Apenas se enciende la cámara, los niños ríen, corren y saltan delante de ella mientras que adultos y ancianos se mantienen a distancia, intrigados por la novedad de una cámara filmadora, algo poco habitual. Desde el umbral de sus casas o negocios miran de reojo esa algarabía infantil. Veían por primera vez el aparato que registraría en 1938 las últimas imágenes en movimiento del barrio judío de Nasielka, a 50 kilómetros de Varsovia; un lugar que apenas un año después sería liquidado por los nazis.
De esos dos rollos de 16 milímetros, uno en blanco y negro y otro a color, que pudo filmar el polaco David Kurtz nació el documental “Tres minutos: una exploración”, de Bianca Stigter, que ya puede verse en Filmin.
“Me reconocí de inmediato. Nadie tenía cámaras así. Era como una novedad, un evento mágico”, asegura en el avance del documental el anciano que es hoy uno de aquellos niños.
“El hecho de que una cámara los grabase es una prueba de que estas personas existieron de verdad”, advierte la narradora, la actriz británica Helena Bonham Carter.
La filmación, en la que aparentemente no pasa nada, recrea un día como cualquier otro en ese pueblo polaco; son los inenarrables acontecimientos posteriores los que llenan de sentido y de emoción esos breves instantes. Las sonrisas de los niños, su diversión inocente y sencilla frente a la cámara, son un contraste brutal con lo que desde el presente el que los observa sabe de su triste historia y horrendo destino.
La película casera está editada de forma imaginativa para crear un documental de más de una hora de duración. Su autor, emigrante en Estados Unidos, grabó con una novedosa Cine Kodak Magazine de 16 mm lo que eran unas vacaciones en familia por toda Europa y por las tierras de sus antepasados.
Lo que no podía imaginar en ese entonces el adinerado burgués es que las imágenes intrascendentes de las calles bulliciosas y sorprendidas por la presencia de una cámara no profesional estaban a punto de convertirse en un pueblo fantasma. Meses después, los protagonistas accidentales de ese simple y pretendidamente inocente recuerdo familiar serían deportados a Treblinka.
“Estamos demasiado habituados a contemplar el Holocausto como un suceso irreal y de un pasado tan remoto que nada tiene que ver con nosotros. Se habla de seis millones de muertos y en la enormidad de la cifra apenas reconocemos un número comprensible. ¿Cambiaría algo si fuera mucho mayor o mucho más pequeño? Es algo tan grande que se convierte en una abstracción. Te adormece la mente, te detiene”, señaló Bianc Stigter al ser entrevistada por el diario El País.
“La primera vez que vi las imágenes fue en la web del Museo del Holocausto de Washington. Me fascinaron por la sensación de cercanía, de inmediatez, que daba el color”, detalló Stigter.
El documental en cuestión, que se empezó a gestar en 2014, hace pie en la investigación de Glenn Kurtz, nieto del autor de la filmación, y que lleva por título “Three Minutes in Poland: Discovering a Lost World in a 1938 Family Film”.
Tras un meticuloso trabajo forense de investigación, la directora pudo dar con uno de los sobrevivientes que se ven en esas imágenes: el señor Chandler.
“Recuerdo que cuando le enseñé la película su reacción fue de alivio, pero sin emoción de ningún tipo. ‘Ahora ya puedo decir que no soy de Marte’ me dijo. Le pesaba el no poder mostrar nada ni tener a nadie de su infancia. La película, de algún modo, le devolvió su niñez”, remarcó Stigter.
En el documental se aportan los datos, las cifras, los nombres, las fechas y, sobre todo, las ausencias que dejó la aniquilación nazi. Desde su estreno en el Festival de Sundance hace casi un año, el film no hizo más que crecer hasta transformarse en memoria viva.
“El Holocausto en su más trivial definición fue sólo un intento de borrar a toda la población judía de Europa. La película recupera algo que no fue borrado. Se trata de algo mínimo, quizá pueril, pero en su modestia, en su ordinariez si se quiere, acaba por ser extraordinario. De alguna forma, es una victoria pequeña, pero importante, contra la barbarie”, concluyó la directora.
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