Este año, Rafael Wollmann tuvo que viajar 47 mil kilómetros para llegar a un lugar que queda a sólo 700 kilómetros de nuestro país. Por cuarta vez, el fotógrafo arribó a las islas Malvinas luego de un periplo azaroso. Pero el resultado está en sus manos: un libro bautizado, precisamente, “Malvinas, cuatro viajes”, editado por TAEDA (que produce la revista DEF y las notas que todos los sábados publica Infobae sobre temas de Defensa). En las 460 fotos que pueblan las 290 páginas del volumen, Wollmann refleja lo que vio a través de sus lentes: la vida cotidiana de las islas los días inmediatamente anteriores a la guerra; el desembarco argentino y la reconquista -con imágenes de la gesta que dieron la vuelta al mundo- y lo que sucedió en las siguientes cuatro décadas hasta la actualidad. “Mi objetivo -dice el fotógrafo- es que todos los argentinos conozcan cómo son las Malvinas”.
Hay fotografías de Wollmann que ya forman parte de la historia argentina. Sin dudas, la del comando anfibio Jacinto Eliseo Batista que dirige a un grupo de Royal Marines rendidos el 2 de abril, o la del también comando anfibio Horacio Nuñez, sonriendo bajo el betún de su camuflaje. “El aire se cortaba el aire con una navaja. Imaginate, todos los argentinos y todos los ingleses tenían las armas todavía cuando yo salí. En mis fotos se puede ver que están todos armados. Yo estaba con cuatro periodistas ingleses, que me dijeron ‘sali vos primero que hablas castellano’”, le cuenta a Infobae. El Museo de Houston, Estados Unidos, incluyó una de sus fotografías como una de las 25 más importantes de la historia mundial, como señalaron Mario Montoto (presidente de TAEDA) y Gustavo Górriz (Director de DEF) al entregarle el Reconocimiento TAEDA ante más de 200 invitados -entre los que se contaban el ministro de Defensa Jorge Taiana y el de Interior Wado de Pedro, además de un gran número de veteranos de guerra- por ser uno de “los que no dudaron en poner todo de sí, incluso hasta perder la vida, para defender la soberanía argentina”. La estatuilla la recibió luego de presentar su libro, anoche, en el Campo Argentino de Polo. Y junto a él, recibieron el reconocimiento por su coraje en Malvinas el mayor (R)de Prefectura Naval Raúl Ibañez, tripulante del guardacostas Río Iguazú que derribó un Sea Harrier inglés; Liliana Collino, alférez (R) de la Fuerza Aérea, que fue enfermera en el conflicto y la única mujer bajo bandera en pisar las islas; el conscripto Luis Ardaya, del BIM 5 que combatió en el monte Williams; el exjefe de Gendarmería Ricardo Spadaro, jefe del Escuadrón Alacrán que hizo 19 misiones en 21 días detrás de las líneas enemigas y el coronel VGM Horacio Sánchez Mariño, piloto de los helicópteros UH que cumplieron arriesgadas misiones de transporte y rescate.
Te puede interesar: La increíble aventura del fotógrafo que retrató la rendición de los ingleses
El génesis de aquel primer viaje de Wollmann a Malvinas tuvo lugar apenas cuatro meses antes de la guerra, en diciembre de 1981. En ese momento, en Nueva York, argentinos e ingleses se sentaron a negociar por las islas. En forma paralela, cuatro fotógrafos crearon ILA (Imagen Latinoamericana) una agencia de imágenes. “Seguimos la nota sobre Malvinas y preguntamos a conocidos y familiares si sabían algo de las islas. Nadie conocía nada. Entonces dijimos, ¿por qué no hacemos un gran reportaje sobre las islas? Como hablo inglés, decidimos que fuera yo”.
En ese momento, las relaciones entre ambos países eran buenas. Y eso es lo que vio Wollmann: “Había un vuelo semanal de LADE, que a los kelpers les cambió la vida. Antes recibían un barco cada tres meses. Tener ese vuelo les llevó el correo, frutas y verduras frescas, venían a estudiar y a atenderse en los hospitales de Comodoro Rivadavia, podían pedir un remedio”.
Hacía diez días que estaba en las islas cuando el 1º de abril por la noche, mientras cenaba cordero en el hotel Upland Goose se oyó un mensaje del gobernador Rex Hunt en el que decía que había evidencia que los argentinos iban a invadir las islas. “Me miraron todos y dije que nuestro canciller habría dicho algo que fue malinterpretado, porque no podía creer que Argentina invadiera las islas Malvinas esa noche”.
Pero sucedió. Mientras el mensaje de Hunt llegaba a cada rincón de las islas. los comandos anfibios argentinos desembarcaban. Por la madrugada comenzó el ataque. Y la reconquista de las Islas Malvinas. “A la mayoría de los argentinos los encerraron en la municipalidad y yo quedé en la casa de al lado de Hunt, porque lo había entrevistado dos veces. En la madrugada, después de escuchar gritos en español, granadas, tiros, etcétera, pude registrar las imágenes del 2 de abril que se transformaron en fotos icónicas, que recorrieron el mundo. Cada país las tituló de acuerdo a su relación con Inglaterra. Los franceses fueron más ásperos y pusieron ‘Inglaterra humillada’, los italianos pusieron ‘Manos arriba Inglaterra’ y así en los distintos países”.
