La historia del primer bisnieto restituido por Abuelas: “El apropiador de mi mamá me hacía desfilar con la gorra militar”

Gonzalo Tarelli es hijo de Victoria Montenegro. Tenía ocho años cuando su mamá se enteró que había sido robada por quien él creía que era su abuelo, un militar de la dictadura. En el Día Nacional de la Identidad, este joven de 29 años y padre de un nene de 4 cuenta cómo él recuperó la suya

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Gonzalo Tarelli en la casa
Gonzalo Tarelli en la casa de su mamá Victoria Montenegro: de fondo un dibujo en el que ella abraza a Estela de Carlotto

“¿Sabés cuál es la perfección del mal? Decir ‘yo te salvé la vida, te salvé de ser Victoria, sos María Sol’. Que torture a tus padres, los mate, te robe y logre que lo quieras”. Victoria Montenegro, la autora de la frase, tenía 13 días en la vida cuando el jefe del operativo que secuestró e hizo desaparecer a sus padres, en febrero del 76, la robó, se la llevó a su casa y la convirtió en su hija y su cautiva. Un trofeo del terror.

El coronel del Ejército Herman Antonio Tetzlaff construyó durante muchos años una obra de odio, rencor y mentiras. Victoria creció bajo el modelo de vida hipócrita de su apropiador: Patria, moral y religión por encima de todas las cosas. A los 16 años, todavía María Sol, fue mamá. No había terminado la secundaria cuando dio a luz a Gonzalo, una nueva víctima de la dictadura nacida en democracia.

Afuera de ese universo particular que sucedía con aparente placidez familiar en un departamento de Villa Lugano, las Abuelas de Plaza de Mayo buscaban a los hijos de sus hijos desaparecidos. Principio de los ‘90, probablemente nadie imaginaba que los nietos y las nietas ya podrían estar criando, también, a sus propios hijos. Y que el daño se hiciera cada vez más profundo por extensión familiar.

Victoria Montenegro junto a Estela
Victoria Montenegro junto a Estela de Carlotto: las Abuelas comenzaron a buscarla en 1988 y en 2001 la joven robada se reencontró con su familia biológica

Mientras tanto Tetzlaff usaba el tiempo a su favor. Era una época en la que los cuadros todavía estaban colgados, y el coronel expandía su conquista perversa sobre Gonzalo. Pasaban todo el día juntos. “Nos quedábamos horas, días enteros hablando, él tenía una formación política que ahora entiendo como represiva, fascista, y al ser un cuadro del Ejército bajaba línea, nos formaba”, cuenta Gonzalo Tarelli, que ahora tiene 29 años y es el más grande de los bisnietos recuperados. Padre ya de un nene de 4 puede ver y entender todo.

“Cuando era chiquito, cada uno de los Día del Ejército me ponía su gorra de militar, me hacía desfilar con la marcha Avenida de las Camelias de fondo por el departamento. Y yo ansiaba ser grande porque me decía que cuando creciera me iba a dejar desfilar con su pistola. Era mi sueño tener esa pistola”.

Gonzalo pone el acento visual de la historia en el arma del apropiador de su madre, el asesino con la careta de abuelo: “Y ahora lo pienso y me doy cuenta que era la misma pistola que usó en el operativo en el que se chuparon a mis verdaderos abuelos y robaron a mi mamá”.

Gonzalo Tarelli conserva la cédula
Gonzalo Tarelli conserva la cédula de identidad del apropiador de su mamá, Herman Antonio Tetzlaff, jefe del grupo de tareas del Centro Clandestino de Detención "El Vesubio"

El 13 de febrero de 1976, con el golpe al caer, Tetzlaff comandó un operativo ilegal en una casa de la localidad de William Morris, en el oeste del conurbano bonaerense. Entraron a los tiros al hogar donde vivían Hilda Ramona Argentina Torres, Roque Orlando Montenegro y su pequeñita Victoria.

Según el testimonio de una vecina mataron a varios y quemaron algunos cuerpos en la vereda y se llevaron a otros. Se supone que Chicha y Toti, como les decían a los padres de Victoria, fueron trasladados a Campo de Mayo hasta que unos meses después a él lo tiraron vivo de un avión en los vuelos de la muerte. Su restos fueron hallados en 2012 en Colonia del Sacramento, Uruguay. Ella sigue desaparecida.

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En 1977, hace 45 años, comenzaron su lucha las Abuelas de Plaza de Mayo. El Congreso de la Nación instituyó, en 2004, el 22 de octubre como Día Nacional del Derecho a la Identidad. Siete años después de su fundación, ya en democracia, Abuelas recibió información acerca de un represor apodado “El Gordo José”, quien podría tener en su poder a una hija de desaparecidos.

