En el auditorio del primer piso de la Universidad de Congreso de la ciudad de Mendoza, se habló de Malvinas. A siete cuadras de distancia, con la avenida Colón como puente, sobre la explanada del Archivo General de la provincia de Mendoza, a la sombra de la copa de los árboles, se habla de Malvinas. Es un síntoma de la efeméride redonda, un signo de época: hablar de Malvinas, de su guerra y de su soberanía, como legado, por obligación moral y para no caer en el olvido.
Lo destaca -y lo celebra- Héctor Tessey, hoy licenciado en Ciencias de la Educación, Magister en Defensa Nacional, profesor en las cátedras de Mando y Liderazgo en el Colegio Militar de la Nación, investigador de la Universidad de la Defensa Nacional, director del Proyecto de Investigación “Mando en combate en Malvinas” e integrante del Proyecto de Investigación “Mar de Guerra”, hace cuarenta años, jefe de la Batería C del Grupo de Artillería 3, desde entonces capitán del Ejército Argentino, del arma de Artillería y veterano de guerra.
“En los 39 años anteriores no se habló, no se dijo, no se discutió, no se escribió, no se difundió, no se comentó, no se estudió tanto como Malvinas en este aniversario número cuarenta. Haber vivido este año tan cerca de Malvinas me lleva a la convicción de expresar esto y de ratificar lo que dijeron los anteriores exponentes: cada vez se habla, cada vez se estudia, cada vez se conoce, cada vez se trata más la guerra, la cuestión y la gesta de Malvinas”, acreditó en el comienzo de su ponencia, que inaugura la presentación de un libro como lo tuvo como editor ejecutivo: Malvinas, 40 años, testimonio sobre la guerra del Atlántico Sur, de editorial Taeda. Allí, cerca del sitio donde se realizó la conferencia, se levanta una muestra fotográfica reinaugurada que traza un recorrido íntimo y cronológico de la contienda: una exposición sostenida, también, por el Observatorio Interuniversitario de Cuestión Malvinas de Mendoza, que aglomera las voluntades de las ocho universidades de gestión pública y privada que funcionan en la provincia.
Un libro de tapa dura, tono oscuro y letras blancas, sin adornos, sin más que lo que es: militares profesionales, soldados conscriptos, gendarmes, prefectos, personal de sanidad, marinos mercantes, sacerdotes, civiles, padres, hermanos, hermanas, hijos e hijas, 22 argentinos hablando de Malvinas. No analiza ni cuestiona, ni teoriza ni profetiza, se dispone, únicamente, a contar historias de vida y de coraje de 22 veteranos de la guerra del Atlántico Sur.
“Son 22 testimonios que no son entrevistas. Es un libro de charlas, de intimidades que muestra lo que Malvinas sigue mostrando: vivencias, emociones, miedos, dudas, alegrías y un profundo dolor que sentimos los veteranos por la derrota. Sentimos que hemos fallado al camarada y a la patria. Sentimos el dolor por el regreso oscuro y oculto, por ese silencio, por la incomprensión del gobierno y de las autoridades militares”, dijo Tessey, integrante del Grupo de Artillería 3 a cargo de la Batería C, destacada en el valle de Moody Brook, entre los montes Longdon y Dos Hermanas, veterano estudioso de las guerras e investigador minucioso del combate del Atlántico Sur.
Patentó, en su obra académica del conflicto, una clasificación del concepto Malvinas. “El libro muestra gente comprometida con la causa, con la patria, con el servicio y con el deber. Reclama y exhibe. Y reclama cuatro cosas: sostener la causa, conocer la cuestión, exaltar la gestar y estudiar la guerra. La causa es el sentimiento, el corazón, la sangre, el cartel, el ploteo, la bandera en la tribuna, lo que todos los argentinos sabemos: que las Malvinas son argentinas aunque no sepamos por qué. Ese por qué es la cuestión, lo racional, los fundamentos que nos permite explicarle al mundo por qué las Malvinas son argentinas. La mayor gesta argentina fue la gesta sanmartiniana que nació acá. Malvinas también fue una gesta, una gesta contemporánea, que puso de pie a un pueblo con sus soldados frente a un imperio. Y hay que estudiar la guerra: un hecho complejísimo, humano, social y militar. A veces me preguntan ¿para qué vas a estudiar una guerra que ya pasó si la próxima va a ser distinta? Hay algo que en las guerras no cambia y es el hombre, que es el centro de la escena, que arma escenarios, que arma estrategias, que piensa y decide. Esos procesos son los mismos en todas las guerras. Ojalá nunca llegue la próxima guerra, pero tenemos que estar preparados”.
