No pasar por debajo de una escalera, hacer lo imposible para que un gato negro no nos cruce por delante de izquierda a derecha, evitar el peligro de enfrentarnos a siete años de desgracias si rompemos un espejo, no derramar la sal o el vino, no abrir un paraguas bajo techo, son algunas de las admoniciones que solo nos pueden traer mala suerte. Sin contar algunos ritos caseros de no saludarse debajo del marco de una puerta, y en cuestiones de dinero es fundamental pisar el peine que se cae al piso y luego guardarlo en el bolsillo, o si tenemos comezón en la palma de la mano derecha, ponerla en el bolsillo, así recibiremos dinero, porque si nos pica la izquierda, seguramente vamos a perderlo.
En el vastísimo conglomerado de supersticiones y creencias caseras, hay un día emblemático de la mala suerte: el famoso martes 13.
El mandato de esta fecha es terminante: no te cases ni te embarques, ni de tu casa te apartes, consigna respetada por creyentes e incrédulos, por las dudas. Porque las brujas no existen, pero que las hay, las hay.
Efeméride pagana de los latinoamericanos y de algunos pueblos europeos, como los españoles y los griegos, desde tiempos inmemoriales diversas culturas contribuyeron a que el número 13 tenga mala prensa.
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Todo a pesar de los esfuerzos en contrario. A lo largo de los siglos, la iglesia intentó combatir las supersticiones, respetadas por diversas culturas, y sostenía que introducían la codicia, la ignorancia y la discordia. Degradaban la divinidad y producían fanatismo. Pero no hubo caso.
Sin embargo, existe en el ser humano una necesidad de creer y ahí es donde el raciocinio es derrotado. ¿Por qué se impuso el martes 13 como fecha de mal agüero?
Veamos.
13 fueron los integrantes de la última cena con Jesús, y es Judas a quien se adjudicó ese número porque fue el traidor, el que lo entregó por un puñado de monedas.
El capítulo del Apocalipsis y el relato de la bestia de las siete cabezas está en el capítulo 13. Esa bestia era de cuerpo similar a un leopardo, con pies de oso y boca de león, que blasfemaba contra Dios.
En la cultura judía, los Shedim son demonios descendientes de serpientes, que podrían adoptar rasgos de ángeles o incluso humanos. Según el Talmud, Dios creó a los demonios -que fueron descriptos como la progenie maldita de Adán- después del hombre, el sexto día en víspera del Sabbat. También aseguran que eran 13.
En este ranking es preciso incluir a Loki, dios del mal para los nórdicos. Está asociado a la maldad, el engaño y la envidia. Cuando llegó sin ser invitado al banquete de los dioses de la cofradía nórdica, fue literalmente ninguneado. “No te atrevas nunca más a pisar nuestros salones sagrados, ni a contaminar el aire puro de Asgard con tu presencia”, le advirtieron. En esa reunión, en la que eran 13, Loki, enfurecido por el desprecio, asesinó a un sirviente y se despachó con una catarata de insultos y amenazas hacia Odín, sus mujeres y los guerreros. No se salvó nadie. De pronto ingresó a la sala Thor, que estaba ausente, y al oír lo que decía este personaje, intentó matarlo con su martillo. Pero Loki se convirtió en serpiente y huyó hacia las montañas, donde su historia continuaría.
La carta 13 en el Tarot es la muerte. El Arcano XIII está representado por un esqueleto que en su mano izquierda blande una guadaña con la que corta cabezas de reyes y plebeyos, esto es, de ella nadie se salva. No representa necesariamente la muerte como desaparición física, sino como que algo en nuestras vidas culmina, cambio que hasta puede ser positivo. Pero no deja de ser el número 13.
¿Por qué el martes? Alude al Dios Marte que, para los belicosos romanos, era el Dios de la guerra, sinónimo de muerte y destrucción. Venía de una familia muy ilustre: su padre era Júpiter y su madre era Juno, diosa del matrimonio y reina de los dioses. Marte también era símbolo de la virilidad masculina, de la valentía y violencia. Como era considerado padre de Rómulo, era la deidad más adorada de Roma y que compartía la popularidad con Júpiter.
Para colmo, un martes habría nacido el Dios Tifón, un monstruo alado relacionado a los huracanes. Habría sido un martes cuando en 1453 los otomanos se apoderaron de Constantinopla, y que significó la caída del imperio romano en oriente.
Luego del diluvio y del arca de Noé, Dios encomendó a los hombres a poblar la tierra. Pero éstos, que todos hablaban el mismo idioma, dispusieron la construcción de una torre hacia el cielo para poder hablar con él. Este, contrariado, dicen que fue un martes 13 que hizo confundir los idiomas para que los hombres pudiesen entenderse y así dejar de lado la disparatada idea de la torre.
Los argumentos racionales de científicos, pensadores e investigadores no alcanzaron a contrarrestar las supersticiones. Hay hoteles que no tienen habitación número 13 y edificios que se saltean ese piso y del 12 pasa al 14. Para otros, es un día como cualquier otro. Lo cierto es que el individuo tiene una necesidad de creer y en un punto el raciocinio es derrotado. Ignoramos el verdadero alcance del martes 13. Pero, por las dudas, proponemos cruzar los dedos.
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