La saga de fatalidades en el mar austral no se detiene. Mientras sigue bajo análisis las causas por las cuales un bote semirrígido –perteneciente al buque de pasajeros de bandera portuguesa Word Explorer– dio una vuelta de campana en proximidades del continente blanco mientras realizaba una excursión, ocasionando la muerte inmediata de dos turistas estadounidenses de 76 y 80 años, en los últimos días se una seguidilla de accidentes fatales encendió las luces de alarma en el sector.
El pasado 28 de noviembre en una embarcación similar a la anterior, perteneciente en este caso al crucero noruego Viking Polaris, y en idénticas circunstancias, sufrió una avería que la deja momentáneamente sin propulsión, lo que originó que por acción de la marea la pasajera Nancy Creech (78) sea eyectada a casi dos metros de altura cayendo posteriormente al piso de la embarcación sufriendo múltiples fracturas.
En el mismo incidente, otro pasajero cayó al agua siendo posteriormente rescatado por la tripulación con evidentes signos de hipotermia. En su declaración ante Prefectura Naval Argentina la capitán del buque atribuyó el accidente a fallas en el material del semirrígido utilizado para el tour marino.
Pero las peripecias del Vikin Polaris no terminarían allí. El 29 de noviembre mientras regresaba al puerto de Ushuaia para evacuar a las víctimas, es afectado por un fuerte temporal con vientos superiores a los 82 nudos (casi 150 Km/h) y mar gruesa lo que provoca que una ola, al impactar sobre la nave, produjera la rotura de varios paneles vidriados de su banda de babor (izquierda) con el consecuente fallecimiento de la pasajera estadounidense Sheri Zhu de 60 años.
La magnitud de los destrozos también provocó heridas de distinta gravedad a los pasajeros David Kuo (63) Eduards Jefferson (75) Nelson Jo (77) y Susan Eduard (66)
Todos los siniestros mencionados están siendo investigados por personal de la Prefectura Naval Argentina y del juzgado federal de primera instancia de Ushuaia a cargo del doctor Federico Calvete; mientras que el Viking Polaris se encuentra fondeado en la rada del puerto local habiendo sido sus pasajeros evacuados del mismo.
Creciente preocupación
Infobae consultó a distintas fuentes las que coincidieron en manifestar distintas preocupaciones y reparos a la hora de ponderar la actividad turística más allá del paralelo 60 que es precisamente el punto geográfico que marca el ingreso a las complicadas aguas antárticas.
Desde la Liga Naval Argentina indicaron que si bien desde 2017 entró en vigor el denominado “Código Polar” que regula tanto la capacitación profesional del personal que opera los buques que navegan en aguas polares como así también las condiciones estructurales que deben poseer las naves para ser aptas para la navegación en zonas de hielo, hay numerosos grises por despejar.
En el mismo sentido, el Presidente de la Academia de la Antártida Contraalmirante Marcelo Tarapow, indicó: “El principal objetivo del Código Polar, es el de consensuar las normas mínimas de seguridad en cuanto a la formación del personal y de los buques que navegarán en las altas latitudes del Ártico y de la Antártida”.
Y amplió: “Esto incluye desde la construcción de los barcos, equipamiento de comunicaciones, posicionamiento y de abandono en caso de un siniestro, con medios adaptados para bajas temperaturas. El Código Polar concentra más de un siglo de experiencias, en un ambiente que se caracteriza y distingue de otros por una frecuente combinación de vientos fuertes, mares embravecidos, temperaturas bajas, visibilidad reducida, cartografía no siempre precisa y con la presencia de distintas clases hielos a la deriva”.
“Para el caso específico del Viking Polar hay que destacar que se trata de un buque inaugurado en 2022. Posee la última tecnología y su casco está certificado para navegación antártica. Esto no quita que algunas cosas no están del todo claras en materia de previsiones de seguridad en este tipo de buques destinados al transporte de turistas no marinos”, otro de los peritos navales consultados.
Dicha fuente acotó: “Estas naves presentan enormes superficies vidriadas que brindan vistas espectaculares del paisaje antártico, ahora no podemos dejar de considerar que, así como una navegación en el mar Caribe suele ser acompañada de buen tiempo y aguas tranquilas, la bravura del mar austral somete a la estructura de la embarcación a esfuerzos de todo tipo y realmente el Código Polar no profundiza en la materia”.
Un reconocido empresario naviero con actuación en el agenciamiento de buques de pasajeros recordó que “los buques de pasaje se rigen por normativas especiales de construcción. Los que tienen responsabilidad en estos casos son las Sociedades de Clasificación sobre el cumplimiento de las reglamentaciones, ya que generalmente son los representantes del Estado cuya bandera enarbola la nave”.
Entre la larga lista de pendientes en materia de seguridad operacional de este tipo de naves, se encuentra la falta de relación entre la edad, aptitud física y capacidad de reacción de buena parte de los pasajeros y la libertad que se les brinda para realizar actividades que son de alto riesgo aun para personas entrenadas.
“Para que un marino profesional sea militar o civil tripule una embarcación menor en aguas peligrosas, debe superar una gran cantidad de pruebas físicas. A un turista se lo invita a tripular un semirrígido sin la más mínima instrucción previa y a sabiendas de que muchas veces por el simple hecho de ser personas de edad avanzada cualquier percance los colocará en indudable riesgo de vida”, sostuvo un antártico con varias campañas en su haber.
Desde hace varios años, distintas autoridades con responsabilidad en el sector antártico, vienen alertando sobre la peligrosidad de la cada vez mayor actividad turística en el continente blanco. Además de los frecuentes accidentes personales, sobrevuela el irreparable daño ambiental que el único oasis del planeta podría sufrir si un mega buque de pasajeros sufre un accidente y derrama combustible en la zona.
Infobae pudo saber que a nivel local la seguidilla de accidentes fatales o graves que han venido sucediendo deberían llevar a la adopción de medidas de control más efectivas y a restringir o directamente prohibir el desembarco de pasajeros al suelo antártico.
Sobre este particular, una vez más los antárticos indicaron: “El problema en intentar regular en materia de turismo antártico a nivel nacional radica en que al margen de la declamada soberanía antártica nos ha llevado a un mapa bicontinental, en la práctica el país no tiene facultades para legislar en esas latitudes porque el vigente Tratado Antártico lo prohíbe. Cualquier propuesta en la materia debe ser fruto del consenso internacional”.
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