Yago Lange es una de esas personas que tuvo marcado su destino desde su nacimiento. El joven nació el 22 de marzo de 1988, fecha que coincide con el Día Mundial del Agua. Al llegar a este mundo lo tomó en brazos su papá Santiago, regatista olímpico y medalla de oro en Río de Janeiro 2016. Así, el bebé creció sobre el agua en los barcos que comandaba su padre. Ya a los 20 años empezó a competir en disciplinas náuticas.
Hasta ahí la vida normal de un chico dedicado al yachting. En diciembre de 2018 navegaba con su hermano Klaus por el Río de la Plata y su embarcación chocó contra una enorme bolsa de basura. Hizo un clic, lo denunció en Instagram y convocó a sus seguidores a realizar una limpieza en las costas de la Escuela de Vela del Club Náutico de San Isidro.
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Objetivo playas limpias
Siguieron las limpiezas y la organización Parley for the Oceans lo contactó para que sea el director local de una fundación ambiental presente en más de 30 países. Ahora, su nueva cruzada es conseguir ayuda para limpiar de plástico las playas de Península Valdés.
Luego de la viralización de su posteo en la que se ve elefantes marinos viviendo entre toneladas de plástico, Yago consiguió una reunión con las autoridades de ambiente de Nación y de Chubut. El joven ambientalista tiene sus redes sociales explotadas de mensajes de personas que quieren ayudar de alguna manera u otra. Se alistan como voluntarios para limpiar o cualquier tarea necesaria. “Buscamos una solución pacífica a la crisis climática que atraviesa el mundo -explicó Lange en diálogo con Infobae-. Es muy importane que esta ola de difusión no se detenga hasta lograr una solución”.
El plástico que consume el ser humano invade todos los ambientes de animales. Queda ahí, entre las plantas y la biodegradación lo convierte en micropartes que la fauna confunde con alimento.
En estas tierras no existe rastro de la presencia de construcciones del ser humano, ni huellas de pisadas en sus playas solitarias. Pero la mano del hombre llega igual hasta estos confines. Hay miles de cajones, restos de redes de pesca y hasta anzuelos desperdigados entre las rocas frías de la isla Tova. “Son 20 toneladas de plástico y para sacarlas se necesita un barco especial o por aire con un helicóptero”, explicó Yago.
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Esto es una crisis ambiental. La industria de la pesca no va a desaparecer, pero sí podemos mejorar la situación y como ciudadanos podemos ayudar. Hoy mucha gente está hablando de esto y esa es lo necesario, que se reflexione“, relató Yago en comunicación telefónica con Infobae.
Los elefantes marinos en la playa que retrató Yago Lange en las redes sociales mueven sus miles de kilos entre el plástico y las redes de pesca pérdidas. Parecen no inmutarse. No entender los cambios en su ecosistema. Confunden plástico con comida y sus órganos vitales se destruyen de a poco.
Barcos descontrolados
Argentina, junto a otros 150 países, forma parte del convenio MARPOL que prohíbe a los barcos descargar basura en el mar. Las regulaciones aplican a los buques pesqueros argentinos y extranjeros dentro de las 200 millas náuticas.
El problema no es nuevo y para mitigarlo el gobierno de Chubut obligó a las empresas a rotular los cajones para saber el origen y habilitar la vía sancionatoria. Eso no dio resultado porque las empresas dicen que le pierden la trazabilidad al cajón y no se pueden hacer cargo. Tampoco sirvió la aplicación de multas, teniendo en cuenta que se pagaron sin mayor dificultad pero eso no morigeró la situación.
Otros elementos menores que también aportan a la contaminación, como guantes de trabajo, trapos y látex, son arrojados al mar cuando se limpia la cubierta de las embarcaciones pesqueras con un potente chorro de agua que expulsa todo al mar.
Mar de plástico
Un reciente informe del programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) da un panorama poco alentador sobre la basura que cubre los mares del mundo.
Según el organismo, el 85% de la contaminación de los océanos está dada por residuos plásticos. De esa manera, hay hasta 199 millones de toneladas de plásticos en los océanos. Además, el problema está lejos de tener solución por parte de los gobiernos, ya que las tasas de reciclaje de plásticos son inferiores al 10%.
El mismo informe prevé un futuro para el planeta Tierra desolador. Estiman que los vertidos de plásticos en los océanos se triplicarán para 2040 si no se toman medidas significativas en el corto plazo.
El problema más grave con los plásticos es que se convierten en fragmentos más pequeños y los animales los confunden con alimentos. Todos esos cajones y baldes de los barcos que llegan a la playa, se van convirtiendo en microplásticos con el paso del tiempo e invaden los organismos de los animales.
Los enmallamientos en redes y sogas de pesca son una de las principales causas de muerte de ballenas. Por ejemplo, la ballena Franca del Atlántico Norte, de la cual quedan menos de 400 individuos, se encuentra en peligro crítico de extinción como consecuencia de las muertes por enmallamientos y colisiones con embarcaciones. Este año, unas 30 ballenas murieron a causa de la marea roja en Valdés.
Los fragmentos plásticos menores a 5 milímetros son considerados microplásticos y representan el problema principal. También porque su diminuto tamaño hace que sea muy difícil poder detectarlos en el momento de la limpieza. De hecho la revista científica Environmental Pollution indicó que el Mar Argentino es de los más contaminados con con este tipo de material a nivel mundial.
Camila Tavano Formigo estudió Ciencias Biológicas y desarrolló un estudio sobre microplásticos en delfines muertos en la zona de Península de Valdés.
La científica estudio las vísceras de los delfines y en la autopsia descubrió hasta 100 fibras de microplástico en cada mamífero estudiado. “Son fáciles de distinguir porque tienen color homogéneo y brilloso, diferente a los restos de comida”, explicó Tavano Formigo en diálogo con Infobae.
La joven también analizó el zooplancton, principal alimento de las ballenas que llegan al sur argentino. Allí también encontró restos de plástico. “Hay estudios que indican que los microplásticos pasan del estómago a la sangre de los animales -resaltó la científica-. De esa manera, pueden llegar a afectar el hígado, los riñones y hasta el corazón”.
En una de sus consignas los ambientalistas aseguran que no hay otra opción para el ser humano que empezar a cuidar la Tierra. No hay un plan B. No existe la chance de un arca de Noe en el que toda la humanidad llegue a un nuevo planeta habitable. Por ahora todo eso forma parte de la ciencia ficción. Lo único cierto es que se acaba el tiempo y cada vez más plástico invade los mares y playas del mundo.
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