Quién es la “Abuela Lalala” que revoluciona las redes y se convirtió en la mujer sagrada del Mundial

Cristina, una mujer de 76 años del barrio de Liniers, que se hizo famosa por festejar los goles de la Selección en la calle con los “Pibes de Luro”, quienes la bautizaron abuela e inventaron el cantito que está en boca de todos, dice que ella no es abuela. Qué piensa sobre este fenómeno que no buscó y mágicamente provocó y la historia de la mística de cada partido

Así empezaron y fueron creciendo los festejos de una abuela en las calles de Liniers con un grupo, Los Pibes de Luro, quienes inventaron el cantito que está en boca de todos los argentinos en este Mundial (TikTok: @Verocepitta)

Abuela nació en el año 1946 en la ciudad de Buenos Aires. Abuela es la mayor de tres hermanas y tuvo dos abuelas maravillosas que le enseñaron el valor del trabajo. Abuela consiguió un empleo apenas terminó el secundario y en la entrevista le preguntaron si tenía experiencia. “Qué experiencia querés que tenga si acabo de terminar el colegio”, respondió ella. Le tomaron una prueba de escritura a máquina y la contrataron. Abuela nació en la casa de la partera porque así era en ese tiempo y creció en el barrio de Almagro, pero la vida la llevó a Liniers, donde la vida le guardaba una sorpresa. Abuela es hincha de Boca y ama a Lionel Messi, pero no ve los partidos por cábala. Abuela es además una cábala en sí, cada vez de más gente. Pero Abuela no es abuela, o más bien Abuela dice que ella no es abuela. Tiene ese defecto: dejarse tomar demasiado por la realidad, desconocer que una patria puede tener padres y puede tener madres y puede tener también, elegidas por su pueblo, abuelas. Como ella.

Esta no será una nota periodística tradicional, querido lector. No esperé eso en estas líneas sino apenas una aproximación a la mujer detrás del fenómeno. Un fenómeno que no buscó y que mágicamente provocó. “Abuela, lalala lala. Abuela, lalala lala”. Un auto pasa por la esquina de Andalgalá y Caaguazú y toca bocina en un compás de tres mientras baja la ventana y dice: “gracias por llevarnos a la final, abuela”. Abuela -Cristina- levanta los brazos y saluda. Da palmadas y da sonrisas y da amor. Una sola cosa no da: su apellido. Temerosa de qué alguien quisiera hacerle algún mal, prefiere guardar su identidad completa, su dirección, incluso a veces su rostro. Y en ese temor, Abuela vuelve a agitar las panderetas de la mística y al suprimir parte de su nombre, agiganta parte de su mito.

Cuando sale a la calle a festejar los goles con los pibes de la cuadra, Cristina agita la bandera argentina

“Siento ante todo una gran sorpresa. Y a la vez una gran angustia. Me dicen que tengo que disfrutarlo, que no tengo que estar asustada, pero es algo que siento, como que me descubrieron, que va a pasar algo malo… Y no me va a pasar nada, lo sé, pero me da ese miedo. Trato de ser positiva pero el mal existe y me asusta… Igual en el barrio me siento protegida y sé que Dios me va a cuidar”, dice ahora, sentada en el living de la casa de Ariel, su vecino y el padre de algunos de los chicos de la banda de “Los Pibes de Luro”, como se hacen llamar. Ellos son quienes bautizaron a la abuela e inventaron el cantito. “Fue todo espontáneo”, explica Ariel, “los partidos se ven en casa porque mis hijos y sus amigos vieron la Copa América que ganamos acá también y quedó como sede, y un día apareció la abuela y entre tanto festejo salió eso”, cuenta. Él mismo es entrenador de fútbol en un club cerca de su casa y tiene además una marca de ropa con la que, dado el fenómeno, ya diseñó algunas remeras de la abuela y regaló a toda la banda de chicos y a Cristina misma. Se puede encontrar en Instagram como @acimasport.

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La abuela con los Pibes de Luro. Dicen que todo fue espontáneo

Pero no es el único que está en la redes sociales: los pibes de Luro también (@lospibesdeluro) e incluso ahora hasta la abuela está en Instagram: @abuela_lalala es la cuenta y la manejan sus sobrinos. Abuela se ríe de todo y dice que ahora tiene cuentas oficiales, que no se dejen engañar, aunque ella misma no ve nada porque no le gusta eso de la tecnología. Pero igual juega y se divierte: “¡ahora entiendo a los famosos que van a comer y se quejan porque no tienen vida!”, dice.

— Sí tuviera que contarle a sus padres o abuelos lo que le está pasando, ¿qué les diría?

— Yo soy muy creyente, yo sé que me están viendo, que nos están viendo a todos. Yo los siento, están siempre. Y si mi abuela me viera haciendo esto tal vez me diría que estoy loca, porque ella era inmigrante, una mujer seria… Capaz que me retaría.

— ¿Y si tuviera que mostrarles un video o un meme que le guste particularmente?