En abril de 2021, la editorial lo convocó para el desarrollo de un documento gráfico vital, a efectos del aniversario. “No tenía que ser un libro más, tenía que ser un libro distinto -apuntó-, que encarara, analizara y mostrara el lado humano de la guerra a través de las vivencias, emociones y frustraciones que experimentamos los veteranos en aquel conflicto”. El libro debía reconstruir la guerra a través de relatos íntimos. Los recogidos fueron 22 testimonios entre los más de 24 mil veteranos. El proceso de selección respetó la presencia de las tres fuerzas armadas, las fuerzas de seguridad. soldados conscriptos y la única mujer de la fuerza aérea que pisó Malvinas: María Liliana Colino.
María Liliana Colino era cabo principal y tenía 25 años aquel 21 de mayo de 1982, cuando un Hércules C-130 la depositó en las Islas Malvinas. No sabía por entonces que sería la única mujer militar argentina en pisar el archipiélago durante la guerra. Lo sabe ahora, con 64 años y una vida entregada a la salud: hace cuarenta años como jefa del área de terapia intensiva del Hospital Aeronáutico Central, en Pompeya, antes de ser trasladada -en mayo del ‘82- como enfermera del hospital modular reubicable de Comodoro Rivadavia, hoy -Alférez retirada- directora de una clínica veterinaria.
Colino asume uno de los 22 testimonios del libro y el segundo de la exposición en el auditorio universitario de Mendoza capital. En el libro dice que “lo que me quedó de Malvinas, lo que más resguardo, es esa unión que nos hermanaba” y en la conferencia insistió: “En mi estadía rescato el compañerismo. No hubiéramos podido superar las angustias y los temores que había en ese momento si no fuera por el apoyo del trabajo en equipo, que permanentemente buscaba la manera de apoyar al que estaba deprimido o angustiado. La mayoría de los soldados, en contra de lo que muchos creen, nos preguntaban: ‘cabo principal, ¿cuándo podré volver?’. ‘No sabemos. Depende cómo evolucione la enfermedad, ¿cuál es tu apuro?’, les preguntábamos. ‘Mis compañeros siguen allá, no los puedo abandonar’, nos decían. Eso demuestra la importancia del equipo en situaciones de conflicto”.
Contó que había ingresado a la fuerza en 1980 después de haber leído un cartel que anunciaba “Fuerza Aérea incorpora personal militar femenino que sea profesional de Enfermería”. Ya con grado militar, fue desplegada al hospital reubicable de Comodoro Rivadavia en simultáneo al conflicto bélico, donde se recibían a los pacientes y se ordenaban las derivaciones según la fuerza a la que pertenecían y la patología que tenían. “Realicé evacuaciones aeromédicas en aviones de terapia intensiva dentro de la Patagonia y evacuaciones aeromédicas de Puerto Argentino a Comodoro Rivadavia en el Hércules, un avión muy pesado que por la proeza de los pilotos siempre iba a ras del mar, con silencio de radio, de noche, ya bajo dominio aéreo y marítimo del enemigo. Cuando llegaba a Puerto Argentino carreteaba permanentemente por lo tanto las evacuaciones se realizaban con el Hércules en movimiento y el tiempo dependía de la torre de control, que avisaba que había bombardeos y entonces se terminaba la evacuación”, relató.
Sin embargo, distingue una aclaración. Haber curado pacientes y asignado derivaciones urgentes, haber intervenido en el acto de salvar vidas no fue su tarea más loable. “Nuestra función más importante -expresó- fue la contención emocional de los pacientes. Habían pasado dos meses y medio y esa era una oportunidad de poder expresarse como si estuvieran hablando con un familiar: nos identificaban con la madre, con la novia, con la hermana, con la vecina”.
