“La vida tiene momentos malos, donde los golpes no avisan/ pero yo me quedo con esos ratitos, en lo que me dio una sonrisa”, dice la canción La gran fiesta, de Olga Tañón, que Milena baila con una amplia sonrisa. Da vueltas, sacude el cuerpito, muestra el bracito vendado donde iba a ingresar la última aguja. Detrás, su mamá y Daniel acompañan el ritmo. Los tres están felices y emocionados.
El momento dura apenas un minuto, pero representa todo el año en que la pequeña luchó por su vida y la victoria que logró escudada en su buen humor e inmensas ganas de bailar. Estuvo siempre acompañada por sus seres queridos y el enfermero que la recibió cuando ingresó al tratamiento, con el pelo hasta la cintura; que debió suministrarle cada una de las quimioterapias sintiendo el dolor, pero alentándola y que se convirtió en su gran amigo.
“Estábamos esperando que trajeran de la farmacia la quimio y Mile me dijo: ‘¿Hacemos un Tiktok?’. La mamá puso la música y comenzamos a bailar, jugando”, contó el enfermero.
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El baile de la victoria
Los demás nenes y nenas que siguen en tratamiento, en la Fundación Hospitalaria, de Saavedra, ya le pidieron a Daniel Yolan que baile con ellos cuando terminen sus quimios. Es que ese baile inocente y viral acaba de ser declarado por los propios “pacientitos”, como él les dice, “el baile de la victoria”, el baile de la vida que dijo que sí y de los años por venir.
Debajo del ambo celeste, está el enfermero nacido hace 46 años en la ciudad de Laprida, provincia de Buenos Aires. Allí estudió apenas terminó el secundario para ser auxiliar de enfermería, luego se mudó a Azul donde se siguió formando y trabajando. Más tarde, llegó la etapa de trabajo arduo y el deseo de dedicarse de lleno a lo que amaba.
“Siempre quise trabajar con niños. Durante la etapa que estuve en otra área en Lobos, supe que eso no era lo mío y sentí que tenía que volver a hacer asistencia, me especialicé en terapia intensiva pediátrica y renuncié a ser jefe en el lugar donde estaba trabajando para comenzar a asistir a los chiquitos”, le cuenta a Infobae aún conmocionado por la repercusión del video viral.
Concentrado en encontrar el trabajo de sus sueños, gracias a un amigo, llegó a la Fundación. “Me paré en una esquina y me maravillé por lo que es el lugar. Di un examen, lo aprobé e ingresé en el turno de la noche en terapia intensiva porque estaba formado como enfermero terapista. Luego la Dirección Médica me ofrece un puesto para hacer una actividad en la Fundación y paso a la mañana, Seguí en pre quirúrgico, donde preparamos a los nenes que serán operados y cuando una compañera embarazada me pregunta si podía cubrir su lugar en pediatría empecé a tratar con niños oncológicos”, hace el racconto.
“Cada vez que hacía quimios, que se las inyectaba, ya eran todos niños que venían en tratamiento hasta que me tocó la primera paciente que empezó conmigo. Era Milena. Cuando la vi y vi a su mamá y papá, dolidos por el diagnóstico que tenía, los acompañé y con Mile, tuvimos ese primer contacto y supimos que nos íbamos a llevar bien siempre”, cuenta.
Durante un año, la pequeña llegó todos los martes por la mañana y Daniel le pasaba la quimio. Este martes 27 de diciembre fue la última vez que se sometió a ese tratamiento. “Yo la estaba esperando muy nervioso porque era la última y se dio la coincidencia de que la primera médica que la recibió en la primera internación fue la que estuvo también en la ultima visita. Mientras esperábamos que llegara la quimio grabamos el video, jugamos, nos divertimos. ¡Fue muy emotivo!”.
Emocionado Yolan, sigue: “Fue un momento muy lindo. Esta posibilidad de jugar, que es algo que realmente destacó de la Fundación, porque nos habilitan a poder hacer que estos tratamientos sean lo más llevaderos posible porque es muy duro todo esto”.
Cuando el video se hizo viral, la pequeña le mandó un hermoso mensaje de agradecimiento. “Aún sigo muy emocionado. No esperaba esto, la emoción por ella es realmente es muy, pero muy grande. Como lo es que esto hoy salga en los medios y que den visibilidad de esto, que es la salud también con su parte de juego con los niños para que se recuperen y también nosotros los enfermeros, que trabajamos aquí y que somos parte de un gran equipo profesional y humano, que ponemos todo lo nuestro para que estos niños puedan salir adelante”.
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Su trabajo, como el de cada uno de sus colegas, es sumamente importante. “Hacemos de intermediarios. No paramos en ningún momento, estamos con los pacientes las 24 horas, todos los días, desde que llegan hasta que se van. Y hay muchos chiquitos en tratamiento oncológico, no podría dar un número exacto y cada uno tiene su condición especial y hacemos lo mejor posible para que el resultado sea el mejor para ellos”.
Claro que al llegar a casa, lo que vive durante el día no queda detrás de la puerta. “Juegan muchas emociones porque sabemos que llegará el día martes, que toca pasar la quimio, pero que quedan muchas todavía en el camino. Entonces, hay que esperar a ver cuál es el resultado en ese trayecto porque van a pasar muchas cosas con estas pequeñitos a los que pueden llegar a bajar su glóbulos rojos, que le pueden subir los glóbulos blancos, que se les puede encontrar infecciones, que se pueden convertir en pacientes neutropénicos, que van a estar inmunocomprometido y a estar indefensos siempre... O sea, que van a pasar por muchas cosas y uno siempre se pone la meta de que todo salga bien hasta el final de la última quimio”.
Daniel, asevera conmovido que “poder decir cuándo va a ser el último día es vivir con ellos esa sensación personal, se vive de la misma manera que los padres, con quienes se crea un lazo inevitable porque además de atender a sus hijos estamos para ellos, para contenerlos. Esto pasa con todas las enfermedades, hay que hacer un poquito de psicólogo también y cuando se les ve una pequeña pista de risa, de alegría hay que compartirla para que ellos se sientan bien, felices”.
Para él es muy difícil cuando alguno de los pacientitos no lo logra. “Gracias a Dios no son los más, pero ha pasado y es tremendo, pero no creo poder irme de lo asistencial, de estar con ellos, cuidarlos y de estar con sus papás. Es muy lindo trabajar con ellos y lo hago desde hace 24 años y 18 en este fundación, pero para relajar un poco en el ámbito de la salud estoy estudiando Nutrición”.
Además de eso, ama caminar, salir e ir a bailar con sus amigos, recrearse, ver películas y seguir estudiando es mucho de lo hace en su vida sin el ambo. “Durante un tiempo me interesó al moda, pero me tiró más el estar trabajando con los chicos”.
Al borde de las lágrimas, ya sobrepasado de emoción, define. “La enfermería es para mi es mi corazón, el motor de mi vida. ¡Me invade la emoción! Levantarme todos los días temprano para trabajar para esos chicos es lo que me mantiene, excede la palabra profesión, que le queda chica. La enfermería es todo para mi”, finaliza.
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