La experiencia de Gaby Piccoli, activista cuántica: “Nos dicen brujas hace muchos años y creo que es un honor”

En pareja hace ocho años con el fotógrafo Gabriel Rocca, dice que nació con el don de la clarividencia, pero lo mantuvo dormido hasta que la pérdida de un embarazo avanzado la llevó a volver a hacerse preguntas y reconocer de nuevo su conexión con el mundo no material. Ahora da cursos y entrenamientos para mejorar la calidad de vida a partir de la conciencia cuántica y asegura: “Nos transformamos en animales de conseguir cosas y nos dejamos de escuchar”

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Gaby Piccoli dice que en
Gaby Piccoli dice que en su familia nunca terminaron de entender a qué se dedica, pero su madre lo resume en que “ayuda gente” (Gabriel Rocca)

Dice que tendría unos cuatro años y que es su primer recuerdo: veía líneas de luces que unían entre sí a los objetos. “Yo pensaba que todo el mundo las veía, para mí era mi ámbito natural, hasta que me di cuenta de que no era tan frecuente”, cuenta ahora Gabriela Piccoli a Infobae. En su casa de San Justo, en La Matanza, con un padre obrero metalúrgico y una madre ama de casa, no había muchos estímulos para que se aferrara a ese don que nadie podía explicar demasiado. La de su familia era, como la de tantas, una historia de supervivencia: su papá llegó a la Argentina a los 14 años en un barco solo con dos hermanitas huyendo de la Segunda Guerra Mundial; el suyo, como el de la mayoría de los hijos de esa generación de inmigrantes que tuvieron que volver a empezar de cero en un mundo que les era extraño, fue un camino signado por la búsqueda de seguridad.

Si esa seguridad era posible o ideal es una pregunta que Gaby se hizo mucho tiempo después, pero entonces encontró contención en una abuela que pudo explicarle lo que le pasaba desde la religión: “Evidentemente ella también tendría algún tipo de percepción del mundo no material, y como era muy católica, me decía que en esos momentos no me asustara y rezara. Fueron las herramientas que me pudo dar para acompañar lo que veía que yo percibía, y para mí fue muy aliviador: había otra persona que compartía eso que sentía yo”.

Por muchos años, esa conciencia diferente que algunos llaman intuición y parecía reñida con lo concreto –con la ciencia–, fue casi un secreto de los ambientes de mujeres del que no se podía hablar con mucha gente, había que esconderlo. O como le pasó a Gaby, “al no tener con quién conversarlo, todo eso que veía dejó de aparecer en la época del colegio y la facultad”. Piccoli estudió Educación Especial y ejerció como profesora y docente de fonoaudiología en escuelas de la provincia. No estaba conectada con lo que le pasaba internamente, o esa conexión había quedado dormida, como latente.

Era diciembre de 1998 y tenía dos hijos chiquitos y un embarazo avanzado de un bebito que no llegó a término. “No me sentía bien y estaba en cama, y la perra que tenía se puso abajo de la cama y no se iba, yo pensé que para cuidarme. Después entendí que ella ya sabía que mi bebé estaba muerto”, cuenta. Pasar por la tristeza del parto de ese hijo sin vida, la llevó a hacerse preguntas de nuevo. Quería comunicarse con él, comprender qué había pasado más allá de lo físico.

Gaby Piccoli junto con sus
Gaby Piccoli junto con sus hijos Tobías, Camila y Paloma de 34, 33 y 22 años (Gabriel Rocca)

Así fue como se tomó una licencia médica y empezó a hacer cursos y talleres de cosas que ahora están en boca de casi todos, pero entonces eran poco conocidos, como constelaciones y registros akashicos. Ya no pudo volver a su trabajo: “Era algo muy mecánico que no me conectaba con lo que me pasaba internamente. Y se me encendió una búsqueda, empecé a estudiar y a cruzarme con maestros formadores, con chamanes. A medida que eso fue creciendo me di cuenta de que algo de mis explicaciones aliviaba a otra a otra gente”.

