Luego del bullying, abusos e ideas suicidas, el chef eslovaco que encontró la felicidad en la Argentina

Jakub Šank, conocido por el programa de televisión El gran premio de la cocina y quien triunfa con su propio restaurante, recuerda la lucha interna de su adolescencia en su país en el que trataba de “hacer felices a los demás, encajar en la sociedad y ser yo mismo”, explica quien encontró en este país la posibilidad de ser él mismo, de disfrutarse, de ser quien ni se atrevía ni a soñar

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Jakub Sanko a corazón abierto

“En Argentina me enamoré de mí mismo” dice Jakub Šanko, que llega dispuesto a contar su historia con las uñas pintadas y vestido como “un arbolito de navidad” porque como él mismo dice, “acá puede”. No lo hace seguido, pero la posibilidad de elegir y hacer lo que tiene ganas es una bocanada de oxígeno que hoy todavía festeja. No es para menos, el Chef eslovaco sabe lo que es sentirse preso en su propio cuerpo.

“Siempre fue una lucha interna hacer felices a los demás, encajar en la sociedad y ser yo mismo” El resultado: esconderse; callarse; llenarse de bronca y de impotencia. Reprimir su sexualidad.

Jakub Sanko en su infancia en Eslovaquia (Foto: Jakub Sanko)
Jakub Sanko en su infancia en Eslovaquia (Foto: Jakub Sanko)

Sumergido en una sociedad sumamente estructurada y conservadora vivió una infancia muy dura. Abandono paterno, rechazo familiar, encierros en los baños de la escuela, golpes, discriminación, humillación y hasta una violación. Lo llevaron al límite de querer terminar con todo: “¿Sabes cuántas veces me pasaba por la cabeza dejarme por fin en paz?”.

Los años de maltrato no pudieron con él y hoy brilla en la Argentina. Llegó siguiendo un amor, pero encontró algo mucho más profundo, se encontró con él mismo. Hoy triunfa con su restaurante Berna y junto a su marido Mariano continua peleando por sus derechos en Eslovaquia, que no serán solo propios, serán para toda la comunidad.

Jakub Sanko: "Cuando vine a Argentina me di cuenta que me habían violado, yo pensé que me lo merecía"

—Nosotros te conocimos en El gran premio de la cocina, pero hubo un pasado muy duro.

—Sí, así es. Soy cocinero y formo parte de la comunidad LGBTQ+. Y con esto último tiene que ver un poquito toda mi infancia, enmarcada en una sociedad tan estructurada y tan tradicional como la eslovaca. Cuando yo nací estaba mi mamá, mi papá, mi hermana y yo. A mis nueve años mi papá nos abandonó y nos dejó solos.

—¿Tu mamá trabajaba?

—Sí, tenía que trabajar porque mi papá se borró totalmente. No aportaba dinero y no respondía mensajes. Ella siempre hizo todo lo que pudo. Lamentablemente en ese momento no lo veía de esa manera. Mi mamá me anotó a una escuela que costaba mucha plata, tenía que laburar doble, se endeudó un montón de veces. Muchas veces me prohibía cosas y yo no entendía por qué. Veía a mis compañeros que eran todos de familias de buena plata y yo quería ser igual, porque la primera cosa por la que a uno lo expulsan del grupo en la escuela es justamente por la diferencia de plata. Tenía un pantalón nada más para todo el año.

Jakub junto a su mamá, sin cuentas pendientes y con el pasado perdonado (Foto: Jakub Sanko)
Jakub junto a su mamá, sin cuentas pendientes y con el pasado perdonado (Foto: Jakub Sanko)

—¿El bullying empezó así?

—Me di cuenta del bullying que había padecido cuando llegué a la Argentina. Cuando conocí a Mariano, mi actual pareja, me empezó a hablar del tema. Yo esas cosas las tenía naturalizadas y cada cosa que me pasaba creía que era porque me consideraba demasiado bueno. Me gustaba estar bien con todos, estar rodeado de amigos, a veces me ponía en el lugar de clown y hacía chistes, quería estar bien con la gente.

