La cuarentena por la pandemia de coronavirus puso en jaque a los comercios y espacios culturales del centro porteño durante el 2020, el 2021, e incluso parte del 2022. La zona donde los after office eran un clásico pasó a estar casi vacía, y esto repercutió en muchos bares y espacios culturales. Muchos bajaron las persianas y no pudieron volver a abrir, mientras que otros resistieron con la incertidumbre a flor de piel. Así lo expresan los dueños de tres lugares emblemáticos: La Cigale, Barbaro Bar y Freeky Bar, que tienen en común que resultaron ganadores en la convocatoria que lanzó el Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para llevar adelante una nueva edición del programa Calles Culturales Microcentro.
A medida que los locales pudieron reabrir, la limitación en torno al aforo se convirtió en una preocupación para los comerciantes. Y así nació la iniciativa que promueve que los gestores culturales independientes puedan exponer sus contenidos también en el espacio público. En diálogo con Infobae, el coordinador de Planificación Territorial del Ministerio de Cultura de la Ciudad, Nicolás Martelletti, detalla: “Iniciamos con la idea del Abasto Barrio Cultural, porque era más seguro aglomerar gente bajo normativas y un uso regulado; y como empezó a funcionar muy bien lo replicamos en otros barrios: Villa Crespo, Chacarita, La Paternal, y Villa Urquiza”.
“Gestionábamos los cortes de calles en conjunto con esos espacios y en una cuadra por ejemplo convivían un centro cultural, propuestas gastronómicas, y negocios de ropa. Al incrementarse la cantidad de personas que pasaban por ahí, aumentaba su facturación”, agrega con entusiasmo. En agosto último lanzaron una convocatoria para que las mejores propuestas también reciban apoyo técnico y crear una agenda con actividades que fomente la circulación de personas y la visibilidad de la variada oferta cultural que existe en el Microcentro.
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“Después pensamos en un marco de contención en cuanto a infraestructura, y en marzo hicimos la primera edición con escenario, sonido, luces, sillas, y así fue creciendo la idea hasta convertirse en el programa actual”, cuenta Martelletti. Y destaca que en el centro porteño existen 280 gestores culturales con diversificación de espacios institucionales, independientes e internacionales. “Hay 120 bibliotecas, además de los centros culturales, librerías, disquerías, galerías de arte, bares notables; la Alianza Francesa, el Centro Cultural Coreano, el Centro Cultural Japonés, el centro de cultura norteamericana (ICANA); todos los estratos de la cultura”, define.
“Fuimos detectando ciertos espacios abiertos disponibles. Florida y Lavalle es un lugar muy icónico, el cruce de las peatonales en sí mismo conforma una plaza cívica social, y sirve como escenario para programar diferentes propuestas”, cuenta el coordinador. Luego de que cuatro espacios culturales independientes ganaran la convocatoria, estrenaron la nueva edición. El 23 de octubre tuvo lugar el Festival Mix y la sede fue Freeky Bar –ubicado en Tacuarí e Hipolito Yrigoyen-, donde tocaron bandas en vivo, y se expuso arte gráfico y urbano.
“La verdad es que fue una experiencia bárbara porque pudimos convocar un montón de artistas, no solo de música y DJs, sino también performances y artesanos que mostraron sus creaciones”, asegura Pablo, dueño de las discotecas Requiem y El Dorado, además de Freeky Bar. “Son 25 años en el under, haciendo muchas movidas con tribus urbanas, y venimos de pasarla muy pero muy difícil”, reconoce.
“Nos ayudó el grupo humano que tenemos trabajando hace tantos años, que más que empleados son amigos y la relación que tenemos con los dueños de la propiedad porque nosotros alquilamos”, explica. “Pudimos ponernos de acuerdo en ver cómo lo resolvíamos entre todos; hemos pasado la crisis del 2001 y Cromañón, pero esta fue la más fuerte de todas”, sentencia sobre las restricciones en torno al Covid-19.
