Desde 2014 cada 9 de noviembre se celebra el Día Mundial de la Adopción. La fecha la eligió un grupo de amigos de Los Ángeles, Estados Unidos, cuando descubrieron que hasta el momento no existía una jornada internacional que tuviera como propósito crear conciencia y recaudar fondos para apoyar a quienes inicien el proceso de adopción. El activista Hank Fortener fue el creador de AdoptTogether, una plataforma de financiación colectiva sin fines de lucro, que informa una estremecedora cifra y lucha para cambiarla: en el mundo hay 19 millones de niños que aún no tienen una familia.
En nuestro país también existen iniciativas ciudadanas que día a día enfrentan los prejuicios, la desinformación y ofrecen herramientas como marco de contención. Diego Monrroy y su esposa Jimena integran el colectivo “Adopten Niñes Grandes”, que surgió en Twitter este año y fue cobrando fuerza hasta volverse viral. Cada viernes comparten testimonios de quienes pudieron adoptar. En junio último fue su turno y contaron el camino que transitaron hasta que conocieron a “Hija de 13″, tal como la mencionan en los tuits para hacer referencia a su edad y preservar su identidad.
Ese hilo lleno de historias se hizo viral y se convirtió en una tradición que funciona como un valioso espacio de intercambio. “El semillero fue Twitter, pero en mayo también abrimos un grupo de WhatsApp que tiene como miembros a 40 familias, y después creamos dos más, uno para comentar actividades y otro para administrar de manera colaborativa la cuenta de Instagram”, cuenta Diego en diálogo con Infobae. Las ganas de difundir “cada vez más y mejor” motivó a otros, y celebra que la comunidad que empezó con ocho personas fue creciendo rápidamente en pocos meses.
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“Hay mucha diversidad de situaciones: para nosotros fue muy rápido dentro de todo, pero hay familias que tuvieron muchos años de espera, algunos que se anotaron antes de la reforma del Código Civil y vivieron una parte solamente con la nueva ley de adopción”, detalla. En su caso particular, cuenta que todo empezó con el fechazo que sintió cuando conoció a Jimena en un taller literario en el barrio de Palermo. “Yo vivía en ese momento en Pacheco y ella en La Boca, así que nos encontrábamos a mitad de camino y participábamos de algunas antologías de cuentos”, revela, y aclara que aunque no fue un “niño lector” durante su infancia, ni bien cumplió la mayoría de edad empezó a comprar ejemplares para armar su biblioteca.
Se casaron en octubre de 2010, y durante los primeros años la idea de ser papás no fue un tema de conversación. Más adelante el deseo empezó a crecer, y sintieron que era el momento. Tras un buen tiempo intentando por métodos naturales, se hicieron estudios médicos y descubrieron que eran sub-fértiles, lo que representaba menos probabilidades de embarazo. Se informaron sobre los diferentes tratamientos de fertilidad, y se embarcaron en el primer intento, que resultó fallido. Se replantearon si podrían tolerar todo lo que implicaba continuar con ese camino, tanto a nivel físico como emocional. En el 2020, justo antes de que se desatara la pandemia de coronavirus, analizaron la posibilidad de adoptar.
Se sorprendieron cuando vieron los datos de la Dirección Nacional del Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (DNRUA). Los números indicaban una tendencia que se mantiene aún dos años después: las estadísticas más recientes fueron cargadas en octubre de 2022, y reflejan que hasta el momento hay 2381 legajos -es decir, solicitudes de adopción- en todo el país. De ese total, 1768 corresponden a matrimonios o parejas bajo unión convivencial, y las restantes 613 son monoparentales.
La contracara son los 2199 niños, niñas y adolescentes que están en situación de adoptabilidad. La pregunta que surge es la misma que se hicieron Diego y Jimena: “¿A qué se debe que la cantidad de inscriptos y niños que esperan una familia sea tan similar?”, y la respuesta es una alarmante realidad: sólo un 1% de los inscriptos aceptaría un hijo de hasta 12 años.
El grueso de las familias quiere adoptar un bebé, o a lo sumo chicos de hasta 2 años. “Eso es algo muy difícil; son casos muy aislados, y por eso es importante que la gente sepa cuáles son los niños reales, que tienen cinco o seis años para arriba, e incluso dos o tres hermanitos de diferentes edades”, expresa Diego. Después de interiorizarse sobre los pasos a seguir, fueron rumbo a la oficina de asesoramiento en adopción de San Isidro: “Ahí conocimos a Laura, una profesional excelente que nos contó de los talleres y charlas mensuales”.
Poco a poco fueron comprendiendo terminologías y números de un mundo que hasta el momento era desconocido para los dos. “Supimos que hay casi 9000 chicos sin cuidados parentales, pero solo unos 2500 están en situación de adoptabilidad, porque aunque se los separe de la familia de origen por algún derecho vulnerado, hay un tiempo de intentar reconectar con el resto de los familiares -que incluye madre, padre, abuelos, tíos, primos y otros parientes-”, explica. Y agrega: “Mientras se agotan todas las instancias, un niño de 2 o 3 años quizá recién a los 6 años ingresa al sistema de adopción”.