—Y en realidad lo que pasaba era que te tomaban de punto.

—Claro. Ya desde que tenía siete años me encerraban en los baños. Pensé que era por ser siempre el más chico de la clase, nunca lo relacioné con mi sexualidad o por ser “diferente”. Lo mismo con mi familia: comentarios como “cuándo vas a tener una novia” o “cuándo arrancás a hacer algo masculino. No les tengo rencor por todo eso. Mi madre es una capa en todo, aunque le costó cambiar y ver las cosas de otra manera por ese “chip social” que tenía.

—¿Cuáles eran esas burlas que vos no vivías terriblemente, pero que hoy sí entendés que eran parte del bullying que un niño no tiene que pasar?

—Al principio los encierros en el baño, algunos gritos. Yo era muy chiquito entonces no recuerdo tanto. A los nueve me fui a otro colegio.

—¿Y ahí qué pasaba?

—Siempre tengo la imagen de una persona con la cabeza pelada, de los chicos de mi región que hoy por hoy son reconocidos como neonazis. Y recuerdo gritos en los corredores.

Jakub y sus hermanos (Foto Jakub Sanko)
Jakub y sus hermanos (Foto Jakub Sanko)

—¿Te golpeaban?

—Me golpeaban, me empujaban, me encerraban en unos corredores oscuros y me hacían sentir miedo. Me querían demostrar que eran algo más que yo. No entendía por qué. Pensaba que era por mí, por ser yo. En ese momento ni siquiera había salido del closet. De hecho, lo hice cerca de mis catorce y en una situación súper fuerte y revolucionaria para mi familia.

—¿Por qué?

—Era constante que me dijeran: “Búscate algo más masculino”. Porque mis primos jugaban al fútbol y eran todos perfectos, eran las ovejas blancas de la familia. Todos orgullosos de ellos. Me humillaban en forma de chiste y yo me reía con ellos porque era más fácil.

—Era un mecanismo de defensa.

—Hoy por hoy me tomo el insulto para mí mismo. Perdón por las palabras pero yo soy el primero que me voy a reconocer como puto. Porque no dejo ningún espacio a otra persona para que me humille o me haga sentir inferior.

Jakub Sanko: "Siempre fue una lucha interna hacer felices a los demás, encajar en la sociedad, y ser yo mismo"

—Tuviste que fortalecerte mucho porque si los que te tenían que defender y cuidar de esa situación te exponían más te quedabas en un lugar de muchísima soledad. Y vos ya habías sido abandonado por tu papá también ¿no?

—Estaba solo. Literalmente estaba solo en mi transformación adolescente de conocer mi sexualidad. Es una locura.

—¿Más allá de lo psicológico y lo espantoso que vivías te lastimaron físicamente alguna vez?

—Sí, una vez fui a comprar una limonada en mi pueblo, un pueblo de 3.500 habitantes, muy chiquito, muy familiar. Había un chico súper borracho y me dio un cabezazo. Todo el bar lo vio y nadie hizo nada.

—¿Hoy sigue siendo así?

—No avanzó para nada. Hace un mes mataron a dos pibes solamente por ser gays tomando cerveza, en una vereda de un bar gay en Eslovaquia.

—¿Pudiste amigarte con el que eras a pesar de todo lo que generaba a tu alrededor? ¿Pudiste encontrarte?

—No, hasta que llegué a la Argentina. Siempre fue una lucha interna: hacer felices a los demás, encajar en la sociedad y ser yo mismo. En Eslovaquia es imposible. Porque si no vas con la corriente, no avanzás. El clásico gay eslovaco es súper cerrado. No es expresivo. Y eso está mal porque como dice mi marido lo que no se ve no existe y lo que no existe no tiene derechos. Cómo podemos conseguir derechos para nosotros si nosotros mismos nos escondemos de la sociedad. Igual es entendible por qué se esconden. Los matan.