“El centro de por sí de noche siempre fue un desierto, y nuestra tarea ardua y titánica es convocar a la gente para que venga”, reconoce. En este sentido, anticipa que uno de los sueños que espera pueda concretarse es la apertura de un centro cultural en el barrio. “Sería para mostrar las propuestas, bandas que emergen con diversos estilos de música, ayudarlos a visualizar, piezas de arte audiovisual, sumado a un polo gastronómico y bailable para que también la gente se sienta segura al venir”, describe. Y en cuanto a la inseguridad, sostiene: “Ahora es más seguro que antes porque hay muchas cámaras de seguridad; está todo monitoreado, pero 15 años atrás era tierra de nadie”.
Sobre el año y medio en que casi no hubo clientela, explica que no había forma de reinventar un rubro que dependía del contacto con el público, y se refugiaron en la idea de que era cuestión de tiempo para que todo empiece a mejorar. “Sufrimos porque era y es la manera en la que nosotros nos ganamos la vida”, resume. “La remamos porque todo lo que hicimos siempre fue a pulmón: nuestras actividades no son súper comerciales ni tan populares”, comenta. “Tener una discoteca dark gótica, de música industrial, acá en Argentina no es muy común, y de a poco fuimos ganando un público que ya nos conoce y otros que vienen por primera vez y se llevan la experiencia de conocer lugares con una onda totalmente diferente”, agrega.
Para la financiación cuando los ingresos no existían, recurrieron a créditos y amigos que confiaron en la trayectoria que los avalaba para que pudieran afrontar las responsabilidades económicas que se acumulaban. Algo similar relata Antonio, dueño del emblemático Barbaro Bar –que se encuentra en Tres Sargentos entre San Martín y Reconquista-, que el domingo 6 de noviembre fue el punto de encuentro de la primera edición del festival independiente del género bluegrass en Buenos Aires, con bandas en vivo, line dance de música country, exposición de autos customs y una feria de arte.
“A fines de 2019 estábamos planeando una reforma que mantuviera la esencia del local, que es el arte, y a principios de 2020 iniciamos una obra, pero ya sabemos lo que pasó después”, se lamenta. En ese entonces continuaron con la construcción con los permisos correspondientes como una de las actividades que estaban permitidas, pero no pudieron abrir el local hasta agosto de ese mismo año, y con restricciones de aforo.
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“La pandemia se nos vino encima e hizo estragos. Nos chocamos con la realidad de que el Microcentro en la pandemia se vino muy abajo”, señala. A modo comparativo, explica que en 2019 tenían 50 cubiertos para el almuerzo y 80 para la cena, mientras que tras la reapertura no superaban los 15 de día ni los 30 de noche. “Tratamos de acomodarnos y seguir adelante como sea, pero recién a partir de este marzo se está volviendo a trabajar un poco mejor”, detalla.
“La gente dejó de transitar por completo. Recién ahora un poco la cantidad de personas que vienen por los eventos de fin de año y las cenas de las empresas que tienen oficinas por acá, pero tampoco es lo que era en los mejores momentos”, revela. El turismo era otra de sus fuentes de ingresos, y cuenta que desde que empezó la pandemia hasta julio último no tuvieron clientes extranjeros, y eso los alarmaba. “Estábamos acostumbrados a atender norteamericanos, brasileros, y hace poco empezamos a verlos de nuevo por acá”, celebra.
Sobre la inseguridad, Antonio se sincera y confiesa que vivieron algunos malos momentos. “Nos robaron el toldo del local, que es carísimo y nunca más lo volvimos a ver; en plena obra nos entraron y se robaron varios materiales de la constructora, pero por suerte no se llevaron nada del local”, expresa. Cuenta que otra noche asaltaron el edificio de oficinas que está al lado del bar, e incendiaron un auto de alta gama que estaba estacionado. “Creo que está un poco mejor ahora que circula más movimiento de gente, pero fuera del horario laboral siempre fue más difícil, pero tenemos fe de que va a ir mejorando”, proyecta. Al respecto, Martelletti destacó: “Una manera de combatir la inseguridad y las malas externalidades es activando el espacio; la cultura siempre aporta, y el Microcentro no deja de ser el centro neurálgico de todos los argentinos, muy representativo de la identidad federal”.
