Claudio Cerini abrió su primer salón hace 35 años en la calle M.T. de Alvear y desde ese instante su vida cambió. Fruto de trabajo duro y de la decisión de querer crecer, hoy disfruta de su propio reino de peluquerías, a las que él mismo dirige y atiende a diario. De bajo perfil en lo personal, pero de alto impacto y con ADN propio, Cerini logra unir a la perfección el vínculo que existe entre la moda y el pelo. Disruptivo, pero sin abandonar lo clásico, de joven, sin haber estudiado nada, agarró la tijera y empezó a cortar.
En una charla íntima con Infobae, el empresario cuenta cómo fueron los primeros pasos de su carrera, su familia y el país.
— ¿Cómo está? Lo veo y recuerdo cuando yo iba al colegio Carlos Pellegrini y todos los días pasaba por su peluquería de la calle Marcelo T. de Alvear. ¿Sigue ahí?
— Sí, treinta y pico, 35 años mínimo. En el 85. Y sigo ahí. Después tomé algunos pasos para seguir creciendo que me llevó 18 años tomar la decisión de abrir otros locales. Pero me hice fuerte ahí primero y después seguí creciendo. Después tomé la decisión de crecer.
— ¿Se acuerda el día que inauguró?
— Sí, perfecto. Fue un caos. Me acuerdo con mi hermano, mi primer año me acompañó mi hermano. Y fue un caos porque, bueno, habíamos estado hasta la noche con la fiesta, modelos y qué sé yo, y a la mañana fue difícil abrir. Pero me acuerdo perfecto, sí.
— Dijo que le tomó tiempo la decisión de crecer ¿cuándo decidió hacerlo?
— Cuando me sentí seguro. Después de 18 años, me tomé mi tiempo, porque en realidad creía que el mercado estaba ya como bastante cargado con los que lideraban el mercado en ese momento. Yo era bastante más joven que todos. Y me parecía que yo tenía que prepararme de otra manera. No solamente a cortar el pelo sino a darle un poco más de contenido a la actividad. A formar gente, a armar una escuela. Yo empecé a ver un poco, a tomar de los demás lo que yo creía que estaba bien, lo que creía que estaba mal, y empecé como a analizar una carrera, digamos, a armar una carrera. Y ese tiempo fue de preparación.
— Cuando dice “tomar de los demás” ¿a qué cosas se refiere?
— Bueno, un poco de todos. Cuando yo empecé a pensar que para crecer necesitaba más personal y este personal yo lo tenía que formar y educar para que fuera un poco más de lo que yo hacía en Marcelo T. de Alvear. Entonces cuando yo abro el local en Sucre lo abro con una formación de personal que ya tenía la idea de cómo yo quería que se hicieran las cosas también allí. Y después fue Martínez. Pero por eso formé mi escuela. Yo casi en paralelo con la apertura de mi segundo local abro mi escuela que tengo ahí en Marcelo T. al 1300. Auditorio, salón, un delirio que yo vi en Londres cuando estudié con Vidal Sassoon. Quería dar el paso más seguro, con menos margen de error.
— ¿Cuál es su sello hoy?
— Mi sello es la moda. Unir el vínculo que hay entre la moda y el pelo y la moda en general. Por eso mis campañas. En la escuela yo muestro un poco de moda en general, de lo que veo, de los viajes, de lo que yo creo que viene de la moda la llevo al pelo. Siempre me defino por el lado de tener la moda y ser a su vez un clásico. Porque yo creo que lo que es moda pasa de moda, entonces lo que estoy diciendo es que cada seis meses yo hago una campaña y bueno, ahí como que revivo un poco lo que yo creo que viene o lo que veo en el pelo, en los desfiles de Balenciaga, de Yves Saint Laurent. Siempre siento que voy un pasito más adelante porque ese es mi espíritu también, soy muy curioso. Entonces siempre ando buscando.
— ¿Cuántos años tiene?
— 62.