El Día Nacional del Derecho
El Día Nacional del Derecho a la Identidad se celebra en homenaje a la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo (Télam)

Se trataba Tetzlaff, jefe del grupo de tareas del Centro Clandestino de Detención “El Vesubio”. Junto a su esposa, Carmen Eduartes, habían inscripto a María Sol con un certificado falso expedido por el médico Juan Carlos Zucca. María Sol era morocha, de rasgos andinos. El militar tenía ascendencia alemana. Eduartes era rubia.

En 1988 las abuelas iniciaron una acción judicial ya con la presunción de que la niña sería Hilda Victoria Montenegro. El 5 de julio de 2000, tras el análisis del ADN de la joven, se confirmó que era hija de Hilda y Roque. Gonzalo tenía 8 años.

“Sé que soy el más grande de los bisnietos que aparece con su mamá. Cuando nos enteramos yo tendría unos ocho años, me acuerdo que estábamos jugando con mi hermano en un departamento muy chiquito, en Lugano 1 y 2, hacíamos un ruido tremendo y nos llamaba la atención que mamá nos dijera nada. Algo no estaba bien. Y la vimos petrificada frente a la tele”, cuenta a Infobae.

Retratos de Roque Orlando Montenegro
Retratos de Roque Orlando Montenegro e Hilda Ramona Argentina Torres, los abuelos de Gonzalo Tarelli, secuestrados en 1976

El noticiero de TV Telenoche tenía un segmento de historias de vida y ahí estaba hablando su abuela, la mamá de Chicha, sobre la causa judicial. “Y ella mostraba fotos y contaba del secuestro. Y mamá apagó la tele y se fue al departamento de al lado, donde vivían sus apropiadores Herman y Mary. Con mi hermano menor pusimos un vaso en la pared para escuchar algo y un rato largo después vino mamá, nos juntó y nos dijo que se venían tiempos complicados que había personas mala que nos iban a querer hacer daño y que había que cuidar al ‘abuelo’ y que iban a venir por él. Me tiraron ese baldazo, y quedé helado”, relata.

A Victoria le costó siete años más aceptar el otro lado de la historia oficial. Ese día, mientras Gonzalo y su hermano la miraban extrañados, Montenegro, que tenía 23 años, fue hasta el departamento de sus apropiadores a pedir explicaciones.

“Tetzlaff confirma su participación en el operativo de aquella noche, pero me dice que mis papás habían muerto en el enfrentamiento. Mary me cuenta que me van a buscar a la comisaría, que mi padrino era el comisario y él es quien me entrega luego de haber estado todo ese tiempo en brazos de una monja. Esa monja les había ofrecido un varón rubio, “que iba a tono con la pareja”. Recuerdo la forma en que Mary me dice: ‘para que estés orgullosa, tu papá dijo la negrita es mi hija y decidió quedarse con vos’”, recordó alguna vez la actual legisladora porteña.

Una foto que conserva Gonzalo:
Una foto que conserva Gonzalo: él en brazos de Victoria (con uniforme escolar, todavía llamada María Sol) y los apropiadores Herman Antonio Tetzlaff y Carmen Eduartes (en silla de ruedas)

A Victoria y a Gonzalo los apropiadores los criaron para odiar a las Abuelas, a los desaparecidos y a todo lo que tuviera que ver con la militancia política. El impacto de saber que podían ser hijos de “esa gente” los descolocó. A la mamá y a su hijo.

“Si hoy tuviera que decirlo, ya a esta edad, sí, se me vino el mundo abajo”. Gonzalo creció fascinado con el papel heroico de su abuelo en la “guerra sucia”. En esas charlas, Tarelli recuerda que alguna vez le preguntó si estuvo en la guerra: “Me dijo que sí. Estábamos en su pieza y le pregunté si había matado a alguien y se quedó helado, petrificado y no me respondió. Cambió de tema. Y me contó de un atentado que había sufrido. Y de un operativo en el que fue a arrestar a una chica y que ella para defenderse le lastimó la mano. Fue bastante puntual y lo dijo con mucho hincapié en la chica. Y no sé por qué pero tengo la sensación de que esa chica era mi abuela Chicha y el relato era parte de su perversidad”.

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Gonzalo va para atrás y se dice a sí mismo: claro, yo era muy chico, todo era como un juego. La cabeza del chico de 29 años está en permanente actualización de ese pasado. “De grande empezás a caer, tarde. Me decía que era como un premio crecer con el arma. Ahora que te lo digo siento que yo era como un premio para él. Me hablaba del combate a la subversión, que había luchado para salvar a la Patria, que las Abuelas eran mujeres llenas de odio. Era cotidiano”, detalla.

