En la marina descubrió su gran vocación, se destacó por la defensa de los territorios australes, exploró sus costas y las estudió; en 1896 fue ascendido a comodoro y cuando el presidente Julio A. Roca creó el ministerio de Marina, lo puso a su frente. Fue el ideólogo del servicio militar para la marina -un año antes que el de Ejército- y era nieto del primer presidente que tuvo el país. Se llamaba Rivadavia, había nacido en 22 de mayo de 1852 y un desafortunado accidente en la bañera de su casa provocó que una costilla le perforase el pulmón y falleciera el 14 de febrero de 1901. Aunque se llamaba Martín, pasó a la historia como Comodoro Rivadavia.
Nueve días después de su muerte fue fundada el 23 de febrero de 1901 una colonia que llevó su nombre. Era un alejado caserío en la costa patagónica, de casas de chapa, sin calefacción ni energía eléctrica.
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Una de los principales desafíos que debían enfrentar los pobladores, algunos el criollos, otros inmigrantes y hasta sudafricanos que escapaban de la guerra boer, era la escasez de agua potable. Por eso ese diciembre de 1907 exploraban un pozo en su búsqueda.
En 1903 llegó una máquina perforadora enviada por la Dirección de Minas, Geología e Hidrología para buscar agua. Llegó a los 172 metros de profundidad sin encontrar una gota. Tres años después la reemplazaron por otra, traída de Alemania, que recién pudo ponerse en funcionamiento en marzo de 1907.
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En diciembre, al llegar a los 535 metros, los operarios se sorprendieron por las burbujas de gas y un fuerte olor a petróleo. Habían descubierto un yacimiento.
Al petróleo, que significa aceite de piedra, los egipcios lo empleaban en la conservación de las momias y algunos dicen que su uso es muy anterior a esta cultura.
En Argentina también tuvo su historia de hallazgos, escollos y fracasos.
No trascendió su nombre, pero la historia cuenta que un fraile franciscano, en su misión pastoral en Tarija en el 1600, dejó testimonios sobre afloramientos en Alto Aguarería, en Salta. Y desde Mendoza se llevaba a Chile, por el Planchón, petróleo y asfaltos bituminosos.
En 1850 la Compañía de Kerosene Jujeña explotó los yacimientos de Laguna La Brea. Ese petróleo fue enviado a Pensilvania para su análisis, y los resultados dieron que era de excelente calidad. Pero el emprendimiento fue suspendido.
En 1865 Leonardo Villa, un español que vivía en Jujuy, solicitó una habilitación por 15 años para fabricar kerosene a partir de los asfaltos jujeños. Decía haber hallado “una materia que antes era desconocida de la cual promete sacar un líquido de mejores condiciones que el kerosene ya conocido”. Su petición llegó al Congreso de la Nación porque reclamaba la propiedad de los terrenos.
Los legisladores se preguntaron si el petróleo era un descubrimiento, un invento o una industria. Era importante determinarlo para saber qué legislación debía aplicarse y qué jurisdicción correspondía, si la nacional o provincial. La legislatura jujeña, el 30 de octubre de 1865, le terminaría concediendo a la Compañía Jujeña del Kerosene la explotación y elaboración de betún mineral existente en los depósitos naturales de la provincia.
En el primer censo realizado en 1869, se describió que “el petróleo da un 40% de aceite puro de kerosene, que se halla desparramado sobre la superficie, surcada de aperturas o manantiales subterráneos…”. Y se da cuenta de la existencia de ese recurso en Mendoza, que “han de ser algún día fuentes poderosas de riqueza por su valor comercial”.
En la primera Exposición Nacional de Córdoba que organizó Domingo F. Sarmiento siendo presidente, se expusieron varias muestras de petróleo de Salta y Jujuy.
Con el alambique que había instalado Teodosio López en Jujuy, en el departamento de Ledesma, obtuvo kerosene de excelente calidad con el que se alumbraron algunos pueblos norteños en 1876. Cuando quisieron llevarlo a Buenos Aires, las compañías ferroviarias elevaron hasta las nubes las tarifas de transporte. Así el emprendimiento de López quedó en la nada.