— ¿A qué edad decidió ser peluquero?
— A los 25. A los 25 me lancé, agarré la guitarra y empecé a cantar. O sea, sin haber estudiado guitarra. Quiero decir, agarré la tijera y empecé a cortar. Soy autodidacta. Cuando le tomé respeto a la actividad me fui a estudiar con Vidal Sassoon a Londres. Pero ya tenía algo, tenía el don. Claramente que lo tenía. Fui becado por ellos, muy difícil en ese momento. Muy caro. Londres siempre fue caro. Y bueno, ya tenía mi peluquería y mi hermano me acompañó el primer año. Después mi hermano vuelve con su padre que era un peluquero muy famoso de ese momento que era el marido de mi madre.
— ¿Cómo y cuándo sintió que se consolidaba en su profesión?
— No tuve muchas sorpresas en mi carrera porque todas las cuestiones fueron casi el resultado de un trabajo de mucha disciplina previa a que se consolide el hecho de abrir una sucursal, entrar en los shoppings. Yo creo que, como dice la canción de Charly, si fue hecho para mí lo tengo que saber. Y yo lo supe. Yo no me encontré con sorpresas en mi carrera. Yo no estoy en el lugar donde no quiero estar. No voy a estar en el lugar donde no quiero estar. Analizo. Entonces yo creo que en algún momento dije “bueno, voy bien”. A lo sumo convalidé que el camino estaba bien. En un momento me encontré con una fama repentina en mi perfil bajo, cuando le corto a Deborah que va a El rayo que el programa era un éxito porque era un videoclip y ella era una bomba, y el corte era raro porque era con navaja, eran mechones. Entonces fue así, fum.
— ¿Cómo está compuesto ese reino en 2022?
— Por supuesto que sigo en Marcelo T. de Alvear, tengo Sucre que es la segunda. Tengo Martínez. Y después Dot que fue una apuesta de los shoppings ahí con la familia Elsztain, periferia de la Capital, General Paz. Después el Patio Alcorta y Alto Palermo. Y en Alcorta también tengo una barbería para caballeros, la más linda de Buenos Aires.
— Comenzó con 4 empleados y hoy tiene más de 700 ¿Tiene mucha responsabilidad?
— Es la misma. Por el vínculo que yo entablo en mi relación como empleador con el empleado. Es la misma responsabilidad. Y si mañana tengo mil va a ser la misma. Yo en la pandemia pagué el sueldo a 700 personas. Si hubiesen sido cinco era lo mismo. Porque cuando tenía cinco ingresaba por cinco, cuando tengo 700 ingresa por 700… También cuando dejó de ingresar es lo mismo. Pero es mi responsabilidad. Yo sé el vínculo que establezco como empleador. Entonces la responsabilidad no me cambia. Es como cuando tenés más hijos.
— Hablando de empleados, ¿se sintió afectado con lo que hoy se conoce como la industria del juicio? ¿Lo padeció?
— Sí, pasa. Y es la contingencia laboral. Pero si me voy a detener en eso no voy a seguir creciendo. Sí, yo tengo 700, hay un porcentaje, 5%, 10%, que sí, bueno. El que hace juicio es porque no sabe trabajar y no sabe ganar plata con la manito. Yo tengo 62 años, empecé con cinco, no le hice nunca un juicio a nadie para tener lo que tengo y soy un ejemplo. Quieren tomar mi ejemplo para algunas cosas, pero no para otras. Se quieren poner peluquerías con la plata de los empresarios de la peluquería. Bueno, que lo hagan. Yo no me voy a detener en eso. Hay gente que es así. Si les sirve, nunca vi crecer a ninguno, nunca vi un competidor serio que haya salido de un conflicto. La gente seria que se puso peluquería sabe lo que es trabajar y lo que es ganarse la plata trabajando. Porque la plata se gana trabajando, no haciendo juicio. La plata del juicio no dura. Y si lo hacen ya no es problema mío. La ley lo permite. Qué sé yo, sí, hay una industria, sí, la ley laboral hay que mejorarla. No para que sea a favor del empleador sino para que sea justa, que no vaya ni a una punta ni a la otra.