Jakub Sanko: "El clásico gay eslovaco es súper cerrado y eso está mal porque como dice mi marido lo que no se ve no existe, y lo que no existe no tiene derechos" (Foto Jakub Sanko)
Jakub Sanko: "El clásico gay eslovaco es súper cerrado y eso está mal porque como dice mi marido lo que no se ve no existe, y lo que no existe no tiene derechos" (Foto Jakub Sanko)

—¿Te enamoraste en Eslovaquia? ¿Tuviste amores?

—Tuve mi primer novio. Cuando salí del closet estaba re enamorado. Mi mamá notaba diferencias en mí, que me escondía, que mandaba mensajes. Quería saber qué pasa e hizo algo que nunca debió hacer pero tenía 14 años, así que como menor de edad tuvo todo derecho de investigar, me tocó el teléfono y encontró mensajes. Hizo lo que le enseñó la sociedad, me encerró en casa. Me hizo separar. No pude salir afuera de la escuela por un año y medio. Me controlaba todo. La quiero a mi mamá, no estoy enojado. La entiendo.

—Hizo lo que pudo.

—Lloraba todas las noches en mi cama porque no iba a tener nietos. El círculo social la apoyaba en encerrarme en casa, en tratar de cambiarme la cabeza, en echarme culpa a mí, o a ella o a alguien porque yo me hice gay…

—¿Ella tenía la fantasía de que por hacer eso vos ibas a cambiar?

—Creo que sí. O tenía el deseo nomás.

Luego de varios abandonos Jakub se reencontró con su padre y hoy mantienen un gran vínculo que incluyó visitas a la Argentina (Foto: Jakub Sanko)
Luego de varios abandonos Jakub se reencontró con su padre y hoy mantienen un gran vínculo que incluyó visitas a la Argentina (Foto: Jakub Sanko)

—¿Qué pasa cuando te reencontrás con tu papá?

—Primeramente, estaba re feliz. Después desapareció de vuelta, por un año. Y no lo volví a entender. Yo tenía 16 años más o menos. Estaba justamente en el cambio, en aceptarme como soy. Hoy todavía sigo amargado porque no había una persona de todo mi entorno familiar en quien yo pudiera confiar. Yo me juntaba con los chicos al lado de los bosques, detrás de las fábricas, en lo oscuro de la noche cuando mi mamá dormía. Me escribía con gente. Recuerdo que me junté con un señor, que por mensajes me mintió con la edad y cuando me di cuenta empecé a correr y a gritar por la plaza. Me tomé el primer colectivo que iba a mi casa. Cuando llegué, me senté en mi cama a llorar. Tenía mucho terror. Hoy me sigo acordando de su cara. ¿Sabés cuántas veces terminaba haciendo cosas, teniendo relaciones sexuales por el miedo de no saber si iba a poder volver a mi casa, con gente que no me gustaba y que me habían mentido con su edad?

— A ver si entiendo, terminaste teniendo relaciones sexuales en situaciones en las que vos no hubieras querido tenerlas

—Sí, muchas veces. Imaginate. Sos un chico de 15 años, te vas al lado de un bosque a las 2 de la mañana donde está todo apagado, no hay nada. Te pueden matar y si no te empiezan a buscar no te encuentran. Me juntaba en esos lugares porque ahí no había nadie que me pudiera descubrir, para que no me hicieran más bullying todavía o pudieran golpearme por encontrarme con un pibe, o que no sé diera cuenta mi familia.

Jakub triunfa como Chef en la Argentina y abrió el restaurante Berna  (Foto: Jakub Sanko)
Jakub triunfa como Chef en la Argentina y abrió el restaurante Berna (Foto: Jakub Sanko)

—Una situación de absoluto peligro y dolor para un nene de 14 años y para cualquiera. ¿Cómo fue empezar a buscar trabajo?

