“Valientes”, la emotiva obra teatral que relata el desconocido papel de las 16 veteranas de Malvinas

Relata el papel cumplido por las mujeres movilizadas en la guerra del Atlántico Sur. Tuvo su origen en una muestra fotográfica donde, por primera vez, salieron del anonimato

Antes de transformarse en una obra de teatro, las veteranas de Malvinas fueron objeto de una muestra fotográfica, que ayer se exhibía en el ministerio de Relaciones Exteriores (Crédito Cancillería Argentina)

De pronto, seis mujeres vestidas de negro subieron al escenario, las luces del auditorio Manuel Belgrano de Cancillería se apagaron y, con una pantalla de fondo que servía de apoyo al relato, los anhelos, sueños y motivaciones de las 16 mujeres veteranas de Malvinas cobraron vida.

Seis actrices fueron asumiendo, a lo largo de cuarenta minutos, las voces de esas veteranas, leyendo un libreto construido a partir de sus recuerdos, vivencias y experiencias, a corazón abierto. Es la obra “Valientes: una historia de mujeres”.

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El 2 de abril Mariana Soneira, radiooperadora del buque Bahía San Blas, cumplió 19 años. El mismo día le ofrecieron la posibilidad de permanecer en tierra. “No voy a dejar mi barco”, se plantó. Se enfrentó a la peor cara de la guerra cuando en el puerto de Ushuaia vio desembarcar a los sobrevivientes del Crucero General Belgrano, y sintió un “dolor absoluto” cuando los británicos hundieron el Isla de los Estados la noche del 10 de mayo, en el que fallecieron 22 de sus 24 tripulantes.

Las seis actrices en la piel de las 16 veteranas. La pantalla rescataba imágenes de esas mujeres (Crédito Cancillería Argentina)

De la misma manera se le estrujó el pecho cuando recién 35 años después se animó a pisar nuevamente la cubierta de su buque, ese que se había negado a dejar.

Marta Beatriz Giménez, era oficial comisario en el buque Canal de Beagle. Ya había estado en dos oportunidades en Puerto Argentino antes del conflicto. Para ella el barco “era nuestra trinchera”, aseguró mientras se lamentó que en Buenos Aires se viviese otra realidad.

Marcia Marchesotti, radiooperadora del Río Cincel, venía de una familia de marinos, y enseguida se dio cuenta que el 2 de abril la vida la cambiaría para siempre. Tenía 21 años y las islas le dieron una de esas bienvenidas con un violento temporal. El Río Cincel fue el primer buque mercante en hacer puerto en el archipiélago, el 7 de abril. “No involucrarme no era una opción” y cuando regresó en Buenos Aires le hicieron notar que la guerra casi no había existido, entonces decidió enterrar sus vivencias.

Ivy Perrando Schaller, la fotógrafa documentalista, alma mater del proyecto

De la misma forma, el entonces comisario del Río Cincel Graciela Cáceres consideró que debía involucrarse por ser argentina. Sus compañeros se admiraban al verla y ella trataba de ocultar la angustia que le provocaba no tener noticias de su hermano, que se había alistado como voluntario.

La estrella de la velada fue Doris West quien, con sus 92 años a cuesta, enfermera civil del carguero Formosa, estuvo presente en la sala. Había acumulado experiencia en el Hospital Británico y ese 1 de mayo estaba bordando en punto cruz en su camarote cuando un violento golpe le hizo volar su trabajo y terminó en el suelo. Una bomba había impactado en la bodega pero no había estallado. Ella corrió para atender a los posibles heridos. El barco navegó hasta el puerto con el explosivo sin detonar en sus fauces. Dice que esa noche nadie en el barco durmió.

Un final de lujo. Las protagonistas y las actrices, junto a Ivy Perrando y el embajador Carmona (Crédito Cancillería Argentina)

A María Liliana Colino, cabo principal de la Fuerza Aérea, le quedó grabado a fuego en el alma ese vuelo al ras de las aguas en el Hércules. Se dirigían a las islas a evacuar heridos, sabiendo de la supremacía aérea del enemigo. Recuerda haber bajado del avión corriendo, sin saber hacia dónde, hasta que alguien la tomó del brazo y le indicó la dirección. En una carrera contrarreloj, subieron los pacientes en tiempo récord: los que podían, ascendían caminando y otros eran literalmente arrastrados hacia el interior de la máquina, porque todo minuto contaba. Así embarcaron a treinta hombres. No se si entonces el piloto les dijo que tres aviones Sea Harrier intentaron salirle al paso.