— Si tuviera la posibilidad de hacer un cambio en la ley laboral en su rubro, ¿cuál sería?
— Es muy largo. Yo estuve casado 20 años con una abogada así que tengo algunos conocimientos extra de peluquería, también de derecho. Yo entiendo que la ley del reclamo es justa y que la gente tiene que tener derecho a reclamar porque hay abusos. Ahora, el que no abusa, vos estás 20 años en un lugar y siempre cumplieron y qué sé yo después salir con un… Yo creo que tendría que haber un límite. Yo creo que habría que agilizar la ley laboral. Hay que aggiornarla. La ley laboral no permite que uno tenga empleados trabajando un domingo en un shopping y hay diez shoppings en la Argentina. Entonces digo, hay mucha cosa atrasada.
Yo hay algo que no va a cambiar, siempre para tener peluquerías o para abrir nuevas voy a necesitar gente, peluqueros. Los formo, les doy educación gratis, pero voy a necesitar peluqueros, formados o no, pero voy a necesitar. Quiero decir que yo necesito el material humano de la gente. Ahora, claramente tiene que haber una ley que lo regule, que sea justa.
— ¿Cómo vivió el día que el Presidente decretó el aislamiento obligatorio?
— Yo cerré el día antes porque en realidad vi que ya había un clima feo y la verdad que la salud de la gente era primordial. Bueno, lo que sentí, era un camino a tientas, uno no sabía por dónde iba a terminar todo. No sentí preocupación, sentí una sensación rara, pero que tenía que empezar a pensar, bueno, cuánto tiempo duraba. Y ya ahí rápidamente empecé a ver por dónde iba a salir el capital para poder pagar los sueldos de todo el personal. Y fue así, nos quedamos sin capital a los 45 días. Menos, 35 días.
— ¿Que pensaba cuando veía por las redes a las mujeres comenzar a teñirse solas, o a cortarse el pelo?
— Se me ocurrió hacer un cartel que decía “Esperen a los peluqueros”, y todas mis amigas modelos, deportistas, tenían “Esperen a los peluqueros”. Era una declaración de principios, que nos esperen. Si total lo que nosotros hacemos no lo iba a hacer nadie en casa. Después volvieron todas. (risas) Lo que pasa es que la espera fue dura en el sentido anímico para el personal. Yo tenía que mantenerme fuerte porque era la cabeza que tenía que decirle a esa gente quédense tranquilos, todos los meses van a cobrar. Y todos los meses cobraron.
— Lo veo muy positivo, ¿cómo se hace para ser tan positivo en este país?
— El tema del país es un tema ¿no? Porque la gente se queja más de lo que se tiene que quejar. Me asombra que hay gente que se queja estando en buena situación y que el país es un desastre y que se va. Bueno, a mí no me entra en la cabeza. Yo tengo hijas en edad de estudio, otras grandes que trabajan conmigo, yo nunca les diría que se vayan, yo les diría que se queden. Si ellas deciden irse cuando terminan sus estudios es otro tema. Potenciar el irse es abandonar a un hijo, al país también se lo abandona. Yo tengo propuestas, tuve y sigo teniendo en España, en Madrid, en Paraguay y en Uruguay para irme. Yo me formé acá. Con todo eso que uno tiene que criticar del país yo armé lo que armé. Yo no tengo ninguna crítica. Y si de última el país no es lo que nosotros queremos que sea bueno, ayudemos a que sea.
— Habló de sus hijas ¿cuántas tiene?
— Cuatro mujeres, 35, 30 y 15. 15 recién cumplidos. Mellizas de mi último matrimonio.
— ¿Y cómo es Claudio Cerini papá?
