El genial Perito Moreno: el explorador y científico que decía que la educación cerraba cárceles

Geógrafo y antropólogo, su vida habría sido la envidia del propio Indiana Jones. Cuando aún el progreso no había avanzado en las tierras patagónicas dominadas por el indígena, Moreno las exploró y las estudió, llevando las armas de la ciencia. Su labor fue clave en la demarcación de límites con Chile. Sin embargo, su obra trasciende la de un mero perito

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Desde niño, Francisco Pascasio Moreno
Desde niño, Francisco Pascasio Moreno se apasionó por la naturaleza

El niño que a los 9 años los maestros le indicaban que debía aplicarse mejor, que tenía cinco faltas en lecciones de memoria, que se esforzaba en ortografía, hacía progresos en inglés y en castellano “y que iba poniendo más atención” -sentencia terrible para cualquier boletín- se interesaba por la naturaleza.

Francisco Pascasio Moreno, el primer hijo varón de Francisco Facundo y de Juana Thwaites, nació el 31 de mayo de 1852 en una casona de Paseo Colón y Venezuela.

Cuando sus padres compraron una vivienda en Bartolomé Mitre y Uruguay y descubrió caracoles petrificados en uno de los mármoles, supo qué haría el resto de su vida. Preguntó qué eran y con sus hermanos se abocó a la tarea de recolectar piezas, y cuando su número creció el padre le cedió el altillo. Allí Francisco y sus hermanos crearon el “Museo Moreno”.

Al ver el interés del niño, su padre lo llevaba al río a juntar “cosas raras” y le aconsejaba qué recolectar.

Vivieron en una quinta en Parque Patricios luego de que el 27 de diciembre de 1867 su mamá Juana, hija de un inglés prisionero de la segunda invasión inglesa, falleció víctima del cólera. En la Estancia Vitel, de Chascomús, donde se habían mudado para escapar a la epidemia de fiebre amarilla, llenó cuarenta cajones con restos fósiles -que incluyó un caparazón de gliptodonte- y cuando cumplió 20 años su papá le regaló una vivienda de 200 metros cuadrados para que conservase sus colecciones.

Sentado, con el típico sombrero
Sentado, con el típico sombrero de explorador, Moreno posa con su esposa y familiares, por 1888 (Archivo General de la Nación)

A esa edad realizó un viaje de exploración del Río Negro y de agosto a diciembre de 1874 estuvo en la bahía de Santa Cruz. Cuando exploró las tierras entre Azul y Tandil, dominios mapuches, recolectó restos indígenas, entre ellos, el cráneo de Cipriano Catriel, cacique general de las pampas, muerto a lanzazos en Olavarría en noviembre de 1874. Esos restos serían restituidos recién en 2018.

Cuando en 1876 llegó al lago Nahuel Huapi, hizo dos cosas: enarboló la bandera argentina y le escribió a su padre que le enviase semillas de eucaliptus, para dejarlas “como rastro de mi paso”. Los indígenas le impidieron continuar hasta Chile. En realidad, se corría el riesgo de que descubriese los pasos cordilleranos por donde iba y venía el ganado robado de un lado a otro de la cordillera.

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El papel de Moreno en
El papel de Moreno en la demarcación de límites fue clave para que el país retenga miles de kilómetros cuadrados en la Patagonia (Revista Caras y Caretas).

“El indio es tradicionalista, recuerda en sus ‘parlamentos’ los fusilamientos en masa de sus ascendientes, realizados por las fuerzas del tirano Rosas, y tiene muy presente las que realizaron casi a diario durante la Campaña del Desierto en los últimos veinte años”, escribiría.

Al año siguiente exploró el Lago Argentino. En 1879 descubrió otro y lo bautizó con el nombre de uno de sus maestros, Juan María Gutiérrez, impulsor de las ciencias naturales en el país. Comprobó, por primera vez, la divisoria de aguas, al demostrar que la cordillera estaba cortada por el río Bío-Bío, el desagüe del Lácar, los ríos Aisen, Huemules y por otros tres cauces de agua.

