En 1998, cuando tenía tan solo 16 años, la vida de Jésica Vailatti cambió para siempre: un automovilista distraído abrió la puerta de su camioneta sin darse cuenta de que ella venía pedaleando en su bicicleta, hizo que perdiera el equilibrio y cayó debajo de un colectivo que le pasó por encima, causándole graves lesiones.
Tal como contó Infobae en noviembre del 2020, este tremendo episodio no alcanzó para que la entonces adolescente bajara los brazos, sino que, muy por el contrario, salió de terapia intensiva y poco a poco fue reconstruyendo su cuerpo y su historia.
“No era por las cicatrices, era porque había pasado de ser bailarina a estar rígida en una cama. Un día, en ese estado, le dije al doctor: ‘¿Y a mí quién me va a querer así?’. Y él me contestó algo que me hizo pensar en lo que estaba diciendo: ‘Nosotros, los orientales, no nos enamoramos del cuerpo sino del alma. El cuerpo cambia, envejece, el alma perdura’”, contó Vailatti en la nota publicada en aquel momento.
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Todo cambió para ella cuando conoció a Javier, un muchacho que iba al mismo colegio que ella cuando pasó el accidente y con el que nunca se había saludado, pero con el que se enamoraron y tuvieron una hija gracias a otra mujer que les subrogó el vientre.
Ahora, a sus 41 años y con su vida nuevamente encaminada, las secuelas de aquel evento traumático volvieron a aparecer y la insuficiencia renal que transitó durante los primeros meses de su recuperación, está volviendo a complicar las cosas.
“Una persona que pasó por su situación siempre queda con problemas renales, pero ella los venía sosteniendo bien hasta junio pasado, cuando, de golpe, se complicó y se le empezó a dializar”, explicó a Infobae Mercedes, su mamá.
Ante esta situación, Jésica decidió viajar desde Concordia, Entre Ríos, de donde es oriunda y donde vive junto a su familia, hasta la Ciudad de Buenos Aires para atenderse en el Hospital Italiano, donde un grupo médico analizó su caso y concluyó que necesita un trasplante de riñón, por lo que en ese instante comenzó el primer desafío.
La solución no tardó en llegar y a los pocos días ya tenían a una donante, la hermana de Jésica, con quien es “casi melliza, a pesar de que le lleva dos años de diferencia”, por lo que los órganos eran compatibles, pero ahí apareció la segunda complicación.
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“Por las fallas renales quedó todo frenado hasta septiembre último, cuando en el Hospital Italiano nos dijeron que, como debido al accidente ella terminó con una colostomía definitiva (procedimiento quirúrgico en el que se saca un extremo del intestino) y con el tórax complicado, no hay lugar para colocarle el riñón”, precisó la mujer.
Por esta razón, los médicos locales les aseguraron que no se puede hacer la operación y que la única solución que tiene Jésica es continuar con el tratamiento de diálisis.
“Ella por ahora está bien, pero ya no es la misma de antes: está cansada, se agita mucho... no queremos esperar a último momento y que ya sea demasiado tarde. Nos gustaría probar en otro lado, escuchar otras opiniones, porque mientras haya vida habrá esperanza”, señaló Mercedes.
Tras algunas averiguaciones, la familia supo de la Clínica Mayo, en Estados Unidos, una de las más prestigiosas del mundo, e inmediatamente surgió la posibilidad de que algún especialista de este centro médico vea su caso y los pueda ayudar.
“Nosotros no vamos a poder movernos, no tenemos cómo viajar a España porque no tenemos mucho dinero. Por eso queríamos ver si alguien nos podía ayudar, ya sea a encontrar a algún experto en el país o con donaciones, para irnos hasta allá”, señaló la madre de Jésica, que la acompaña en todo momento y la ayuda con su hija cuando no está Javier, el padre de la niña y su esposo, el mismo que conoció hace más de 20 años y que nunca se fue de su lado.
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