Una vidriera de la Avenida Corrientes al 2300 genera tal magnetismo que las miradas curiosas no se resisten. Los transeúntes que suelen ir a paso inquieto porque están de camino a otro lugar o de compras por Once, frenan cuando ven dos enormes cuadros de Diego Armando Maradona y Lionel Messi colgados en una reconocida casa de accesorios. Cuando los observan con detenimiento descubren que están hechos con pequeños broches para el cabello, y la sorpresa es aún mayor que el primer impacto visual.
La artista que creó esas obras es Letali, de 38 años, oriunda de Caballito. “Hice la carrera de Diseño e Indumentaria y la de Diseño Gráfico en la UBA, me recibí de las dos; también estudié Bellas Artes, y después me fui formando por mi cuenta en los temas que me gustaban”, cuenta en diálogo con Infobae. Apasionada por la inspiración artística que sintió desde su más temprana infancia, cuando se topó con el Pixel Art allá por 2014, encontró otra forma de expresar sus ideas. “Busco en el mundo objetos que sirvan de pixel y puedan representar imágenes; pienso esos objetos como unidades que construyen una imagen”, explica.
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Existe también la versión digital de ese tipo de arte, pero ella elige el abordaje analógico. “Mi enfoque es desde lo real, lo físicamente tangible, porque me resulta muy interesante ver cómo un objeto de la vida cotidiana, que uno no imaginaría que podría ser un píxel, termina conformando una imagen cuando se los agrupa de determinada manera y se los ensambla de cierta forma”, detalla. Ese proceso dio como resultado que se perciban los rostros de, nada más y nada menos, que de El Diez y La Pulga.
Con el Mundial cada vez más cerca, emociona ver la imagen de los astros deportivos luciendo la camiseta albiceleste y la decoración con los colores de nuestra bandera en un local que marca la diferencia, a metros de la estación Pasteur-Amia del subte B. “Cada obra es un enigma, como un rompecabezas que en lugar de venir con la caja de cómo armarlo, yo tengo que buscar los elementos para descubrir de qué manera se va a colorear, y en qué forma se van a conjugar”, reconoce, y se embarca en la resolución de ese misterio con cada proyecto.
“En el caso de los broches el cliente tiene una fábrica de broches y el objeto está determinado por ellos, entonces lo que yo hice fue investigar formas de ensamblarlos y generé una grilla en la que se alojan esos pixeles de la imagen”, comenta. Sin embargo, no es el único elemento con el que Letali ha reproducido imágenes: papel, café, semillas, botellas, clavos, mostacillas de diferentes tipos y formas, botones, mosaicos, entre otros. Esta vez incluso el color estuvo determinado por una paleta de opciones que se adecúe a lo que quería lograr, pero en ocasiones anteriores ella misma colorea las piezas con la técnica de promedio de color.
“La vidriera soy yo haciéndolo también, porque la gente pasa y me saluda, los que me ven en el Once y ya saben que cada tanto ando por ahí para hacer algo nuevo”, revela. El asombro del público que ve su creatividad en vivo queda registrado en los videos del backstage que comparte en sus redes sociales. “Hay unas cuantas obras efímeras que construí y la acción misma era crearla, porque cuando llegaba a poner el último pixel ya la obra dejaba de existir”, ilustra sobre las diferentes maneras de presentar su arte. Y agrega: “Trabajé también para cadenas de comida rápidas, pero de la forma inversa: las llevé construidas y la gente la iba despixelando, sacando pieza por pieza”.
Está decidida a no perder la esencia lúdica, la misma que expresaba cuando era chica y hacía cursos de pintura decorativa. “Me considero artista desde que nací, siempre fue mi destino, y todo lo que fui haciendo fue para acercarme a ese rol que quiero ocupar”, asegura. Es madre de dos hijos, y les transmite su actitud positiva a la hora de enfrentar desafíos: “Trato de mantener mi niña interior muy viva, de ver el mundo como un lugar para jugar, por más que seamos adultos, y por eso a veces me disfrazo para presentar algún trabajo, o hago un personaje que esté en sintonía”.