No hubo un día ni un momento claros en los que se propusiera dar clases o atender en consultorio. “Fue natural. Empecé a hablar de cosas que ahora son más cómodas, porque todo el mundo sabe más o menos de qué se tratan, pero antes tenía que viajar para aprender junto a expertos en Sanación Cuántica. En la Argentina todavía no estaba, no existía como algo aceptado”, cuenta la hoy coach de entrenamientos de calidad de vida.

En esos viajes que la llevaron a conocer maestros y terapeutas alternativos en Chile, Uruguay, México, España, Italia y Finlandia, algo le llamó la atención: “Veía que la gente tal vez tenía una profesión y además decía con total naturalidad ‘y además soy vidente’ sin avergonzarse. O que en el consultorio un analista de pronto sacaba un mazo de tarot o las runas como un medio más de diagnóstico o para tener acceso a otro tipo de información que tal vez a simple vista no surgía. Era muy disruptivo para mí poder ver que una persona comentaba eso y lo compartía como ‘bueno, además tengo este talento que estoy poniendo al servicio de los que lo necesitan’. Eso me hizo amigarme con esa idea que ahora mucha gente joven ya tiene mucho más asumida”.

Se distingue como una coach
Se distingue como una coach de calidad de vida o activista cuántica, una corriente en la que convergen el espíritu y la ciencia (Gabriel Rocca)

Dice que una parte fundamental del cambio tiene que ver con que quienes trabajan con estas prácticas no sólo se planten desde el respeto por lo que hacen, sino que sepan trabajar en equipo: sumar médicos, analistas, abordar cada caso de manera holística. “Nunca una cosa anula la otra, al contrario, todo se integra. Y en un punto yo pude ver que nos dicen brujas hace cantidad de años, pero eso sólo es una confirmación de que tenemos una conexión mayor con ese mundo menos visible. Entonces creo que es un honor y que hay que empezar a comunicarlo”, dice con orgullo.

En su caso, pudo sentir la validación de la teoría cuando se especializó en la filosofía del Tao sexual. “Eran prácticas de manejo de la energía creativa, meditativas, para dirigir la atención y volver a llenar de energía los órganos vitales y así conectar con el entusiasmo y la alegría. Yo empecé a compartir esas prácticas con una orientación, y más o menos en 2006 pude sistematizar la propuesta”, dice la también activista cuántica, una corriente que integra, precisamente, la ciencia y el espíritu.

Para ponerlo de manera más simple: la conciencia cuántica se refiere a los principios de la física aplicados al autoconocimiento. Se dice que la mente inconsciente procesa el 95% de la información, mientras que la consciente tan solo el 5%. “Es poder decir ‘esto no tiene lógica, pero lo tenemos que incluir de alguna manera y dejar que vaya tomando forma’. Es poder renunciar a la droga de la seguridad. La conciencia cuántica está dentro del mundo en el que ya vivimos –dice Piccoli–, lo importante es poder utilizar esas puertas y ventanas que están disponibles para poder elegir y lograr una vida mejor. Conocernos a nosotros mismos es un puente de transformación”.

"Al no tener con quién
"Al no tener con quién conversarlo, todo eso que veía dejó de aparecer en la época del colegio", dijo Piccoli, quien estudió Educación Especial y ejerció como docente de fonoaudiología en escuelas bonaerenses

Porque el tema central, asegura la coach, es que “nos dejamos de escuchar para conseguir cosas, que es el gran mal de la humanidad; separamos el mundo visible del invisible, el interno, y nos ponemos frente a las puertas que para otros fueron significativas, como el éxito o la fama, que no sé si están mal, pero a lo mejor no eran puertas elegidas realmente por nosotros”, dice.

Para Piccoli, en la pandemia muchos empezaron a escucharse y ser consecuentes con eso, a simplificar un poco la vida. “Creo que nos llevó a hacer una depuración en un nivel relacional, de vínculos, pero ahora lo que nos viene es hacer el mismo movimiento en un mundo interno: somos nosotros los que contaminamos todo el tiempo nuestros ambientes con pensamientos obsesivos”, reflexiona, y cuenta que uno de los primeros cursos que dio durante el aislamiento obligatorio fue sobre cómo pasar “del loop al espiral”. Lo explica también de manera muy sencilla: “Uno puede mantenerse loopeando toda la vida en una conducta no evolutiva, y lo que yo hago es invitar a que sepan que hay otro movimiento que es en espiral, que es infinitamente ascendente”.