— Un meme en el que yo manejo un colectivo y está Messi al lado. Y atrás todos los futbolistas sentados. ¡Lo que me hizo reír! Y la patente decía: “lalala”

Abuela usa barbijo porque se protege del COVID porque su salud está frágil. “Ando más o menos… tecleando”, dice. De hecho, unos días atrás una empresa se acercó a ella para invitarla con un acompañante a Qatar para ver la final, pero ella no quiso. “Son como 50 horas de viaje, no estoy en condiciones. Prefiero verlo acá, rodeada de gente conocida, de mi familia, tranquilita”, explica. Liniers, sin saberlo, respiró: no se saca el corazón de un león cuando está en plena temporada de caza.

El episodio ocurrió en Liniers y se volvió viral en las redes sociales. (TikTok: @octaruggero)

—¿Qué me puede contar de sus abuelas?

— Mis abuelos me criaron. Eran dos capos. Eran italianos. Me cuidaron, me educaron, y de ellos y de mis padres aprendí los valores. Nadie me dijo “tenés que trabajar”, aprendí con el ejemplo. Mis abuelas eran inmigrantes y trabajaron siempre, así que no tenía excusa. Soy la primera que se recibió del colegio y a los dos días estaba buscando trabajo. Siempre fui oficinista, administrativa.

— ¿Cómo está conformada su familia hoy?

— En la familia quedamos mis dos hermanas (María Isabel y Cecilia Mónica) y yo. Y después tengo dos sobrinos (Diego y Nazaré) y dos sobrinas (Magalí y Milagros).

—¿Con ellos ve los partidos?

-No, no los miro directamente. En el segundo partido, por ejemplo, estaba mirando una película, pero escuché los gritos de gol y me acerqué a la otra tele y lo vi a Messi con los brazos abiertos. Qué alegría, pensé. Y así fueron todos los partidos, sin romper el ritual de no verlo. Salvo el partido que ya estábamos ganando 3 a 0 porque ahí me animé un poco más. Es el que más vi. Pero igual acá con los gritos y los bocinazos te enterás de todo.

— Y cuando sale y la rodean cada vez más personas, ¿qué siente?

— Me divierto. Pero no sabía que iba a pasar esto. ¡La primera vez yo veía que saltaban, que tenían los teléfonos, pero pensé que estaban haciendo selfies, no sabía que estaban filmando todo! Pero bueno, me divierto. Hay viejas de mierda y hay otras que no. Yo no soy una vieja amargada. Ya la vida es bastante triste, yo trato de estar lo mejor posible. Hay alguna gente que destrata a los jóvenes. Yo no, porque entre los jóvenes están mis sobrinos y sobrinas y son el futuro de la vida, los que van a seguir haciendo la nación, y eso es bueno. Acepto la edad que tengo y trato de pasarla lo mejor posible.

La abuela prefiere no revelar su identidad completa, porque tiene miedo, sin embargo sabe que Dios la va a proteger. Es muy creyente.

— Incluso la bañaron de espuma en un partido.

— ¡Sí! Yo estaba con una solera de colores y llegué y los chicos empezaron con la espuma y yo pensé: ¡me arruinaron toda la ropa! Me quería morir, porque soy muy meticulosa con la ropa, no me gusta ni una manchita. Pero después me miré y no tenía nada, se había ido todo. Claro, yo ya me había olvidado de cuando iba al carnaval y me llenaban de nieve y no pasaba nada. ¡Ya hace tanto de eso!

— ¡Ya hace tanto de tantas cosas! ¿Vio los mundiales del ‘78 y el ‘86?

— Miré los dos mundiales que ganamos, sí. Apenas terminó el partido en el ‘78 ya estábamos en el colectivo con mis amigas rumbo al obelisco. Y en el ‘86 yo tenía un fitito y fuimos en él al centro, pensé que me lo iban a abollar todo, pero no, me lo cuidaron. También me acuerdo del ‘90. Los gritos que pegamos cuando hizo el gol Caniggia. Y el ‘94, que fue una lágrima. Y ahora está Messi, es mi jugador preferido. Le mandé mil mensajes, ojalá alguno le llegue.

Cómo no le va a llegar, si pasa cada cosa en este tiempo: un argentino que convierte el agua en vino (ver viral), un genio que hace de la vulgaridad el mayor de los encantos, un grupo de jóvenes que le canta a un jeque para agradecer el cordero que les regaló (ver viral). Otro grupo de jóvenes que festeja con glitter y coreografías de danza contemporánea (ver viral). Si no será la Argentina una tierra de oportunidades, al menos ahora, esta semana, este día que queda, en este mes delirante en el que hasta se desacelera la inflación. Si no será santa esta tierra regada de delirios donde una canción levanta el espíritu de la nación.

Sé que es una idea infantil que abandonaremos con las primeras luces del lunes, pero podríamos ser un pueblo así, inventando abuelas en la noche poderosa. Podríamos ser este pueblo feliz y desquiciado que estaciona en todas partes, que se pide disculpas después de un choque, que nada lo amedrenta, que se une frente al odio de los otros, que no está en la pavada de quién es el mejor del mundo -ya sabemos-, que no acepta la vulgaridad de los refinados y encuentra todo refinamiento en la espontaneidad de los comunes, gente con sangre en las venas. Podríamos ser esto, qué patria poderosa. Pero es una utopía, una mentira, una quimera. Una fantasía que, mirá vos, es todo lo que somos en este preciso momento.

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