El martes 18 de mayo de 1982 la Argentina presentó un proyecto de acuerdo al secretario general de las Naciones Unidas. El documento volvía a insistir que “los tres párrafos de la Resolución 502 son indivisibles en su tratamiento y por lo tanto el retiro de tropas es parte de las negociaciones y no condición previa para negociar”. A renglón seguido consideraba que “el ámbito geográfico dentro del cual deberá cumplirse el retiro de tropas abarca las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur”. El tercer punto del preámbulo era: “El retiro de las fuerzas de ambas partes deberá ser gradual y simultáneo. En un plazo máximo de treinta días todas las fuerzas armadas deberán hallarse en sus bases y áreas normales de operación”.
“Pesimismo por las gestiones en la UN”, tituló La Nación el mismo martes. Y Carlos W. Otero en la columna de tapa se hizo eco de una opinión de Javier Pérez de Cuéllar: “El tiempo no está del lado de la paz”. La CEE renovó por una semana las sanciones comerciales a la Argentina, pero esta vez no adhirieron Italia e Irlanda. Mientras se negociaba en las Naciones Unidas, aquí aparentemente había tiempo para discutir lo que sobrevendría: “Después del conflicto se deberá retornar al cumplimiento del plan económico, elaborado por Roberto Alemann. De lo contrario algunos funcionarios quedarán de sobra. Mucha gente quiere que se quede el ministro de Economía, pero no el plan. Y eso no es posible”, confesó en la intimidad Jorge Eduardo Bustamante, integrante del equipo económico.
El miércoles 19 de mayo, mientras los ingleses atacaban Puerto Argentino, Alberto Grimoldi, entonces director del Banco Central, fue llamado por Irene Philippi, una ex funcionaria suya y en esos momentos esposa de Álvaro de Soto, un estrecho colaborador de Pérez de Cuéllar. Durante la comunicación le dijo que su esposo quería hablar con él, en nombre del secretario general de Naciones Unidas. Por la tarde, Grimoldi y Álvaro de Soto establecieron contacto telefónico y el funcionario peruano de Naciones Unidas le dijo que en ese instante le estaban enviado a la cancillería argentina una propuesta que había encontrado receptividad en la señora Thatcher y que era “sumamente satisfactoria” para la Argentina. Álvaro de Soto se quejó por el estilo extremadamente detallista del negociador argentino, embajador Enrique Ros, y pidió abrir, a través de él, “un camino alternativo” porque “Pérez de Cuéllar temía que el presidente Galtieri no fuera bien informado de la propuesta”, relató años más tarde Manuel Solanet, testigo de esta gestión. A partir de ese momento se realizaron ingentes conversaciones en la Casa Rosada y en el Palacio San Martín. En un momento, Grimoldi hablaba con Álvaro de Soto desde la Cancillería y, en paralelo, Costa Méndez hacía lo propio con Pérez de Cuéllar. El canciller argentino se comprometió a responder a las 22 horas (de Nueva York). La respuesta nunca llegaría, y esa misma noche, en una conferencia de prensa organizada por Rodolfo Baltiérrez, Costa Méndez se expresó con un fuerte tono belicista.
Según Manuel Solanet, desde Nueva York, Eduardo Roca explicó que “el 17 de mayo recibimos la conocida propuesta británica”, casi “un ultimátum” y que “sólo podía alcanzar modificaciones cosméticas”. Lo que no sabía Solanet, ni contaba Roca, era que entre el 17 y 20 de mayo se realizaron otras negociaciones paralelas que incluyeron al empresario Wenceslao Bunge y el brigadier Basilio Lami Dozo, analizando la propuesta británica en la residencia de la embajadora Kirkpatrick, con los embajadores Enrique Ros y Roca (ocasión en la que Kirkpatrick opinó reservadamente que la impacientaba la manera minuciosa y lenta de negociar del vicecanciller Ros). Fueron tan extenuantes esas horas que en plena negociación, en la residencia de la embajadora norteamericana en Naciones Unidas, Eduardo Roca se quedó dormido. En esas mismas horas, Javier Pérez de Cuéllar habló telefónicamente con Margaret Thatcher y Galtieri. En la intimidad comentó que cuando habló con el presidente argentino percibió, por el tono de su voz, que no estaba “sobrio”; un hecho absolutamente falso. Basta escuchar la grabación –realizada a las 17.45 del miércoles 19-- para darse cuenta que el presidente argentino hablaba con propiedad.
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JPC: “Mucho me complace y me honra saludarlo”.
LFG: “El placer es mío Sr. Pérez de Cuellar, escucharlo y agradecer la ocurrencia de llamarme.”
