En 1843, Chile inició la ocupación del estrecho de Magallanes, con la fundación de Fuerte Bulnes y Punta Arenas. Con el tiempo, las relaciones entre Chile y Argentina se complicaron por diferencias limítrofes y de soberanía sobre el vasto territorio patagónico. Las tensiones se agudizaron a partir de 1872, cuando Chile señaló que su jurisdicción se extendía desde el estrecho de Magallanes hasta la ribera sur del río Negro, postura que luego modificó y limitó hasta la costa sur del río Santa Cruz.
Para concretar sus pretensiones, Chile prohibió en 1872 los proyectos del empresario francés Ernesto Rouquaud quien, con permiso del gobierno argentino, intentó un emprendimiento colonizador y de industria pesquera en la zona del río Santa Cruz. Posteriormente, la cañonera de guerra chilena “Magallanes” capturó en el río Santa Cruz dos buques extranjeros autorizados por Argentina para cargar guano: el francés “Jeanne Amelie” (1876) y el estadounidense “Devonshire” (1878). Esos acontecimientos significaban el desconocimiento de la soberanía argentina sobre los extensos territorios de la Patagonia y espacios marítimos adyacentes del Atlántico Sur.
Aquellas lejanas y abandonadas regiones de nuestro Sur, tan ricas como escasamente conocidas, se hallaban en parte bajo dominio aborigen: así sucedía con la Confederación de Salinas Grandes, liderada por el cacique mapuche-araucano Calfucurá y sus sucesores, y con el “País de las Manzanas” de los caciques Sayhueque, Foyel e Inacayal; por otra parte, la Patagonia y el Atlántico Sur se encontraban en la mira de numerosos actores: el Reino Unido, instalado desde 1833 en las islas Malvinas; el enigmático y excéntrico francés Orlie Antoine de Tounens, autoproclamado “Orlie Antoine I Rey de Araucanía y Patagonia” (1860-1877); y los anónimos y oscuros aventureros extranjeros (balleneros, pescadores, cazadores, cargadores de guano) que explotaban y depredaban a su antojo, y con total impunidad, las riquezas marítimas y del interior patagónico, con absoluta ignorancia de los gobiernos argentinos.
La reiterada presencia de buques de guerra de Chile en la zona del río Santa Cruz y el apresamiento del “Devonshire” por los marinos chilenos a fines de 1878, obligaron al presidente argentino Nicolás Avellaneda (1874-1880) a tomar medidas urgentes para defender la soberanía nacional en el río Santa Cruz, los territorios patagónicos y sus espacios marítimos. Así decidió, con el sabio consejo de su ministro de Guerra y Marina el general Julio A. Roca, enviar al lejano Sur una expedición naval y militar para ocupar aquellas regiones, reafirmar nuestra soberanía, ejercer presencia efectiva y promover su defensa.
Para llegar al río Santa Cruz, nuestra Armada debería actuar en un escenario básicamente marítimo. Pero… ¿cuál era la situación de nuestras fuerzas navales en aquel crítico 1878? Por ese tiempo, la Armada Argentina poseía una concepción estratégica fluvial, centrada en la cuenca del Plata, ya que luego de la guerra del Paraguay (1865-1870) y ante las tensiones con el Imperio del Brasil, el presidente Sarmiento (1868-1874) adquirió buques de guerra nuevos y modernos para proteger los ríos de la cuenca del Plata.
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Así surgió la “Escuadra de Sarmiento”, de hierro y vapor, compuesta por los monitores “Los Andes” y “El Plata”; las cañoneras (corbetas) “Uruguay” y “Paraná”; y las bombarderas “Constitución”, “República”, “Bermejo” y “Pilcomayo”. Eran buques exclusivamente fluviales, destinados al escenario rioplatense para defender costas y ríos. Construidos en astilleros británicos, llegaron a nuestro país entre 1874 y 1876. Se crearon también la Escuela Naval Militar (1872) y el Arsenal de Marina de Zárate (1873).
El desafío era enorme: operar en un escenario lejano y fuertemente marítimo con buques de ríos y reafirmar nuestra soberanía ante las pretensiones de Chile, que poseía una Armada moderna, poderosa y oceánica, en la que se destacaban los blindados “Almirante Cochrane” y “Blanco Encalada”.
Aún ante aquellas desventajas, se organizó una expedición naval con el monitor “Los Andes”, la bombardera “Constitución” y la cañonera “Uruguay” (donde funcionaba la Escuela Naval Militar). Dichos buques no eran adecuados para la misión ni para actuar en el mar, y eran inferiores en poderío y capacidad marinera a los buques de guerra chilenos; por otra parte, nuestra escuadra se hallaba en esos momentos en desarme y con tripulaciones reducidas.