— Bueno, entiendo que bien. Tengo una muy buena relación, me lo hacen saber en el vínculo diario. Estoy muy presente. Digamos, soy una persona que, bueno, he tratado de mirar el espejo en el cual yo crecí para ser con mis hijas, y eso me ha salido de manera natural, lo que yo hubiese querido que fueran conmigo. Entonces tengo una relación que estoy, voy, vengo, las llevo. De hecho dos trabajan conmigo. Una es directora de toda la parte digital. Otra es encargada gerente de uno de los salones. Y las otras están ahí estudiando en St. Catherine que bueno, veré cómo terminarán. Pero bien, presente.
— Dijo que hace con ellas todo lo que le hubiera gustado que hicieran con usted. ¿Cómo fue su infancia?
— Mi infancia fue muy linda. Muy linda. Mientras pasaba la infancia era linda en el sentido que yo fui, bueno, yo fui criado por mi abuela. Mis padres a los 4 años se fueron, se separaron y tomaron sus vidas, su carril que no estaba yo incluido y yo me quedé con mi abuela. A mí me crió mi abuela. Yo fui un hijo abandonado. Yo primero te decía hace un rato que había construido mi vida. Bueno, yo la construí de tal manera que yo sabía que tenía que salir de esa situación de crisis porque mi abuela era doméstica, lavaba en la casa. Y yo miré por dónde iba la salida y bueno, trabajando. Empecé a trabajar muy rápidamente. A los 11, 12 años era cadete de una farmacia, Honduras y Medrano. Rápidamente también hice carrera ahí. Yo trabajé, trabajé, trabajé. Mi primer logro fue que mi abuela pudiera dejar de trabajar en la casa que trabajaba. Mi abuela que confió en mí porque yo le dije que dejara de trabajar y dejó de trabajar. A mí me iba muy bien. Siempre me fue muy bien y siempre tuve una estrategia de trabajo, o sea trabajar, trabajar, trabajar. Trabajo desde los 11 años. Nunca perdí el gusto por trabajar y la cosa positiva. Vos me decías recién por qué soy positivo. Porque yo no le tengo miedo al fracaso. En realidad siento que es una parte a veces hasta de crecimiento del éxito. ¿Qué te tira abajo ahora, un juicio laboral? No. 700 sueldos pagados durante cuatro, cinco meses. Todos. Y volvieron todos.
— ¿Cómo vivió ser un hijo abandonado?
— No fui consciente. Mi abuela tenía tanto amor para darme que fue madre, padre, tío, hermano. No sentí, nunca me sentí así. Nunca me sentí abandonado. Yo empecé a tener esa sensación de más grande. En el momento que yo tenía la vorágine de hacer, de crecer, de ir para adelante, estaba con mi abuela y era mi devoción como yo fui la de ella. Entonces no sentí ausencias amorosas, digamos.
— ¿Cómo se llamaba su abuela?
— Baba, Mercedes.
— ¿Mercedes le habló en algún momento de su madre y de su padre? ¿usted preguntaba por ellos?
— Sí, se enojaba mucho. Se enojaba más que yo ella con ellos.
— Qué le decía.
— De todo (risas). De todo les decía. Y por qué no, en ausencia… Fue difícil ¿no? Difícil de entender. Pero bueno, después con los años me reencontré, cuando mi abuela fallece me reencuentro con mi madre. Construimos una relación de segundo tiempo bastante sólida.
— ¿A qué edad se reencontró con su madre?
— Y, mi abuela muere cuando yo tengo 27. En el 87, sí. Hace 30 años, 30 y pico que con mi madre nos volvimos a…
— ¿Cómo fue ese reencuentro?
— Como se pudo. Cierta situación extraña ¿no? Mi abuela me pidió mucho que la cuide también. Era un mandato. Mi abuela también lo último que me pidió fue un mandato que me pesaba 100 kilos porque digo, yo había cuidado de ella toda la vida pero, bueno, me pidió que la cuide a mi madre. Mi madre andaba con algunas cuestiones sentimentales no resueltas y de otro tipo. Bueno, la ayudé. En el mismo departamento que le había puesto a mi abuela, al poco tiempo vino mi mamá. Después yo puse un solárium, en esa época estaban de moda. La puse a mi mamá ahí. Y mi mamá muy trabajadora. Y tiene muy lindo carácter y todo bien. Lo otro quedó ahí, qué sé yo, ya esta.