Su disertación cobijó uno de los puntos más estremecedores de la presentación. Fueron sus últimas palabras antes de cederle el micrófono a Daniel Agüero. “No podemos permitir que las Malvinas sigan en manos extranjeras -aseveró-. Tenemos que tratar por todos los medios que los políticos, en cada foro internacional, no se olviden de hablar de Malvinas. Yo tuve el privilegio de pisar la tierra de Malvinas mientras flameaba la bandera argentina y eso fue el mayor honor que pude haber recibido”. Los aplausos de autoridades, familiares y alumnos coronaron su discurso.
Daniel Omar Agüero era cabo segundo de mar en 1982. Tenía 22 años cuando se convirtió en el último timonel del crucero ARA General Belgrano, hundido el 2 de mayo de 1982 por el submarino nuclear inglés HMS Conqueror en una zona de exclusión, y tiene 62 años cuando recibe el encargo de cerrar la presentación de un libro que lo tiene como protagonista. Dice cada palabra con énfasis y guarda espacio de las otras. Habla pausado y severo. Su voz es la de un sobreviviente, su cadencia oral la de un patriota.
“Malvinas fue la causa de un esfuerzo de una enorme cantidad de personas que se entregaron en forma total para defender la soberanía de Malvinas. Eso hizo partícipe a toda la ciudadanía argentina de 1982 que se unió en una causa común”, manifestó. Valoró que la gesta de Malvinas es reconocida por el pueblo argentino así como en muchos países del mundo, “donde bien saben que el soldado argentino tuvo el valor y el gran amor de entregar lo que más valor tiene para un ser humano: la vida por la patria”.
En su discurso, exigió continuar con el reclamo por la soberanía de las islas a través de la fuerza del diálogo, porque “no hay otra forma para recuperar las Malvinas” y se conmovió al descubrir entre los presentes jóvenes menores de cuarenta años que no pertenecían a la sociedad argentina de 1982. “Les puedo asegurar que no tienen la más mínima idea y no se imaginan la magnitud del bien que le hacen a un veterano cuando lo reconocen. Porque en ese reconocimiento también están honrando a los 649 héroes que dejaron su vida en defensa de nuestra soberanía”. La cita culminó con un minuto de silencio y un aplauso cerrado en memoria de los caídos.
En el centro de la ciudad de Mendoza, a siete cuadras de distancia de la Universidad de Congreso, se erigen en simultáneo once estructuras de hierro sin frente ni dorso. Lucen distribuidas sobre el frente de una casa antiquísima que hospeda hoy el Archivo Histórico de Mendoza, dependiente del Ministerio de Cultura y Turismo, y que antes funcionaba como la estación terminal del Ferrocarril Trasandino -el edificio más importante de la línea que unía a los puertos de Buenos Aires y Valparaíso-.
Las estructuras resguardan gigantografías y diagraman un paseo. Ocupan un espacio público a fin de garantizar su acceso de toda la comunidad, gracias al soporte del Observatorio Interuniversitario Cuestión Malvinas. En las imágenes se puede hilvanar la cronología de guerra. Es un extracto y una recuperación de la exposición itinerante Malvinas, retrato de un sentimiento, registros canónicos del conflicto armado de 1982 tomados por los reporteros gráficos que cubrieron la contienda del Atlántico Sur, reunidos por la editorial Tadea y con recorrido federal desde 2007. Plaza San Martín de la Ciudad de Buenos Aires, custodiado por el cenotafio a los caídos, colegio militar de la Nación, Chivilcoy, Junín, Lanús, Lomas de Zamora, Vicente López, también Salta, Tierra del Fuego, Tucumán, Misiones, Chaco, Corrientes.
Ahora Mendoza dispone de los 22 retratos que documentaron los fotógrafos Eduardo Farré, Rafael Wollmann, Román Von Ekstein, Juan Sandoval y Osvaldo Zurlo. Entre otras postales históricas, un Pucará que vuela el malecón de Darwin, el cráter de una bomba que muestra la turba dañada mientras la columna de soldados marcha con dificultad, el lugareño que coopera a soldados argentinos para revisar un contenedor que solo tiene pasto y forraje, los soldados que los diarios que anuncian lo que vendrá, el humo que evidencia el primer bombardeo de los aviones Vulcan y el comienzo efectivo de la guerra, y también la imagen desde un bote inflable del crucero General Belgrano hundiéndose, y con él el devenir de una guerra y la vida de 300 personas.
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