—Arranqué muy joven, a mis 14. Mi padre no estaba, no había plata y yo quería comprarme mis cosas, cambiar mi ropa. Lo primero que hice fue probar trabajar con mi tío y mi abuelo, ellos se dedicaban a trabajos de mano. Pero como no la pasaba bien y no me gustaba la mugre, un día decidí ir a trabajar a un restaurante. Me postulé como camarero. Les mentí que tenía experiencia para que me tomaran y fui aprendiendo y copiando cosas de quienes eran mis colegas.

—¿Viviste situaciones difíciles en el recorrido laboral?

—Sí. Antes de encontrar el trabajo de camarero. Tenía alrededor de quince años. Estaba con muchas ganas de hacer plata, quería comprarme un libro, tener una adolescencia normal. Y no sé cómo pero me enganchó un pibe cuando fui de vacaciones a la casa de mi abuela; me ofreció trabajo para ser asistente de camionero. Le dije que sí. Él era un pibe de esos de cabeza pelada también. Siempre llevó puesta ropa de militar. El primer día nos encontramos a la mañana y nos fuimos a trabajar. En un momento paró al lado de la ruta, hacía mucho calor. Y me dijo que lo ayudara con algo. Me hizo ir a la parte de atrás del camión donde estaban las cosas, me pidió que subiera. Nos encerró y me hizo tener relaciones sexuales con él.

—Te violó.

—Cuando vine a la Argentina me di cuenta que era violación. Yo pensé que me lo merecía. De ahí volvimos y no había ningún depósito. Ni siquiera me pagó la plata. No entendí la parte de violación. Sabés por qué no la entendí, porque nadie me contó nada. Cuando empecé a descubrir mi sexualidad no había nadie que me dijera: “Fijate que esto te puede pasar en el futuro. Cuando uno te dice que quiere tener relaciones sexuales y vos decís que no, es un crimen”. Yo podía denunciarlo pero no sabía qué andaba pasando porque nadie me lo dijo. La primera persona a la que se lo conté fue a Mariano y él me explicó. Lo peor de todo eso es que yo lo tenía tan naturalizado que la semana siguiente volví a trabajar con él porque me debía plata y me dijo vení dale que vamos a otro lugar. Me hizo exactamente lo mismo.

—Tremendo.

—Lamento que no existió ninguna persona de mi familia a la que pudiera decirle lo que me pasó y que me dijera: “Jakub te violaron, dale, vamos a buscar al pibe y lo cagamos a trompadas”. Yo pensé que estaba todo bien y encima dejé que me lo hiciera de vuelta.

—Muchísima vulnerabilidad y dolor.

—Lo peor de todo es que yo no entendía lo que estaba pasando. Hoy por hoy tenemos un montón de información, pero yo en ese momento no sabía lo que me estaba haciendo.

Jakub Sanko: "En Argentina me enamoré de mí mismo"

—Estabas viviendo una revolución interna muy importante entre quien eras y lo que la sociedad y tu familia pretendían que fueras.; todo ese dolor que se acumulaba y ese maltrato al que estabas expuesto. ¿Cómo saliste de eso? ¿Cómo lo transitaste? ¿Te quisiste lastimar en algún momento?