Mi mamá era jovencita en ese momento. Me tuvo muy chica. También ella fue madre de sus hermanos, mis tíos. Entonces también agotó por ahí su capacidad de madre con sus hermanos y no conmigo. Bueno, hizo lo que pudo con lo que pudo. Sí me marcó en un punto porque yo era muy buen alumno en el Hipólito Vieytes, en el José Manuel Estrada, en el República de Irán, en todos los colegios que iba trataba de sobresalir, y siempre con la ilusión de que a fin de año cuando me premiaban por algo estuvieran ahí mis padres, siempre estaba mi abuela. Pero yo ahí siempre sentía la sensación que un día me iban a sorprender e iban a venir a compartir este logro anual de estudio mío. Era una cosa que, bueno, rápidamente me di cuenta que no iba a pasar y seguí.
— ¿Cuál fue el mejor día de su vida?
— Son muchos. He tenido tantos la verdad. Cuando han nacido mis hijas, han sido todos días maravillosos. Aunque no soy muy demostrativo. Los días mejores de mi vida han tenido que ver con mis cuestiones personales que con las laborales. Pero si tuviera que elegir un día, sería el día que pude decirle a mi abuela que dejará de ser doméstica de una casa, yo ya había juntado la plata entera de un año de su sueldo para que ella se sintiera segura y dejará de hacerlo, y me creyó, yo tenía 14 años.
— Hablemos de amor... ¿Está enamorado?
— Estoy de novio hace cinco años. Antes estuve casado 19, 20 años,
— ¿Y cómo es estar de novio con usted?
— Para mí es maravilloso. Para mí es maravilloso, qué querés que te diga. No, mirá, soy todo lo contrario de lo que parezco.
— Perdón, ¿qué piensa que parece?
— No, un tipo más avasallante. Un tipo que le gusta mucho, viste, salir y todo eso y qué sé yo. Y soy re tranqui. Me gusta leer, me gusta estar en mi casa de José Ignacio, regar el pasto, viste. Qué sé yo, las modelos, todo el círculo que genera a raíz de mi actividad, todo el día a día, parecería que yo, viste… estoy de joda.
— ¿No estuvo de joda?
— Yo no estuve de joda casi… En el mejor momento de mi carrera, donde hago el quiebre que es en los 90 yo no podía salir de joda. La joda te manda a la B, te saca del camino. ¿Salía? Sí. Pero salía con la cabeza. Digo, sábado en peluquería es el día que más se trabaja, yo no podía salir el viernes porque el sábado si no estaba muerto. Si yo no era mi director técnico, mi carrera no iba a funcionar. Y he visto muchos grandes peluqueros que no han acompañado su disciplina personal con la laboral y no han tenido la carrera que hubieran podido tener.
— Entre tanta disciplina y mujeres bellas, nunca se tentó, ¿cómo maneja ese tema?
— Mira, eso cambió mucho porque vos no te olvides que yo vengo de una época, del 80 y pico, 86, 87, cuando abro la peluquería que la cosa no era como hoy.
— ¿Y cómo es hoy?
— No, hoy es más equilibrado todo, hoy ya no es más solo el hombre que dice sino la mujer también te dice. Pero ya me agarra con el caballo cansado y aparte enamorado así que no es un tema. Yo igual, mirá, en 37 años de carrera nunca tuve un conflicto. Nunca una palabra fuera de lugar. Yo siempre le pedí a mis peinadores, a los coloristas, a todos, que las mujeres que están en el salón son inmaculadas, son las que nos dan de comer. Yo todo lo que soy fue por el aprendizaje que me dieron las mujeres. Al no tener un papá que me haya dicho esto sí, esto no, yo tuve a mi abuela. Después tuve a mis mujeres y después tuve a mis hijas. Y durante todo ese tiempo también tuve a mis clientas.