La grilla de Calles Culturales tiene como siguiente evento el Festival Telepop el sábado 12 de noviembre a partir de las 15 en La Cigale, ubicada en 25 de Mayo entre Tucumán y Lavalle. La cita reúne parte de la más destacada programación del icónico espacio cultural independiente, y la variada propuesta incluye la presentación de bandas de rock y pop, stand up comedy, stands de libros y discos, radio en vivo y performances. Gustavo, el dueño del emblemático lugar que se ganó la categoría de “clásico” en el Microcentro, también charló con este medio.
“Somos un bar cultural y hemos luchado toda la vida para eso, y para nosotros la pandemia fue terrible. Fue un palazo en la nuca, un golpe knock out, y de hecho, nos fundimos”, relata conmovido. Cerraron durante 11 meses, y después reabrieron por un breve lapso de tiempo, hasta que permanecieron cerrados seis meses más. “Vivimos la crisis de 2001 y aguantamos, reflotamos, y ahora nos pasó lo mismo o peor con todo esto, fue un verdadero momento de quiebre”, indica.
Con más de 24 años de antigüedad –inauguraron en agosto de 1998- y el prestigio como aliado, asegura que pese a todas las adversidades, no perdía la esperanza de volver a abrir. “Fue una locura, pero seguimos poniéndole el pecho a las balas y pudimos reflotar el espacio apostando a otra dinámica: antes trabajábamos con los after office de las oficinas, pero ahora abrís a esa hora y no entra nadie; entonces ya no abrimos como antes de lunes a sábado, abrimos los días que tenemos evento, y ponemos franjas horarias”, detalla.
“Aspiramos a ser un referente, venga más o menos gente, defendemos ese concepto ecléctico, cultural, y musical. Si bien este local apunta más al indie y al pop, la música va mutando, va creciendo, se va influenciando y no es estático; entonces estamos para ponernos a disposición de esa movida”, argumenta. En sintonía con ese objetivo, cuenta que la convocatoria del Gobierno de la Ciudad les pareció muy atractiva para reactivar el centro.
“Preparamos todo creo que en tiempo récord, y nos encantó porque nosotros creemos que el barrio siempre respiró música, siempre fue sinónimo de movida musical y cultural, pero hoy por hoy está menguada y hay que apuntalarlo”, sostiene. A modo de anécdota, revela que hace unos días los sorprendió la visita de Guy Berryman, bajista de Coldplay, en el marco del furor que causa la banda británica en nuestro país con los diez conciertos en el estadio de River Plate que culminan con la presentación del martes 8 de noviembre.
En el cronograma de actividades del Microcentro como faro cultural resta otro evento: la Feria de editores de Ciencias Humanas y Sociales, que tendrá lugar en La Puerto Rico Café –en Alsina entre Defensa y Bolivar- el domingo 13 de noviembre de 10 a 18. Participarán 30 editoriales y habrá charlas literarias, presentaciones de libros y conversatorios.
A modo de cierre, Nicolás Martelletti reflexiona sobre el futuro del Microcentro: “Lo interesante de este programa es que es un modelo de gestión público privada donde trabajamos a la par, codo a codo, tanto en los permisos de corte de calles como en la programación y en los equipamientos técnicos”. Y anticipa: “Lo vemos como una red cultural y nos gustaría que se siga transformando en un barrio más mixto y no solo un lugar de oficinas, que haya residencias, comercios, cultura, que tenga todos los colores urbanos”.
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