Sobre todos estos temas hablará en la conferencia que dictará el próximo jueves 27 en el auditorio de Belgrano (Virrey Loreto 2348), la primera experiencia ante un público tan masivo después del boom de sus zooms durante la pandemia y de más de una década en que su nombre fue casi un talismán de felicidad posible, una marca que se transmitía de boca en boca entre quienes la conocían y entrenaban con ella.

La tristeza del parto de
La tristeza del parto de un hijo sin vida la llevó a hacerse preguntas de nuevo: quería comunicarse con él y comprender qué había pasado más allá de lo físico

Así llegó hace ocho años a su consultorio el fotógrafo Gabriel Rocca. Había sufrido un accidente en la vista y, pese a que la operación había salido bien, todavía estaba nervioso, con el miedo lógico de quien se siente al borde de perder el instrumento de su arte y su trabajo. Inseguro en un entorno que exige seguridad aunque todo nos demuestre que no existe. Una alumna de Gabriela que era modelo y sabía por lo que estaba pasando le recomendó las prácticas de meditación que hacía con ella: “¿Por qué no la vas a ver?”. “Vino para que le enseñara a meditar, y fue amor a primera vista”, se ríe Piccoli, que hoy es madre de tres hijos de 34, 33 y 22 años.

En las campañas del fotógrafo descubrió rápidamente una conexión diferente. “Nuestro cuerpo tiene muchas inteligencias y yo creo que todo es sensorial, pero ocurre que la sensibilidad pareciera estar solamente en manos de los artistas, que son los que se permiten ser sensibles. Esas categorizaciones en lugar de colaborar nos separan, porque la verdad es que todos somos sensibles, algunos –como Gabriel– pueden evolucionar a través de lo visual, otros a través del gusto o del olfato, eso de decir “algo no me sabe bien o no me huele bien” que tenemos tan arraigado en el saber popular. En el fondo, todos hablamos de nuestro lector cuántico permanentemente, sabemos cuando algo nos vibra mal o bien, depende de nosotros escucharlo, escucharnos”, dice.

Con Rocca trabajan juntos en campañas y él también fue el responsable de armar los fotogramas en los que Piccoli apoyará la conferencia del jueves próximo.

Gabriela Piccoli está en pareja
Gabriela Piccoli está en pareja con el fotógrafo Gabriel Rocca desde 2014

Dice que en su familia nunca terminaron de entender a qué se dedica, pero su madre lo resume en que “ayuda gente”. Es la misma ayuda que terminó entendiendo que venía a traerle ese bebé que nació muerto: “Vino con la misión de despertarme, para que yo pudiera conectar de nuevo con mi sensibilidad”. Las anécdotas de lo que vio después son muchas, por ejemplo, en varias oportunidades presintió muertes o enfermedades de gente cercana. Una vez recibió un mensaje de un alumno exactamente una hora después del momento en que murió. No tiene explicaciones fácticas para esas cosas y dice que tampoco hay que pedírselas a nadie. Ni a un constelador, ni a un especialista en bioenergética, ni a ningún profesional: “Sólo nosotros podemos entendernos si empezamos a desplegar todo lo que tenemos enrollado adentro nuestro”.

Piccoli dice que es optimista. Que todos tenemos “una puerta interna grande que tiene que ver con lo que cada uno vino a hacer y, cuando uno abre esa puerta, empieza a fluir y a sincronizarse. Una vez que estás ahí, hay niveles, como en un juego, donde se empiezan a abrir otras puertas. La ciencia lo llama principio de la singularidad, pero tiene que ver también con la superación inteligente, con entrar en el foco correcto. Yo pienso que viene un momento de abrirnos a una inteligencia diferente, y eso es lo que quiero motivar”.

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