El Mundial acabó de la mejor manera. Casi tanto como la palabra acabar hace que el castellano ponga al final y al placer en una misma línea. Un sufrimiento continuó, sin tregua, que descarriló en un festejo frenético, multitudinario, que desarmó grietas y distancias, que juntó, se alegró y esperanzó. Tiro telas celeste y blanca por las ventanas de Once, manguereó desde las terrazas de Constitución para aliviar el calor, llevó a un pibe en un arco en caravana hasta que consiguió su selfie, recibió los billetes del Papu para pasar una Navidad Beckhamplanera con Fernet en jarra y pan dulce y tiró peluches como forma de comunicación no verbal con sus jugadores ninjas aunque nos hayan tildado de sudacas sin saber que en la degradación está la fuerza de sacar valor.
En el triunfo de Argentina hay talento y hay agallas, hay astucia y hay entrenamiento, hay terapia y descontrol, hay aciertos y hay errores, hay creatividad y desorganización y hay rituales inexplicables. Las subidas alentadas como si se tratara de un penal que debía ganar al que le costaba y también doblaba las leyes de la física con una forma de hablar que hace de cualquier gesta un cantito, las calles colmadas de personas que no sabían a donde iban o de donde volvían pero que eran parte del Festejo Social Post Partido Obligatorio (después de tanto ASPO nos merecíamos este grito de gol), los sentimientos exacerbados (no hubo un jugador que lloró sino un mar de lágrimas como si la celeste y blanca fuera parte de una marea emocional) y la alegría. Una alegría popular que es un arte en donde nuestras cabezas se juntan para que juntas la felicidad sea posible.
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Si Argentina fue -ES-, o no queremos que deje de ser, un país tomado por el Mundial fue también un país en el que las mujeres no fueron las que se tenían que correr de la pantalla, sino las que fueron reivindicadas como abuelas (el “abuela, la la la la” se volvió un himno callejero que invitaba a salir a las que más les costaba) y que hizo parte central de la hinchada a las más grandes, a las cocineras, a las madres, a las cuidadoras, a las periodistas deportivas, a las fanáticas, a las que eligieron creer y a las que aportaban su magia. Nunca en un país del mundo hubo tantas personas festejando. Y nunca en un país del mundo hubo tantas mujeres alentando.
Y, en este año, que nos sorprende sin querer sacarnos la camiseta (y agradecemos al que se sacó la camiseta para dársela a un cartonero), sin poder dejar de ver los goles en loop, queriendo hacer un vivo en donde nos saquen carcajadas por los cortes de pelo o los tachos de basura que se convierten en un trampolín a una fiesta en la que hubo lugar para un país, hay un nuevo objetivo para el 2023: alentar a la selección femenina de futbol para el mundial que se juega en Australia y Nueva Zelanda, entre el 20 de julio y el 20 de agosto, del 2023. No se trata de los resultados, sino de lograr que a nuestras jugadoras no les falte nada.
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Argentina es un país futbolero, el más futbolero del mundo dijo el Presidente de la AFA, Chiqui Tapia, en el tuit, en el que agradeció tanto amor para la selección masculina. Sin embargo, es una deuda, una deuda inexplicablemente pendiente, que el futbol femenino esté al nivel de nuestra pasión. Recién se logró la profesionalización, se transmite por televisión, se abrieron las canchas, con público e hinchadas y con periodistas y jugadoras reconocidas y contenidas y alentadas para que puedan jugar y no renunciar en el intento. Y no paso solo, sino porque reclamamos por el derecho al juego.
El futbol femenino ya estaba, pero subestimado, marginal, denigrado, por los mismos periodistas machistas que denigraban a Messi y a la Selección. A las jugadoras las dejaban durmiendo en un micro antes de un encuentro, las y ninguneaban y entrenaban sin las condiciones necesarias para una competición de nivel internacional y al nivel del potrero que es parte de nuestra identidad y cultura nacional.
Todavía no está todo lo que se necesita. Pero con el auge del feminismo argentino, que también junto a millones en las calles para pedir más deseos y derechos -entre el 2015 y el 2018- se logró un empuje masivo que derivó en la profesionalización y en una ola verde que se volvió celeste y blanca para que mejoren un poco las condiciones y la comunicación de las pibas que patean, reman y entrenan. Todavía falta mucho. Y esta es nuestra oportunidad.
Muchachas, en el 2023, sí que las vamos a alentar
La mejor jugadora argentina es Estefanía Banini, que de nena no la querían dejar jugar, se tuvo que ir de la Selección y volvió a ser convocada, fue fundamental para llegar al Mundial y ahora es figura en el Atlético de Madrid de España. Ella posteó en Instagram una foto que recuerda su encuentro con Lionel Messi y Lionel Scaloni, en el predio de la AFA, en 2019, en un almuerzo mixto de selecciones que -ojalá- se vuelva a repetir. Festeja entusiasmada el triunfo argentino, con una pasión que para vivirla bien hay que nacer en el sur y también destaca: “Así como hoy es común que tanto hombres como mujeres hablemos del Mundial y nos empapemos de esta pasión nos falta también apoyar al futbol femenino y darle un trato igualitario”.
-¿Cómo viviste el triunfo de Argentina en el Mundial?
-Sentí mucha emoción. Es una alegría enorme para todos los argentinos que hacía muchísimo que no sentíamos. Estoy más que agradecida a los jugadores que nos representaron y de qué manera. Nos dejaron muy bien y no solamente porque sean campeones. Vienen jugando y compitiendo de una manera que nos representaron a todos más allá de los resultados. Se siente una emoción, una alegría y una felicidad tremendas. Es inexplicable lo que sentimos con la Selección.
