Los secretos del cuádruple femicidio de Barreda, el hombre que odiaba a las mujeres

A 30 años de la masacre, verdades y mentiras del día en que mató a su esposa, su suegra y a sus dos hijas en la casa de La Plata

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Barreda llegó a decir que hubo un tiempo en que olvidó lo que hizo el 15 de noviembre de 1992, un acto siniestro que lo hizo entra en la historia más oscura del crimen argentino
Barreda llegó a decir que hubo un tiempo en que olvidó lo que hizo el 15 de noviembre de 1992, un acto siniestro que lo hizo entra en la historia más oscura del crimen argentino

Hay asesinos que no recuerdan sus crímenes todos los días de su vida.

Los olvidan como si fueran anécdotas intrascendentes del pasado.

O como cualquiera olvida dónde dejó las llaves de su casa.

Hay asesinos que se creen víctimas. O que al matar salvaron su vida. O que se

sacrificaron porque alguien lo tenía que hacer.

Como si más que una obra suya, hubiese sido un hecho del destino.

O mucho peor: un castigo que merecían las víctimas.

Una liberación de lo que consideraba un estorbo para seguir su vida.

En algunos asesinos, el asesinato habita en ellos antes de cometerlo.

Eso le pasó a Ricardo Barreda. Un gris odontólogo que llegó a decir que hubo un tiempo en que olvidó lo que hizo el 15 de noviembre de 1992, un acto siniestro que lo hizo entra en la historia más oscura del crimen argentino: ese día mató a su esposa Gladys McDonald, su suegra Elena Arreche y sus hijas Adriana y Cecilia en su casona de La Plata, en las calles 48 entre 11 y 12.

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Ese domingo de reunión familiar, el odontólogo de La Plata disparó su escopeta con la decisión irreversible de un cazador frío y profesional.

¿Cómo no recordar eso?

Al autor de esta nota, ese hombre que caminaba encorvado, usaba unos lentes aparatosos y aparentaba ser parco y discreto (antes de los asesinatos), le reveló en 2012, en el living del departamento donde vivía con su novia, Berta André, que lo conoció cuando visitaba a un amigo preso que compartía pabellón con Barreda:

-Hay momentos, días, o quizá meses, en los que olvido la cosa.

-¿Qué cosa?

Barreda dejó de mirar a los ojos, como arrepentido de lo que acaba de decir. O no podía decir. Lo innombrable. Ese día tartamudeó y siguió:

El juicio fue cubierto por los medios de la época
El juicio fue cubierto por los medios de la época

-Usted sabe. Eso que hice. Y por lo que me felicitan muchas personas. Y no me gusta, porque yo no hice algo malo, no intenté una vacuna contra el dolor de muelas.

-Usted olvida que mató a su familia.

-Eso. ¿Quiere que lo diga yo? Yo le dije que sabía.

Luego, Barreda se fue al baño y apareció Berta, que había escuchado todo desde la pieza.

-Es verdad lo que dice Ricardo. Hasta yo me olvido lo que hizo. Pero desde hace unos meses, casi todos los mediodías, pasa una mujer, y a veces es un hombre o una muchachita, porque se turnan y son más de tres seguro, y le gritan desde la calle “asesino de mierda”. Y él se desmorona. Se queda en silencio. Y no habla por horas.

Nadie sabe todos los secretos de Barreda. Ni siquiera él mismo quizá conociera todos sus secretos. Pero a 30 años de la matanza en la vieja casona de La Plata, aún quedan dudas, preguntas sin respuesta o mitos que se desmoronaron con el tiempo, o poco antes de la muerte de Barreda, ocurrida el 25 de mayo de 2020 en un geriátrico. Tenía 84 años.

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“Me humillaban y querían eliminarme: eran ellas o yo”.

Falso.

