“Tatúo, luego existo”, esa es la filosofía de vida de César Molina, conocido por todos como Yeyo, el apodo que adoptó desde niño. Tiene su estudio en Quilmes, y debido al realismo que logra en sus tatuajes, sus redes sociales explotaron de pedidos después de que la Selección Nacional se consagró como campeona en Qatar. La lista de espera para llevar en la piel uno de sus diseños ya es de un año, y el más solicitado es el de Lionel Messi con la Copa del Mundo. Después de una larguísima jornada, el artista habló con Infobae sobre sus comienzos, el sueño de ser futbolista que lo acompañó en su infancia y el exitoso presente profesional que está viviendo.
A sus 35 años, esta es la primera vez que ve coronarse de gloria al equipo argentino, y confiesa que aún no puede creerlo. Futbolero de alma, cuando era chico quería ser futbolista y jugar en primera, pero después de pasar por un club de Berazategui el recorrido llegó a su fin más pronto que tarde. ”Intenté ser jugador de fútbol, porque soy del ‘86, y nuestra generación se crió con ese deseo, pero por cuestiones de capacidad llegás o no llegás, y yo no llegué”, comenta con humildad. Sin embargo, nunca dejó de estar ligado al mundo deportivo, y por eso se emociona cuando escucha que algunos lo llaman “el Maradona de los tatuajes” por su talento.
“Hablando nomás se me pone la piel de pollo; todavía no caigo, y creo que somos millones los que todavía no caemos de lo que pasó el fin de semana pasado”, asegura. Y reconoce: “Desde el 2014 tengo la herida abierta de que se nos escapó cuando la teníamos en la mano con Alemania en Brasil, y hoy empieza a curar, porque veo esta generación de futbolistas como Messi, Dibu, Di María, y Agüero en la tribuna, que obtuvieron el resultado que tanto deseábamos, incluso más por ellos que por nosotros”. Confiesa que le gustan los finales felices, y que este fue el broche de oro que tanto merecían los titanes que dejaron todo en la cancha con la camiseta celeste y blanca.
“Ver que finalmente se concreta es algo inexplicable, pareciera que esto es un sueño. No quiero ni imaginarme lo que estarán viviendo los pibes, los jugadores que deben pedir todas las mañanas que alguien los pellizque para ver si es real”, expresa conmovido. Yeyo ya había brindado su testimonio durante la Copa América en el documental Selección argentina, la serie - Camino a Qatar, disponible en Amazon Prime, donde demostró sus conocimientos futbolísticos y la pasión que lo llevó a incursionar en el full collor y el detalle fino en los tatuajes. Para ese entonces su nombre ya resonaba fuerte, y había viajado a Pekín, Nueva York, Shanghái, Madrid, Mónaco, Los Ángeles, Philadelphia, San Pablo, a diferentes convenciones a las que lo invitaron, e incluso recibió premios.
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Atravesó un largo camino desde los 14 años, y ahora acumula 22 de experiencia interviniendo en la piel de miles de personas que quieren que él los tatúe en su local de San Francisco Solano. Define como “un honor” tatuar fotografías de Messi, y asegura que la mayoría de los clientes han hecho promesas durante el Mundial y ahora están listos para cumplirlas. “La particularidad de mi trabajo es que me dedico a un solo cliente por día, porque los trabajos que me piden suelen ser muy elaborados, y llevan mucho tiempo”, explica. Las sesiones duran mínimo seis horas, a veces ocho, e incluso algunas obras le llevaron dos días por el grado de detalle, ya que no solo es un rostro, sino también los elementos que acompañan, como la copa dorada.
“Uno de los últimos Messi que compartí lo empecé el martes, trabajé unas siete horas y después el miércoles otras ocho, así que fueron más o menos 15 horas en total”, revela. Muchos le pedían turnos para tatuarse al crack rosarino como campeón del mundo antes de que se conociera el resultado final, pero se negaba a aceptarlos hasta que terminara la competencia, por el temor de “mufar” a la Selección. “A todos les decía: ‘Hablamos después del Mundial’, y ahora tengo una inmensa cantidad de pedidos que cumplir”, relata con humor. “Lo primero que hago es pedirles disculpas por la demora que tengo, porque si es por mí yo no quiero nada más que trabajar, pero es una cuestión de tiempos, que físicamente es imposible también”, se lamenta.
“Vienen con una expectativa altísima, y yo les pido que no tengan ningún tipo de apuro, que si tienen planes para después cancelen todo, porque es feo trabajar mirando el reloj, y claramente se va a ver reflejado en el resultado final”, manifiesta con sentido de la responsabilidad que implica crear una imagen que alguien llevará en la piel.
El mundo del tattoo y los tabúes
Aunque ahora un tatuaje puede considerarse una obra de arte, casi como llevar un cuadro sellado en la piel, Yeyo admite que los comienzos fueron difíciles. “Antes decir que tatuabas era una mala palabra; no es que estaba prohibido, pero implícitamente sí, y mis viejos no veían con buenos ojos el hecho que yo me dedique a eso, porque lo asociaban a malas influencias, malos ambientes, y estaba mal visto”, sostiene. Y agrega: “Si eras varón y tenías un tatuaje decían que seguramente estuviste preso, y si eras mujer lo mismo, o que quizá eras trabajadora sexual, todo estaba relacionado a lo negativo, y era un tabú total”.
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Alega que gracias al avance de la tecnología y al aporte de muchos artistas que demostraron que se pueden obtener resultados impensados, la mirada social fue cambiando. “Históricamente el tatuador no era una persona instruida, sino que era un poco más callejera la cuestión, por lo menos en la historia reciente occidental, pero hoy contamos con tatuadores que salen recibidos de la Escuela de Bellas Artes, que vuelcan sus conocimientos y es impresionante lo que se puede hacer”, sentencia. Su estilo predilecto es el fotorealismo, algo imposible años atrás. “Vino de la mano de la las máquinas que hoy existen, tanto las rotativas como las Wireless, sin cables, las agujas, las tintas, todo fue mejorando, y así el tatuaje se fue superando”.
Su formación empezó como autodidacta, y admite que las únicas materias en que se destacaba en la escuela eran plástica y educación física. “Era un alumno regular, y la verdad es que no tuve la suerte de poder estudiar; recién de grande tuve la posibilidad de tomar clases con un profesor de Bellas Artes, Marcelo Germaná, a quien le agradezco mucho, porque yo me defendía con el black and grey, un estilo de de tatuajes que se logra con negro y diluyente, pero me estaban pidiendo muchos trabajos con color, y para poder hacerlo tenía que conocer la teoría de color”, indica. Leyó libros de Leonardo Da Vinci, y comprendió la importancia de la preparación teórica además de la práctica.
“Lo que le recomiendo a los iniciantes en el mundo del tatuaje es que estudien, si tienen la posibilidad de ir a la universidad, y sino, tomar clases, porque para mí eso es excelente, es un gran consejo”, asegura.
Los memes y los tatuajes
Las últimas semanas circularon muchos tatuajes de Messi en las redes sociales, y varios se viralizaron, pero no exactamente por el grado de realismo. “Ahora vi uno circulando de una persona que se escribió en la frente Messi, en un pómulo ‘10′ y en el otro ‘Dios’, y la verdad es que yo por recomendación a un cliente quizá eso no lo haría, pero no quiero faltarle el respeto a ningún colega”, explica. “Hay que pensar a futuro, porque en algún momento tenés que salir en la calle, o ir a buscar trabajo, entonces depende también de la posibilidad de cada uno; si sos un heredero, bueno, pero si no...se complica”, argumenta.
“Nosotros estamos para complacer al cliente, pero a su vez le damos nuestra recomendación profesional, porque si bien el tatuaje es del cliente, depende también de mí, que soy le que lo hace”, remarca. Otros casos como el que los usuarios de Twitter bautizaron como “El Messi rugbier”, también movilizan a Yeyo, que plantea la falta de empatía con los artistas del tattoo. “Básicamente lo lamento mucho por mis colegas, que hacen un trabajo con cariño y con respeto, y el resultado final puede ser muy disfrutado por miles de personas como puede ser un meme compartido por miles de personas”, reflexiona.
“Todos los tatuadores sentimos esa presión, porque nadie quiere ser meme si lo que hacés es realismo. Uno arranca una sesión de trabajo con seriedad, cariño y respeto hacia la persona que va a ser retratada y a quien va a ser tatuado, y por eso cuando veo este tipo de cosas pienso en el momento que estará atravesando ese tatuador a nivel autoestima, porque no hay duda de que es un golpe anímico. No es lindo que se rían de tu trabajo”, cuenta con seriedad. En este sentido, sostiene que muchas veces se subestima la cantidad de horas que implica lograr no solo la similitud física, sino cada detalle.
“Específicamente Messi, o El Diego, son personajes muy famosos, muy conocidos, y si le pifiaste en un pómulo, en una ceja o en un diente, enseguida te marcan el error y te mandan la hoguera”, ejemplifica. “Creo que todos preferimos viralizarnos por un buen trabajo, y mi deseo es que vean un laburo mío y que lo identifiquen solo al verlo, eso para mi sería tocar el cielo con las manos; esa es mi búsqueda”, dice entusiasmado. Sobre el apodo que ahora se convirtió en su sello y en una marca en sí misma, cuenta que surgió de su hermano menor: “Nos llevamos tres años, y él intentaba decirme ‘César’ cuando éramos chiquitos, pero me decía ‘Yeya’, así que como soy varón lo cambiamos a ‘Yeyo’ y me quedó para siempre”.
“Vengo de una familia muy humilde, y para mí era impensado viajar a China, a Oriente, Occidente. Nunca pensé salir de Solano, de Quilmes o de Buenos Aires, y el tatuaje me llevó a conocer el mundo, por eso le debo muchísimo respeto al tatuaje, y siempre pongo lo mejor de mí para retribuir ese agradecimiento”, sostiene orgulloso. Cuando se trata de tatuarse, revela que no tiene alguien específico a quien recurrir, y elige priorizar otras cuestiones, como los círculos sociales y el simbolismo detrás de un tatuaje.
“Estoy en una etapa de mi vida en la cual para mí la parte humana está por encima de todo, y creo que hay muchos artistas excelentes, pero si no sos buena persona, a mí no me interesa llevar un tatuaje tuyo, y aunque no seas el mejor artísticamente o técnicamente; si se trata de una buena persona con quien me llevo bien, entonces claro que me gusta llevar un tatuaje de un amigo”, detalla mientras sonríe. Como moraleja de su propia historia de vida, concluye: “Estoy hace 22 años y he visto muchos pibes subir y muchos pibes caer; muchas veces las luces marean y ahí es donde hay que darse cuenta de lo afortunados que somos por trabajar de lo que nos gusta. Para mí es una bendición haber nacido en Argentina, porque si hay una característica principal de los argentinos es la pasión, y yo no soy la excepción”.
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