“Amor con amor se paga”. La frase se leía por todos lados en la Plaza de Mayo este histórico jueves de noviembre: triste y celebratorio, el primer jueves, después de 2.328 rondas que comenzaron en dictadura hace más de 45 años, sin su líder carismática, Hebe de Bonafini, viva, valiente, provocadora.
Se pagó con amor el amor que Hebe le puso a la búsqueda de los hijos desaparecidos y también al compromiso político por la Verdad, la Memoria y la Justicia. De Bonafini fue una bola de fuego y voluntad, incómoda para los políticamente correctos. Si faltaba una confirmación de que no estuvo sola en su pelea, ocurrió su despedida. Miles y miles de personas, organizadas y sueltas, brotaron en la Plaza a pesar del sol tremendo y formaron una gigantesca ronda desde la que nació una energía disparada hacia el centro: la Pirámide de Mayo.
Allí cinco Madres, las últimas con vida integrantes de esta agrupación, dejaron, del otro lado de las rejas, las cenizas de su compañera: con la ayuda del cura en opción por los pobres Juan Carlos Molina hicieron un pocito y desparramaron las cenizas de Hebe y dejaron también un rosario bendecido que mandó desde Roma el Papa Francisco. Hebe, que en los últimos tiempos forjó una amistad confesional con el Sumo Pontífice, finalmente volvió a ser tierra. Y ya nunca se irá del lugar donde se convirtió en símbolo.
“Hebe no se fue. Hebe está acá. Yo la tengo en mi vida y voy a seguir con todos sus consejos, sus pensamientos. Es madre de todos”, dijo con la voz quebrada la Madre Visitación Folgueiras de Loyola, entera con sus 98 años, después de depositar los restos de Hebe junto a Josefa de Fiore, Irene de Chueque, Sara Mrad y Carmen Arias.
“Era yo la que me tenía que ir. Y ella estar acá. Pero vamos a seguir su ejemplo, su lucha y su bondad tan hermosa”, comentó “Visita”, como le dicen a la mamá de Roberto Mario Loyola, secuestrado y desaparecido el 21 de diciembre de 1976, a los 22 años, junto a su pareja “Sandi”, Dominga Maizano, de 21 años.
Visitación fue una de las madres que decidió quedarse en la lucha junto a Hebe cuando hubo una división en Madres y se formó la Línea Fundadora, a mediados de los ‘80. Lo mismo que Arias, quien recordó “las conversaciones extensas, amorosas” con su compañera.
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Desde el pequeño escenario montado frente a la Pirámide (donde siempre se ubica el tradicional gazebo de las Madres), la mujer le habló a Hebe, cuya presencia metafísica era inocultable: “Ojalá te pueda honrar. Me gustaría prometerme que vamos a seguir la lucha. Vamos a hacer todo lo posible para seguir”.
Bajo el escenario, miles de personas escuchaban conmovidas. Entre ellas había dirigentes. Desde Axel Kicillof y Wado De Pedro a Andrés Larroque, de Victoria Tolosa Paz a Amado Boudou. Difícil disimular los llantos. Alrededor de la pirámide, sobre la reja, la multitud colocó fotos de Hebe, banderas y pegó carteles con leyendas en su honor. “Resistir es combatir”; “Hebe plantó la semilla de la memoria. Nosotros seguiremos manteniéndola viva”; “Hebe plantó la semilla de la memoria. Nosotros seguiremos manteniéndola viva”; “Hebe, como todas nuestras madres, nunca especuló, nunca traicionó, siempre se enfrentó al poder denunciando las injusticias y las desigualdades”; “Hebe gracias por el fuego”.
Los más emocionados fueron los “sueltos”. Buscando sombra andaban Elías (36), Eliana (31) y su pequeña hija Hebe, de dos años, en brazos de su mamá. Llegaron desde Cañuelas. “Vinimos para honrarla”, dijo Elías, cuyo primer recuerdo se ancla en los 90. “Siempre luchando. La recuerdo en 2001, en la represión de diciembre. Y me llevo para siempre haberla conocido en 2010. Estudié Medicina en Cuba y le fuimos a contar unas ideas y nos recibió en su oficina y después nos invitó a su programa”.
