho o los tatuajes de Paulina en el pecho y la espada. El plan es otro. “Me fui preparando para este momento. Es una mezcla de sensaciones movilizantes. Cada uno hizo el duelo como pudo y después en grupo, como familia. Mirás el lugar y empezás a recordar ese día: cómo llegamos, cómo bajamos a la playa, qué hicimos”, dice Javier.

Dice que el proceso de sanación es largo y eterno: “Es algo a lo que lamentablemente nos tenemos que acostumbrar”. El tránsito por el dolor es una tristeza enquistada: una parte ya de ellos. Pero sintieron que tenían que animarse a volver a la playa y a volver a Mar del Plata: “Más allá de nuestro dolor, la gente que se quedó acá y que trabajó, desde guardavidas hasta concejales, se merecían que nosotros vengamos a ver el laburo que están haciendo. Considerábamos que teníamos que cerrar un ciclo, era un paso que debíamos dar, no podíamos seguir evitándolo”.

En las playas Las Delicias hay abundante cantidad de cartelería para advertir sobre los peligros de los acantilados

Javier habló. Agradeció. Había amigos, personas que no veía hace mucho y que lo habían ayudado. Dijo que consideraba a Mariano como parte de su familia. Ese 8 de enero de 2018 asumió una causa: no más pérdidas absurdas como la de Emma. La muerte de la niña lo conmovió. Pintó un angelito en su casilla de guardavidas y una leyenda: “Por siempre Emma”. Motorizó un reclamo postergado: el despliegue de cartelería preventiva acompañado por tareas activas de concientización. El municipio distribuyó cuarenta nuevos letreros a los 17 ya incorporados en la zona norte y sur de la ciudad balnearia con la advertencia del peligro de derrumbe. Dicen “Precaución. Riesgo de derrumbe. No permanecer ni transitar debajo del acantilado”.

Paulina también habló. También agradeció. También dijo: “No teníamos esa cartelería cuando vinimos, sino hoy mi hija estaría viva”. Los primeros fueron instalados por la intendencia local posterior a la tragedia. Los siguientes fueron distribuidos y colocados por los propios guardavidas. La propia familia invirtió en aerosoles para escribir “peligro” en la pared de rocas. Su mamá, Laura, maestra de geografía de la Escuela Municipal 204 “Osvaldo Soriano” de Mar del Plata , creó “Proyecto Emma”: un programa de concientización para abordar los peligros de la playa.

Esa iniciativa también tomó forma de proyecto de ordenanza en el Concejo Deliberante para realizar jornadas informativas periódicas en colegios. “La idea es dar charlas de información y concientización, en un lenguaje coloquial, explicar todo para que el turista y el vecino se sientan seguros. Creo que la política tiene que entender la importancia y la necesidad de esta iniciativa”, dijo hace cuatro años y lo repite hoy. Reconoce que la tragedia obligó a instalar abundante cartelería y a segmentar la playa con más guardavidas, pero exige una presencia del estado más abocada a la generación de conciencia. Define que los carteles no detienen la voluntad de la gente de resguardarse a la vera de un acantilado, lo que lo hace es la concientización. “Necesitamos que el espacio público por excelencia de la ciudad sea seguro”, dice.

La artista local Emilia Leo dedicó diez días a la pintura de la estructura y recibió el agradecimiento de los padres de Emma

Recuerda, de ese mediodía, que les advirtieron de una niña que había quedado atrapada en el derrumbe de un barranco, de que llegaron y constataron que todo era un descontrol. “Recuerdo también que una vida podría estar acá con nosotros si nos hubiesen hecho caso de lo que veníamos advirtiendo. Si hubiesen leído un cartel, no se hubiesen acercado. Llenar de cartelería no es la solución: por más que haya carteles, necesitamos que la gente tome conciencia del peligro”.

“Quince minutos antes de lo ocurrido una compañera había caminado por esa zona. Ahora hay más casillas de guardavidas y somos muchos más -admite Mariano-. Ya no tenemos que caminar 700 metros para hacer una prevención. Nuestro trabajo es prevenir y lo hacemos de corazón, pero estamos mirando para el mar, no podemos darnos vuelta y mirar para atrás. Estamos para advertir los riesgos en el mar, no estamos para ir a buscar una víctima debajo del acantilado”.

El dibujo que él había pintado fue tapado por el blanco del protocolo municipal. La noticia llegó a oídos de Pablo Arauz, tataranieto de Patricio eralta Ramos, fundador de Mar del Plata. Él contactó a Emilia Leo, una consagrada muralista de la ciudad. “Ni lo pensé, supe que tenía que hacerlo. Vine a hablar con Mariano, pedí fotos de la nena y listo. Empecé pintando a Emma y terminé pintando toda la casita”, dice la artista. En un costado, dos imágenes de la niña bajo la frase “por siempre Emma” y del otro, dos guardavidas.

“Solo muere quien se olvida”, expresó Paulina, la mamá de Emma y de Jano, su hijo de tres años. La acompañan en la foto Mariano, el guardavidas, Javier su marido, Pablo Arauz y la artista Emilia Leo (Fotos Christian Heit)

La tonalidad que prima es intensa: colores vivos y encendidos abrazan todo el hormigón. La razón no es arbitraria: “Quería que se viera de lejos, que sea bien potente y que no se decolore con el sol. Antes estaba toda blanca y se perdía en el paisaje”. Desde allí, cinco años después y a la misma hora en que sucedió el desprendimiento, hubo una suelta de globos en honor a la memoria de Emma. Los aplausos bajaron y los globos volaron alto.

En el lugar quedó su familia. Entre las piernas de todos estaba mezclado el pequeño Jano. Su existencia, dice su padre, “es una forma de homenajear la vida”. “No podemos hacer otra cosa que continuar -enseña-. Lo mejor que podemos hacer para no olvidarla y para siempre estar recordándola es seguir viviendo”. En eso están.

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