—Sí. Y no una vez. Estaba trabajando en un boliche en Žilina. Estaba a cargo de la barra durante la noche y entraban los neonazis cerca de las dos de la mañana, hacían quilombo, golpeaban, me amenazaban de matarme. Sabés cuántas veces yo le escribía a la dueña diciéndoselo y a mis colegas? Los clientes no hacían nada porque eran pendejos tomando. Muchos se sumaban a eso. Sabés cuántas veces me pasó por la cabeza la idea de dejar todo, olvidarme, y dejarme por fin en paz? Una noche empecé a tomar y dije basta, no puedo más, no puede ser que uno ni siquiera pueda trabajar, tener mis cosas. Todo el tiempo fui cuestionado, desde cada mínimo detalle de mi vida: a quién tengo que amar, qué tengo que apuntar a ser, qué tengo que hacer de mi vida. Una vez estuve casi a punto de hacerlo. Varias veces lo fui pensando. Siempre pensé en el suicidio como una opción para resolver los problemas. Muchos amigos se suicidaron. Y creo que ahí es donde te empuja la sociedad, a tenerlo como una opción. Tuve la suerte que esa noche cuando ya tenía preparadas las pastillas, de milagro, me contactó mi primo y empezamos a hablar. Descubrió lo que andaba pasando, se puso en contacto con mis tíos y me fueron a buscar.

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El amor con Mariano lo trajo a la Argentina y abrió un mundo nuevo  (Foto: Jakub Sanko)
El amor con Mariano lo trajo a la Argentina y abrió un mundo nuevo (Foto: Jakub Sanko)

—Después de Eslovaquia te fuiste a Praga

—Siempre soñaba ir a un lugar más diverso, o más liberal. Praga es como un Ámsterdam de Europa central y Praga es la primera ciudad muy cercana a mi cultura súper abierta al tema LGBT. Aunque tiene todavía bastante por aprender si lo comparamos con Buenos Aires.

—Ahí lo conocés a Mariano.

—Claro y no soy una persona de relaciones a larga distancia, pero me enamoré súper rápido. Me enamoré de él y de nosotros juntos. Decidimos probar dos años en la Argentina con la idea de volver después a Praga. Empecé a conocer la sociedad argentina y cada vez me empecé a sentir más cómodo acá. En la Argentina me enamoré de mí mismo. Mirá, vine vestido como un árbol de navidad (risas). En Eslovaquia no podría pasar. Estoy como disfrutándome.

—En Argentina te enamoras de vos, eso es importantísimo. Entendiste que tenías derechos

—Claro, que puedo, no soy de pintarme las uñas. Soy cocinero y hoy me las pinté por vos nomás (risas).

Él mismo atiende y supervisa cada detalle en Berna, Zapiola 1502
Él mismo atiende y supervisa cada detalle en Berna, Zapiola 1502

—Por supuesto acá la diferencia es abismal y el matrimonio igualitario está reconocido, pero también hay crímenes de odio

—La diferencia es justamente que acá la homofobia es un crimen. Es un delito. La policía te va a proteger. En Eslovaquia la policía te va a decir que te lo buscaste y no se va a ocupar. Con Mariano arrancamos el juicio para reconocer nuestro matrimonio y que le den la residencia.

—Ustedes quieren tener los mismos derechos que un matrimonio heterosexual. Ni más ni menos que eso.

—Claro. ¿Si me quedo acá sabés por qué es? Por verme en el espejo como me mira realmente la gente en Argentina. Me encontré con tanto amor que empecé a amarme a mí mismo de esa misma manera. Argentina es un país que tiene un millón de problemas económicos, políticos, pero la sociedad tiene algo que le falta a muchos lugares en el mundo, y la gente que sale de acá para buscar trabajo en Europa lo sabe, lo entiende, busca la tranquilidad económica pero después al final van a terminar volviendo a la Argentina.

—No quiero que te vayas sin preguntarte, estamos en pleno Mundial. ¿Qué te genera que el evento deportivo más importante del mundo se esté dando en un lugar con tanta limitación de derechos justamente?

—Es una falta de respeto a los derechos humanos. No solamente se está jugando, se lleva un montón de plata ese país. Se apoya a la sociedad económicamente para que siga haciendo lo mismo, más allá que podrían hacer restricciones, mira que las cantantes se fueron bajando de la cosa justamente por esta razón. Es una lástima que las compañías que tienen alcance en la gente, que tienen primeramente poder de hacer algo, no se animan y apoyan este mundo injusto y que no sea igualitario para todos.

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