-¿Cómo viste los partidos de la Selección?
-Me tocó vivir los partidos del Mundial fuera de Argentina. Vi todos los partidos en España menos la final. Y todo el mundo se sorprende como nos apasiona el futbol y como lo vivimos. La verdad es que me sentí una loca. Mis compañeras me grababan. No podía creer lo que te hace sentir la Selección y el futbol. Y cuando llegué a Argentina me di cuenta que somos muchos los locos por este deporte.
-¿Cómo ves el crecimiento del fútbol femenino en un país tan futbolero pero en el que, recién post 2018 (con el auge del reclamo por más derechos para las mujeres), se pudo reclamar para que esté a la altura de un país con igualdad de género?
-El fútbol femenino creció muchísimo, llevamos cuatro años en los que sigue creciendo. Han aumentado los contratos que era algo que no pasaba antes. Pero hace falta mucho más.
-¿Qué falta para que la selección femenina pueda crecer en un país donde millones de mujeres salieron a festejar el Mundial masculino en las calles?
-Me encantaría que, el día de mañana, la selección argentina esté al nivel del masculino y no hablo a nivel económico solamente, sino de condiciones y de tratos. A nivel cultural eso lo tenemos que cambiar. Así como hoy es común que tanto hombres como mujeres hablemos del Mundial y nos empapemos de esta pasión nos falta también apoyar al fútbol femenino y darle un trato igualitario.
-Los festejos subieron el optimismo: ¿Cuál es el balance que se puede hacer del crecimiento del fútbol femenino en estos años de empuje de las mujeres en la sociedad y en el deporte?
-No hay que dejar de resaltar todo lo que hemos crecido que es muchísimo y que, cada vez más chicas, tienen las puertas abiertas para crecer, para mostrarse, para salir del país y ojalá que podamos seguir luchando y cambiando la sociedad para que las nuevas generaciones, que son el futuro, puedan realmente ir por un título mundial y nos puedan representar de la mejor manera.
-En los festejos por la Copa subiste a Instagram una foto previa, del 31 de mayo del 2019, de un encuentro con Lionel Messi y Lionel Scaloni, en el 2019, en el predio de la AFA. ¿Cómo fue ese encuentro?
-El Encuentro fue previo al Mundial pasado (el Mundial de Francia) con Messi, Scaloni y toda la Selección. Subí la foto con ellos porque son las máximas figuras de este Mundial. Es una emoción saber que compartí, aunque sea, un almuerzo con ellos y que más allá de los famosos que son, no dejan de ser personas y de querer inculcarte lo que es la Selección argentina y eso se agradece muchísimo.
-¿Cuál es tu opinión sobre Scaloni?
-Es de destacar que les hayan dado lugar a ex jugadores para guiar a una selección porque son quienes pueden inculcar de la mejor manera lo que es la selección y creo que se ha nota en el trabajo de Scaloni junto a su cuerpo técnico que es impresionante. Son unos bestias todos. Esto es mérito de quienes lo pusieron, de ellos y de los jugadores que dieron la cara en todos los partidos. Es una emoción enorme. Es un orgullo tremendo que sean argentinos.
-¿Cómo estas jugando en Club Atlético de Madrid Femenino en España?
-En España estoy muy bien. Las metas son a corto plazo porque tenemos objetivo que hay que cumplir pronto. Tenemos una clasificación en la que tenemos que posicionarnos a la Women’s Champions (Liga de Campeonas Femeninas) con el Atlético Madrid.
-¿Cuál es la expectativa para el Mundial Femenino 2023 que se va a jugar en Australia y Nueva Zelanda, entre el 20 de julio y el 20 de agosto, del 2023?
-El objetivo es el Mundial para llegar de la mejor manera, para poder jugarlo, estar, pertenecer y representar de la mejor manera, como intenté siempre, a la selección argentina. Seguimos marcando el terreno de lo que tiene que ser el fútbol femenino y vamos a seguir luchando para conseguir ese camino que tanto se necesita para poder igualar las condiciones para conseguir cosas de verdad. En siete meses tengo esos dos objetivos y después ver que será de mi futuro. Por ahora mi cabeza está en eso, en disfrutar del fútbol y disfrutar los últimos años de mi carrera. El foco está puesto ahí.
-¿Cómo fueron tus comienzos?
-Mis comienzos fueron muy duros. Una de niña no se da cuenta todas las discriminaciones que vive. Empecé a ser consciente de grande que la sociedad es muy machista. Sigue siendo machista, pero hemos avanzado muchísimo. Mis padres sufrieron muchísimo (incluso más que yo) porque era chica y no me daba cuenta hasta que fui consciente de todo lo que me había pasado. Ellos sí sufrían todas las discriminaciones que vivía y sentían una impotencia enorme porque no sabían como ayudarme. Al punto que tenían que firmar papeles para que se hagan responsables si algo me pasaba para que me dejaran jugar torneos. El seguro no se quería hacer cargo y mis padres se tenían que hacer cargo de todo. Corrieron ese riesgo económico, pero sabían que valía la pena. Yo estoy muy agradecida con ellos y con la gente que me apoyó.
-¿Qué cambiamos para que las nenas puedan disfrutar del fútbol no solo como espectadoras, sino también como protagonistas?
-Hoy el camino para las nenas está siendo diferente, es un camino más llano y con mejores recursos de los que tuvimos nosotras. A nosotras nos cerraron la puerta y hoy las puertas están abiertas, no todas, pero sí están abiertas. Faltan mejores condiciones para poder llevarlo a cabo y poder competir en torneos internacionales de la mejor manera.
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