“Creo que es clave el amor y el interés por una actividad, esa sed de conocimiento sobre algo, y en mi caso tengo siempre como objetivo el realismo”, sostiene. Algo que revalida su profesión permanentemente es que conserva la intriga durante todo el proceso, de saber cómo quedará. “Cuando viene un cliente con una propuesta es un camino en blanco, y una vez que está resuelto uno dice: ‘Sí, claro, tenía que ser eso’, pero en el durante uno no sabe para dónde va ir, y para mí ese vértigo de tener que investigar todo y definir qué forma va a ser para llevarla a cabo, es magnífico”, expresa.
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—Parece hasta filosófico el hecho de que un objeto cotidiano pueda conformar algo completamente diferente
—Sí, es que se da por hecho que el uso es uno solo, que los objetos sirven solo para la función que fueron creados. Pero cuando empiezo a imaginar un universo de posibilidades, me dan ganas de hacer todas. Y por eso una vez que termino algo, suelto eso y sigo con otro proyecto. Igual siguen adentro de uno, y ese aprendizaje se aplica en el siguiente desafío, porque a veces también me digo: ‘Esto no está perfecto, podría hacerlo más perfecto’, pero me consuela pensar que en el próximo voy a usar esos conocimientos. Busco siempre la perfección, porque aunque es inalcanzable, la tengo presente.
—¿Cuánto tiempo te llevó hacer cada obra de Messi y Maradona?
—Cada obra me lleva un tiempo diferente. Hay algunas que me llevan tres meses y otras cinco días. Lo que siempre tengo en mente es que sea algo que se pueda hacer, porque trabajando con números grandes como 6000 broches, o 4000 papelitos, cuando empezás a hacer las cuentas y si promediás que son diez minutos por broche, entonces no podría hacerse. Muchos caminos se descartan por eso, porque a nivel tiempo sería imposible. Ahora cada una la hago en cinco días, las construyo bastante rápido porque hice muchas veces esa vidriera. Pero es el tiempo de trabajo lo que hace que una obra sea más impactante y más llamativa para las personas, así que le dedico mucho tiempo, y mucho amor.
—¿Y era una técnica que ya habías aplicado la de usar broches?
—En general voy aprendiendo la técnica mientras hago la obra, y para cuando terminé la obra ya la incorporé, pero capaz nunca más la aplico. Esta es la única técnica que repetí hasta ahora, y creo que ya le agarré la mano. Con las mismas piezas hice a Frida Kahlo, a Marilyn Monroe, un tigre, y algunas más.
—Son muchos los que frenan para mirar esas obras, ¿cómo estás viviendo las repercusiones?
—Me fascina que sean obras de arte que están en la calle. No están escondidas en un museo en este caso, todo lo contrario, están expuestas al público, a una gran cantidad de personas que no necesariamente están buscando arte ni están interesadas en eso. De repente en su cotidianidad les aparece de frente algo que lo saca de contexto, y lo desconecta también porque les genera curiosidad. Lo que uno necesita como artista es justamente eso, tratar de llamar la atención de las personas que no esperan entregarte su tiempo, y para interrumpirlos hay que ofrecerles algo que los deslumbre y los maraville.
—¿Trabajaste anteriormente en otras áreas fuera del arte?
—Trabajé muchos años en fábricas de ropa como diseñadora, y aprendí muchísimo de la industria textil. De a poco fui sacándole tiempo a eso y dándoselo a mi obra. Lo que más me desequilibraba era el tema de poder vivir de lo que amo. Fue un proceso, porque siempre supe lo que quería, pero no se puede conseguir de un día para el otro. La parte comercial era importante también. Para poder dedicarte a esto tenés que lograr que lo que producís se pueda insertar en el mundo económico también, y así empecé a trabajar con empresas que solventaron mi arte, lo auspiciaron y lo siguen haciendo. Les gustó la idea de ver el arte no sólo como una forma de representar sentimientos, sino también una manera de hacer acciones de publicidad originales.
—¿Qué ideas tenés en mente a futuro?
—En este momento está despertando mucho interés en mí el Pixel Art 3D, y estoy trabajando en eso, creando unos conejos que me encantan por la posibilidad de desarrollar otro tipo de fracciones de imagen, o de volumen. Cada obra es un universo donde uno abre puertas y también las cierra, porque al elegir un camino también implica cerrar otros. En cuanto a decisiones técnicas, transitarlo es conocer qué otros caminos no voy a elegir, y son tan importantes como los que sí se eligen. Y seguiré con el arte performático, con los eventos para todo el público, y me encantaría seguir creciendo en lo que amo.
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