En 1877 donó a la provincia de Buenos Aires su colección de historia natural que venía reuniendo desde 1866. Fue el origen del Museo General de La Plata, que se crearía el 19 de septiembre de 1884 y que inauguró junto a Sarmiento. Moreno fue su director hasta 1906, cuando pasó a depender de la Universidad Nacional de La Plata. Un museo no es un sitio de recreo, sino de educación”, escribió.

Con Sayhueque mantuvo serios conflictos.
Con Sayhueque mantuvo serios conflictos. El cacique sospechó que Moreno pretendía ocupar sus tierras

Vio la necesidad de desarrollar vías de comunicación entre el Atlántico y la cordillera de los Andes, el fomento de la forestación y que el ferrocarril llegase hasta esos confines poco explorados.

Mantuvo buenas relaciones con algunos caciques y no tanta con otros. En una oportunidad intentaron envenenarlo con tóxicos mezclados con frutillas y leche y una niña indígena le salvó la vida al advertirle del peligro.

Cuando pretendió cruzar a Chile, sabía que debía pedirle permiso al cacique Valentín Sayhueque, dueño del territorio. El indígena desconfió de sus intenciones, y lo tomó prisionero. El hechicero aconsejaba ajusticiarlo, arrancándole el corazón a orillas del río. Moreno, junto a sus asistentes el indio Gavino y Melgarejo, fueron ayudados a escapar por Utrac, hijo del cacique Inacayal. Sayhueque envió a su hijo Francisco a perseguirlo, pero se salvó cuando fue hallado por una partida del ejército de frontera, luego de días de frenética huida, en el que Moreno ató piedras en su poncho que llevaba arrastrando para borrar huellas. En Carmen de Patagones contó lo que le había ocurrido y cuando llegó en tren a Buenos Aires una multitud lo ovacionó.

Como consecuencia de su cautiverio, sufría de ataxia locomotriz incipiente y de anemia cerebral y viajó a Europa para tratarse.

Árbol donde Moreno fue atado
Árbol donde Moreno fue atado por los indígenas y donde estuvo por perder la vida

Cuando el ministro de Relaciones Exteriores Bernardo de Irigoyen le encomendó confeccionar un mapa de la Patagonia, estudió los límites de la región. En 1892 fue nombrado perito, que sumado a su apellido sería una suerte de marca registrada en el país. Se abocó a los reconocimientos geográficos y geológicos de la región andina a fin de determinar el límite internacional al oeste de Mendoza y luego se le encargó el peritaje desde Mendoza al Lago Buenos Aires.

Estuvo 22 años sin cobrar un solo sueldo. A lo lomo de mula junto a su familia y a su colaborador en el museo, Clemente Onelli, cruzó la cordillera para cumplir con la misión de secretario de la Comisión de Límites en el diferendo con Chile.

En 1897 debió soportar el dolor de la pérdida de su esposa Ana Varela, que había enfermado de fiebre tifoidea. Se habían casado en 1885 y tuvieron siete hijos. Rufino había muerto al nacer; luego vinieron Francisco Rufino, Juana María y Eduardo Vicente; Mariano, también falleció al nacer; Florencio -que moriría en 1903- y José Francisco, quien viviría solo 6 meses.

Sus firmes fundamentos en la cuestión de límites, hizo que el rey Eduardo VII laudase en 1902 a favor de nuestro país en torno a 1800 leguas cuadradas, ocupadas por colonos galeses, que ya habían manifestado su decisión de vivir bajo la bandera argentina. Había hecho mucho para que los presidentes Julio A. Roca y su par chileno Federico Errázuriz se encontrasen el 15 de febrero de 1899 a bordo del crucero acorazado O’Higgins, frente a la ciudad de Punta Arenas.

“He afirmado repetidamente que todo lo que obtenga el Gobierno Argentino al oeste de la división de aguas continental, se deberá exclusivamente a usted”, le señaló Thomas Holdich, árbitro británico.

Como pago por toda su labor en cuestiones de límites, recibió como compensación del Congreso el derecho sobre 25 leguas fiscales de tierra en la región de los lagos patagónicos en la zona del Nahuel Huapi. El 6 de noviembre de 1905 donó tres leguas cuadradas para que fueran destinadas a un parque nacional: se llamó Parque Nacional del Sud, el primero de América Latina. En 1934 al incorporársele más tierras, cambió su nombre por el de Nahuel Huapi.

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Traslado de sus restos a
Traslado de sus restos a la isla Centinela, donde actualmente descansan

Realizó gestiones ante el gobierno británico y consiguió que cediesen las islas Orcadas del Sur, donde desde enero de 1904 flamea la bandera argentina.

Con dinero propio, creó en 1905 y mantuvo las “Escuelas Patrias”, que él solía llamarlas “Obra de la Patria”, lugar donde se daba albergue, comida, y educación a niños carenciados. Había dado el puntapié inicial de los comedores escolares en el país.

En un primer momento, usó dependencias de su quinta para instalar la primera de ellas. Contrató a amas de leche para alimentar a bebés, creando las “Cantinas Maternales”, y por 1914, ya como diputado por la Capital Federal, presentó proyecto de creación las escuelas con “cantinas escolares”, según el modelo existente en Europa, para darle de comer a “niños menesterosos”. Además, elaboró un proyecto para establecer escuelas nocturnas para adultos.

Como la realidad indicaba que muchos niños debían quedarse en casa mientras los padres salían a ganar el pan, ideó el proyecto de “Escuela para la Cenicienta”, donde maestras ambulantes iban a esos hogares.

El dinero no alcanzaba para mantener las escuelas y debió vender las últimas 22 leguas del Nahuel Huapi por 200 mil pesos. En 1907 abrió una en pleno barrio de La Quema. Con los años, pasaron a depender del Patronato de la Infancia.

También como diputado nacional entre 1910 y 1913 propuso la creación de una escuela agrícola en la margen derecha del Pilcomayo en el límite con Paraguay; creación de estaciones experimentales agrícolas y de viveros, además de un servicio científico nacional para ejecutar el relevamiento topo-hidrográfico, geo-biológico de todo el país.

En 1913 renunció a la banca para asumir la vicepresidencia del Consejo Nacional de Educación. Escribió: “Donde el trabajo y la escuela reinan la cárcel se cierra”.

Ese mismo año, el ex presidente norteamericano Theodore Roosvelt vino al país y le pidió a Moreno que lo acompañase a Chile y a visitar el Nahuel Huapi. Declinó ir al país vecino pero lo esperó en el Paso Pérez Rosales, en tierras que él había donado. Enseguida por toda la comarca se esparció la noticia de su presencia. Una multitud de indígenas lo rodearon al grito de “Tapayo” (moreno o morocho), como acostumbraban a llamarlo afectuosamente. Dicen que el nudo en la garganta le impidió hablar. Fue la última vez que estuvo en el sur aquel, que siendo niño, iba al río con su padre a juntar “cosas raras”.

Isla Centinela, donde descansan los
Isla Centinela, donde descansan los restos de Moreno (Fotografía Wikipedia)

El 22 de noviembre 1919 murió en Buenos Aires, en la pobreza total. Un año después el Banco Nación remató sus bienes, y muchos de ellos fueron adquiridos por su hijo y allegados y donados al Museo de La Plata. En 1944 trasladaron sus restos desde la Recoleta al Mausoleo de la Isla Centinela, parque nacional Nahuel Huapi, donde las embarcaciones hacen sonar sus sirenas tres veces cada vez que pasan frente a su tumba. En sus últimos días, decía que quería volver a ver el decano de los lagos, el Nahuel Huapi, “aun cuando deje mis huesos allá”.

En los terrenos de la quinta familiar donde armó la primera escuela de la Patria, hoy lo ocupa el Instituto Félix Bernasconi. Aún se conserva el aguaribay que plantó en1872.

Fuentes: Recuerdos de mi abuelo Francisco Pascasio Moreno, de Adela Moreno Terrero de Benites; Labor parlamentaria del Perito Doctor Francisco P. Moreno, Buenos Aires 1995.

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