En 1881 el chileno Teófilo Sánchez de Bustamante, que había sido gobernador de Jujuy, se lanzó a la explotación del petróleo para fabricar kerosene pero luego de batallar debió desistir por las “mil dificultades” que las autoridades le ponían.
Y en 1887 en Mendoza la Compañía Mendocina de Petróleo llegó a producir 8000 toneladas anuales, para lo cual se instaló el primer pipe-line de cuarenta kilómetros, y hasta llegaron a construirse los cimientos de la primera destilería. Pero esta ahí llegó.
También bajó los brazos un inmigrante español que, en 1906 con mucho esfuerzo había conseguido muestras de petróleo que obtuvo de su campo en la quebrada de Galarza, en el Chaco salteño. Cuestiones logísticas y dificultades técnicas le hizo cortar el emprendimiento.
Lo cierto es que aún el mercado para este producto era incipiente, dificultades técnicas, presiones de los que proveían carbón al país y la ausencia de un descubrimiento importante que no atraía capitales.
No era sencillo trabajar en el sur. Los crudos inviernos y los continuos reclamos de los trabajadores por mejoras en las condiciones de trabajo retrasaban las tareas.
El 12 de diciembre los responsables de la perforación, Humberto Beghin y José Fuchs ven que el agua que inyectan para la perforación regresa con color muy oscuro, con fuerte olor a combustible y con burbujas de gas. “Se cree haber dado con una napa de kerosene”, informaron por telegrama.
El 13, al llegar a una profundidad de 540 metros, obtuvieron petróleo, que comenzó a surgir naturalmente. En un segundo telegrama, anunciaron: “Buscando agua se encontró petróleo”.
El equipo responsable del descubrimiento estaba integrado por Humberto Beghin, José Fuchs; los foguistas Gustavo Kunzel y Juan Martínez; los peones Florentino Soto, Antonio Viegas, Joaquín Domínguez, José Barravoz, Pedro Gedhorn y los cocineros Pedro Peresa y Francisco Ferrera.
Lo primero que Beghin y Fuchs hicieron fue comunicar la novedad a la Dirección General de Hidrología, Geología y Minas del Ministerio de Agricultura de la Nación.
A las 12:45 del día siguiente, un particular solicitó permiso de cateo en Comodoro Rivadavia, que comprendía más de dos mil hectáreas en la región. Los funcionarios se miraron unos a otros. No existía legislación al respecto.
El presidente José Figueroa Alcorta dictó, ese mismo 14, un decreto de reserva petrolífera que abarcó cinco leguas kilométricas de radio alrededor del pozo, constituyendo así la reserva del Estado nacional. Esto fue posible porque Comodoro Rivadavia era una colonia y donde se había perforado eran concesiones fiscales sujetas a ley de tierras que prohibía enajenar tierras que contuvieran riquezas, como petróleo. Tachado de inconstitucional por las empresas, finalmente la ley 7059 de 1910 autorizaba al Poder Ejecutivo a reservar una extensión de cinco mil hectáreas en la zona petrolífera de Comodoro Rivadavia, dentro del cual no se concederían permisos de explotación y cateo por cinco años.
Se creó la Dirección General de Explotación del Petróleo de Comodoro Rivadavia, manejada por una comisión a cuyo frente estuvo Luis Augusto Huergo, el primer ingeniero recibido en el país. Para llamar la atención de las autoridades -muchos veían el descubrimiento como algo meramente experimental- declaró que “los yacimientos de Comodoro Rivadavia son de los más ricos y extensos del mundo”.
En 1922 se crearía por decreto Yacimientos Petrolíferos Fiscales, la primera empresa petrolera estatal del mundo. Y con el general Enrique Mosconi, alma mater del proyecto, la industria del petróleo haría historia en el país.
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