Los últimos tiempos de Barreda antes de morir en una foto exclusiva de Infobae
Los últimos tiempos de Barreda antes de morir en una foto exclusiva de Infobae

Eso dijo Barreda cuando respondió más como víctima que como victimario. No hay ninguna prueba ni pista ni sospecha de lo que dijo: por otro lado es impensado, o no ocurrió en la historia criminal argentina, que cuatro mujeres armen un complot durante años para terminar matando a un hombre. Con inteligencia, el asesino supo instalar como verdad un hecho que aunque pueda ser incomoprobable, con los años surgieron pistas o testimonios que refuerzan otra teoría, más cercana con la verdad. El decía que las mujeres de su familia lo maltrataban. Lo hacían sentir como un estorbo. Lo dejaban de lado. No lo tenían en cuenta para nada. Y culpaba a su suegra de “llenarles la cabeza” a su hija y a sus nietas. Lo siniestro y paradójico fue que ella le había regalado la escopeta Víctor Sarrasqueta a su yerno, como regalo de cumpleaños, sin saber -claro está- que esa acción terminaría por cambiar su destino. “Nunca lo maltrataron, todo lo contrario”, declaró una de las amigas de las hijas de Barreda. El autor de esta nota, que lo entrevistó más diez veces, escuchó cómo le decía “Chochán” a su novia Berta. “Soy ingenioso para inventar apodos”, dijo el femicida. Apodos humillantes. Es más: ese apodo, más otros maltratos psicológicos contra Berta, terminaron por mandarlo otra vez a la cárcel.

“Estallé porque no paraban de decirme Conchita”.

Falso.

En primer lugar, no está probado que le hubiesen dicho “Conchita”. Hábil para inventar apodos que lastimen, no llamaría la atención que él mismo lo hubiese creado para mostrarse como víctima, un hombre agobiado por el continuo “maltrato” y desprecio de su familia. La versión del día del femicidio que dio Barreda es la siguiente:

–Voy a limpiar las telarañas del techo.

–Qué bien. Andá a limpiar que los trabajos de conchita son los que mejor hacés.

–¿Sabés qué?, el conchita no va a limpiar nada la entrada. El conchita va a atar la parra porque las puntas andan jorobando –dijo Barreda como si no hubiese escuchado el insulto.

Y como un autómata fue hasta el garaje a buscar una escalera. Fue hasta el bajo escalera porque ahí guardaba un casco. Era cauto: varios conocidos se habían caído y golpeado la cabeza mientras ataban la parra. Pero no llegó a levantar el casco porque antes de hacerlo, se le cruzó por la cabeza el pensamiento más oscuro de su vida. Algo que mutó en una furia determinante. Una furia sin camino de vuelta.

Barreda no habló. Manoteó la escopeta y las mató una por una. Luego se sentó en el sillón, abrazado a su escopeta, como si fuera lo único que le quedaba. Se había quedado solo. O, mejor dicho, acompañado por cuatro cadáveres.

El interior de la casa de Barreda y su familia había quedado intacta tras el cuádruple crimen
El interior de la casa de Barreda y su familia había quedado intacta tras el cuádruple crimen

Fue una matanza planificada.

Verdadero.

Durantre años se habló de un acto de locura. Pero Barreda sabia lo que hacía. Ese día no fue el odio repentino, sino la ejecución de un plan. Había practicado tiro (a la policía le dijo que nunca había disparo un arma), hecho un curso de criminología, a una de sus amantes le había dicho que “iba a matarlas” (leer más adelante) y por otro lado no sufrió “emoción violenta”. Cargó la escopeta una y otra vez, lo que le dio tiempo de arrepentirse, entrar en sí (los peritos de la causa dictaminaron que era insano), pero él eligió eliminarlas a todas. “Como patitos de feria, esos que caen cuando les disparas. Para él fueron eso, no seres humanos”, dijo una vez el perito psiquiatra Miguel Maldonado, que examinó a Barreda.

Después de matar entró en crisis.

Falso.

Fue a ver jirafas y elefantes al zoológico, porque eso lo relajaba y tuvo sexo con su amante. Ella no notó nada raro. Es que Barreda actuó como un hombre aliviado. No como un femicida.

¿Violó a sus hijas?

Falso.

Fue un rumor. Y las sospechas de los investigadores del caso, pero cuando se hicieron las autopsias se confirmó que no había sido así: Barreda, como se llegó a pensar, no violó a sus hijas después de matarlas.

Nadie creyó que pudiera matar a su familiares.

Verdadero.

Sus amigos, sus vecinos, sus familiares y sus pacientes lo consideraban un buen hombre. Incapaz de pisar una cucaracha. “Más de una vez yo no tenía plata y me atendió igual. Y sé que llegó a ocuparse de la salud dental de algunas personas de la calle. Pero resultó ser un monstruo”, recuerdad un ex paciente.

A su amante “oficial” le dijo que las había matado

Falso.

Una imagen del odontólogo Barreda en el momento de salir de prisión
Una imagen del odontólogo Barreda en el momento de salir de prisión

La mujer con la que Barreda comió pizza y tuvo sexo por la noche del domingo del horror, después de aniquilar a toda su familia, no sabía nada de ese hecho. En un momento, los pesquisas sospecharon que él le había confesado los crímenes. “¿Cómo van a pensar eso? Tendría que tener la mente tan oscura como la tiene él”, declaró. Nunca dio notas y siempre se mostró atormentada por esa noche que nunca pudo olvidar. Que hubiera querido borrar de su vida. La noche en que le dijo te amo a un hombre en cuya casa lo esperaba esta imagen: sangre seca, casquillos de escopeta y los cuerpos, sin vida, de cuatro mujeres.

“Después de salir de la cárcel, mucha gente me pedía que le arreglara los dientes”.

Verdadero.

Resulta impensado. Pero cuando lo liberaron, el odontólogo solía recibir llamados en el departamento de su novia Berta. Le pedían que volviera a ejercer. “A veces atiendo yo. Llaman por una carie, un diente roto o una muela inflamada, pero a él le da cosa”, contó Berta.

Tuvo una cómplice en las sombras

Falso.

Barreda actuó solo. No está claro el móvil de la masacre. “Si hubiésemos podido hablar antes del horror con las víctimas, quizá nos hubiéramos enterado del motivo que llevó a Barreda a matarlas”, dijo una fuente del caso. Y dejó un interrogante que nunca tendrá respuesta: “Se sabe que Barreda era un obsesionado por las mujeres. ¿Y si hubo algo muy oscuro que él cometió y su familia no se lo perdonó. Hay cosas de Barreda que no se sabrán nunca”. Para la Justicia no tuvo cómplice, pero se llegó a investigar a “Pirucha”, una vidente que fue amante de Barreda. “Investigamos si ella llegó a manipularlo. Porque es cierto que ella le dijo una vez que esas mujeres practicaban magia vudú y le mostró un muñequito con agujas que dijo haber encontrado en la puerta de la casa de Barreda. Pero Barreda no era manipulable. Actuó por si solo. Y esa mujer en teoría sabía que él quería matarlas. Y nunca lo dijo. Y ni lo dirá porque se llevó, tal vez, varios secretos de su amante a la tumba”.

La tumba de Barreda en el cementerio de José C. Paz (Franco Fafasuli)
La tumba de Barreda en el cementerio de José C. Paz (Franco Fafasuli)

Su sueño era volver a la casa del terror.

Verdadero

Hasta poco antes de su muerte, seguía soñando con volver a la casona donde mató a su familia. Y hasta extrañaba su Ford Falcon y no descartaba reabrir su consulturio. Quería volver al hogar. Pero sin ellas.

Estaba arrepentido

Falso

Antes de morir, Barreda dijo que se arrepentía de los crímenes. Pero tenía demencia y pareció decirlo más para dar por cerrado el tema. De hecho, cada ve que se le mencionaba su familia, se ponía colorado, no nombraba a sus hijas.

Barreda decía que había olvidado los cuatro femicidios que cometió.

Pero él jamás será olvidado.

La marca de sus asesinatos hará que su nombre siempre sea recordado.

Como un asesino frío, calculador, que nunca dio amor.

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