JPC: “Al contrario, es para mí una gran satisfacción no solamente como Secretario General sino como peruano. Señor Presidente yo me permití llamarlo para que tal vez cambiar con usted algunas impresiones como yo la veo ahora y naturalmente con una mezcla de angustia por el tiempo que transcurre con una velocidad peligrosa para la causa de la paz y por otro lado con un poco de esperanza de tal vez poder obtener en estas horas que me quedan una solución para este problema que no solamente emociona a su país y a la Gran Bretaña sino en realidad a todo el mundo.” Luego del prólogo el secretario de Naciones Unidas explicó: “Sé que los británicos consideran que la negociación está terminada para ellos pero no está terminada para mí, porque yo, como Secretario General de las Naciones Unidas no tengo en la mira el interés de alguna de las partes, sino el interés de la paz…”.
LFG: “La Argentina –usted lo sabe—ha ido progresivamente flexibilizando la posición hasta límites que son, diría yo para ciertos sectores importantes de la opinión pública argentina, y me atrevería a decirle de la opinión pública latinoamericana, extremos de flexibilización”. Durante el mismo contacto telefónico Pérez de Cuellar le propuso a Galtieri enviar a Buenos Aires un hombre de su confianza (el subsecretario Cordovés) para tratar las cuestiones más sensibles de su propuesta. En particular cuando se hablaba de la aplicación del artículo 73 de la Carta de las Naciones Unidas y la autodeterminación de los kelpers. Para el canciller Costa Méndez aceptar este punto equivalía a devolver las islas a los británicos.
El diálogo se extendió por varios minutos y seguidamente, a las 18.30, Galtieri lo relató en la reunión del Comité Militar (COMIL) que se realizó en el edificio del Estado Mayor Conjunto. Oportunidad en la que se trató el viaje del canciller en el caso de una reunión del Consejo de Seguridad.
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El jueves 20, Javier Pérez de Cuéllar anunció en el Consejo de Seguridad el fracaso de su gestión mediadora y daba por terminada su gestión. Y el Reino Unido, a través de sus canales diplomáticos notificó extraoficialmente al secretario general de Naciones Unidas que no había más razones para seguir negociando. En la misma jornada, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas mantuvo un encuentro informal porque Gran Bretaña se opuso a la realización de una reunión formal. En la ocasión, Estados Unidos sugirió la conveniencia de invitar a la Argentina a una reunión informal. La Argentina rechazó el convite y Panamá pidió que se realizara una convocatoria formal al Consejo de Seguridad, que fue aprobada. Mientras se realizaban los escarceos diplomáticos, la embajadora Kirkpatrick le comentaría a un negociador argentino: “Londres ya dio la orden para el ataque final”.
“Durante muchos años tal vez durante siglos, se discutirá en nuestro país para establecer si fue o no el momento preciso para hacerlo (la recuperación). Pero entendemos que la justicia y la reivindicación contenidas en este acto de gobierno, merecen que la decisión sea compartida por todos los habitantes de la República Argentina”, afirmaron, el 24 de mayo de 1982, Deolindo Felipe Bittel y Antonio Cafiero, en una declaración pública que fue registrada en la Memoria de la Junta Militar (Anexo 1195). “Ese mismo día, la Secretaría de Información de la Presidencia, recibió el último sondeo a la opinión pública. A la pregunta sobre si se debía ceder en algo para preservar la paz SIN COMPROMETER LA SOBERANÍA 40.4% de los entrevistados afirmaron que sí, mientras que el resto de los entrevistados respondió que en nada a costa de una guerra”, dejó asentada la Junta Militar. El 25 de mayo, durante un ataque masivo de aviones argentinos, fueron averiados varios barcos de guerra británicos. Entre otros el destructor “Coventry” (gemelo del “Sheffield”) y el portacontenedores “Atlantic Conveyor” que cargaba aviones “Harrier” y helicópteros de transporte de tropas. Para el comandante de la Brigada 3, Julián Thompson, fue un día negro para Gran Bretaña: Él esperaba recibir del Atlantic Conveyor 4 helicópteros Chinook y 6 Wessex con los cuales desplazar sus tropas y materiales de apoyo. Los aviones Harrier que transportaba habían sido retirados antes del ataque. Apenas cuarenta y ocho horas más tarde, en la reunión de gabinete que comenzó a las 10 de la mañana del 27 de mayo, Galtieri explicó que “los ingleses han desembarcado en la zona de San Carlos” y “no extrañó pues las Malvinas son de un perímetro muy extenso.” Pérez de Cuéllar comentaría que “mis esfuerzos ya no sirven al objetivo de la paz”.
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