Como Yesterday a Paul Mc Cartney, por poner un ejemplo modesto, a Bruno Bombardi -33 años, programador- se le aparecieron los hinchas argentinos trepados a los semáforos mientras intentaba conciliar el sueño. Acostado boca arriba, un poco dormido, un poco despierto, la noche siguiente a los festejos por el recibimiento a la Scaloneta Bruno lo vio: abrió impactado los ojos y proyectó, mentalmente, su idea de videojuego en el cielo raso. Un personaje la camiseta de la Selección y gorrito piluso que escala como un monito un semáforo infinito mientras se le cruzan drones y palomas, y Messis y Dieguitos.
Casi no pudo dormir esa noche Bruno y apenas amaneció mandó mensaje a su amigo Franco Folatelli, también programador, joven argentino de 26 años que vive en Barcelona. “En tres o cuatro días lo tenemos que terminar”, propuso. Y arrancaron. Todo es frenético cuando sos campeón del mundo, todo va muy rápido en el Siglo XXI, así que el domingo siguiente, cuando se había cumplido apenas una semana de la gesta en Lusail, el Semáforo Climber estaba online. Sólo había que presionar la barra espaciadora y empezar a jugar.
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Pocas horas más tarde la novedad se había viralizado, una pieza más de la bomba de contenidos que todos los hinchas argentinos enloquecidos con la Copa nos dispusimos a consumir en medio de la efusividad de la tercera estrella. El Semáforo Climber se convirtió en furor de redes. Poco días después ya tiene más de 200 mil reproducciones en su página web y superó las 10 mil descargas gratuitas en la tienda de Google.
A Bruno y Franco se sumó más tarde Pablo Bianchi para componer la música del juego, que se puede usar en la computadora, la tablet o el celular. El trío logró en poco tiempo quizás el que sea por un tiempo el juego más legendario sobre la Selección argentina. Con una estética “pixel art”, la música de Muchachos, el desafío es todo lo simple y adictivo que se puede imaginar: el hincha tiene que subir lo más alto posible, pero el semáforo es infinito así que se trata de sumar la mayor cantidad de puntos antes de perder las tres vidas por culpa de las palomas o los drones.
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En el camino hacia la gloria, lo acompañan en determinados pasajes Messi con la Copa, el Dibu con su bailecito de los penales contra Francia, el ángel de Maradona, una chica que le ofrece fernet y otro que le da cerveza.
“Si hubiéramos tenido un poquito más de tiempo deberíamos haber agregado un gaucho con el mate”, ríe Bruno. Lo que sí insertaron fue a la abuela que alienta al hincha a seguir subiendo con la melodía de “Abuela, la, la, la” otro de los hits populares de la fiebre mundialista, una idea de Agustina, la novia de Franco.
“Cuando terminó el Mundial tenía ganas de hacer algo artístico, creativo. Y el miércoles empecé a darle vueltas a la idea de hacer un videojuego. Así que lo de los semáforos surgió orgánicamente. Ya veías a la gente en los semáforos en la calle y era un videojuego. Todo era trasladable. Subirse a un semáforo tiene sus obstáculos y sus riesgos y en un videojuego tenés que evitar perder. Si llegás a lo alto ganaste”, explica Bruno.
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Franco cuenta que cuando el jueves le escribió Bruno le dijo “es el momento”. “Y me re copó la idea instantáneamente. Le vi futuro. Me encanta trabajar con Bruno porque es fantástico como diseñador. Él tenía la idea de la mecánica principal que era escalar el semáforo. Lo demás lo fuimos trabajando, de la manera en que se mueve el personaje hasta los enemigos y las cosas que se encuentra en el camino”, agrega Franco.
La idea de un Maradona con la aureola de ángel y un velo como fantasmal apareció casi al final del desarrollo. “Fueron cosas que cuando estábamos terminando le agregamos para que fuera más visual y que no afecte al juego pero que sume. Al principio solo teníamos al tipo que te da la cerveza y luego agregamos a la chica que te da el fernet”, amplía.
Bombardi y Folatelli se conocieron hace unos años. Compartieron un trabajo y se hicieron amigos. Como Messi y De Paul, se entienden de memoria. Bruno dibuja. “Es el estilo de videojuegos que manejo, me gusta lo viejo. Lo dibujé y animé. Y creo que también pegó en la gente porque juega mucho con la nostalgia. Queríamos hacer algo lindo y rápido. Creíamos que iba a pegar pero no a este nivel”, admite el hombre que tuvo el click.
Con más de 200 mil reproducciones en su página web -y contando-, los creadores de Semáforo climber nunca especularon con ganar dinero. “No lo hicimos para monetizar. Fue una forma de contribuir con los festejos”, asegura Bruno.
Franco se fue de Buenos Aires a Barcelona en 2019. No es muy futbolero (Bruno tampoco) pero el Mundial se les impregnó inmediatamente. “Lo viví con mucha pasión. No esperaba tener el nivel de fanatismo que tuve durante el Mundial, me enganché y me trae mucha nostalgia de casa. Y eso sumó. Acá mucha gente que no entiende por qué los argentinos lo vivimos con tanta pasión. Pero los argentinos de acá también se subieron a los semáforos en los festejos”, ríe Folatelli.
“No esperábamos tanta repercusión. Sabíamos que podía pegar bien en el público pero no este nivel ni cerca. Nos abrumamos al principio. Nuestro objetivo es lograr que el Kun lo juegue, creo que todavía no lo logramos. Y nos gustaría saber si alguno de la Scaloneta lo jugó. Siempre fui arquero así que me gustaría que lo intente el Dibu”, amplía Franco, que está a punto de terminar una maestría en videojuegos en la capital catalana.
La cuestión es que los creadores del Semáforo Climber forman parte de ese puñado de argentinos a los que la Scaloneta, de manera indirecta, les regaló algo más que un título mundial. Así como los vendedores ambulantes se hicieron un aguinaldo con la venta callejera en los festejos, Bruno, Franco y Pablo encontraron un primer grito de aceptación a sus ideas.
En los comentarios que los usuarios dejan en la web del juego, se lee el impacto: “Me encataron los pequeños detalles y la música. Gracias por tomarse el tiempo para hacerlo!”; “Me encantó el juego, el pixelart y la música, la única crítica que tengo es que por favor bajen a la abuela de ahí que se puede caer y lastimar”; “Este juego es una leyenda, muchas gracias por darnos este juego buenísimo”.
Bruno no esperaba nada de lo que le vino con el título de Messi y los muchachos. “No soy la persona más futbolera pero este Mundial me despertó mucha emoción. Me fui subiendo a medida que pasaban los partido y terminé emocionado y llorando. Es lo que genera este equipo”, sonríe y agradece: “Le regalaron alegría a la gente, que todavía sigue. Y el juego es parte de eso, la gente lo juega y revive algo. Es seguir festejando un poco más”.
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