Hoy es 31 de diciembre. Y mañana, “año nuevo, vida nueva”. La ilusión que nos genera el fin de una etapa y comenzar una nueva es increíble. Y se festeja a lo grande. La tradición latina dice que “Navidad con la familia, Año Nuevo con los amigos”, es decir que con los amigos (que son esa familia que se elige) tenemos y gozamos más libertades que con la familia de sangre; con ellos podemos hacer y decir lo que queramos, dado que son nuestros cómplices. Se come mucho, se bebe mucho y la celebración termina en la mañana del 1° de enero.
Todo eso y mucho más ocurren en esta noche. Extrañamente, y a pesar de los rigores de la canícula que imperan por estas regiones del mundo, no es tradición salir a hacer el conteo final de 10 hacia atrás a las plazas. Debería ser así, dado que el calor nos expulsa de estar encerrados entre cuatro paredes, pero no. Tampoco lo del conteo es muy exacto. Festejamos las 0 horas del 31 de diciembre con una variación entre 5 o 10 minutos, antes o después del huso horario.
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¿Tradiciones para atraer a la buenaventura para el próximo año? Cientos, de acuerdo a la ascendencia que tengamos en cada familia.
Los noticieros por la mañana nos avisan que en Kiribati ya es el año próximo y que Samoa será el último lugar del mundo que cambiará el calendario.
Pero, ¿en qué año estamos viviendo? El calendario gregoriano se impuso en el mundo comercial. A nadie se le ocurriría poner en el casillero de algún formulario, donde dice año de nacimiento, “Serpiente de madera”. Es inevitable, no hace falta decirlo, que en la mayoría de los lugares del mundo a la pregunta “¿qué año es?”, la respuesta será la misma. Pero miles de millones de personas todavía usan calendarios distintos al gregoriano, aunque solo sea para programación de fiestas religiosas.
Hay o ha habido pueblos que para sus calendarios se han basado en hechos particulares, como la actitud de determinados animales o el florecimiento de determinados árboles. Pero, en general, los calendarios se basan en la Luna o el Sol. El problema con los calendarios lunares, sin embargo, es que el mes lunar es más corto, y cada año lunar (el conjunto de 12 ciclos lunares) termina durando unos 11 días menos que en cada año calendario. Es por eso que los calendarios lunares no respetan las estaciones a largo plazo, un problema si se lo usa para reservar vacaciones en la playa o, peor aún, para decidir cuándo sembrar. La mayoría de los calendarios son, por tanto, solares o lunisolares.
Pero los calendarios solares tampoco son perfectos. Un año solar dura 365,24219 días. Un calendario que no encuentra la manera de superar esta dificultad pronto se desfasa. Por eso casi todos los calendarios tienen meses de diferente duración o años bisiestos, es decir, con un día más, para ponerse al día.
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Hagamos, ahora un breve y rápido repaso sobre los calendarios que rigen nuestro devenir.
El calendario gregoriano
Es un calendario solar. El Papa Gregorio XIII lo introdujo en 1582 para corregir los atrasos acumulados por el calendario anterior, el juliano (porque lo introdujo Julio César). Después de consultar a todos los expertos del caso, el Papa Gregorio XIII decidió, en primer lugar, que después del jueves 4 de octubre de 1582 habría directamente el viernes 15 de octubre. Para ponerse al día, ese octubre fue el mes más corto de la historia. Menudo problema que hubiera ocurrido hoy en día! Es más, cuando se ajustó el calendario, no fue todos a una cómo podríamos creer, sino que se tardó muchos años en ajustar la fecha. Con dato anecdótico para ese día es que santa Teresa de Jesús, fallecerá ese día el 4 de octubre de 1582, y será sepultada el 15 de octubre; es decir al otro día.
El calendario islámico
Es un calendario lunar y se comienza a contar desde el 16 de julio de 622 del calendario juliano: el día de la Hégira, el abandono de La Meca por parte de Mahoma. Al ser lunar, sus 12 meses son todos de 29 o 30 días, para un total de 354 o 355 días. Este calendario también incluye años bisiestos. El hecho de que el calendario islámico sea lunar y no prevea ajustes al año solar significa que sus días festivos, como el Ramadán, pueden caer en cualquier estación. Segú este calendario nos encontramos en el año 1444. También existen calendarios islámicos de otro tipo en Irán y Afganistán se utiliza el calendario persa, que es solar y actualmente está en el año 1401.
El calendario hebreo
Es lunisolar y se elaboró por primera vez poco antes del nacimiento de Jesús: al principio se decidía la duración de cada mes de vez en cuando, mirando a la Luna. Pero a lo largo de los años sufrió varias evoluciones que la hicieron más precisa. En este calendario, los años se agrupan en ciclos de 19 años y pueden tener 12 o 13 meses, y los meses pueden tener 29 o 30 días. Hoy estamos en el año 5783 y se cuenta desde el último día de la creación.
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El calendario chino
Es lunisolar y los meses comienzan con la luna nueva. Es muy similar al judío, porque se construye en base a ciclos de 12 y 13 meses, alternados. A lo largo de los años ha habido varias revisiones y evoluciones y, por lo tanto, se han desarrollado en Asia varios calendarios chinos o calendarios de origen chino. Cada ciclo de años se compone de 60. Nuestro 22 de enero dará comienzo el nuevo año que sería para nuestro calendario el año 4721 y será el año del Buey.
Calendarios hindúes
Hay al menos tres principales, pero hay muchas variaciones regionales. Y todos son bastante complicados porque, como explica la web Time and Date , “ofrecen un método multidimensional para estructurar el tiempo, combinando información sobre los días lunares, los días solares, los meses lunares, los meses solares, los movimientos del Sol y la Luna en relación con otros cuerpos celestes, y otros elementos astronómicos». Hay meses lunares y solares en estos calendarios. Según el calendario nacional indio -que es consecuencia de los calendarios hindúes, aunque no sea lo mismo- estamos en el año 1944. Su año cero comienza cerca del equinoccio de primavera del año 78 d.C.
El calendario budista
Es una derivación de los calendarios hindúes. Su año cero, sin embargo, coincide con la muerte de Buda.
El calendario mundial
No ha tenido mucho éxito hasta el momento, pero es una propuesta para revisar el calendario gregoriano. Elisabeth Achelis lo hizo en 1930, basándose en una propuesta anterior de un “calendario gregoriano perpetuo”. “Perpetuo” porque siempre es idéntico, sin la molestia de los años bisiestos. Se ha hecho por 12 meses de 30 o 31 días, pero incluye dos días “extra” marcados con una letra y no con un número.
El calendario revolucionario francés
En el ímpetu de su Revolución, algunos franceses adoptaron un nuevo calendario en el calendario gregoriano año 1792, compuesto por 12 meses de 30 días, con semanas de 10 días y cinco o seis días extra al final de cada año. Se inició el 22 de septiembre de 1792, día de la proclamación de la República Francesa (tres años después de la toma de la Bastilla) y también cambió el nombre a los meses: vendimia, brumario, frimaio, nevado, lluvioso, ventoso, germinal, floral, pastizal, mesidor, termidor y fructidor. Los días extra eran el día de la virtud, el día del genio, el día del trabajo, el día de la opinión, el día de las recompensas y, en años bisiestos, el día de la revolución. En 1871, durante la Comuna de París, alguien intentó volver a ponerlo de moda, sin demasiado éxito. Sin embargo hoy sería Tridì, 23 lluvioso del año CCXXXI. Es decir, el tercer día de la tercera década del mes conocido como lluvioso, del año 231 desde la proclamación de la república.
Y muchos otros calendarios como por ejemplo:
El copto se divide en 13 meses (12 de los cuales tienen 30 días) y su año cero es el momento en que Diocleciano se convierte en emperador romano; la revolucionaria soviética , que complicó aún más la cuestión que desde hace un siglo confunde a estudiantes de todo el mundo que estudian una revolución de octubre , que sin embargo se produjo en noviembre; el etíope (solar y no lunisolar); la juliana revisada (que también podría ser más precisa que la gregoriana); la de los mayas , que estuvo muy de moda allá por 2012.
También tenemos calendarios como el de Turkmenistán, en donde el líder de ese país, Saparmyrat Nyýazow, pensó que si el emperador Augusto y Julio César pudieron nombrar meses en su honor, ¿Por qué él no podría hacer algo similar? Así, el mes de abril, por ejemplo, se convirtió en gurbansoltan, el nombre de su madre. Septiembre, Ruhnama, recibió el nombre del libro escrito por el presidente y enero pasó a llamarse Türkmenbaşy (‘líder de Turkmenistán’).
Sea como sea, hoy concluimos un ciclo y damos la bienvenida a otro. Lleno de esperanzas, alegrías, salud, amistad y de vida. Mucho dependerá de nosotros, pero también de nuestras circunstancias.
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