La expedición fue puesta al mando del coronel de marina Luis Py (1819-1884), experimentado y veterano marino de origen español, nacido en Cataluña, que desde 1843 prestaba servicios en nuestra Armada. Participó en la guerra contra la República Oriental del Uruguay (1839-1851), a las órdenes del Almirante Brown. Integró la escuadra del Estado de Buenos Aires durante el conflicto con la Confederación Argentina (1853-1861). Como comandante del vapor “Guardia Nacional”, intervino en la guerra del Paraguay (1865-1870). Durante los conflictos del Litoral (1870-1871), la revolución de 1874 y la guerra civil de 1880, Py se halló siempre junto al gobierno nacional. Fue jefe de la escuadra (1874-1877), y tuvo a su cargo la isla Martín García (1871-1873) y los talleres y arsenales de Marina (1880-1884). En 1880 ascendió a comodoro.
El comodoro Luis Py gozaba de gran prestigio, tal como señaló el periodismo en 1884 con motivo de su fallecimiento: “Consagró su vida al servicio de la república, en cuyas peores horas le ofreció su sangre. Py era un bravo. Sereno sin ostentación, jamás esquivó el peligro, marchaba tranquilo a la boca de los cañones. Su carácter era suave y sencillo, pero la indisciplina y la insubordinación nunca se resolvieron a su lado. Sus subalternos lo amaban, sus iguales lo respetaban y sus superiores le dispensaban las consideraciones a que son acreedores aquellos que lealmente cumplen con sus deberes. El comodoro Py era un hombre de bien. Los marinos jóvenes deben conservar siempre la memoria del comodoro Py, y si aprenden a imitar sus virtudes, serán valientes, honrados y dignos”. Conocido respetuosamente como “Don Luis”, se dirigía a sus subalternos como “Vuestro Jefe y Amigo”.
Tal vez el ilustre comodoro Luis Py nos resulte más o menos conocido por la avenida que lleva su nombre, donde funcionan los tribunales y juzgados federales.
El 8 de noviembre de 1878 la expedición de Luis Py zarpó de Buenos Aires rumbo al lejano Sur. Componían sus fuerzas el monitor “Los Andes” (insignia), la bombardera “Constitución” y la cañonera “Uruguay”, y 50 hombres de artillería del Ejército al mando del mayor Félix Adalid. Sus instrucciones consistían en ocupar la costa sur del Río Santa Cruz y, en caso de encontrar buques de guerra chilenos, Py debía exigir pacíficamente el abandono de aquella zona o imponerlo por la fuerza en caso necesario.
Ya en plena travesía por el Atlántico Sur, la navegación se hizo muy difícil y peligrosa, pues los diminutos buques de río de la expedición de Py enfrentaban un extraño escenario: las agitadas y encrespadas aguas del océano. Así, los buques argentinos soportaron permanentes temporales, lluvias, vientos, chubascos, densas neblinas y mar picado, y tuvieron que navegar separados y aislados en distintas etapas por la neblina, con serio riesgo de colisión. Para mantenerse comunicados, hacían señales con banderas, y de noche utilizaban faroles, bengalas y disparos de artillería. El monitor “Los Andes” sufrió avería de máquina y rotura del timón, y la bombardera “Constitución”, tras quedar prácticamente desarbolada y casi sin carbón, improvisó una vela con remos y ropa blanca.
El 13 de noviembre de 1878 la expedición Py llegó al río Negro y fondeó en Carmen de Patagones. El 19 abandonó esa localidad, pero por mal tiempo y fuertes vientos tardó dos días en salir del río Negro para llegar al océano. Para hacernos una idea del abandono en que los gobiernos argentinos mantenían a aquellas regiones, el guardiamarina Santiago Albarracín, de la bombardera “Constitución”, observó con preocupación que en Carmen de Patagones y Viedma el dinero circulante no era argentino sino chileno, y que los marinos argentinos de la expedición Py eran considerados “extranjeros” por esas poblaciones locales.
El 25 de noviembre de 1878, el monitor “Los Andes” llegó a la desembocadura del río Santa Cruz y fondeó en su interior, al norte de la isla de Leones. Al día siguiente lo hicieron la bombardera “Constitución” y la cañonera “Uruguay”.
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Cuando la expedición arribó al río Santa Cruz, los buques de guerra de Chile ya se habían retirado de allí apenas dos días antes, pues el país trasandino ya se estaba preparando para la guerra del Pacífico contra Bolivia y Perú, que estallaría a comienzos de 1879. De haberse enfrentado la expedición Py con la escuadra chilena en el río Santa Cruz, es muy posible que los buques argentinos hubiesen sido derrotados, pues, como observó un oficial naval argentino de época, “Chile tenía sus acorazados Cochrane y Blanco Encalada y armamento muy superior a los de todos nuestros buques. La presencia de uno sólo de aquellos en Santa Cruz hubiera sido un desastre para la división Py”.
El 1 de diciembre de 1878, los expedicionarios de Luis Py izaron el pabellón argentino en un cerro del Cañadón de los Misioneros, sobre la costa sur del río Santa Cruz, solemne y contundente acto de reafirmación de la soberanía nacional sobre aquellas lejanas, inhóspitas y ricas regiones. Días después, se concretó el tratado Fierro-Sarratea entre Argentina y Chile, que redujo la tensión entre ambos países (6 de diciembre de 1878).
Mientras la expedición Py permaneció en el río Santa Cruz ejerciendo presencia y defendiendo nuestra soberanía en aquellas extremas y salvajes soledades, el 17 de diciembre de 1878, a bordo de la cañonera “Uruguay”, egresaron los flamantes cuatro cadetes de la primera promoción de la Escuela Naval Militar creada por Sarmiento.
El guardiamarina Albarracín expresó que los expedicionarios se hallaban totalmente aislados, con alimentos cada vez más escasos y amenazados por enfermedades como el escorbuto; dijo, además, que en “aquellos parajes todo faltaba, menos el ardiente deseo de servir con honra a nuestra patria”.
Entre el 20 de diciembre de 1878 y el 9 de marzo de 1879 llegaron a Cañadón de los Misioneros el cúter “Los Estados”; la goleta “Cabo de Hornos”; la lancha a vapor “Monte León”; la bombardera “República” y la cañonera “Paraná”. Uno de esos buques informó que en isla Tova (Chubut) encontró una empresa francesa ilegal que explotaba fauna marina y que había izado la bandera de Francia, la cual fue arriada por orden de los marinos argentinos. Todos aquellos buques trajeron alimentos, carbón, refuerzos del Ejército y noticias de las negociaciones entre Argentina y Chile, a la vez que contribuyeron a fortalecer la presencia argentina y la ocupación territorial.
La cañonera “Uruguay” regresó a Buenos Aires, en tanto el monitor “Los Andes”, la bombardera “Constitución” y otros buques, todos al mando de Luis Py, abandonaron Santa Cruz el 14 de marzo de 1879 y llegaron a Carmen de Patagones el 19 de marzo para apoyar a las fuerzas del ministro de Guerra y Marina general Julio A. Roca durante la campaña del río Negro (abril-mayo de 1879).
Al retirarse de Santa Cruz, Santiago Albarracín recordó con nostalgia: “los pocos meses que permanecimos aislados del mundo en aquellos áridos y despoblados parajes, nos habían parecido siglos. Sin embargo, al alejarnos de allí y perder de vista esos tristes parajes, experimentábamos una dolorosa sensación como si nos arrancaran algo de nuestro ser y se nos oprimiera el corazón”. Los buques de Py llegaron a Buenos Aires el 9 de julio de 1879.
La complicada y peligrosa misión de la expedición Py había sido cumplida. Nuestra Armada, con medios escasos, inadecuados, improvisados y de uso fluvial, debutó oficialmente en un escenario marítimo y la soberanía nacional en el Sur fue dignamente defendida. Santiago Albarracín observó que “fue necesario improvisarlo todo. Los buques para defender nuestros ríos se convirtieron improvisadamente en buques de mar”. Con lucidez, se señaló que “su acción marcaba el fin de una época del pasado heroico de nuestra flota de ríos, que audaz y temerariamente iniciaba la era del mar”. La expedición del comodoro Py a Santa Cruz convenció a nuestros gobiernos de la necesidad de poseer un poder naval moderno, fuerte y oceánico.
Con la expedición del comodoro Luis Py, la Armada Argentina salió por primera vez al mar de manera formal, regular, organizada y con criterio de continuidad. Comenzó a incorporarse la visión marítima a una Armada tradicionalmente de ríos. La concepción estratégica y la doctrina naval adquirió capacidad y orientación oceánica: así, se estructuraron y organizaron dos áreas operativas y de defensa: una tradicional y fluvial (cuenca del Plata) y otra nueva y oceánica (Atlántico Sur y Patagonia).
Sobre la expedición Py dijo el general Julio A. Roca: “Argentina debe ser en breve tiempo una nación esencialmente marítima, pues sus mayores intereses se hallan vinculados en el porvenir a la población de sus costas y a sus puertos para el comercio universal. Hace apenas un año no era conocido el poder marítimo de la República, pues sus buques habían permanecido encerrados en los ríos. Hoy tenemos una escuadra que ha probado ser capaz de sostener el dominio de sus mares desde el Plata hasta el cabo de Hornos”.
Tan fuerte y simbólico fue el acto de izar el pabellón argentino en Cañadón de los Misioneros aquel 1 de diciembre de 1878, que la Armada Argentina estableció el 1 de diciembre como “Día de la Flota de Mar”.
Los hombres de nuestras Fuerzas Armadas, conducidos por el comodoro Luis Py, contribuyeron a que la Patagonia y los espacios marítimos circundantes del Atlántico Sur se incorporaran al patrimonio territorial argentino, ampliando así el horizonte y la orientación de los intereses nacionales hacia las lejanas comarcas de nuestro Sur.
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