“Durante siete días no gasté dinero en comida. Comí solo lo que pude cosechar de la huerta, recolectar de la calle o intercambiar. hacer trueque, con otras personas. Comí rico, abundante, equilibrado, con baja huella ambiental y no pasé hambre”, cuenta Franco Chiaravini, el joven que desde hace ocho años produce sus propios alimentos en dos huertas, una en su casa y otra en la de un amigo, en el partido de San Miguel.
En 35 m2, planta y cosecha las frutas y vegetales de estación y aquello que crece rápido y en exceso, como lechuga. El excedente lo recolecta e intercambia por legumbres u otros alimentos que necesite como pan casero, palta, aceite, sal o yerba. Aunque consume huevos “de gallinas libres”, el resto de su alimentación está basada en plantas.
“Aunque dejé de comer carne por consideración hacia los animales, no soy vegano porque consumo huevos orgánicos y porque el veganismo es un ideal y una posición política más que alimenticia. Excepto por el huevo, baso mi alimentación en plantas”, define el joven que brinda talleres para quienes quieran iniciar o mejorar su huerta o compostera “con el objetivo de acompañarlos hacia su soberanía alimentaria y la reducción de la basura que generan”. Para esto, comparte contenido en su perfil de Instagram, @cuidaralatierra, y ofrece cursos gratuitos de huerta y compost.
Te puede interesar: Cómo impacta la alimentación basada en plantas, según tres profesionales de la salud que se alimentan de esta manera
Con sus propias manos
La tierra comenzó a cultivarse durante el Neolítico, hace unos 10.000 años, pero con el avance de los tiempos y la llegada de las máquinas la producción comenzó a ser industrializada y aquellos alimentos dejaron de ser los protagonistas de las mesas para cambiarlos por procesados y, en los últimos años, ultra procesados.
No hace mucho tiempo que se intenta volver a las fuentes y muy cerca de las grandes ciudades comenzaron a surgir cultivadores de alimentos orgánicos y más para esta parte del siglo XXI el concepto que antes parecía imposible se pronuncia como si fuera un eco: la huerta en casa (aunque “casa” fuera un reducido espacio en el balcón).
Este concepto llegó a la vida de Franco mientras estudiaba la Tecnicatura Universitaria en Química y cursando conoció a un nuevo amigo vegetariano que lo llevó, primero, a dejar de consumir la carne de animales y luego a indagar, explorar y formarse en cómo producir aquello que ya estaba comiendo.
“Cuando cambié mi dieta hacia una basada en plantas, me ocupé de saber cómo producirlas e inicié un curso del INTA sobre Formación de promotores de huertas agroecológicas, desde el que me invitaba a enseñar, digamos, a ser un promotor de las huertas. Básicamente, ahí empezó este camino, pero en marzo de 2019 empecé a orientarlo también por el lado de mi economía. Me dije: ‘¡Quiero vivir de esto!’. El 1 de julio de 2020 renuncié a mi anterior empleo y desde ese momento estoy full time dedicado a esto”, cuenta.
En ese primer momento, aún vivía con sus padres y contaba con el espacio necesario para iniciar su propia huerta, luego siguió en una puerta vecinal en la localidad de San Miguel, en la provincia de Buenos Aires, y más tarde se mudó con su novia a un departamento. No fue un impedimento.
“Había un balconcito que medía 1.50 metro por 50 centímetros, aproximadamente, y ahí también intenté, pero como en ese tiempo un amigo que tenía una huerta y se fue a vivir a Europa, me la cedió. Ahí el terreno cultivable mide 15 x 15 metros, entre ese espacio y el de la casa de mis viejos serán unos 35 m2″, asegura y cuenta que además en el patio de su casa tiene un cantero lleno de tomates: “El tomate es la diva del verano, porque pide atención todos los días”, bromea.
Lo que en este momento está por cosechar es pepino, zucchini, zapallitos, zapallos que “son cultivos que dentro de todo toleran más el abandono, que puede recibir riego una o dos veces por semana”, asevera.
Te puede interesar: Armaron una huerta en pleno Palermo y donan lo que cosechan: “El proyecto se va a replicar”
Independencia alimentaria en 7 días
Durante la semana del 11 al 17 de octubre, Franco se alimentó solo de sus cosechas, de lo que intercambió y de lo que recolectó de la calles. El objetivo fue demostrar que no es necesario vivir en medio del campo para alimentarse de esta manera y sin gastar dinero.
“Mi idea es y fue abrir posibilidades para que más personas se sumen con lo que tengan. Si tienen el lugar que puedan iniciar su huerta, si no lo tiene que vaya a una huerta comunitaria vecinal; y reconocer que hay plantas que crecen solas y que se las podría comer y no se hace por falta de conocimiento. En base a esto propongo abrir el juego y hacer intercambios, volver al trueque: si yo tengo más de algo y vos tenés más de la otra cosa y los dos necesitamos ambas cosas las intercambiamos y prescindimos del dinero”, dice.
Poder alimentarse de la manera en que lo está haciendo lo hace sentirse agradecido y sobre todo, subraya, “privilegiado”. “Tengo la suerte de tener estos espacio que sé que no muchas gente los tiene y eso para mi es un montón, por eso es que me dedico a enseñar a las personas que aunque sea con unas macetas puede iniciar su huerta. El tema es iniciarla”, agrega y dice que aquello alimentos que crecen solos en la calles y no hacen faltar cultivarlos sino conocerlos diente de león, verdolaga o cerraja, que son herbáceas.
“En verano se llenan las veredas de verdolaga y se pisan, se cortan y a muy poca gente le importa, pero eso es una de las plantas más nutritivas que hay y, creo, una de las plantas con más Omega 3 que existen y nadie le da bolilla. Personalmente, prefiero comer eso a espinaca o acelga. Pero a las que mencioné se las puede comer crudas en ensaladas luego de sanitizarlas con unas gotas de lavandina para consumo humano en litro de agua. También hay muchos árboles de mora en las veredas”, aconseja.
Pensando en su presente, dice emocionado: “Cuando pienso que este es mi laburo em siento feliz y agradecido porque voy a la huerta y estoy ahí laburando la tierra y digo ‘¡Qué buena onda poder vivir de esto!’, y eso es lo que quiero enseñarle a la gente, pero no solo a producir sus propios alimentos sino a que producir los propios alimentos generar menos basura, menos desperdicios porque lo que no se va a comer de la fruta o de las verduras vuelven a la tierra. Se puede entrar de diferentes lugares porque hay gente que ya hace compost y se pregunta que hacer con eso y arranca la huerta; y hay gente que tiene la huerta y se pregunta qué hacer con la poda y comienza a compostar”. En su análisis, “a futuro vamos a tener que movernos de esta forma o de una forma similar, por lo menos, por como está la crisis climática y cómo se está desarrollando todo esto”.
Te puede interesar: Cómo es “Vivera Orgánica”, el proyecto de huerta de las mujeres del Barrio Rodrigo Bueno
Consejos para la huerta en casa
Franco recomienda que para espacios más chicos y con poco sol cultivar rúcula porque es la que crece más rápido. “En un mes o menos ya la estás comiendo. Para quienes tienen sol podría ser rabanito, que también crece rápido y fácil. En verano, quienes tienen espacio puede armar sus huertas con zapallito y zucchini, para mí es lo mejor que hay, porque crecen rápido y dan una buena producción de frutos”.
Respecto al espacio necesario, explica: “Cuando cultivas una planta, lo ideal es que la conozcas aunque sea lo mínimo porque conociéndolas le das lo que necesitan y si vos no las conoces quizás vas a forzar tu relación con la planta. Por ejemplo, si el tomate necesita al menos cinco horas de luz solar por día igual pero le estás dando dos o tres entonces estás forzando esa relación, no estás conociendo la planta. Por eso aconsejo conocerla, estudiarla, investigarla. En cuanto a espacios, el zucchini y zapallito necesitan una maceta de 15 o 20 litros. Ahí crecerá unos 90 u 80 centímetros y necesitará unas cuatro o cinco horas de luz solar”.
Sobre el sol directo dice que “depende de cada situación y del espacio”. “En una terraza o balcón donde todo el día da el sol se puede poder media sombra, por ejemplo”. Sobre las plantas aromáticas, sugiere que la menta “siempre esté sola en una maceta porque necesita su espacio y no tocarse con otra planta porque en dos años agarra todo. Las demás pueden ir en maceta compartida, pero depende del objetivo de la huerta”, que puede iniciar obteniendo semillas del INTA, por intercambio o comprándolas en viveros.
A modo de reflexión, finaliza: “Necesitamos que más personas cultiven sus alimentos y en la medida en la que que puedan, que tengan una macetita con algo, que aunque parezca una pavada siempre ayuda. En grandes números, por ejemplo, en América Latina, aproximadamente el 50% de la fruta y verdura que llegan las verdulerías terminan en la basura antes de llegar a las verdulerías; en algunos campos de grandes producciones, si producen dos kilos de tomate, uno se pierde y otro kilo llega la verdulería. Es decir, la mayor fuente de desperdicios se da antes de llegar a la verdulería, entonces si cultivás en tu casa estás ahorrando ese kilo que se pierde y estás ganándole a esa mitad de frutas o de verduras que se están perdiendo en el transporte, en la comercialización.. Es una huella, es una manera de achicar mucho tu huella ambiental porque significa usar menos agua, menos transporte, menos contaminación y el impacto ambiental de cultivar una planta de lechuga es enorme”.
*Para todos los consejos y mayor información brinda cursos gratuitos en cuidaralatierra.com/ig y en su Instagram cuidaralatierra.
Seguir leyendo: