Rubén Alberto de la Torre sólo roba cuando le toca interpretar a un delincuente. Sus compañeros lo cargan porque en Un Gallo para Esculapio cumplió el rol de gendarme y en la película El robo del siglo hizo de policía bonaerense. “Haría de mujer también”, dice el ladrón, el primero en entrar al banco Río, de Acassuso, el 13 de enero de 2006. Se anotó en el Sindicato de Actores y su sueño es hacer una carrera en teatro, tv o cine.
“Compartí escenas con el gran Peter Lanzani, la genia de Julieta Ortega y el crack de Luis Luque. Hice de gendarme corrupto. No me costó porque los movimientos los conozco, ni hablar de cómo empuñar un arma. Tengo otros proyectos. Estuve en una serie. Y me encantaría estar en El Marginal si es que sigue. ¿Si volvería a robar? No, salir en la tele no ayuda”, cuenta el ladrón que fue el primero en caer, después de que su esposa, Alicia Di Tullio, lo delatara a él y a sus compañeros por despecho. En el robo se probó que usaron réplicas de armas.
“Beto” no es el único que dejó atrás 30 años de carrera delictiva -fue miembro de la súper banda que robaba camiones blindados y bancos y de la banda del robo del siglo que se llevó unos 19 millones de dólares del banco después de dejar en la bóveda el mensaje “En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, en barrio de ricachones es sólo plata y no amores”- para dedicarse a un oficio honesto. Por ejemplo, los ladrones de la mítica superbanda nunca dejaron de robar. Era impensado para ellos retirarse. Era reja o morder bala. La gloria o Devoto.
Salió a la luz otro detalle oculto: el robo iba a realizarse en noviembre de 2005, cuando Néstor Kirchner recibió a Bush, presidente de los Estados Unidos, y luego viajó a Mar del Plata con Hugo Chávez. “Toda la cana iba a estar custodiando a los mandatarios, el banco iba a quedar desprotegido”, dice De la Torre, pero no llegaron por cuestiones logísticas.
Julián Zalloechevarría, que no entró en el banco porque estaba herido pero manejó la combi para la huida y además robó dos autos en la preparación del asalto, también colgó su arma. Acostumbrado a robar con fusil o pistola, se retiró del delito. Se recibió de abogado penalista. “Lucho contra las injusticias de un sistema perverso”, dice el ex delincuente apodado Paisa.
“¿Ladrón? Eso es pasado. Era un gil. Perdí mi tiempo. Ahora disfruto esta vida, con mi esposa y mi hijito. Llevarlo a la escuela es un regalo de la vida”, dice Luis Mario Vitette Sellanes, el ladrón del siglo, el hombre del traje gris que con su actuación como negociador burló a más de 300 policías que rodeaban el banco. Siempre fue el más popular y la cara y voz cantante del robo.
Actuó en un videoclip, Guillermo Francella hizo de él en la película y da su testimonio en el documental emitido por Netflix. Escribió un libro, El ladrón del siglo, que narra una historia de amor en medio del robo. Recibió ofertas para que la historia sea llevada al cine.
Además atiende su joyería “Verde Esmeralda”, donde le fía a sus clientes más fieles. Un partido político quiso tentarlo para presentarse a un cargo, pero lo rechazó. “Soy escritor, ahora robo de otra manera. Hablando en serio, fui Hombre Araña, boquetero, robé todo, desde cuadros a mucho dinero, a personajes importantes. Ya está. Y sufrí en la cárcel. Quiero vivir”, dice sin el tono altanero con el que intenta amedrentar, como el personaje que instaló, a los periodistas que lo enfrentan.
Luis Vitette: -También barajo la posibilidad (con vos) de subastar un objeto muy particular y significativo del Robo del Siglo.
Un periodista de Miami lo contactó de un crucero por Panamá fascinado por su libro. Existe la posibilidad de que se publique en los Estados Unidos.
“Además tengo una propuesta para hacer una película, ser coprotagonista con una primerísima actriz, profesora de teatro, sé el director y no lo puedo decir, sé el guionista y no lo puedo decir. Una película argentina y yo filmaría mis escenas en Uruguay, donde vivo después de que me desterraran”.
Pero el famoso ex ladrón, que da notas a varios países del mundo, baraja la posibilidad de subastar el famoso traje gris con el que fue protagonista del robo. Se puso bigote, una kipá y antes estudió teatro para cumplir su papel de negociador a la perfección.
No se inspiró en la persona que sacó a subasta los lentes que usó el cuádruple femicida Ricardo Barreda en 25 millones de pesos, pero aún no los vendió. Vitette tenía la idea desde hace tiempo.
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El ideólogo del robo, Fernando Araujo, volvió a pintar cuadros, a dar clases de artes marciales y encaró la escritura de su segundo guión. El primero fue el de la película, vista por más de tres, millones y medio de personas. El de ahora sería para hacer la serie del robo.
Además dio una charla en la Expo Cannabis porque durante la preparación del asalto fumaba y decía inspirarse en su atelier donde convocó a la banda de siete ladrones. Dos nunca cayeron.
Araujo es una especie de “figurita difícil” porque recibe invitaciones a eventos, fiestas, reuniones, homenajes, pero prefiere el perfil bajo. La primera nota que dio en su vida fue a Infobae. Él no sólo se ocupa de los guiones sino de la preproducción. ¿Se animará a actuar? Y cada vez que le preguntan por qué no siguió en el delito, responde: “No soy delincuente. Siempre me moví en una delgada línea entre lo legal y lo ilegal, lo permitido y lo prohibido, lo lujoso y lo marginal”.
El llamado “ingeniero” Sebastián García Bolster sigue arreglando autos, motos, motos de agua, pero también tiene la idea para que alguien escriba una historia de ficción sobre un robo que imaginó.
Sobre los dos ladrones que nunca cayeron, del Ladrón Fantasma puede decirse que está jubilado, ya pasó los 70 (Vitette, Zalloechevarría y De la Torre pasaron los 60) y se dedica a su hija. Mientras que el “Ladrón invisible”, que tampoco cayó nunca, cumple condena por otro robo. Estaría por salir en libertad. “Yo nunca trabajé en mi vida, pero no vuelvo a robar ni loco”; dice.
En la Argentina no existen precedentes de una banda que comete un gran robo a un banco y se retiran del delito, salvo el “Ladrón Invisible”.
Quizá la cercanía de la vejez (los ladrones son como los yogures: tienen fecha de vencimiento) y la tecnología atentan con el regreso de alguno de ellos, pero al parecer ninguno extraña el delito.
Es como si el robo los hubieran transformado. Nunca se supo dónde está el botín. Y, según ellos, ni se sabrá. Ya es demasiado tarde.
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