— ¿Qué fue lo que más aprendió de las mujeres?
— Principalmente me han hecho más inteligente. La inteligencia femenina es superior que la masculina para mí. Y me han enseñado a pensar, sabés. A pensar.
— En sus inicios, ¿sintió algún tipo de prejuicios? Por ejemplo, cuando en el imaginario de la gente estaba la idea de que los peluqueros eran gays, ¿cómo lo vivió?
— Fenómeno. Bárbaro lo manejé. Nunca tuve un problema. Cuánto tardás en darte cuenta que yo no soy gay (risas). No sé, nunca tuve ese problema. Por ahí sí en mi barrio cuando era más chico. Pero yo ya me había ido. Entonces sí, el peluquero era gay. No hay problema. No solamente no me molestó, yo trabajé con gays toda mi vida. Yo no es que ahora me hago el moderno con la bandera. No tengo nada ya que probarle a nadie. Ni a mí me tengo que probar nada ya.
— ¿Nada?
— No, no, nada. Soy lo que quería ser. Lo estoy disfrutando. Me parece que todo lo que sembré hoy estoy disfrutando eso, de las cosas. La pandemia me ayudó mucho a un tiempo interno a pensar más todavía. A decir, bueno, a ver, cómo llegué hasta acá. Cómo voy a seguir. Cómo voy a salir. ¿Cuándo salga tendré ganas de abrir otro proyecto?
— ¿Y cómo va a seguir?
— Voy a abrir otro proyecto. En Nordelta. Empezaré la obra en enero, febrero. Menos de mitad de año, abril estaré abierto. Un proyecto grande, 700 metros.
— Claudio, para dar un ejemplo, para esta entrevista hoy fui a la peluquería, no quería que me viera mal. Siento que iba a estar bajo la lupa de Cerini. ¿Es así? ¿Cuando usted se encuentra con una mujer y la ve mal peinada, etc... se lo dice?
— Sí, claro. No, no solamente está mal peinada. Está mal peinada, el color no es el acertado. Y no me importa si se lo hizo en mi peluquería o no, puede no ser el acertado igual. Sí, sí, tengo la computadora. Y sí. Después cuando voy a un restaurante, qué sé yo, que me encuentro con alguna que no se pudo peinar empiezan a agarrarse así diciendo “ay, no fui”, como justificándose. No, ya es parte de mi trabajo claramente ¿no?. Es un defecto profesional. Sí, si el color, si te pasaste de rubia, si te pasaste de morocha. Si te hiciste la tintura. Bueno, y cuando volví de la pandemia me hice un festival, estaban todas al revés. Pero sí, sí, pasa. Y aparte también sé que de la manera que se lo tengo que decir. Porque es como cuando te vienen con la foto de la modelo de moda y te dicen” yo quiero esto”. Y mirá, bueno, viste… Y vos tenés que decirle “mirá, vamos por acá”. Pero aparte cuando vos le decís la verdad ella ya lo sabe, no es que vos le vas a mentir. Cuando te dice mirá, ella ya sabe que no es Liz Solari. La clienta ya sabe que no es Liz Solari, Cloe Bello. Ya lo sabe antes que yo. Entonces digo, qué pretende, ¿Qué yo le diga “ay, vas a quedar igual”? No vas a quedar igual.
— Si una clienta le pide que le haga un determinado color o corte y usted no está de acuerdo, ¿se lo hace igual? .
— No. No se lo hago.
— ¿No lo hace?
— Y no. Y no. Y si después se va con la cabeza, ella no le va a ir diciendo a la gente que lo ve “yo lo convencí a Claudio que me…” Va a decir qué me hizo Claudio. No, no, yo no pongo en juego mi prestigio. No, no, yo hay cosas que no hago y lo lamento.
— Ahora como ciudadano le pregunto, ¿cómo ve al país este año en plena campaña feroz y el próximo año tras las elecciones?
— Yo creo que no lo sabe nadie. Difícil de saber porque no sé para dónde vamos. Yo soy apolítico en un punto ¿no? En el sentido que no me enamoro de ningún ismo de estos. A lo sumo del único que me enamoré era un amor no adolescente porque ya era medio grandecito pero el amor de mi vida así como fue mi abuela en la vida fue Alfonsín. A los 23 años en el 83 cuando estaba en el Obelisco hasta las lágrimas cuando recita el preámbulo de la Constitución. Bueno, no importa. Yo lo que digo es que hoy es un momento de incertidumbre donde no hay con cierta claridad un candidato firme. Podría salir uno de la nada y aparecer un outsider. Creo que no está tan instalado ni consolidado ni en A ni en B un candidato que digan. Ni en A ni en B, no se sabe.
— ¿Pero si las elecciones fueran mañana, a quien votaría?
— No, no sé, no tengo idea. No tengo idea, no sé. No sé qué me proponen. ¿Y qué me proponen? Si todavía están todos peleando. Por qué no se dejan de pelear y se ponen a trabajar. Por qué no se dejan de andar en los canales de televisión y se ponen a generar leyes. El país está mal, uno cuando tiene hijos y están sanos, todo divino, cuando uno tiene hijos que no están tan sanos, no los deja y los cuida más. Entonces al país hay que hacer lo mismo. Lo que pasa es que no somos nacionalistas. Y esta cosa de poner en los titulares a veces éste se fue y endiosarlo porque se fue, un salame. ¿Cómo te vas a ir, sos millonario y te vas? ¿Y cuál es tu función en la vida, ayudar a quién? A tu bolsillo. Pero bueno, para mí cada uno tiene su función. A ver, yo no lo haría, critico al que lo hace, bueno, tendrá sus motivos. El país no se abandona
ALGO PERSONAL
— ¿Qué hace cuando no trabaja?
— Bueno, me voy a Uruguay a mi nuevo hobby.
— ¿Cuál es su hobby?
— Plantar. Planté un árbol. Puse césped en mi casa. Las plantas. La jardinería. Me conecta mucho con la tranquilidad, con mis manos ahí en la tierra.
— ¿Cómo hace con su imagen, se cuida mucho? Yo le cortaría un poco el pelo (risas).
— Sí, sabés que… Te juro. Te juro, no me vas a creer, en casa de herrero cuchillo de palo, hoy digo, me miré cuando me cambié, digo la voy a ver a Mariana. Tenía el pelo largo, me lo tengo que cortar. No tuve tiempo. Estoy con la campaña de verano 2023. Tuve tres días de 600 fotos, tenés que quedarte con 10, 15 fotos. Entonces el ojo te queda ya, viste, para cualquier lado.
— Al margen del pelo ¿cómo se cuida?
— Me cuido entrenando. Comiendo sano. Hago mucho deporte, spinning. A veces me bandeo, pero enseguida vuelvo, me cuido. Vivo sano, como sano. No fumo, nunca he fumado en mi vida. No tengo mayores… Una copa de vino obviamente, sí. Pero me cuido.
— ¿Cuando se mira al espejo qué ve?
— Me gusto. No me gusté nunca pero ahora me gusto. De grande me empecé a gustar. Pero ya no por lo que soy, la nariz es la que tuve siempre. Quiero decir, no voy a una cuestión… Ya miro más allá del espejo. Entonces cuando uno ya tiene cierta edad como la mía empezás a pensar, cuando tenés hijos y los educaste para que tengan un camino en la vida, cuando armaste una empresa y no defraudaste, no mentiste, no traicionaste, no cerraste, no quebraste, lo bancaste. Cuando toda esa sumatoria de cosas te enorgullecen lo que ves te gusta. Y me gusto, hoy me gusto mucho. Mucho te digo.
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