Para Silvia Barrera, instrumentadora quirúrgica de Ejército, todo fue obra del destino, desde el momento en que aquel tío la desanimó a estudiar medicina, porque las mujeres se casaban, se embarazaban y no tenían más remedio que abandonar la profesión. Mejor formarse con una carrera corta, como instrumentadora quirúrgica en la que ella, sin imaginarlo, encontró su verdadera vocación. “Me encantó desde el principio”. Asegura que fue natural ofrecerse como voluntaria. “Fuimos instrumentadoras, camilleras, enfermeras, hermanas, madres y hasta psicólogas cuando los veteranos deseaban hablar o desahogarse”.

Veteranas y actrices confundidas en un abrazo, se dan mutuamente las gracias

Cuando se embarcó en el Irízar, María Marta Lemme ya había dejado estudios inconclusos de medicina. Afirma haber sido la primera en decidirse en ir a Malvinas. Dice que fue muy importante que las seis instrumentadoras estuvieron siempre juntas, recibiendo heridos hasta el 16 de junio.

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María Angélica Sendes es otra de las instrumentadoras que estuvo a bordo del Irízar en ese frenesí de las últimas horas de los combates, recibiendo heridos y multiplicándose en las tareas. Se lamenta de no haber recibido tantas condecoraciones como sus compañeras, porque era de otro hospital, de Campo de Mayo. Desde que la guerra terminó, los fuegos artificiales -que le hacen recordar las explosiones, las bengalas y los disparos sobre Puerto Argentino- no los puede contemplar ya que la entristecen mucho.

Etel Navarro, solo tuvo tiempo de comprarse un par de medias de lana cuando decidió embarcarse al Irízar. Recuerda a ese soldado correntino, que no sabía leer ni escribir, y ella, en su convalecencia, solía leerle. “Es imperativo involucrarnos en causas justas”, aseguró.

María Cecilia Riccheri, también instrumentadora, luego de la guerra se recibió de médica. Con 19 años, era la menor del grupo de las seis mujeres.

Hubo espacio para las que ya no están, como Graciela Liliana Gerónimo, oficial comisario, de quien rescatan su solidaridad y generosidad. “Era imposible llevarse mal con ella”, aseguran. Susana Mazza, fallecida en 2018, siempre se enorgullecía del trabajo hecho con los heridos.

La obra tiene un espacio para Maureen Dolan de Richards, Sylvia Storey y Cristina María Cormack, civiles voluntarias que tuvieron la misión de hacer contacto con los kelpers. Fueron las protagonistas de “Influencia”, una misión orientada a explicarles a los kelpers la posición argentina. Habían sido seleccionadas porque todas dominaban el inglés y nadie sabía de su presencia en las islas. Maureen, como cuarta generación de irlandeses, conocía perfectamente bien la idiosincrasia británica y recuerda que Cristina -la única que vive de ese grupo- iba casa por casa tratando de explicar la posición argentina. “Las movía el idealismo de querer evitar la guerra”, se explica.

La obra tiene mucho más contenido de historias, sentimientos, anhelos y esperanzas, que serían larguísimos de enumerar. Las seis actrices, visiblemente emocionadas, todas de ellas fueguinas, cierran con un “Malvinas argentinas presentes hoy y siempre”.

Esta obra de teatro tuvo su origen en el largo y silencioso trabajo de Ivy Perrando Schaller, una fotógrafa documentalista que en 1982 aún estaba en la panza de su mamá Dorita. Esta santacruceña un día se enteró de que a Malvinas habían ido mujeres –”no sabía que existían veteranas con ‘a’- y decidió rastrearlas para poder retratarlas. “Este trabajo no puede salir en otro lado que no sea la Patagonia”, destacó al borde de las lágrimas.

Victoria Lerario, autora teatral, actriz y directora de la obra -declarada de interés provincial por la legislatura fueguina- fue la que se conectó con Ivy para darle forma a la pieza. La acompañaron en el escenario Cecilia Alvarez Soncini, Elina Coltelli, Mirtha Martin, María Luisa Medina Uferer y Mónica Pitoiset.

Por su parte, el embajador Guillermo Carmona, secretario de Malvinas, Antártida e Islas del Atlántico Sur de Cancillería, remarcó que era indudable que este proyecto haya nacido en el sur, donde sopla “viento potente que todo lo empuja”. Entregó medallas a algunas de las veteranas que aún no las habían recibido. “La tragedia de la guerra la transformamos en reconocimiento”, afirmó.

“Durante años no se supo nada de nosotras, tal vez no pudieron vernos. Que la posteridad no nos olvide”, se pide en el libreto.

Claro que no.

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