Tenía solo 23 años cuando llegó a la Comisión de Derechos Humanos de la ONU representando al país. Hoy, a sus 30, Mariana Arce trabaja como abogada penalista contra la violencia de género. Su largo recorrido la llevó a comprender que sólo involucrándose pueden cambiarse las cosas. “Por eso hoy no descarto dedicarme al mundo de la política, donde prefiero no pensar en términos de izquierda y derecha, sino en la construcción de consensos, lejos de la grieta”, dice.
Nació en Las Flores, Provincia de Buenos Aires, perdió a su papá cuando solo tenía tres años a raíz de una leucemia. Después de una infancia dura por la ausencia de una figura paterna, que hoy siente que terminó fortaleciéndola, dejó su ciudad a los 18 años para estudiar Derecho en la Ciudad de Buenos Aires. “Soy una pueblerina en la ciudad”, se define con humor. Y señala que toda su familia, numerosa y unida que vive en esa localidad, es su “cable a tierra”.
Para pagar sus estudios, Mariana empezó a trabajar. Ingresó a la Auditoría General de la Nación, en ese momento, presidida por el radical, Leandro Despouy, quien también estaba al frente de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Y fue el mentor de Mariana, su ejemplo e inspiración. El dirigente se había exiliado en Francia por amenazas de la Triple A y a su regreso fue convocado por Raúl Alfonsín en 1983, para trabajar en la Cancillería como Director General de Derechos Humanos, con rango de embajador extraordinario y plenipotenciario.
Su trabajo en la ONU comenzó en 2011, cuando después de hora, se interesó en colaborar con las traducciones del organismo (habla francés e inglés). “Lo empecé a ayudar el tema de traducciones con embajadores o intercambio de comunicaciones telefónicos o a través de emails con gente del servicio exterior. Leandro me dejaba colaborar mucho con temas de Naciones Unidas y de la auditoría también”, asegura.
A los seis meses de conseguir este trabajo que había empezado por una necesidad para sostenerse, se fue convirtiendo en un compromiso apasionante. “Yo no soy una persona que se conforma o que se queda con algo nada más. Entonces empecé a involucrarme, a participar, ayudaba con artículos periodísticos, a veces en nombre de él y lo acompañaba a los programas de tevé. Y cuando él empezó a escribir su libro en La Argentina Auditada, colaboré en un apartado del libro”, cuenta.
Muchos fines de semana el equipo seguía trabajando. Todos se instalaban en Mar Azul, donde Despouy tenía una casa muy grande y allí elaboraban sus informes. “La realidad es que él contagiaba mucha pasión por el trabajo. Siempre fue además, muy humano y sencillo”, destaca con emoción sobre el jurista que le dio enseñanzas de vida, más allá de lo laboral y siente orgullo por haber trabajado con él.
La pasión por su profesión de abogada nació cuando empezó a ejercerla. “Siempre idealicé mucho el concepto de lo que es la justicia, de poder luchar para conseguir la igualdad, la justicia desde los que no tienen tanta llegada, pensando en los más vulnerables. Siempre quise hacer un aporte desde mi lugar. Y eso sucedió con el ejercicio de la profesión. Me di cuenta que esto que elegí es lo mío”, explica. La abogada no siempre cobra los honorarios (”hay mucha gente que necesita justicia y no puede pagarlos”, explica) y también presta servicio como abogada del Estado.
Para Arce la empatía es fundamental, sabe escuchar a sus clientes. “Cuando yo tengo un cliente, no solo hago de abogada, sino también de psicóloga. Me gusta mucho acercarme a la gente”, asegura. Cuando terminó la carrera de Derecho en la UADE, se anotó en Psicología. “Empecé a estudiar esta carrera porque creo que es una forma de complementar la profesión y ahora ejerciendo el derecho penal me doy cuenta que entender patrones desde la psicología también ayuda mucho. Porque muchas veces la gente viene con planteos muy complejos. Tengo clientes que vienen, se sientan y están tres horas hablando... con casos de menores, casos de violaciones. La psicología te ayuda a entender y a poder escuchar y contener desde ese lugar”, asegura.
Por su necesidad de acompañar, más allá de su función de abogada, cuenta que vivió situaciones como la de ir al hospital con un cliente por un pico de presión por un desalojo. “Esto me pasó hace dos semanas atrás y ahí actué desde la contención o de la empatía”, dice la abogada.
En la actualidad está enfocada en su propio estudio como abogada penalista y también trabaja para un estudio de Azul, que tiene sede en Miami. Hoy Mariana siente que desde su profesión tiene que luchar contra la violencia de género: “Hay que investigar y denunciar la conducta desviada”. Para Arce es muy importante que en el ámbito de interacción social “se respete la libertad sin admitir reducciones.” Dice: “Creo que en la actualidad el Patriarcado está vigente y muchas veces las mujeres denuncian acoso, maltratos o amenazas y la Justicia no actúa, solo se toman sus reclamos cuando la mujer aparece muerta. Con mucho dolor digo que en lo que va del año hay 307 mujeres asesinadas”, se indigna.
Sobre el patriarcado también dice que pretende reducir la libertad sobre todo de la mujer. “Yo como abogada penalista y mujer trabajo para vencer el prejuicio, y ejercer mi profesión dignamente, y sin limitaciones, salvo las de la ley. Quiero remarcar que el Ni una menos no puede ni debe ser solo una consigna mediática, debemos crear conciencia desde la justicia, y los fallos no pueden dilatarse en el tiempo”, sostiene la joven que recibió capacitaciones sobre igualdad de género en seminarios internacionales.
En cuanto al Poder Judicial, le parece muy llamativo que en la Corte Suprema de Nación y en las mayorías de las Cámaras Federales no haya ninguna mujer. Y que los Jueces de Garantías sean en más del 90% hombres. “Sin dudas, para esto se requiere una reforma, pero la grieta hace imposible llegar a consensos básicos”, se lamenta. Y agrega: “Más allá de mi profesión, como mujer quiero que las mujeres sigamos alzando la voz, y que como sociedad busquemos cambiar esta arbitrariedad”.
Dueña de una belleza innegable, siente que muchas veces le jugó en contra tanto en la política como en el rol de abogada. “Si sos llamativa o joven, no podés haber tenido capacidad o no podés ser inteligente. Tenés que ser la novia de, la hermana, la hija de. Y yo no tengo ningún padrino político y empecé mi carrera desde abajo, desde el esfuerzo, de estudiar y trabajar al mismo tiempo”, subraya.
Y vuelve a señalar: “Nací en un pueblo pequeño, nada fue fácil, pero cuando te proponés un sueño, con esfuerzo y dedicación podés cumplirlo”.
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