Tal como explica Diego, solo si se descartan todas las vías posibles de reunificación familiar, un juez declara la situación de adoptabilidad. “Nosotros decidimos que la edad iba a ser hasta 12 años inclusive, y a fines de mayo de 2021 nos inscribimos en el RUAGA (Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos)”, recuerda. Y aclara: “Pensamos siempre un solo hijo, porque tenemos una sola habitación en la casa, y la idea es devolverle derechos que fueron vulnerados a los chicos, y uno es el derecho a tener su espacio; entonces hay que restituir, no volver a sacárselos”.
A los pocos meses empezaron a llamarlos de los juzgados. Primero se comunicaron desde el partido de Pilar, y realizaron dos entrevistas para adoptar a una niña de 12. Luego les comunicaron que avanzaban con otra familia, y cuando quedaron descartados llamaron al juzgado de San Martín –no se puede avanzar en varios procesos a la vez- para comentarles que estaban disponibles para continuar si se presentaba la oportunidad. Esa conversación quedó grabada en su memoria porque fue el día que empezó la vinculación con su hija.
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“Estaba en el kiosco y arreglamos una entrevista por videollamada para la semana siguiente, y después otra, y la tercera directamente con las coordinadoras del hogar donde vivía ella”, explica, y cuenta que trabajó 15 años como canillita hasta que pudo abrir su librería en la localidad de El Talar. Les mostraron una foto de la niña y les contaron algunas de sus actividades preferidas, para que vayan pensando ideas para los próximos encuentros.
La primera vez que se vieron en persona fue en la oficina del hogar donde vivía, junto al equipo técnico y una psicóloga, y mantuvieron una charla amena. “Se repiten más reuniones según los tiempos que van manejando los chicos para procesarlo; por ejemplo la segunda semana ella misma les dijo que le gustaría ir a pasear cerca del hogar con nosotros dos”, relata.
“Fuimos un par de horas ahí cerca, y fue así, pasito a pasito. Después vino a conocer la que iba a ser su casa, y al mes se quedó a dormir y la llevamos al día siguiente; el equipo va evaluando cómo va todo, y es dinámico según cómo se siente, la complejidad y la situación de cada caso”, detalla. En tiempos de pandemia recurrieron a la tecnología para seguir viéndose los rostros al menos de manera virtual, y no perder la continuidad. “La espera es enorme para ellos, porque te ven un sábado y les decís: ‘Te veo el otro finde’, y son muchos días; entonces está bueno que sepan que vos estás ahí, que es seria tu intención de formar una familia, y que se vaya generando el vínculo día a día”, remarca.
Mitos y verdades
“Hay gente que piensa que para adoptar hay que tener mucha plata, y no es así, tampoco tenés que tener una casa quinta con pileta. Con un espacio para brindarle su lugar, su plato de comida, su derecho a la educación y a tener una familia, ya hay posibilidad de adoptar”, sostiene. “Hay nenas que quieren tener mamá y papá, otros una mamá sola, un papá solo, dos papás, o dos mamás. Los chicos piden, y se los escucha. El juzgado contempla según las familias que se presentaron y la situación de cada niño, y si hay compatibilidad empieza la etapa de vinculación”, expresa Diego, y se detiene en esta etapa para aportar más datos.
“Hay más o menos un 10% de vinculaciones que no prosperan, y es terrible que sea tan alto”, sentencia. “Hay chicos que han pasado por más de una vinculación fallida y cada vez se van haciendo un caparazón más grande, porque es una herida más que se suma: alguien que tuvo problemas con su familia biológica y después se vinculó con otra familia y le fue mal, es realmente resiliente si lo vuelve a intentar”, comenta. Los define como “héroes” por no perder la esperanza de que la siguiente vez funcione.
A su vez, hace hincapié en el compromiso de quien adopta: “Uno tiene que estar lo más preparado posible y abierto, y para eso hace falta en el proceso mucha contención, ya sea psicológica o con charlas con quienes tengan experiencia en el tema”. Para Diego y Jimena fue la primera vinculación, al igual que para su hija. “La nena había decidido hacía un tiempo que quería una familia para ella sola, porque aunque tiene hermanas, una ya es grande y las otras dos estaban en otro hogar”, cuenta, y explica que en febrero último obtuvieron la guarda preadoptiva, instancia previa al juicio por adopción, que no debe superar los seis meses.
“El 25 de octubre cumplimos un año desde que la conocimos. Pasamos el primer cumpleaños en septiembre, así que pasó de ser hija de 12 a hija de 13, y pudimos hacer algo lindo dentro de las posibilidades que teníamos”, celebra. Y agrega: “Vinieron sus hermanas a casa, porque es muy importante mantener sus lazos, y también cinco amigos del hogar donde ella estaba”.
