Cuando Facundo Milanessi (44), padre de tres hijos, se quedó sin trabajo de un día para el otro lo pensó bien y le propuso a su mujer empezar de vuelta pero “un lugar donde vivir mejor”. Era el gerente general de una multinacional y en ese proceso de cambio, que se dio en 2014, se convirtió sin paso intermedio en un empleado de heladería en Villa La Angostura. Quien se recibió de licenciado en Comercio Exterior le había dado prioridad a la gastronomía, pasión a la que también le dedicó estudios.
El hombre, conocido tuitero (@FMilanessi) y siempre acompañado por la comunidad donde lo siguen casi 50 mil usuarios hoy es conocido por su emprendimiento de garrapiñadas, que ganó tanta fama, que por estos días, las estaría saboreando la Reina Máxima, ahora que ella está vacacionando muy cerca de Villa La Angostura, junto al rey Guillermo y dos de sus hijas. Es que en este mágica aldea a orillas del Nahuel Huapi, vive el hermano de ella, Martín Zorreguieta, propietario del restaurante Tinto. “Acá es habitual que cuando viene alguien a Villa o a Bariloche, se encargan de ir de cocinar a toda la gente importante”, explica quien tiene muchos amigos en el mundo de la gastronomía.
Milanessi, llamado Mila cariñosamente por la comunidad tuitera, empezó a hacer garrapiñadas para todo el mundo de casualidad. Mucho antes de este fenómeno, en Buenos Aires, tuvo una vida de empleado bancario. “Nací en Capital, viví toda la vida en provincia, en La Matanza, de hecho me recibí en la Universidad de La Matanza y hasta hace poco viví en Ramos Mejía, en Villa Sarmiento. Trabajé durante muchos años en el Banco Hipotecario, especializado en hipotecas, después me dediqué a consultoría, una empresa española que había muy grande en el país donde nos dedicábamos al implementación de normas ISO y la empresa, que quebró en Europa en 2014, nos arrastró a todos”, recuerda.
En ese momento Facundo sintió que era necesario encarar un cambio. Había recibido varias sacudidas. “Había pasado 2001 escondido debajo del escritorio. En 2009 tuvimos la crisis hipotecaria. Le dije a mi mujer que si teníamos que arrancar de nuevo prefería empezar en un lugar donde viviéramos mejor. Y nos vinimos a Villa La Angostura en 2014. Así empezamos nuestra aventura acá. Pasé de ser gerente de una multinacional con despacho, secretaria y viajes a convenciones a ser empleado de una heladería”, relata. Su antigua vida con despacho propio, secretaria y viajes de convenciones se había esfumado en 24 horas. Ese día negro en la oficina no había sistema y nadie le respondía los llamados del otro lado del Atlántico.
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Ahora, Facundo era empleado de una heladería y se dedicaba a su elaboración. Su vida tenía más sabor que antes. Y alegremente, sus tres varones que en ese entonces tenía 4, 6, y 8 años se había adaptado sin inconvenientes a esta nueva vida donde incorporaban lago y nieve.
Primero alquilaron su casa de Buenos Aires y alquilaron en Villa La Angostura. Tras el trabajo como heladero, como necesitaba pagar las cuentas, volvió a ese viejo mundo de otra manera, trabajando en la única casa de cambio de Villa La Angostura. Facundo sentía mucho amor por su trabajo como heladero y de hecho, lo recuerda como una de sus épocas más felices. Pero la casa de cambio pagaba más y con tres chicos, no había mucho que pensar.
El capítulo de las garrapiñadas, que dio origen a su emprendimiento llamado El Bocado, todavía le parece increíble. Todo empezó cuando a fines de 2019 se hizo unas garrapiñadas para él y lo publicó en Twitter. Algo tan sencillo como eso. Y explotó. ¿Por qué no me mandás?, le pedían los tuiteros.
Después de haber trabajado tanto tiempo en consultoría de alimentos Milanessi no podía mandar el pedido así nomás. “Me puse a averiguar y acá en el pueblo hay una sala de elaboración comunitaria que pertenece a la Municipalidad, con tres cocinas una para conservas y dulces, otra para panificados y otra para productos sin TAC, donde vos te inscribís como emprendedor y cocinás en un ambiente controlado con análisis de laboratorio con un bromatólogo a cargo del espacio. Me pareció algo increíble”, cuenta sobre sus inicios en este emprendimiento de pequeña escala.
Con la pandemia, la jornada reducida de la casa de cambio le permitió dedicarse a su proyecto. “A las garrapiñadas de maní y semillas de girasol les sumé las de almendras y las de nueces, entonces mi cuenta de Twitter explotó y empecé a mandar a todo el país. Y todo fue en menos de un año, porque si la cuarentena empezó en marzo del 2020, en enero de 2021 renuncié a la casa de cambio y me alquilé un local donde hoy tengo mi fábrica y una tiendita porque nos dedicamos fundamentalmente a vender en toda la Argentina”.
Así fue como dejó la casa de cambio para vender garrapiñadas. “Es muy divertido contarlo porque lo primero que piensan es que las vendés en una plaza con un carrito. Y no”, se ríe.
“El 2020 fue increíble porque estuve cocinando en vivo en Caminos y Sabores, en La Rural en el mismo escenario que Dolli Irigoyen y Osvaldo Gross. En la grilla estaban ellos y… estaba yo. Qué increíble”, expresa con alegría. O que Dalma Maradona tenga mis garrapiñadas en su mesa de Año Nuevo. Son cosas mágicas. Es muy divertido”, cuenta todavía sin salir de su asombro por todo lo que está viviendo.
Una amiga pastelera con mucha presencia en redes le dijo que tenía que hacer las garrapiñadas de pistacho. La propuesta le parecía cara para unas garrapiñadas. Pero escuchó su consejo. Le encargó una bolsa de 5 kilos los emprendedores de Pistacho Soy, que no tenían esa cantidad. “Juntá cinco, mándame porque menos de eso me complica la vida, o sea, no puedo hacer más de tres paquetes. Me mandaron los cinco kilos. Fue un sábado a la mañana. Mientras los hacía, mi mujer me diseñaba una etiqueta, la imprimimos en casa, le pego una foto y la subo al catálogo, que en ese momento estaba en Whatsapp. Voy a almorzar con ella y con mis hijos y a la hora lo tuve que sacar del catálogo porque lo había vendido todo: 100 paquetes de pistacho”, dijo el emprendedor que ya no sabía qué estaba pasando y que todo le parecía una locura. Volvió a encargar otros cinco kilos de pistachos.
“Los segundos 100 paquetes de pistachos los vendimos en 11 minutos. Y teníamos lista de espera”, cuenta sobre el producto más caro que tienen, pero que eso no significa ningún problema. Ahora la temporada de ese fruto se terminó y están usando lo que queda. En abril será la cosecha y continuará la locura más hermosa para este emprendedor.
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