Con claveles rojos en sus manos caminaban juntas Mónica Evangelisti (66) e Irene Ventriglia (67). No son amigas. Se conocieron este mismo jueves. Una le compartió las flores a la otra. Mónica vive en Rosario y se tomó un micro sola para estar en la despedida a Hebe.
“Formo parte del grupo de docentes La Porfiada Memoria, pero ellos se quedaron en un homenaje en Rosario. Yo me tomé el colectivo, quería estar acá. Vine en nombre de un amigo que murió y que supo defender a Hebe en esta plaza cuando la Policía le tiraba los caballos encima”, cuenta a Infobae. Ambas mujeres recuerdan la célebre imagen de Hebe reclamando a finales de los ‘70 al grito de “dónde están nuestros hijos”. “Esa imagen me la llevo para siempre”, dice Mónica.
“Vengo a dar gracias. Hebe es la madre de todos los argentinos que luchamos por la igualdad. La acompañé desde el principio. La conocí durante el gobierno de Alfonsín. Yo venía bajoneado por la ley de obediencia debida. Y le dije ‘estoy muy triste’ y me dio un beso y me dijo ‘hay que seguir’”, recuerda Carlos Pertierra, militante sexagenario del Centro Popular Mataderos, taxista.
Lidia y Roberto, matrimonio de jubilados, llegaron desde Olivos especialmente a la Plaza para despedir a Bonafini. “Hebe fue la que defendió a todos los desaparecidos. Luchó contra la Justicia que no nos daba bolilla. Estamos por su valentía. Recuerdo cuando venían a las rondas en dictadura, me generaba miedo por ellas”, comenta Lidia y elige, entre todas las Hebe de la historia, “la Hebe del principio y la Hebe que dejó que Néstor la abrace. Ella siempre fue coherente. Pasó el tiempo y tenía razón. Tenía más visión que todos los demás sobre contra quién pelear”.
Hizo tanto calor que la multitud se agrupó bajo las manchas de sombra que proyectaban los edificios y los árboles alrededor de la Plaza. Allí estaba Margarita Ferreyra, totalmente quebrada en llanto, que llegó sola en colectivo desde Ciudad Evita. “Es que mi mamá fue militante de izquierda y se murió hace unos días. Una seguidilla muy fuerte. El primer recuerdo que tengo de Hebe es ella puteando. En la Plaza. Y el video famoso de gritando ‘dónde están nuestros hijos’. Su fuerza me impactó”.
“No podíamos faltar hoy”, dice Mariel, contadora jubilada, 65 años, que llegó junto a sus hijos desde La Plata, todos con la camiseta de Gimnasia y Esgrima, club del que también era hincha Bonafini. “Hebe generacionalmente fue el símbolo de la lucha. Siempre me gustó que fuera irreverente, aunque tuviera diferencias. Y además tenía unos ojos muy tiernos. No tenemos que estar tristes pero hoy estoy triste”, admitió la mujer, abrazada a su hijo Gabriel, de 33 años.
La tristeza fue inevitable en la ronda que quedará en la historia por ser la última de una etapa. “¿Qué hacemos con el legado que deja Hebe?”, pregunta al aire Mariel. Por lo pronto, desde el escenario donde estuvieron las últimas cinco de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, la propuesta, previsible, fue seguir.
“Esta es la marcha más difícil. La más increíble. Es el jueves que nunca me imaginé. Es muy difícil. Si las madres decidieron volver a esta plaza el 10 de diciembre de 1977 después de que secuestraran a tres de ellas... Hebe fue la encargada de buscar a una por una para que vuelvan al jueves siguiente. Por Hebe este jueves vamos a poder”, dijo ante la multitud el militante de Madres Demetrio Iramain, encargado de llevar la voz.
Dos horas después de que las cinco compañeras despidieran a Hebe en el pequeño jardín enrejado alrededor de la Pirámide, el acto se cerró con la mirada puesta en el futuro. “Pasaron cuatro días y la palabra muerte no la toca. Hebe está en esta Plaza. No estamos tristes. Estamos rabiosos. Los esperamos el jueves que viene”, cerró Iramain.
Por aquí, por allá y por todas partes, volaban las palabras hechas deseo eterno de Bonafini. La Madre de todas las Madres había dicho tiempo atrás: “El día que yo muera no me tienen que llorar, tienen que bailar, que cantar, que hacer una fiesta en la Plaza”. Fue difícil hacerle caso.
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