Nació al costado del río, en contacto con el agua. Cuando tenía cerca de diez años, observando su habilidad con las manos, su madre le contó que en sus primeros años de vida se había fascinado viendo cómo una tribu toba moldeaba la arcilla para hacer cerámica. Y ese relato, en el pueblo santafesino de Alto Verde, fue forjando un destino. “Quería ir allá, a la isla donde vivían los tobas, entonces mi madre un día me dejó. La primera vasija que hice la elaboré con ellos. De esa manera empecé a trabajar con el barro y hasta hoy es mi manera de expresarme. No he parado jamás”, cuenta el arcillero y escultor Carlos Gaspar Moreyra en el comienzo del documental “Olvidados del río”, dirigido por Igor Galuk.
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Hoy, con 72 años, el “maestro” Moreyra, como lo conocen en el ambiente de la cerámica, es uno de los creadores y protagonistas de la 35 edición de la Fiesta del Barro, a celebrarse en Berisso entre el 3 y el 5 de noviembre. La Fiesta del Barro, concebida como acontecimiento turístico y cultural, revaloriza en primer plano la cosmovisión de los pueblos originarios y sus técnicas ancestrales. “Tiene como misión compartir experiencias, saberes, conocimientos y culturas en torno al barro, la cerámica, los tejidos, la cestería, la música y la danza. No sólo para revalorizar nuestra cultura autóctona originaria, sino también como medio de desarrollo de oficios, que redundan en una genuina fuente de ingresos para sus participantes”, sintetizan sus organizadores -entre quienes, además de Moreyra, se encuentran Juan Manuel Maschke, Flavio Camayo, Lidia Contreras y Leonardo Coraza-, sumando que habrán también espectáculos, gastronomía y charlas abiertas a la comunidad.
Gaspar Moreyra se radicó hace décadas en la localidad de Berisso, donde conoció una arcilla plástica y deslumbrante, “entre negra y marrón, rojiza y también algo verdosa, de la playa, que según pude averiguar fue usada por los pueblos precolombinos en sus diseños”. No sólo allí enseña sus técnicas de trabajo con talleres, sino en diferentes espacios de la provincia de Buenos Aires y a lo largo de Argentina. Además de arcillero y escultor ceramista, ha sido investigador del equipo de trabajo de la Facultad de Ciencias Naturales (U.N.L.P) tanto como del Laboratorio de Análisis Cerámico del Museo de Ciencias Naturales de la ciudad de La Plata. De joven estudió en Bellas Artes hasta que ganó una media beca para estudiar en una escuela de arte en Madrid: “Buscaba aprender estando en movimiento. Me fascinaba acumular conocimientos de todos lados, no la fama ni los títulos”. No sirve esconder los saberes, dice. Por el contrario, piensa que hay “que hacer una devolución a los demás de lo que uno tuvo el privilegio de conocer”.
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“Mi esencia es ser viajero y autodidacta -se define-. Fui metalúrgico pero lo abandoné. Así me hice un poco ceramista, un poco escultor, un poco arqueólogo. Estudié cerámica, escultura y siempre me tiré por las culturas antiguas. Hago arqueología experimental. Investigo todo para luego aplicarlo en mi obra. Viví en Mallorca, hice intercambios con gente de otros países, aprendí técnicas árabes. Cuando digo mi edad, no me lo creen. Soy muy activo en mi vida, duermo siete horas, hago yoga y mi resultado es vivir con alegría. Tengo el alma de docente, si alguien logra sus objetivos con lo que yo les enseñé es mi mejor obra. Doy gracias al universo y a la Pacha por todo lo que llega a mí”.
Dice que la Fiesta del Barro se realizó durante años con una metodología comunitaria en el Municipio de Punta Indio, donde fue declarada de interés municipal y provincial. Este año vuelve a sus orígenes, en Los Talas, con el apoyo de la comarca local y los miembros de la comisión de la Cámara de Comercio e Industrias de Berisso, que cedieron las instalaciones de su camping. Para los que trabajan con la arcilla, es una suerte de meca de la cerámica: durante tres días se darán talleres de diversas culturas autóctonas dictado por maestros de reconocida trayectoria en la escena local e internacional. De los mismos también podrán participar de forma gratuita aquellos que se acercan por primera vez, y hasta habrá un taller para niños.
En las horas previas a la Fiesta del Barro, Moreyra está terminando de construir un horno de barro con participantes de la Escuela de Arte de Berisso junto a contingentes de provincias como el Chaco, Entre Ríos y Neuquén, que viajaron especialmente para la celebración. En ese horno, a lo largo del encuentro, se cocinarán piezas de cerámica. En la Fiesta Moreyra suele dar un curso sobre alfarería indígena y técnicas de modelado de arcilla, la cual extrae directamente del río. Más allá de toda estilización y de una búsqueda tanto espiritual como artística, Moreyra destaca el rol de la arcilla en el desarrollo de pequeñas industrias. “Pueden fabricarse ladrillos de arcilla, bachas, y todo tipo de elementos como vasijas y platos”, enfatiza.
Artesanos y productores de la economía local, artistas del barro y cultores de los saberes ancestrales se juntarán en círculos, emulando la ronda del conocimiento de los pueblos precolombinos: en ronda, destaca Moreyra, el conocimiento se multiplica. “Lo que buscamos es que la gente venga, participe y haga su propia pieza. Queremos contagiar a las nuevas generaciones este oficio antiguo tan maravilloso”, remarca uno de los artífices de la fiesta.
En los últimos años ha crecido el arte de la permacultura en las ciudades y sus periferias tanto como se ha dado un boom de la llamada “bioconstrucción”, donde se pondera el cuidado del medio ambiente y el uso del barro bajo el sistema de la minga, palabra de origen quechua que evoca una reunión de amigos y vecinos para hacer trabajo comunitario. Para Moreyra, el barro debe recuperar su sentido fraternal y colectivo: propone la política “humana” de hacer casas entre todos con técnicas milenarias, de forma colaborativa y contra la lógica del mercado, a través de la palabra y la buena acción.
“Hay un secreto que no se dice: poner la tierra en un vaso con agua y agregar dos cucharadas de sal. De ahí se dividen los componentes, y entonces se sabe qué porcentajes se obtienen de limo, de arcilla, de arena. Y entonces, después de eso, se le agrega el componente que necesita para ser adobe”, explica el maestro arcillero, que utiliza en su trabajo distintos tipos: “La arcilla preparada para utilitario es la que se usa para cocinar ollas. Luego están las que se usan para murales, luego para esculturas, también para hacer mosaicos o pisos. Y hay arcilla para hacer revoques térmicos en las casas”.
Por su carácter transhumante y cosmopolita, Moreyra tiene conocidos en todo el mundo: en Panamá, donde logró crear una materia de arte arcillero precolombino, en la Universidad del Cairo, en Turquía y en ciudades de Europa como París y Barcelona. En Argentina ha recibido el Premio Nacional de Maestros, la “Rueca de oro” en la prestigiosa Fiesta Nacional de la Artesanía, en Colón, Personalidad Destacada de la Cultura por Berisso así como ganó un premio en Bruselas, Bélgica, por su espectáculo “El barro y yo”, donde con música de fondo fue creando 16 distintos personajes modelando las piezas en vivo.
Romper el elitismo del arte y en la transmisión de los conocimientos, dice, han sido otras de sus batallas. “Lo que me interesa es investigar y transmitir, no sirve de nada quedarse con los datos. El artista del barro tiene esa esencia, ese amor por el conocimiento en los intercambios y en el compartir tanta belleza de esa arqueología experimental nacida de aquellos pueblos sabios y hábiles”. Y agrega, en tono filosófico: “En otras épocas, el artesano era el propietario de su modelo de producción con todo el conocimiento que tenía. La organización tecnoeconómica desplazó al artesano y creó esta sociedad moderna en la que somos un mero engranaje. Por eso debemos recuperar autonomía e invención, trayendo al presente el legado de nuestros ancestros”.
En su trayectoria ha presenciado cómo en las academias se desplazó el arte precolombino por el canon del arte europeo, sacralizando el saber occidental. “Somos simples hacedores del arte de la memoria de la tierra”, de acuerdo a la definición de Carlos Gaspar Moreyra. “No se necesita nada sofisticado ni comprar nada. Todo se puede fabricar con lo que nos da la tierra, desde las herramientas hasta los materiales. Con un cuchillo, un tenedor y un trozo de madera podés hacer arte”, es otro de sus credos fundamentales.
El oficio milenario requiere de concentración y una conciencia de sus orígenes. “Tengo obras que las hice en un día y obras que me llevaron dos meses y medio. Porque lo hago tranquilo, despacio, disfruto el proceso”. Señalando en su taller la escultura de una india kuna de Centroamérica -su obra se comercializa en diferentes precios, hasta con encargos internacionales-, comenta que utilizó arcilla refractaria: “Toda preparada por mí. En esa escultura, por ejemplo, tengo lloro de brea, que es el líquido que sale de un árbol. Se lo muele y queda un líquido muy pegajoso, que le agrega color y hace el material más plástico”.
Una ceremonia en conexión íntima y directa con la naturaleza, sus colores, perspectivas y texturas bajo el lenguaje de los ancestros, la Fiesta del Barro se vive como una experiencia de identidad social en la cuna del inmigrante, Berisso, a pasos del Río de La Plata y “con conocimientos que están debajo de la tierra, esperándonos”, en palabras de Carlos Gaspar Moreyra.
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