“Si no se vive para los demás , la vida carece de sentido”, decía la Madre Teresa de Calcuta. Sin saber mucho de ella, ni de sus acciones, ni legado, en 2020 Octavio Camus y Tomás Castro se preguntaron mirándose a los ojos cómo ayudar a los niños y niñas de los barrios con más necesidades y cercanos al centro de la ciudad de San Juan.
Vieron que en esos asentamientos, los niños no tenían las mismas posibilidades de aprender que otros de su edad y que allí también los más grandecitos dejaban de estudiar porque tenían que trabajar, porque al no estar motivados se habían cansado y otras tantas razones que dejan en secreto por respeto a quienes se las confiaron.
Iniciaron tareas en los comedores comunitarios y luego, casi unos días antes del inicio de la primera fase de la cuarentena por coronavirus, nacieron las Brigadas Educativas (hoy integrada por 70 voluntarios) que se dieron la noble misión de ayudarlos a continuar con sus estudios. Pese al trabajo humanitario que realizan, no cuentan con el apoyo de ningún gobierno para seguir adelante y se nutre de la ayuda de vecinos que quieren, como los mismos chicos dice, “que el país salga adelante”.
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La historia
Octavio tiene 23 años al igual que Tomás, su amigo desde la infancia o casi de antes de nacer porque sus familias son amigas. Ninguno de los dos tuvieron carencias y crecieron con el mundo de puertas abiertas para ellos pero sabiendo que no todos corrían con la misma suerte.
“Nuestros padres y madres nos enseñaron lo que es el dolor del otro y a sentirlo como propio, creo que ellos nos heredaron el don de la empatía para hacer este tipo de tareas”, admite Octavio cuando responde por qué decidieron embarcarse en tamaña tarea.
Comenzaron donando tiempo en un merendero ubicado en el barrio La Unión Vecinal. “Allí nos prestaron un lugar y comenzamos con ayuda escolar, dando actividades y mirando películas con los chicos. Y al poco tiempo ellos mismos lo fueron contando y fue de boca en boca en el barrio; luego fueron nuestras familias las que dieron a conocer entre los más conocidos nuestra tarea y más tarde comenzamos a difundir con orgullo lo que hacíamos en nuestras redes y así se fueron sumando muchos pibes, muchos jóvenes, muchos estudiantes, algunos profesionales y otros recién recibidos. La idea de hacer algo nuevo y poner su tiempo y y sus ganas a disposición fue extraordinaria desde el inicio. Se sumaron dos, luego cuatro, después cinco y fuimos creciendo. Luego se sumaron otros barrios populares que en realidad son asentamientos muy precarios”, indica y dice que también recibieron el llamado de los vecinos que les pedían ayuda.
En esos barrios comenzaron con los talleres sobre el tratamiento de desechos, de salud, de emociones con chicos además de las clases particulares. “Creo la propuesta empezó a ser llamativa para los chicos que se fueron sumando y se sintieron con nuestras mismas ganas de hacer algo por el otro porque todos sabemos que las cosas no están bien y la pandemia asentó mucho las desigualdades existentes, entonces todos queremos seguir peleándola”, asegura con emoción.
Fue justamente la pandemia, el punto bisagra en todo el mundo, la que trajo consigo muchos cambios y nuevas costumbres, una de ellas fueron las clases virtuales, que requería de tener en casa, mínimo, un celular y conexión a internet. Esto terminó por desequilibrar la balanza y la brecha entre las distintas clases sociales: en los barrios más pobres del Conurbano, de la provincia de Buenos Aires y en el interior del país había cientos y cientos de niños y niñas sin esos recursos que comenzaban a ser necesarios para poder continuar con sus estudios. Al ”rescate de ellos” fueron los dos amigos junto a otros jóvenes universitarios y profesionales que pusieron tiempo y ganas para ayudarlos y dieron vida a las Brigadas Educativas.