Así, casi de casualidad, se convirtió en testigo del cambio drástico que tuvo la vida en Malvinas. Del lugar calmo, donde el atractivo era la fauna y las ovejas, pasó a tener una base militar y un enfrentamiento permanente con nuestro país. Wollmann quedó enganchado con las islas y al año siguiente quiso regresar a bordo de un barco, en un viaje organizado por voluntarios. Fue imposible. Les dijeron que no iban a permitir que llegaran a la costa. Y regresaron.
En 1992, cuando se cumplieron diez años, hizo un viaje por toda la Argentina para una edición especial de la revista Noticias. “Entrevisté a ex combatientes de todas las fuerzas y vi como hasta ese momento el país no los había tenido en cuenta”, recuerda.
A Malvinas regresó 20 años después de la guerra, en 2002. Con una curiosidad: “En el ‘82 saqué un pasaje de ida y vuelta, pero la vuelta la hice en un avión de la Fuerza Aérea. En el 2002 también saqué ida y vuelta. Tenía la vuelta el sábado, y el viernes escuché en el hotel a un grupo de argentinos gritando. Pregunté qué pasaba y me dijeron que habían venido por diez días, pero les dijeron que el piloto tenía el pasaporte vencido y debían regresar al otro día. Me dijeron si no quería regresar con ellos y acepté, así me ahorraba la espera en Punta Arenas y la noche en Santiago de Chile. Llegué a El Palomar y me llevaron en camioneta a casa”.
En el 2012 volvió por tercera vez a Malvinas. Ese mismo año hizo, con la editorial TAEDA, una muestra fotográfica en el Palais de Glace. “Cuando lo vas a ver vacío intimida, porque es enorme. Yo decía no puedo colgar 20 fotos de tamaño normal porque se pierden entonces hicimos 58 murales de 1 metro 20 por un metro ochenta”.
Ahora, la propuesta a la misma editorial fue hacer un libro por los 40 años de la guerra de Malvinas, el que presentó anoche. Y fue el viaje más increíble de los cuatro: “Tuve un intento fallido de ir a Malvinas en enero, pero me agarré Covid. Además, el vuelo regular de Lan que tenemos a Malvinas, que hace escala en Punta Arenas y una vez por mes para en Río Gallegos, se suspendió por la pandemia. La única manera que podía ir era vía Londres. Entonces, una semana antes de viajar me hice un PCR en Pinamar, donde vivo, me hice otro PCR en San Pablo antes de viajar a Londres. En Londres me quedé cuatro o cinco días y me hice otro PCR. Fui a una base militar inglesa y ahí tomé un avión que paraba en Dakar, Senegal. Iban a ser dos horas para reabastecer el avión. Pero a la hora nos dijeron que el clima en Malvinas era muy malo y que por segunda vez en la historia íbamos a tener que dormir en Senegal. Nos subieron a un micro, nos llevaron a un hotel cinco estrellas con todo incluido. Ese día era mi cumpleaños. Tuvimos que hacer ocho días de cuarentena, sin ningún tipo de servicio: tenía un plato, un vaso, cubiertos, y una planilla donde tenía que marcar lo que quería comer al día siguiente, que me lo traían en una bolsita. Nunca vi una cara humana; no se cómo hacían, tocaban la puerta y salían corriendo. Al octavo día me hicieron un hisopado, di negativo y viajé a Malvinas, donde estuve seis días haciendo mi trabajo. Es decir: un mes de viaje para estar seis días”.
Te puede interesar: Malvinas, 2 de abril: dos soldados enemigos, una foto icónica que recorrió el mundo y la vida después de la guerra
La otra referencia es el cambio tecnológico que hubo en estos 40 años. Wollmann es bien gráfico: “Yo fui a Malvinas en el 82 con dos cámaras, cinco lentes y película en rollo diapositiva color y blanco y negro. En el 2002 fui con lo mismo, pero en vez de lentes fijos llevé lentes zoom y una cámara digital. En el 2012 fui con cámara digital exclusivamente y cinco lentes en un bolso que pesa unos 15 kilos. A este viaje del 2022 fui sólo con dos teléfonos celulares, nada más. Mis amigos y colegas fotógrafos me decían que estaba loco. Pero hice algunas pruebas y la experiencia fue fantástica. Con una campera y un teléfono en cada bolsillo me pude meter mucho más en cualquier lado sin que me prestaran atención”.
El último viaje terminó con una recorrida por el Cementerio de Darwin, donde, como homenaje, dijo en voz alta cada uno de los nombres que figuran en las cruces. Pero no fue la última emoción. Para regresar, Wollmann viajó a Londres. Allí, la última tarde y tres horas antes que lo pasaran a buscar para ir al aeropuerto, salió a comer fish & chips. Un clásico. “Estaba en la calle, en un puesto callejero como despedida. Me cobraron 12 libras y me quedé esperando la comida a un costado. A los tres minutos llegó una pareja que hablaba en castellano. La chica que atendía, que entendía el idioma, les preguntó de dónde eran. ‘De Mar del Plata’. Me presenté y les dije que era de Pinamar. Me contaron que volvían de Suiza rumbo a Massachusetts, donde vivían. Yo les conté que venía de Malvinas. Y acá lo increíble, esta persona me dice ‘yo estuve en las Malvinas pero el 1 y 2 de abril del 82. Nos quedamos en shock, mirándonos. Era un comando anfibio”.
Más fotos de la presentación y la entrega del Reconocimiento TAEDA:
Seguir leyendo: