Hacer de la madera un instrumento. Tallar, dar formas que den vida a una canción. Modelar cerámicas y metales para que suenen notas, melodías. Transformar. Crear. Reparar lo desgastado, la pieza quebrada para que vuelva a vibrar. Luthería: el arte antes del arte.
“No queremos que cuando la gente piense en un luthier imagine a un señor viejito, con barba y herramientas. Porque hay chicas, chiques y personas trans que somos luthiers. Queremos abrir el espacio a las mujeres y diversidades. Con tanto movimiento feminista y con tantas cosas que van cambiando en la sociedad, ya era hora de que el cambio llegara al taller luthier”.
Dalila Cabrera tiene 26 años, es tucumana y luthier en formación, la carrera que cursa en paralelo a la Licenciatura en Artes Plásticas en la Universidad Nacional de Tucumán. Pero “Dali” es, muy especialmente, una de las fundadoras de Red Lutherística: una comunidad fundada por mujeres y disidencias en la luthería para la difusión y profesionalización de sus trabajos.
“La Red Lutherística surgió durante la pandemia, primero como una charla entre dos compañeras a partir de la curiosidad de saber qué otras mujeres estaban ejerciendo el oficio, porque la luthería es, como tantos, un territorio de hombres. Entonces se armó un grupo de Facebook de mujeres luthiers. Después sumamos disidencias. Al principio la convocatoria incluía solo Argentina y al poco tiempo ampliamos a Latinoamérica… así fuimos cambiando el nombre para poder incluir gente que se iba acercando. Hoy somos 87 miembros inscriptos en la Red y casi 200 son parte del grupo de Facebook”.
Los cruces virtuales funcionaron como punto de encuentro y, a la vez, como desahogo catártico de las problemáticas que se repetían de un lado al otro del meridiano.
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“Solemos vivir micromachismos, situaciones que no están buenas. Por ejemplo, en el proceso de aprendizaje es común sentir que tenemos que demostrar más que un hombre para hacer el mismo trabajo. No resulta lo mismo ver a una chica con un serrucho que ver a un `vago´. Nos pasa además que nos llaman clientes y cuando escuchan que atiende una mujer piden que les pasemos con el luthier. O ir a una ferretería sabiendo lo que queremos comprar y tener que soportar que nos boludeen. Sé lo que busco, sé lo que necesito. A mí me han llegado a decir que una pieza que necesitaba no existía solo porque en esa ferretería no lo tenían. Es indignante. Por eso queremos visibilizarnos, para que la sociedad se acostumbre. Que la luthería tradicionalmente fue ocupada por varones, pero que también la habitamos mujeres y diversidades”.
`Dali´ habla pausado, con un uso acostumbrado del pretérito compuesto. Piensa antes de compartir las reflexiones que fueron asomando durante sus recorridos.
“Mis compañeros, los maestros de taller, los directores de la escuela, todos han sido siempre varones. Solo tuve una profe de dibujo técnico y una de historia de la música. Me suele pasar que soy la única chica cursando las materias. Tengo buena onda con todos, pero al mismo tiempo eso me hace pensar que estaría piola que el ambiente sea equitativo. Creo, igualmente, que es un mensaje muy copado para les niñes, para que sepan que pueden ser luthiers. Que es una carrera donde se utilizan muchas herramientas manuales, que se aprende a cepillar una madera, a serruchar, a usar taladro y martillo para fabricar instrumentos. Que se muestren mujeres en esas actividades es muy importante para las infancias”.
Conocerse, visibilizarse, recordarle a la comunidad y al mundo que el arte es diverso.
“Nuestra Red es muy diversa en muchos sentidos. No solo porque entre sus integrantes hay mujeres, personas no binaries, trans, lesbianas, gays; sino en los tipos de instrumentos que construimos. A mí me interesa la violería, que es la familia del violín. Pero hay chicas que hacen percusión con cajones peruanos o cajas copleras, o instrumentos de viento, pianos y técnicas de piano, algunas trabajan con bandoneones. Hay una compañera que hace instrumentos de cerámica. Hay arqueteras, que son las que estudian la construcción de los arcos de los violines. Por otro lado, en Lutherística se mezclan profesionales de muchos años ya de trayectoria con otres que están estudiando; y personas no varón de distintas provincias de Argentina con gente de México, de Chile, de Uruguay y hasta de España”.
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Silvina Moreira Pagés es de Colonia, Uruguay, pero vive en Montevideo. Desde allí se incorporó a Lutherística. Lo suyo son las guitarras. Pero no al tuntún ni a la marchanta. Guitarras por encargo, a medida de los cuerpos. De todos los cuerpos.
“Construyo guitarras clásicas principalmente. Me baso en planos de luthiers históricos y la mayoría son guitarras grandes, están construidas para hombres grandes, con manos grandes. Entonces, si reproducís el plano de la misma manera para personas que son más chicas, que tienen las manos pequeñas, les quedan incómodas. En ese sentido, tener perspectiva de género permite considerar cuerpos más chicos. Y las medidas pasan a depender de cada cuerpo específico. Dejan de ser fijas”.
En la misma línea aporta Camila Luna, otra luthier tucumana de la Red: “Creo que nosotras tenemos naturalizado generar vínculos con los y las clientes. Hacemos personales los intercambios y eso no pasa mucho con los varones, que hacen trabajos generalizados la mayoría de las veces”.
Crear variadas maneras de crear, alterar modelos masculino-genéricos para que quepan más, para que la tradición no huela a excusa del privilegio.
Así lo entiende `Dali´: “Hay una cuestión generacional y eso se nota muy fuerte. Lo vibramos y sabemos que vamos contra la tradición. Quizás por eso la recepción dentro de la luthería ha sido variada. Están quienes se engancharon con la propuesta de Lutherística, que le ponen me gusta a las publicaciones y comparten los trabajos. Pero también están los que les cuesta entender, que no les copa que nos juntemos las mujeres. Nosotras les explicamos, pero si no les gusta que se jodan, porque implica un trabajo de ellos tener la apertura de conocer el proyecto. Nos juntamos porque necesitamos generar un espacio seguro, cómodo, de confianza, libre de violencia machista. Y porque a partir de tantos cambios feministas hacía falta llevar esa marea al taller”.
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