Gonzalo, con una remera de
Gonzalo, con una remera de Abuelas de Plaza de Mayo, a 45 años de su fundación

Esa información constante, cargada, operó sobre la idea de un proyecto de vida en el niño que era Gonzalo hace 20 años. “Quería termina la primaria para entrar en la escuela secundaria militar. Me disfrazaba vestido de militar. Era mi sueño”, cuenta y el relato de Gonzalo se detiene. Un espacio de silencio se infla como un globo. El hijo de Victoria parece que reflexiona en voz alta: “Mirá qué loco lo de la identidad, el otro día encontré una carpeta mía del prescolar. Y yo soy morocho, salí a mi mamá, pero en el jardín me dibujaba rubio y de ojos verdes, como Herman. Eran así todos mis dibujos”.

Esa colonización mental que ejerció el apropiador de Victoria Montenegro operó sobre toda la familia. Gonzalo se recuerda enojado con el proceso judicial de restitución de su mamá. Le costó mucho aceptar conocer a su familia biológica, que estaba casi toda en Salta, en incluso él se resistía a acompañar a Victoria a Abuelas, cuando Montenegro empezó a aceptar su verdadera identidad.

Al conocer a las Abuelas cambió todo. Y hay un quiebre muy grande cuando aparece el cuerpo de Toti. Yo ya tenía 17 años. Habían pasado varios años”, cuenta Gonzalo. Recuerda que su papá fue quien le dio la noticia de que habían encontrado a su abuelo biológico.

Abuelas en Plaza de Mayo
Abuelas en Plaza de Mayo a fines de los años 70

- ¿Y cómo lo sentiste?

- Yo pensé que estaba vivo, eso es lo perverso de la desaparición. Uno espera constantemente de que el desaparecido aparezca vivo. Fue un quiebre. Empecé a entender que mis abuelos desaparecen porque eran militantes políticos, que peleaban contra una dictadura, contra un modelo económico y los desaparecieron por eso. Y empiezo a sentir la necesidad de militar y seguir sus pasos. Empieza otra parte de mi vida, de militancia con las Abuelas.

Gonzalo se enternece cuando habla de ellas. “Son la etapa más linda de la historia argentina”, dice sobre las Abuelas. Y más: “Son un símbolo de amor, de valentía, de resistencia, pensar que un grupo de amas de casa, docentes, se enfrentaran a una dictadura que mató a los mejores cuadros y que más de 45 años después sigan encontrando desaparecidos con vida es único en el mundo. Sin su trabajo, si no hubiésemos aparecido nunca, no sé qué estaríamos reproduciendo hoy. Pienso en eso y pienso en la identidad de mi hijo, el tataranieto. Son tres generaciones con una identidad falseada, viviendo una vida que no está entera. Hay que encontrarlos”.

- ¿Sentís que tenés que continuar el legado de ellas?

- Hay un dicho de Estela (de Carlotto) que es que ‘mientras quede una abuela de pie manda la abuela’. Atrás vamos todos. Esos bebés y chiquitos desaparecidos ya son personas ed 45 años. Queremos encontrar a los bisnietos que faltan. Podría haber varios de mi edad. Estela también dice que todo lo que se olvida se repite.

Postal de los 90: Victoria
Postal de los 90: Victoria Montenegro con Gonzalo en brazos

- Este sábado se celebra el Día Nacional de la Identidad justamente por Abuelas. ¿Qué es para vos la identidad?

- Uh, la identidad es uno mismo. La identidad está en constante construcción. Mi identidad de hoy no era la de cuando era chico. Todo el tiempo está en constante construcción la identidad.

Gonzalo hace una pausa. Su cabeza viaja rápidamente a cuatro años atrás. Al momento exacto en el que él se convirtió en padre. El dador de identidad. El continuador del legado de Chicha y Toti. Esto rebota en su memoria y se hace voz:

“Al segundo día de vida de mi hijo empecé a caer. Estaba en la clínica donde había nacido él. Y fui al baño y me puse a llorar como media hora. Y sentí la necesidad de tener una abuela o un abuelo con quien poder hablar de los miedos y las inseguridades que me aparecían por ser papá. Sentí también otra cosa. Veía a mi hijo y lo veía tan frágil. Y no podía dejar de pensar en mi mamá, que con 10 días de vida quedó en el medio de esa masacre, con una patota que entra, mata, que se la lleva. Y volví a pensar en mis abuelos. Habían tenido una hija y se los llevan. Y su hija queda ahí. Y pensaba en mi abuelo pensando en su hija”.

Si creés que podés ser hijo o hija de personas desaparecidas comunicate al 0800 – CONADI (266234) o por correo electrónico a conadi@jus.gov.ar

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