A ellos dos se sumaron una decena de voluntarios y en este tiempo son casi 70 quienes comparten algo de su tiempo con los chicos y chicas de los barrios. “Algunos van y vienen porque tienen sus propios horarios de trabajo, otros estudian, algunos tienen una familia, pero nos organizamos muy bien porque no armamos un esquema en el que cada brigadista va cuando puede y, obviamente, con el deseo de siempre ser parte de la construcción colectiva”, agrega.
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Cómo trabajan las “Brigadas”
Llegaron al barrio Alfonso XIII, un asentamiento de viviendas precarias ubicado en Pocito, con las ganas a cuesta y también con los recursos que allí necesitaban para que niñas y niños pudieran ser parte de las clases virtuales. Lo lograron y, en estos años, el proyecto creció y también asisten a los barrios La Esperanza y la Unión Vecinal Larman, en la localidad de Rawson.
“Les ofrecimos apoyo escolar según lo que cada niño y niña necesitaba, y también brindamos actividades recreativas que los ayudó a jugar. La idea que nos rige es apostar a la construcción del conocimiento en espacios de educación no formal para pibes y pibas que viven en barrios populares en donde hay muchas necesidades”, expusieron desde Brigadas.
El inicio les costó un poco porque debieron ganarse la confianza de las familias, muchas cansadas de falsas promesas, pero cuando lograron el apoyo del presidente de la unión vecinal tuvieron acceso al SUM barrial que fueron equipando para trabajar. “Pudimos lograrlo gracias al vínculo que se había formado. Siempre nos favoreció tener un contacto con el presidente de la Unión Vecinal que nos abrió las puertas desde el primer día y luego en los barrios fue fue más complicado porque fue romper con esa desconfianza porque los han ilusionado y después lo han defraudado, pero nosotros empezamos muy de a poquito, yendo y armando, y ellos mismo lo vieron”.
Orgulloso cuenta que “no los defraudamos y vieron que la palabra que les hemos dado se cumple”. “Así los vecinos nos empezaron a abrir la puerta de su propia casa, como Azucena, y empezamos a dar las clases y ellos nos confiaban a sus hijos para que los eduquemos y invitaban a los vecinos. Entre todos se hacían parte del proyecto y preparaban las meriendas, por ejemplo”, cuenta.
Con orgullo asegura: “En cada barrio los vecinos fueron claves para todo este proceso, sin ellos hubiera sido imposible armar esto tan lindo”, dice emocionado y destaca que aunque las clases virtuales terminaron, el trabajo de las Brigadas se afianza, crece y es fundamental en los barrios. Los esperan las dos veces por semana en las que llegan.
También son un puente para las necesidades de los barrios, por eso reciben donaciones de ropas, útiles o alimentos para las familias e iniciaron una campaña para construir un aula.
“Un ladrillo para El Alfonso”, la campaña solidaria
En el barrio Alfonso XIII, una vecina presta una parte de su terreno para que los chicos tomen sus clases. “Pero en invierno las temperaturas son muy bajas y es necesario construir un aula para que ellos y las niñas puedan aprender sin pasar frío; ni calor cuando llegue el calor con altísimas temperaturas”, dice sobre el proyecto que tiene como meta estar terminado a mediados de febrero.
“Queremos construir un aula, un espacio comunitario, y el proyecto acaba de iniciar. Algunos profesionales ya nos dieron una mano con el plano e hicimos una campaña de donación a la cual no le fue bien, pero estamos en ese proceso de seguir recaudando fondos para terminarla. Ojalá podamos tenerla antes de marzo así el nuevo año lectivo encuentra a los chicos en un lugar que los resguarde de las temperaturas de la provincia. Nos han donado algunos materiales y también necesitamos movilidad, más materiales y si así lo desean dinero para avanzar con la obra. Es para y por los chicos que necesitan mucha ayuda”, finaliza.
*Quienes puedan colaborar con materiales puede contactar a Octavio o a Tomás por medio de un mensaje en el perfil de Instagram @brigadaseducativas.sj. También reciben donaciones en el alias ladrillitoenalfonso
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