“Esos vínculos son súper valiosos, porque ellos se tenían cuando no tenían nada más que incertidumbre, y ahora su deseo es que sus amigos también puedan tener sus familias”, expresa. Con entusiasmo, revela: “Tres hermanos que vivían con ella se están vinculando con una familia de dos papás y estamos re emocionados porque pasaríamos de ir a buscarlos al hogar a ir a buscarlos a su nueva casa y compartir una salida todos juntos”.
El juicio de adopción
Al momento de cargar los documentos personales en el formulario virtual del RUAGA no se requieren intermediarios ni abogados. Pero después de obtener la resolución judicial de la guarda preadoptiva, el siguiente paso es el juicio de adopción, y para esa instancia sí se requiere del servicio de un letrado.
“Cuando terminan los seis meses de guarda, vas al juzgado y tenés una entrevista con el juez para charlar con las dos partes y ahí se inicia el juicio, que pueden ser unos meses o un año, depende de cada juzgado”, apunta Diego. “Cuando termina te dan la partida de nacimiento nueva y el DNI con los datos actualizados, donde en general se mantiene el mismo nombre, salvo que lo quiera cambiar por algún motivo, con el apellido del padre o de la madre, o ambos”, comenta.
Cabe aclarar que en la actualidad hay solo tres provincias de nuestro país donde el juicio de adopción es gratis: Chubut, Río Negro y Entre Ríos. “Corre por cuenta de la familia lo que cueste, y nosotros tenemos una abogada que nos hace un precio bajo, pero en Provincia de Buenos Aires el precio promedio es de 200.000 pesos”, detalla Diego. Y por eso manifiesta: “La ley de adopción está bien pensada, pero hay detalles, como que el juicio sea sin cargo, para darle una mano a la familia que está en este proceso; ojalá que a futuro sea gratuito en todo el país y sería una traba menos para que se inscriban más familias”.
La posibilidad de federalizar la gratuidad del juicio es uno de los anhelos del colectivo Adopten Niñes Grandes. Otro de los pendientes a nivel nacional recae en la licencia por adopción, que no existe hasta el momento. En mayo último el Poder Ejecutivo envió al Congreso de la Nación el proyecto de ley “Cuidar en Igualdad”, elaborado por el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación junto al Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social. Dentro de las propuestas, figura la modificación del régimen de licencias en los sectores público y privado ampliando los derechos de los trabajadores gestantes, no gestantes y adoptantes que se desempeñen en relación de dependencia, sean monotributistas, monotributistas sociales o autónomos.
Desde el Estado, este año lanzaron la campaña “Crecer en familia es un derecho”, que apunta a visibilizar a los niños, niñas y adolescentes que están en situación de adoptabilidad. Diego y Jimena celebran los avances, y sueñan con que sigan llegando las buenas noticias: “Es súper bienvenido y necesario; son chicos que merecen tener una familia, y la ciudadanía también tiene que trabajar para eso, en ampliar los criterios para ser papás según las posibilidades de cada uno”.
Asumen, además, que muchos momentos pueden ser “una caja de sorpresas”, y resaltan la importancia de intercambiar experiencias, ideas y vivencias. “A veces podés estar comiendo, o andando en bici, y de repente te cuentan las cosas que sufrieron y te quedás petrificado”, confiesa. Y expresa: “Como decimos en el grupo: ‘No le podés cambiar el pasado, todo lo que sufrió lo sufrió, pero sí podés cambiarle el presente y tratar de mejorar el futuro”.
Este último año fue de varios cambios para su hija: empezó la secundaria en una escuela nueva, con otros compañeros, y terminó la primaria a la par de la mudanza a su casa. “Se está acomodando a muchas cosas en poco tiempo, así que nuestro presente es como el de todas las familias; buscamos acompañarla y encontró una pasión en el deporte, que está buenísimo que tengan un espacio de recreación fuera de la dinámica escolar y familiar”.
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A través de Instagram y Twitter el colectivo concientiza sobre los “niños reales” que están a la espera de una familia. Desde los 4 años las estadísticas están en su contra, y en la adolescencia directamente ven como un imposible formar parte de los casos que conforman ese 1% que estará dispuesto a adoptarlos. Si son grupos de hermanos de diferentes edades, la posibilidad es más baja; y cuando se trata de niños con discapacidad, los números también descienden.
Teniendo en cuenta todo ese contexto, y que queda mucho por abordar, el colectivo elige un lema que se potencia con las redes sociales: “Nunca es tarde para construir un vínculo, si hay deseo, hay posibilidad”. Invitan a informarse sobre cada etapa del proceso y analizar cada paso a futuro para embarcarse en la materialización de un sueño.
En cuanto a Diego y Jimena, a la hora de resumir todo lo que vivieron desde que conocieron a su hija, no tienen dudas: “Es la mejor decisión que tomamos en nuestras vidas; todos estamos más felices, y lo importante es que le estamos devolviendo a ella un poco de su infancia: dándole el amor, el acompañamiento y el apoyo que no tuvo”. Para derribar los mitos en cuanto a los tiempos, sentencian: “El sistema funciona en algunos juzgados mejor que en otros, pero a los cinco meses de estar inscriptos conocimos a la que hoy es nuestra hija”.
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